¡Vaya! Qué rápido gira la rueda de la fortuna. Parece que fue solo ayer cuando el ministro de Finanzas francés pregonaba el inminente colapso de la economía rusa, y el presidente Biden celebraba que el rublo «se reducía a escombros» luego de que el Occidente colectivo secuestrara las reservas internacionales del Banco Central de Rusia, amenazara con incautar el oro ruso que estuviera a su alcance, así como ordenando sanciones sin precedentes sobre individuos, empresas e instituciones rusas. ¡Guerra financiera total!
Bueno, no resultó de esa manera. Removió las entrañas de los banqueros centrales en todo el mundo ya que sus reservas también pudiesen ser secuestradas si se desvían de «la línea». Aun así, la decisión desmesurada del Team Biden de nuevamente intentar el colapso de la economía rusa (la primera vez fue en 2014) puede ser vista como un importante punto de inflexión geopolítico.
Su relevancia en términos geopolíticos puede equipararse con la clausura de la «ventana aurífera» estadounidense de Nixon en 1971, aunque, esta vez, con eventos que apuntan a una dirección totalmente diferente.
Las consecuencias del abandono del oro por parte de Nixon fueron nucleares. El sistema comercial basado en dólares que nació de ello permitió a Estados Unidos «bombardear» al mundo con sanciones y sanciones secundarias, proporcionándole su hegemonía financiera unipolar (luego de que el militarismo estadounidense, como principal pilar de apoyo del orden mundial, se desacreditara tras la Guerra del Golfo de 2006).
Ahora, casi un mes después, vemos artículos en la prensa financiera de que es el sistema financiero occidental y la moneda de reserva mundial el que está en franco declive, y no el sistema económico de Rusia.
Entonces, ¿qué está sucediendo?
El sistema posterior a 1971 rápidamente evolucionó de estar respaldado por una materia prima -el petróleo crudo- a una moneda fiduciaria que es una «promesa» de pagar una obligación de deuda, y nada más. Una moneda respaldada por activos duros es una garantía de que realizará el reembolso. En cambio, un dólar de capital de reserva está respaldado por nada tangible, solo por la «plena fe y crédito» de la entidad emisora.
Lo que pasó es que el sistema fiduciario comenzó declive cuando los «halcones» rusófobos de Washington estúpidamente eligieron una pelea con el único país –Rusia– que tiene las materias primas necesarias para hacer funcionar el mundo, y provocando el cambio a un sistema monetario diferente, hacia un sistema que arraigado en algo más que en moneda fiduciaria.
Bueno, el primer «golpe» contra el sistema -la secuela de la guerra financiera occidental contra Rusia– simplemente fue el caos en los mercados de materias primas a medida que los precios subieron astronómicamente. Rusia es súper proveedor mundial de materias primas, y estaba siendo cercada por las sanciones.
Luego a principios de marzo, Zoltan Pozsar, quien anteriormente trabajó en la Reserva Federal de Nueva York, quien fungió como asesor del Departamento del Tesoro y actualmente como estratega en Credit Suisse, publicó un informe de investigación donde presenta el caso de que el mundo se está dirigiendo a un sistema monetario en el que las divisas están respaldadas por materias primas, en lugar de estar respaldadas solo por la «plena fe y crédito» de un emisor soberano.
Como una de las voces más respetadas de Wall Street, Pozsar argumentó que el actual sistema monetario funcionaba siempre que los precios de las materias primas oscilaran predeciblemente en una banda limitada, es decir, bajo extremo estrés (precisamente porque las materias primas funcionan como garantías para otros instrumentos de deuda). Sin embargo, cuando el complejo de materias primas en pleno está bajo estrés -como lo está ahora- los alocados precios de las materias primas conducen a un amplio voto de «no confianza» en el sistema. Y eso es lo que estamos atestiguando en este momento.
En resumen, la guerra financiera contra Rusia dio a Occidente una clara lección desde Moscú de que las monedas más firmes no son el dólar estadounidense o el euro, sino el petróleo, el gas, el trigo y el oro. Sí, la energía, los alimentos y los recursos estratégicos son monedas.
Luego vino el segundo golpe al sistema: el 28 de marzo, Rusia anunció que estaba poniendo un piso por debajo del precio del oro. Su Banco Central compraría oro a un precio fijo de 5 mil rublos por gramo, al menos hasta el 30 de junio (al final del segundo trimestre).
Un precio de 1 dólar a 100 rublos atribuye el precio del oro a 1 mil 550 dólares por onza, y una tasa de rublo/dólar alrededor de 75, pero a día de hoy se cambia aproximadamente 1 dólar a 84 rublos (es decir, se requieren más rublos que solo 75 para comprar un dólar). Tom Luongo ha señalado que, sin embargo, con el Banco Central comprando oro a una tasa fija, este compromiso da un incentivo de arbitraje a los rusos para mantener sus ahorros en rublos, porque el rublo está siendo «fijado» a una relativa tasa devaluada relacionada a un precio de oro público sobrevaluado (aproximadamente a 1 mil 935 dólares por onza, en el momento de escribir esto).
En resumen, el compromiso del Banco Central de Rusia pone en marcha una dinámica para volver a equilibrar el rublo con el precio actual del oro en dólares en el mercado abierto. Y, por arte de magia, contrario a los esfuerzos euro-estadounidenses de desplomar el valor cambiario del rublo y causar una crisis, el rublo ya ha vuelto a su nivel antes de la guerra, y es el dólar el que se ha desplomado (frente al rublo).
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Pero atención a esto: si el valor del rublo aumenta aún más frente al dólar (digamos, de 100 a 96:1), como resultado de la fortaleza del comercio de materias primas de Rusia, entonces el precio atribuido del oro se convierte en 1 mil 610 dólares la onza. En otras palabras, el valor del oro sube.
