Julian Assange se atrevió a hacer lo que nadie había hecho nunca: creó un buzón digital anónimo conectado a la organización mediática WikiLeaks para permitir la transmisión de enormes volúmenes de datos y facilitar las filtraciones de informantes.
Entre las revelaciones de WikiLeaks figuran archivos que documentaron la realidad de la industria internacional de la vigilancia masiva. «¿Quién de ustedes tiene un iPhone? ¿Quién de ustedes tiene un Blackberry? ¿Quién de ustedes usa Gmail? Pues bien: la han fastidiado», advirtió Assange en 2011.
Los Papeles de Afganistán e Irak —documentos clasificados del Pentágono sobre las acciones bélicas de EE.UU. en esos dos países 2004 y 2009— fueron la mayor filtración de la historia y arrojaron luz sobre crímenes de guerra presuntamente perpetrados por Washington y sus aliados, sin que ningún miembro del Ejército estadounidense haya afrontado responsabilidades por ellos.
Los cables diplomáticos de EE.UU. filtrados por WikiLeaks en 2010 contienen correspondencia diplomática norteamericana desde 1966 hasta 2010 e incluyen 100.000 documentos señalados como «confidenciales» y 15.000 como «secretos». «Si imprimiéramos todos esos cables, cubrirían la distancia que hay entre Moscú y San Petersburgo», comparó Assange para dar a entender la magnitud del material divulgado.
Durante una entrevista en 2011, el fundador de WikiLeaks afirmó que «casi todas las guerras iniciadas en los últimos 50 años han sido resultado de mentiras en los medios de comunicación». «Básicamente, al pueblo no le gusta la guerra, y hay que engañar al pueblo para meterlo en una guerra», razonó.
En 2011, cuando un tribunal británico le concedió la libertad bajo fianza con la condición de que no abandonara el país, el fundador de WikiLeaks vivió un tiempo en la casa de campo del periodista de investigación Vaughan Smith, la cual se convirtió en su oficina principal hasta que se instaló en la Embajada de Ecuador en Londres bajo asilo político, lugar donde pasaría casi siete años sin salir.
«Nos conocimos antes de que viniera a la embajada, y básicamente, la posibilidad de que Ecuador lo protegiera surgió de esa amistad. Era su última opción», comenta el excónsul Narváez, quien recuerda cómo la misión diplomática se convirtió tras la llegada del australiano en «el lugar más vigilado del mundo durante muchos años».
«El nuevo Gobierno decidió cambiar la política exterior ecuatoriana. Decidieron tener una relación diferente con EE.UU. Y Julian era un obstáculo», agrega Narváez. Ahora Assange está recluido en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, donde se le niega el derecho de relacionarse con otros presos, denuncia el director de documentales John Pilger. «Me dijo que cuando ve a la gente pasando por delante de su celda, le entran ganas de hablar con ellos», señala.
Assange, ¿espía o periodista? Según el Departamento de Justicia de EE.UU., que solicita su extradición, Julian Assange no solo recibió información de un informante, porque de ser así no habría hecho nada ilegal, ya que los periodistas tienen derecho a hacerse con información de sus fuentes aunque esta sea clasificada. Sin embargo, el Gobierno estadounidense sostiene que Assange actuó en connivencia con la exsoldado Chelsea Manning y le ayudó a acceder a la información clasificada con el propósito de perjudicar al país norteamericano.
¿Quién es Assange al final? Mientras Washington espera demostrar que es un espía, no un periodista, la periodista Mary Kostakidis lo ve como un «idealista» que «tiene la misión de empoderar la gente con información». «Si a Julian Assange, un editor, lo mandan a la cárcel precisamente por serlo, por informar, y por ninguna otra razón, entonces no hay reglas. En este juego no hay reglas», comenta a su vez el periodista Johannes Wahlstorm.
«Obviamente, WikiLeaks es algo bueno, pero eso tiene un precio», concluye el excónsul ecuatroriano.