UN REGRESO DE UNASUR CARGADO DE ESCEPTICISMO.

El pasado 6 de abril Santiago Cafiero, canciller de la República Argentina, anunció el regreso de su país como Estado miembro de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), revirtiendo así la denuncia del Tratado constitutivo realizada por el expresidente Mauricio Macri en 2019, mediante la cual se oficializó la exclusión argentina del organismo.

Al día siguiente, el mandatario brasileño Lula Da Silva confirmó el retorno de Brasil a la Unasur a través de un decreto presidencial (N°11.475), dejando sin efecto la denuncia que hiciera, también en 2019, el expresidente Jair Bolsonaro con la finalidad de sacar al país del organismo y profundizar su debilitamiento.

La sincronía de los anuncios con respecto al regreso a Unasur refleja un patrón de actuación en bloque entre Buenos Aires y Brasilia, el cual se manifestó por primera vez en la apertura de la última cumbre de la CELAC en la capital argentina, donde Lula y Alberto Fernández monopolizaron la opinión pública con una rueda de prensa desde la cual lanzaron una propuesta de moneda común que llevaría el nombre de «Sur».

Por otro lado, el anuncio ocurrió a tan sólo un día de finalizar la Cumbre Antiinflacionaria convocada por México. En la iniciativa participaron Brasil, Argentina, Chile, Belice, Bolivia, Venezuela, Honduras, Colombia, Cuba y San Vicente y las Granadinas.

El regreso de Brasil a la arena internacional con Lula ha cambiado el eje de gravitación geopolítica de la región hacia el sur, disminuyendo el perfil de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como motor único de la integración a través de la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), función luego transferida a Argentina para el año 2022.

En tal sentido, el timing del anuncio de retorno a Unasur en medio de la iniciativa mexicana se corresponde con esta tensión existente por el protagonismo y la proyección de poder en la región donde Brasil se ve a sí mismo como el líder natural del continente, junto a Argentina, en un contexto de confrontación ascendente entre México y Estados Unidos que ha golpeado a AMLO. Geopolítica de primer grado.

En este punto de la coyuntura internacional nadie pondría en duda que una Unasur revitalizada contribuiría notablemente a un reforzamiento del marco de integración latinoamericana.

Sin embargo, a pocos meses de realizarse las elecciones presidenciales y legislativas en Argentina (pautadas para octubre), el anuncio llega a destiempo y vuelve a confirmar que el esfuerzo por la integración no ha sido una prioridad estratégica por parte del presidente Alberto Fernández.

Fernández desperdició la presidente pro témpore de la CELAC durante 2022, espacio desde el cual pudo haber iniciado la reactivación de Unasur aprovechando el poder de la institución. Esto también hubiese permitido que Brasil, pero también Colombia y Chile, reingresaran en su momento con condiciones mínimas institucionales reconstruidas una vez revirtieran las denuncias del tratado de los gobiernos anteriores.

Pero no sólo se trata de todo el tiempo que se desperdició por una ausencia de voluntad, liderazgo y comprensión del momento. También el contexto nacional argentino de cara a las elecciones presidenciales y legislativas pautadas para octubre de este año también influye en la perspectiva de una Unasur con fuerza de tracción geopolítica en el mediano plazo.

La división en la coalición gobernante del Frente de Todos, la disputa por las listas al Congreso a medida que crece la distancia entre Alberto y Cristina Fernández y el crecimiento del libertariano Javier Milei en las encuestas, quien lidera un voto «joven» -de 16 a 35 años- que concentra casi 40% del padrón electoral, hacen cuesta arriba la permanencia del poder en manos del peronismo, sobre todo si se da el escenario de una segunda vuelta que es altamente probable.

El retorno de un gobierno de tendencia neoliberal en Argentina supondría una piedra de tranca para el relanzamiento de Unasur.

La situación de Brasil, aunque es diferente, también impone ciertos límites. El gobierno de Lula luce estable y afianzado, pero al no tener la mayoría en el Congreso, un avance en términos de alianzas económicas y financieros dentro del organismo se ve comprometido, en tanto el poder legislativo, dominado por factores de oposición, deben el visto bueno para sacar adelante acuerdos estratégicos.

La convergencia entre el tiempo perdido y el propio timing del anuncio de Fernández sugiere que el movimiento de Buenos Aires tiene una finalidad específica y coyuntural. El subsecretario de asuntos para América Latina de la cancillería argentina, Gustavo Pandiani, aseveró lo siguiente: «Si estamos más cerca y nos hablamos más, tenemos un poquito más de potencia común para ir a sentarnos por ejemplo a la Unión Europea».

La mención a la Unión Europea no es gratuita, ya que se espera que en los próximos meses se destrabe el tratado de libre comercio entre el bloque y Mercosur, tras 20 años de negociaciones interminables y conflictivas.

El anuncio sobre la Unasur podría tener más que ver con acelerar los ritmos de esa negociación que con afianzar una gravitación geopolítica de carácter multipolar por fuera de los márgenes del dominio estadounidense, tomando en cuenta que las políticas de Bruselas están siendo dictadas por Washington, D.C. y la entidad europea no conforma una postura autónoma políticamente hablando.

Llegar a la firma del tratado con la Unión Europea supondría un éxito diplomático para un Fernández debilitado en la política doméstica de su país, y también para Lula, quien proseguiría en su línea geopolítica de mantener un equilibrio inestable y conservador entre Estados Unidos y los BRICS, aun cuando la transición del orden internacional, y el declive acelerado de la hegemonía del eje atlantista, van reduciendo la zona de confort de un alineamiento flexible y cambiante según las circunstancias.

Fuente: Misión Verdad

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