En días pasados circularon noticias sobre la desclasificación parcial por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos de dos Informes Diarios para el Presidente (PDB), elaborados para ser leídos por Richard Nixon. El primero tiene fecha 8 de septiembre y el segundo 11 del propio mes, mientras transcurría el golpe de estado de 1973 contra el presidente chileno Salvador Allende.
En algunos medios, incluidos los chilenos, se explicó la información con visos de excepcionalidad y tanto en Santiago, como en Washington, se habló del compromiso mutuo con la verdad y la democracia.
Los textos, hechos públicos como respuesta a una solicitud de las actuales autoridades chilenas, no dicen mucho, en realidad, ni comprometen la participación de EEUU al más alto nivel en aquellos hechos. El experto estadounidense de la organización no gubernamental Archivos Nacionales de Seguridad, Peter Kornbluh, se ha cuestionado incluso por qué estos textos se habían mantenido en secreto tanto tiempo, dado lo poco que aportan a la verdad sobre aquellos acontecimientos.
Ambos documentos se refieren más a la supuesta confusión entre los mandos golpistas y a la existencia, o no, de una real sublevación, que al involucramiento directo de las agencias estadounidenses contra el gobierno del presidente electo Salvador Allende, algo que ha quedado claramente reflejado en investigaciones y documentos hechos públicos años atrás.
Al menos 25 años antes (1998) la propia organización Archivos Nacionales de Seguridad había logrado la desclasificación de otros 30 documentos, los cuales ponían de relieve entre otras cuestiones que:
- En el otoño de 1970, la CIA llevó a cabo un grupo de operaciones encubiertas para evitar que se ratificara la victoria de Salvador Allende en los comicios.
- Fue aprobada entonces la “Operación Fubelt”, para desestabilizar al gobierno socialista recién electo.
- Después de la elección de Allende, Estados Unidos consideró entre otras acciones, provocar la expulsión de Chile de la OEA, como parte de su probable aislamiento internacional.
- El gobierno de Estados Unidos conoció en detalle las atrocidades cometidas por los golpistas durante e inmediatamente después de la muerte de Allende. Sin embargo, se aprobó con urgencia un paquete de asistencia económica para Chile y se ordenó a la CIA realizar operaciones encubiertas de propaganda, para “mejorar la imagen de la Junta”.
Próximamente se recordarán en Chile, y en el mundo entero, los 50 años del cerco de La Moneda y del derrocamiento por la fuerza del gobierno socialista, elegido en sufragio popular, encabezado por un líder indiscutible como Salvador Allende.
No obstante, poca información se divulga sobre un primer intento frustrado de evitar que Allende asumiera el poder, a finales de 1970. Detalles de las revelaciones generales del 1998 se conocieron por nuevas desclasificaciones que tuvieron lugar en el 2014.
El 19 de agosto de 1970 tuvo lugar una reunión del comité interagencial de alto nivel, conocido como Grupo Especial de Revisión, encabezado por el Consejero estadounidense de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, en la cual se le dieron indicaciones al entonces director de la CIA, Richard Helms para presentar un plan detallado al presidente Richard Nixon, con el objetivo de lograr que el Congreso chileno no ratificara la victoria de Allende en las urnas.
Parte de esta historia fue editada en su momento por los historiadores del Departamento de Estado James Siekmeier y James McElveen en el volumen “Chile: 1969-1973”. La misma también es recogida en el volumen The Pinochet File: A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability (2013), del antes mencionado Peter Kornbluh, quien además solicitó entonces que se realizaran nuevas desclasificaciones alrededor de la llamada Huelga de Camioneros financiada por la CIA, que ayudó a desestabilizar al gobierno de Allende, así como sobre el asesinato de dos ciudadanos estadounidenses, Charles Horman y Frank Teruggi, justo antes del golpe de 1973.
Este año 2023 se ha publicado en Chile una versión actualizada del libro de Kornbluh para marcar los 50 años del golpe, bajo el título Desclasificado: Los Archivos Secretos de Estados Unidos Sobre Chile, con nuevas evidencias al respecto.
