El economista belga, presidente de la organización independiente «Comité para la Abolición de la Deuda Ilegítima», Eric Toussaint, presentó en una entrevista una amplia explicación sobre las deudas gubernamentales ilegítimas. El autor señaló que, desde el siglo XIX, las potencias avanzadas adoptaron bajo ese método un nuevo tipo de presión sobre países del Sur Global.
Desde América Latina hasta China, pasando por Grecia, Haití, Túnez y Egipto, la deuda pública fue utilizada como una oportunidad para imponer la dominación.
«En otras palabras, América Latina se liberó del imperio español y Grecia del imperio otomano para pasar a estar bajo el dominio británico, y también francés, puesto que el capital francés era muy activo con sus inversiones, tanto en América Latina como en las riberas del Mediterráneo (en Grecia, Túnez y Egipto, por ejemplo)».
Toussaint sostiene que la combinación de deuda y libre comercio es el factor fundamental que subyuga a toda la economía, y resalta el papel que tienen las élites locales, en asociación con las grandes potencias financieras, para que países enteros sean sometidos y terminen entregando su riqueza a acreedores nacionales y extranjeros.
«Entre las clases dominantes existía la clase tradicional de los terratenientes, el sector de los ricos comerciantes y el sector de los propietarios de minas. Estos tres sectores serán los que constituirán la burguesía moderna a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Estas clases dirigentes tradicionales, en el comienzo de las independencias, y posteriormente la burguesía moderna, constituyen los actores fundamentales del endeudamiento, por las presiones ejercidas a favor del mismo, tanto interno como externo».
¿Cómo las élites locales han intervenido en la fuga de capitales? El economista belga toma el ejemplo contemporáneo de Argentina.
En 2018, el expresidente Mauricio Macri solicitó al Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo por 50 mil millones de dólares. La propia institución admitió, años después, que buena parte del dinero se fugó al extranjero. Toussaint explica el mecanismo: «El Estado toma préstamos de dinero en divisas extranjeras que es captado por las clases dirigentes que a su vez envían una gran parte de esas divisas hacia lugares ‘seguros’, por ejemplo, Estados Unidos».
Con el dinero en el extranjero, las élites locales compran títulos de deuda pública de su propio país, que es posiblemente la inversión más segura que existe, pues tiene la garantía de estar respaldada por todo un Estado.
«Eso también explica por qué en estos países latinoamericanos -Argentina, Ecuador, Venezuela, Colombia, México- nunca hubo una burguesía que luche realmente por el impago de la deuda», agrega Toussaint.
La crisis de la deuda pública no estalla en los países deudores
Es común encontrar análisis que señalan a los países deudores por las crisis de deuda pública que se puedan desatar, por ejemplo, diciendo que el gasto público excesivo crea niveles de deuda insostenible. En realidad, las crisis financieras de los países imperialistas son el centro de las crisis en otros territorios, afirma Toussaint.
«Existen períodos de préstamos frenéticos para poder reciclar los abundantes capitales, a los que siguen crisis financieras, un cese de flujos de capitales y la repatriación de los mismos, que generan una imposibilidad de refinanciación de la deuda y, en consecuencia, incumplimientos de pagos, suspensión de pagos, etc».
Cuando las tasas de interés son excesivamente altas, al igual que las comisiones bancarias, los países deudores no pueden mantenerse al día con los pagos y se ven obligados a estar en constante búsqueda de nuevos préstamos para cubrir los anteriores. Las crisis de la deuda y sus consecuencias son el resultado de decisiones unilaterales que tienen un gran impacto en los países.
¿Es posible Suspender una deuda ilegítima?
Una deuda ilegítima es un préstamo tomado en beneficio de una minoría privilegiada. La deuda legal se toma en interés de la mayor parte de la sociedad. Además, la deuda en interés de la mayoría debe emitirse en condiciones financieras justas.
En el derecho internacional existe el concepto de «deuda odiosa». Fue desarrollado por el jurista Alexander Sack. En resumen, la idea es que cada nuevo gobierno debe cumplir con las obligaciones del anterior, con dos excepciones: si el régimen anterior tomó préstamos en prejuicio de la población, y si quienes emitieron el préstamo lo sabían.
Durante los últimos dos siglos, varios países se han librado con éxito de la deuda, demostrando que eran «ilegítimas» u «odiosas». Toussaint habla de:
El repudio de las deudas por la China revolucionaria entre 1949 y 1952, el repudio realizado por Indonesia en 1956 de las deudas contraídas con los Países Bajos, el repudio de las deudas por Cuba en 1959-1960; el repudio de las deudas coloniales realizado por Argelia en 1962, el repudio hecho por Irán en 1979 de las deudas contraídas por el Sha para comprar armamentos, el repudio realizado por las tres repúblicas bálticas de las deudas heredadas de la URSS en 1991, la anulación de la deuda de Namibia con respecto a Sudáfrica por el gobierno de Nelson Mandela en 1994, la anulación de la deuda colonial de Timor Leste en 1999-2000, la anulación del 80% de la deuda iraquí en 2004, la anulación realizada por Noruega en 2006 de las deudas de cinco países (Ecuador, Perú, Sierra Leona, Egipto y Jamaica) y la anulación en 2009 de una parte de la deuda ecuatoriana que había sido identificada como ilegítima por la comisión de auditoría en 2007-2008.
