Durante una visita del presidente chino a Rusia ambos países profundizaron su «asociación sin fronteras». La visita se produce en un momento en que Occidente se opone diametralmente a Rusia en Ucrania y Washington ha lanzado una Guerra Fría contra China. ¿Hasta qué punto es peligrosa esta «amistad» entre Putin y Xi?
Una asociación sin fronteras
El Presidente chino, Xi Jinping, concluyó el miércoles 22 de marzo una visita de tres días a Rusia. Ambos países firmaron varios acuerdos de cooperación en los ámbitos económico, tecnológico y cultural. Quieren profundizar su «asociación sin fronteras».
Rusia y China también han declarado que desean reforzar su relación estratégica. Piden más cooperación mutua en las plataformas internacionales con el objetivo de desafiar las prácticas hegemónicas y crear un mundo multipolar.
Xi también ha invitado al presidente ruso Vladimir Putin a visitar China en los próximos meses.
Hace ya un año, unas semanas antes del inicio de la operación militar rusa en Ucrania, Putin y Xi ya se habían reunido y emitido una declaración conjunta similar sobre las relaciones internacionales y la cooperación entre ambos países.
Esta visita se produce en un momento en que Occidente, liderado por Estados Unidos, libra una guerra subsidiaria (1) contra Rusia y Washington ha lanzado una Guerra Fría contra China. En este contexto, no es casualidad que ambos países aboguen por un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos y sus aliados dejen de ser dominantes y aspiren a un mundo multipolar.
La supremacía de Estados Unidos
Una mirada retrospectiva a la historia reciente es útil para comprender el alcance y lo que está en juego en esta «amistad» entre Putin y Xi.
Estados Unidos se proclamó el gran vencedor tras la Segunda Guerra Mundial. En Washington soñaban con un nuevo orden mundial en el que sólo ellos mandaran. Por desgracia, esos planes se vieron frustrados por la rápida reconstrucción de la Unión Soviética y la ruptura del monopolio nuclear.
Medio siglo después ese sueño sí se hizo realidad con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el desmantelamiento de la Unión Soviética dos años más tarde. Estados Unidos se convirtió por fin en el líder indiscutible de la política mundial y quería seguir siéndolo.
Washington ya no se contuvo. La invasión a Panamá a finales de 1989 fue un ejercicio para lo que seguiría después. Poco después le tocó a Irak, Yugoslavia y Somalia. Más tarde seguirían Afganistán, Yemen, Libia y Siria.
Además de las intervenciones militares abiertas, Estados Unidos llevó a cabo cada vez más «guerras híbridas» (2) o «revoluciones de colores» (3) para efectuar un cambio de régimen, lo que no lograron en todas partes. Entre otros lugares, lo intentaron en Brasil, Bolivia, Venezuela, Cuba, Honduras, Nicaragua, Georgia, Ucrania, Kirguistán, Líbano y Bielorrusia. Además, más de 20 países fueron objeto de sanciones económicas.
La OTAN se creó para contener el comunismo en Europa, pero en la práctica afianza la supremacía militar estadounidense. Tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, la organización no dejó de crecer. Desde la década de 1990, 14 Estados del continente europeo se han convertido en miembros de la organización del Tratado. Otros países como Colombia se convirtieron en ‘socio‘ de la OTAN.
Leyenda: En morado países que se unieron a la OTAN antes de 1997 y en amarillo desde 1997.
Cambio en las relaciones mundiales
Tras la Guerra Fría, Estados Unidos parecía tener el mundo para él solo. Pero no contó con China. Por primera vez en la historia reciente un país pobre y subdesarrollado logró ascender hasta convertirse en una superpotencia económica en poco tiempo.
Desde su adhesión a la OMC en 2001, la economía china se ha multiplicado más de cuatro veces. Hace unos años la economía china superaba a la estadounidense en (en paridad de poder adquisitivo). Por cierto, el salto adelante no es solo económico, sino también tecnológico.
China no solo se ha convertido en la mayor economía, sino que también ha desarrollado una nueva dinámica de alianzas con países emergentes y del Sur.
En primer lugar, están los BRICS. Se trata de una alianza entre cinco grandes países emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Ahora se habla de ampliar aún más este grupo, con aliados tradicionales de Occidente como Egipto, Arabia Saudí y Turquía.
China también impulsa la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), una alianza política, económica y de seguridad euroasiática. Además de Rusia y China, figuran entre sus miembros India y Pakistán.
China también se ha unido recientemente a la mayor asociación económica del mundo, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), una asociación en el Sudeste Asiático que engloba al 30% de la población mundial.
Y, por supuesto, está la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, la nueva Ruta de la Seda, que supone cientos de inversiones, préstamos de crédito, acuerdos comerciales y docenas de Zonas Económicas Especiales, por un valor de 900 000 millones de dólares. Se reparte por 72 países y suma una población de unos 5 000 millones de personas, es decir, 65% de la población mundial.
Rusia también está forjando alianzas. El país es miembro de múltiples alianzas regionales y multinacionales. Una de ellas, una alianza militar, es la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que actualmente participa en operaciones de «mantenimiento de la paz» en Kazajstán. Otra es la ya mencionada Organización de Cooperación de Shanghái.
Moscú también mantiene relaciones de amistad en el continente africano y con algunos países latinoamericanos.
