Heridas abiertas y preguntas sin responder. Por Elson Concepción Pérez

No pocas veces, desde el 11 de septiembre de 2001, se han escuchado voces o se han escrito artículos, desde los propios Estados Unidos, que, cuando menos, ponen en duda los argumentos oficiales de que lo ocurrido entonces fue un ataque perpetrado por terroristas musulmanes al mando de Osama bin Laden

No pocas veces, desde el 11 de septiembre de 2001, se han escuchado voces o se han escrito artículos, desde los propios Estados Unidos, que, cuando menos, ponen en duda los argumentos oficiales de que lo ocurrido entonces fue un ataque perpetrado por terroristas musulmanes al mando de Osama bin Laden.

Algunas preguntas siembran la duda: ¿Por qué, cuando años más tarde Estados Unidos mató a Bin Laden en territorio paquistaní, desapareció su cadáver y no dejó ninguna constancia de que tal hecho se produjo?

¿Por qué no lo capturó vivo, para que brindara sus testimonios por todos los actos terroristas que se le imputan? ¿Qué no quería Estados Unidos que se sacara a la luz pública en caso de que Bin Laden fuese detenido y llevado a juicio, como dicen las normas estadounidenses que debe ser?

¿Es que el plan de la «cruzada contra el terrorismo» que inventó el presidente George W. Bush, estaba previsto desde antes y solo hacía falta una «justificación» para implicar a los árabes?

Ahora, 21 años después, un artículo del doctor Paul Craig Roberts, quien fuera subsecretario del Tesoro durante la administración de Ronald Reagan, y editor asociado del diario Wall Street Journal, asegura que nunca ha habido una investigación oficial del Gobierno estadounidense sobre lo ocurrido con las Torres Gemelas.

Las autoridades de esa nación dicen que los ataques fueron llevados a cabo por 19 terroristas de Al-Qaeda, 15 de ellos ciudadanos saudíes. Sin embargo, muchos expertos e investigadores independientes plantean dudas sobre esta versión, y creen que elementos deshonestos, como el ex vice presidente Dick Cheney, orquestaron o al menos alentaron los ataques para acelerar la maquinaria de guerra de EE. UU. y promover la agenda sionista, señala el articulista citado por HispanTV.

Según el doctor Paul Craig Roberts, científicos, arquitectos e ingenieros que rechazaron la narrativa oficial eran catalogados de «teóricos de la conspiración»; pero, con el paso del tiempo, los esfuerzos del colectivo Arquitectos e Ingenieros para la Verdad del 9/11 convencieron a más y más estadounidenses de que la historia oficial era falsa.

«Me resultó obvio, desde el principio, que el 11-s fue un trabajo interno, un evento de bandera falsa atribuido a los musulmanes para justificar dos décadas de una “guerra contra el terror”, cuyo propósito era destruir a los oponentes de Israel en Asia Occidental», adujo.

Roberts denuncia que lo que hizo el Gobierno estadounidense, en lugar de una investigación, fue destruir rápidamente todas las pruebas. Al respecto, sostiene que las «enormes vigas de acero de las torres, claramente cortadas en ángulo por explosivos de alta temperatura, fueron rápidamente recolectadas, a pesar de las objeciones de los jefes de bomberos, y enviadas fuera del país para deshacerse de evidencias».

Otra interrogante: ¿si en los citados ataques a las Torres Gemelas no participó ningún afgano, por qué George W. Bush invadió y ocupó Afganistán, y permaneció allí por 20 años, a un costo de miles de civiles afganos muertos, y la elevación de los niveles de pobreza en una nación de las más afectadas por ese flagelo en el mundo?

Otro tanto se puede preguntar respecto a Irak, nación que no tuvo nada que ver con las acciones del 11 de septiembre en Estados Unidos, y que fue invadida, salvajemente bombardeada y ocupada, con el saldo de más de un millón de personas muertas, heridas o mutiladas.

Puede recordarse, en fecha como esta, lo dicho por el general estadounidense Wesley Clark, excomandante supremo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), quien en 2007, en una entrevista, aseguró que «el propósito del ataque del 11-s era acabar en cinco años con los gobiernos de estos siete países: Irak, Siria, Somalia, Libia, Sudán, Yemen e Irán».

Qué casualidad, entonces, que se trata de naciones que han sido directa o indirectamente objetos de la agresión estadounidense.

En todo caso, las heridas, abiertas desde aquel 11 de septiembre de 2001 hasta nuestros días, siguen sin sanar, y las muchas interrogantes sobre la verdad de lo que allí ocurrió, y acerca de quién lo organizó y realizó, continúa siendo una incógnita.

Fuente: Granma

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