«Los repudios de deuda no acaban en una catástrofe económica y social»
Es muy posible resistirse a los acreedores y no ser excluidos de otras fuentes de financiamiento externo. Uno de los ejemplos históricos que Toussaint menciona es el de México bajo Benito Juárez, quien en 1867 se negó a pagar los préstamos contraídos por Maximiliano de Austria ante banqueros de Francia dos años antes, durante la ocupación francesa.
«A pesar de ese repudio, Estados Unidos concedió de forma inmediata préstamos a México ya que, después de la guerra civil, que había destruido el país de 1861 a 1865, el gobierno estadounidense buscaba mercados y clientes. Por consiguiente, Londres, en competición con París y Estados Unidos, otorgó también préstamos a México. Y quince años más tarde, Francia firmó de nuevo tratados con México».
Otro caso fue el de Rusia en 1918, los soviéticos rechazaron las obligaciones financieras contraídas por el zarismo, sin embargo, al país no lo excluyeron por completo de la financiación extranjera. En una conferencia en Ginebra (1922), Moscú expuso una propuesta para cambiar su posición y retomar los pagos en 30 años, bajo las condiciones de que los gobiernos de los países acreedores garantizaran las inversiones para la reconstrucción de Rusia y redujeran el monto que reclamaban. Aunque los gobiernos occidentales rechazaron la propuesta, «en los años siguientes todos esos gobiernos comenzaron a otorgar nuevos créditos a la URSS, que salió victoriosa de esa situación», relata Toussaint.
El acuerdo de Argentina con el FMI
Según los puntos expuestos anteriormente, el préstamo del FMI a Argentina debe considerarse una deuda odiosa y las posibilidades de salir de ella sin repercutir en un desastre económico siempre estuvieron presentes.
En marzo de 2022, el gobierno de Alberto Fernández validó la deuda que el anterior gobierno de derecha había contraído con el FMI en 2018, al decidir refinanciar el préstamo de 45 mil millones de dólares. El Fondo pudo decir que el acuerdo era «realista y creíble» al evitar poner explícitamente la condición previa de reformas estructurales.
Toussaint dice que la maniobra es una «sofisticación más perversa de la injerencia del FMI en la determinación de la política de un país soberano, puesto que en los acuerdos precedentes, la gente ya podía imaginar lo que les esperaba debido a la exigencia previa de reformas estructurales». Añade que también sirvió a la burocracia sindical, que no tuvo problemas con manifestar públicamente su apoyo, ya que más adelante no podrían ser acusados por no prever las reformas en el sector laboral.
Toussaint explica las decisiones que tendrían que haberse tomado desde el principio por el gobierno de Fernández para negarse a aceptar el endeudamiento, considerando que en la campaña electoral el presidente argentino denunció que el préstamo del FMI era ilegal.
«Existía, por lo tanto, una legitimidad derivada de la victoria electoral del nuevo gobierno que habría permitido no tener en cuenta la deuda contraída por Macri. Podrían haber dicho algo así: ‘Hay un cambio de gobierno, las obligaciones contraídas por el gobierno precedente tienen señales probatorias de ilegalidad. Se trata de una deuda ilegítima y odiosa y además el FMI es cómplice de la fuga de capitales ya que no preconizó el control sobre el movimiento de los fondos suministrados. El FMI no puede conceder un crédito de esa magnitud si hay dudas sobre la viabilidad de la deuda, y está claro que lo que fue convenido con Macri no era viable, por lo que el Fondo no respetó sus propias reglas oficiales'».
En adelante, el gobierno argentino podría haber suspendido el pago de la deuda, instalar una comisión de auditoría con participación ciudadana y presentar el problema ante instancias internacionales pertinentes. Del mismo modo, la pandemia abrió una oportunidad para cancelar la deuda. Independiente de su ilegalidad, se pudo justificar la suspensión del pago apoyándose en el derecho internacional y utilizar el dinero liberado para atender la crisis sanitaria que atravesó el país.
«Pero el gobierno eligió la vía de ‘las deudas serán reembolsadas y nosotros negociaremos’, ‘nosotros pagaremos’, ‘nosotros denunciamos lo que hizo Macri pero lo asumimos’. Una estrategia totalmente errónea. Por supuesto, si hacemos un análisis de clase de lo que es el gobierno argentino, la decisión del gobierno tiene lógica. Porque el gran capital, que gracias al dinero del FMI invirtió en títulos de la deuda argentina, no quiere una suspensión de pagos y quiere mantener al FMI como una herramienta de intervención y de presión para profundizar el modelo neoliberal».
El economista considera que la decisión tomada por el gobierno de Fernández está creando las condiciones para un nuevo ascenso de la derecha en las próximas elecciones y un incremento mayor de las protestas sociales.
Las medidas impuestas por el FMI a las economías y poblaciones de los países del Sur Global han resultado en recesión, en la pérdida de la soberanía nacional y en una dramática caída del nivel de vida. Si existen caminos legales para revertir ese proceso, y además casos anteriores muestran que no habrá consecuencias catastróficas, ¿por qué no tomarlos?
Fuente: Misión Verdad