En octubre de 1970 las agencias estadounidenses organizaron el secuestro del entonces jefe de las fuerzas armadas chilenas, general René Schneider, oficial comprometido con el orden constitucional chileno, con el objetivo de facilitar la acción de otras figuras castrenses que se oponían al ascenso del gobierno socialista de Allende. En la acción Schneider fue herido y falleció días después, sin que Estados Unidos lograra una acción concertada de los mandos de las diversas fuerzas, las que entonces fueron consideradas desde la Casa Blanca como “no preparadas” y “faltas de determinación”.
Se conoce que en una conversación que tuvo lugar entre Kissinger y Nixon el 2 de noviembre del mismo año, el consejero dijo a su jefe: “la ratificación congresional es mañana. Lo que pudieron haber hecho (los militares) es prevenir que el Congreso se reuniera. Pero eso no se ha logrado. Estuvieron cerca, pero probablemente sea muy tarde”
En The Pinochet File de Kornbluh se recoge además una frase similar de otra conversación entre Kissinger y Nixon en relación con el golpe del 73, que es claramente comprometedora. Cuando el presidente pregunta hasta qué punto se puede hacer la trazabilidad del involucramiento directo de EE UU con los golpistas, el asesor responde “quiero decir, los ayudamos (…) creamos tantas condiciones como pudimos”.
Al momento de la detención de Augusto Pinochet en 1998, para ser sometido a juicio por su liderazgo en el golpe y los crímenes cometidos con posterioridad, el gobierno de William Clinton hizo públicos 23 000 registros de la CIA, el Departamento de Estado, el Consejo de Seguridad Nacional y el Pentágono, por los que se conoció del trabajo del llamado Comité de los 40, dirigido por Kissinger, que supervisó todas las acciones contra el gobierno de la Unidad Popular.
Dicho esto, cabe concluir que la participación estadounidense en los planes para evitar el ascenso al poder de Allende y, después, en las acciones que conllevaron a su caída y muerte, están debidamente documentadas desde hace años, aunque aún queden por conocer varios detalles. Es decir, Estados Unidos tuvo una implicación directa en un primer golpe fallido contra Allende en 1970 y en el de 1973, que a la postre cumpliera con sus objetivos.
El derrocamiento de las fuerzas de la Unidad Popular no solo significaron la destrucción de un proyecto alternativo de desarrollo para el pueblo chileno, sino la apertura sin límites de las fronteras del país para la aplicación de un “modelo” económico neoliberal extremo, que se sintetizaba en los preceptos de la llamada Escuela de Chicago. Los objetivos de este proyecto, sus principales ideólogos y los facilitadores de la conquista desde el lado chileno aparecen recogidos, con lujo de detalles, en la obra del experto diplomático Juan Gabriel Valdés Los economistas de Pinochet: La Escuela de Chicago en Chile (2020).
Pero aún hay un tercer golpe contra el líder socialista chileno, y contra todo su legado, que se articula por estos días.
Desde la derecha latinoamericana, y particularmente la chilena, se trata de reescribir la historia, para asentar como verdad compartida el supuesto de que más que ser víctima de las fuerzas golpistas, Salvador Allende y sus seguidores habrían “provocado” la acción de la que fueron víctimas, por tratar de “imponer” un modelo económico social que “no contaba con el respaldo de la mayoría de los chilenos”.
Estas corrientes políticas al parecer ya lograron impedir que una futura Constitución del país se aparte de los preceptos pinochetistas, pero ahora, 50 años después del crimen, estarían intentado remover las raíces de uno de los procesos políticos más legítimos de la región, que constituye referencia obligada para cualquier fuerza política chilena que intente construir un futuro de soberanía política para su país.
Otro objetivo no declarado de estas mismas fuerzas, es dar legitimidad a la acción reiterada de Estados Unidos para impedir el acceso al gobierno, o para desplazar del mismo, a fuerzas políticas que aspiren a constituir una alternativa real para las demandas de sus pueblos, como nos recuerdan acciones recientes de la diplomacia y de los servicios especiales estadounidenses en la región.
El legado de Allende trasciende las fronteras de su país, es historia latinoamericana y, por tanto, a esa escala debe ser la defensa de su obra. Un tercer golpe esta vez sí se puede evitar.
Fuente: Cubadete