Pero hay otra arruga en esto: los europeos están protestando en voz alta porque Putin ha insistido en que los «Estados hostiles» paguen sus importaciones de gas en rublos (en vez de en dólares o euros) desde el 31 de marzo, pero Putin añadió el endoso de que los europeos pueden pagar de manera alternativa en oro (y otros Estados tienen la otra opción de pagar en Bitcoin).
Y esta es la cuestión: si menos de 75 rublos equivalen a un dólar, los compradores obtienen petróleo a descuento cuando pagan en oro. Quizás las grandes empresas energéticas europeas no estarán interesadas, pero los comerciantes asiáticos estarán dispuestos a arbitrar y beneficiarse de las diferencias de precios implícitas. Y eso, en sí, es probable que obligue a los mercados físicos del oro a una situación de escasez de suministro, lo que, de nuevo, contribuirá a aumentar aún más el precio del oro físico.
Por ende, un componente menos evidente de los gritos adoloridos europeos («no pagaremos en rublos») es que los banqueros centrales tratan de mantener el comercio de oro en un patrón ajustado (manipulando el mercado de oro papel para no estremecer el sistema financiero global).
Pero lo que acaba de hacer el Banco Central ruso es arrebatar el rol de «marcaje de precios» del oro a Occidente y su manipulación de precios. Entre ellos, Rusia y China por lo tanto pueden controlar efectivamente los precios del oro y del petróleo. Luongo concluye: «Están a punto de cambiar el denominador en los mercados cambiarios internacionales del dólar estadounidense al oro/petróleo (moneda de materias primas)».
«Putin decepcionó al mundo con este anuncio. Podría haber llegado y dicho 8 mil rublos el gramo o 2 mil 575 dólares la onza, y eso habría quebrado los mercados el viernes entrando el fin de semana, vendiendo su petróleo y gas a gran descuento», forzando así un aumento en el precio del oro.
Genial, ¿no?
Bueno, bueno: trae el coro con el mismo tema: ¡Oh no, otra vez no la narrativa de la desdolarización! Como repetía Margaret Thatcher: «No hay alternativa al dólar como moneda de reserva».
Bien. Todos sabemos que todo el oro en su valoración actual es muy bajo en valor total para respaldar una moneda plenamente sostenida en oro o el comercio mundial. Y, por cierto, no se trata de acabar con el dólar como instrumento comercial. No, se trata de señalar una nueva dirección de viaje.
El argumento de Pozsar es más sutil: se está desarrollando una crisis. Una crisis de materias primas. Las materias primas son garantías, y estas son dinero, y esta crisis se trata del atractivo creciente de la «moneda vinculada a materias primas» sobre el dinero fiduciario. En períodos de crisis bancarias, los bancos son reacios a jugar el juego interno porque no confían en las monedas fiduciarias como una verdadera garantía. Entonces se niegan a prestar dinero a sus pares bancarios. Cada vez que esto ocurre, los Bancos Centrales tienen que imprimir más dinero para «lubricar» el sistema lo suficiente para que funcione. Esto, a su vez, devalúa aún más el dinero fiduciario en el que se basa el sistema.
Pero si la moneda emitida por los gobiernos e impresa por los Bancos Centrales está respaldada por activos firmes, se evita este problema. En este sistema, la contraparte en las transacciones comerciales o financieras tendría la opción de exigir el pago en el activo o los activos que respaldan la moneda, muy probablemente oro o posiblemente un activo de productos básicos acordado previamente. Recordemos que el dinero fiduciario no es más que un instrumento de deuda no garantizado de la entidad emisora, uno que hemos visto puede ser «cancelado» a su antojo por el emisor: el Tesoro estadounidense.
Esto también hace que sea más comprensible el esquema de «pago en rublos»: cualquier esquema viable de «pago en rublos» hará que los compradores de gas vayan a los bancos rusos para vender sus dólares o euros o libras esterlinas al banco para que compren rublos y así licitar a Gazprom. Tendrá el efecto de incrementar el valor del rulo como un medio comercial y podría mitigar la exposición de mayores sanciones financieras haciendo de las instituciones rusas el lugar de las operaciones de pago.
¿En cuanto a la «dirección de viaje»? «Luego del actual historial de confiscación de las reservas en dólares», dice sin rodeos Serguéi Glazyev, quien supervisa la planificación del futuro monetario de la Comisión Económica Euroasiática (CEE): «No creo que algún país quiera usar la moneda de otro país como moneda de reserva. Así que necesitamos un nuevo instrumento».
«Nosotros (la CEE) estamos trabajando actualmente en un instrumento tal, que primero puede convertirse en un componente promedio ponderado de estas monedas nacionales», dijo. «Bueno, a esto debemos agregar, desde mi punto de vista, las materias primas negociadas en bolsa: no solo solo, sino también petróleo, metal, granos y agua: una especie de paquete de materias primas, con un sistema de pago asentado en tecnologías digitales modernas de cadena de bloques (blockchain)».
«En otras palabras, la era de la globalización liberal ha terminado. Se está formando un nuevo orden económico mundial ante nuestros ojos, uno integral, en el que algunos Estados y bancos privados pierden su monopolio privado en cuanto al tema del dinero».
Alastair Crooke es un ex diplomático británico y escritor y analista de renombre y trayectoria en el Sudoeste Asiático. Fundador y director de Conflicts Forum (con sede en Beirut, Líbano), organización que aboga por el entendimiento entre el Islam político y Occidente. Es autor de Resistencia: la esencia de la Revolución Islámica.
(Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Strategic Culture el 4 de abril de 2022, y la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal).
Fuente: Misión Verdad
Tomado: Resumen Latinoamericano