La guerra de Ucrania ha demostrado que los países del Sur, donde vive una abrumadora mayoría de la población mundial, no marchan con el belicismo de Occidente. Según el ex primer ministro de Malasia Mahathir Mohamad, «la guerra entre Ucrania y Rusia fue causada por el amor de los europeos a la guerra, la hegemonía y la dominación».
Desdolarización
Un aspecto muy importante, pero mal comprendido, del cambio de poder en las relaciones mundiales es la desdolarización. En efecto, la posición dominante de Estados Unidos se basa en gran medida en el dólar como moneda mundial. Eso da a Estados Unidos una capacidad ilimitada para pagar sus déficits públicos imprimiendo dinero, por un lado, y por otro puede congelar o confiscar activos de otros países en disputas políticas, como ocurrió con Irán, Venezuela, Afganistán y ahora Rusia. Esta ventaja indebida y el dominio financiero se basan en el pago del comercio en dólares. Y eso es exactamente lo que ahora se cuestiona cada vez más.
Rusia y China ya no pagan parte de su comercio en dólares, sino en sus propias monedas. Rusia ya pide que el gas se pague en rublos y no en dólares. China tiene los llamados currency swaps con varios otros países, que garantizan que el comercio ya no se tenga que hacer en dólares.
Países como Venezuela e Irán llevan mucho tiempo queriendo comerciar su petróleo en monedas distintas del dólar. Otros grandes países exportadores de petróleo, como Irak y Libia, ya habían considerado esta posibilidad en el pasado. Si países como Arabia Saudí se unen a ellos, se acabó el reinado del dólar, lo que hará que Estados Unidos pierda mucho poder e influencia.
La guerra en Ucrania y las fuertes sanciones económicas y financieras contra Rusia no harán sino acelerar este proceso de desdolarización. Si este proceso continúa, el dólar perderá su estatus de moneda clave. O, como dijo a The Wall Street Journal un director del Instituto para el Análisis de la Seguridad Global: «Si se retira ese pequeño bloque del muro, éste empieza a derrumbarse».
Con su comercio al margen del dólar, Rusia y China están marcando una tendencia que podría tener consecuencias de largo alcance para la arquitectura financiera dominada por Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial.
¿Peligroso para quién o para qué?
¿Es peligrosa esta «amistad» o «asociación» entre Putin y Xi? Depende para quién o para qué.
En cualquier caso, la alianza entre ambos países constituye un importante contrapeso a la supremacía estadounidense. Según The Guardian, «el nacimiento de este eje chino-ruso, creado como reacción contra las democracias occidentales lideradas por Estados Unidos, es el acontecimiento estratégico mundial más importante desde el colapso de la Unión Soviética hace 30 años. Definirá la próxima era». En otras palabras, para la hegemonía de Estados Unidos y Occidente, esta «amistad» es peligrosa.
Para los países del Sur que quieren dirigir su propio rumbo, libres de la asfixiante camisa de fuerza impuesta por Occidente, esta «amistad» es un paso adelante.
Un estudio reciente ha dejado claro al menos que una gran mayoría de la población del Sur habla positivamente tanto de China (70%) como de Rusia (66%).
China logró recientemente reconciliar a los dos archienemigos Irán y Arabia Saudí. Llegaron a un acuerdo que ofrece perspectivas de paz para todo Oriente Medio, lo que contrasta con el belicismo de Estados Unidos y Occidente en la región. En los últimos 15 años, Estados Unidos o sus aliados han asediado o bombardeado ocho países: Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia, Libia, Mali, Irak y Siria.
Mientras Estados Unidos y Gran Bretaña impiden las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia, China también ha formulado ahora una propuesta de paz para detener esta guerra. Esta propuesta fue retirada de la mesa por Occidente, pero fue bien recibida por Rusia y al menos Ucrania no la rechazó.
En cualquier caso, la alianza entre Rusia y China ofrece mejores oportunidades para el conflicto de Ucrania y para la paz mundial en general que la postura actual de Occidente.
Si la recién concluida alianza entre Rusia y China se consolida y otros países se unen a ella, podríamos estar en los albores de una nueva era. Una era en la que el poder en el mundo esté más descentralizado, en la que haya más equilibrio. Queda por ver si Occidente lo tolera.
Como escribí anteriormente, promete ser una época emocionante, pero también peligrosa. Necesitamos más que nunca un movimiento a favor de la paz fuerte.
Fuentes: People Dispatch, Financial Times, Junge Welt,
Notas:
(1) La guerra subsidiaria o guerra por delegación (proxy war,en inglés) es un conflicto en el que una parte (normalmente una gran potencia) delega en otra para librar la guerra y actúa como retaguardia. En otras palabras, el trabajo sucio lo hace otro. La superpotencia proporciona apoyo económico, ideológico, logístico y/o militar. El fideicomisario suele ser un país más pequeño y suele correr con las consecuencias negativas de una guerra de este tipo.
(2) La guerra híbrida es una forma de guerra encubierta que utiliza toda una gama de medios: noticias falsas, manipulación a través de las redes sociales, presión diplomática, subterfugios legales contra líderes políticos (lawfare), manipulación y dirección del descontento popular, presión nacional y extranjera sobre las elecciones, etc.
(3) Según el manual de las revoluciones de colores, las ONG, las organizaciones estudiantiles y las organizaciones locales reciben financiación, formación y entrenamiento para organizar disturbios callejeros con la mayor eficacia posible. La violencia callejera debe desestabilizar el país hasta el punto de que el gobierno se vea obligado a dimitir o el ejército intervenga y lo destituya.
(Tomado de Rebelión)