Lo senil o senectud son términos asociados a la vejez, a la etapa de la vida que antecede a la muerte, a señales reconocibles de que se ha llegado al punto de no retorno. La gravedad es una fuerza poderosa que, pese a que es silenciosa e invisible, tira inexorable y vertical hacia el fondo.
Estos conceptos son usados por Fabio Vighi para describir el estado actual del capitalismo, signado por la decrepitud y la inevitable caída. Vighi es profesor de Teoría Crítica e Italiano en la Universidad de Cardiff, Reino Unido. Sus investigaciones se centran en la filosofía continental, el psicoanálisis teórico y el cine. Actualmente desarrolla una investigación que teoriza sobre la ideología del «capitalismo de emergencia» y analiza los desafíos globales a los que se enfrenta el modo de producción capitalista.
El teórico en el trabajo titulado «La economía senil: la antología de la burbuja y el tirón de la gravedad» ofrece una radiografía cruda de la fase terminal del capitalismo, que simbólicamente experimenta los achaques propios de la etapa: ceguera, sordera, deformaciones reumáticas y hasta la demencia causada por los daños neurológicos.
La deuda, burbujas, demolición controlada, emergencias y manipulación son cincos factores concomitantes enumerados y explicados por Vighi que constituyen los motores del capitalismo senil.
LA DEUDA COMO RESPIRADOR ARTIFICIAL
De acuerdo al profesor, las élites financieras agotaron el truco de imprimir dólares y suprimir artificialmente los tipos de interés para alimentar el sistema especulativo basado en la deuda. Con esto se derriba el viejo mito de que el dinero puede moverse de forma autónoma, «como a través de una máquina de movimiento perpetuo».
El primer síntoma de esa enfermedad vista como un «daño colateral» es la inflación, que afecta al eslabón más débil en esta suerte de rueda que va moliendo todo a su paso: la población empobrecida que va priorizando sus gastos para sobrevivir en medio de la vorágine.
«A estas alturas ya debería estar suficientemente claro que cualquier programa de creación de dinero —que se necesita desesperadamente para apuntalar el sector financiero— provocará una mayor erosión del poder adquisitivo, por lo que serán necesarios nuevos métodos creativos para controlar a las masas empobrecidas. La alternativa a este escenario es que los Bancos Centrales sigan subiendo los tipos hasta que estallen las burbujas del mercado, lo que nos llevaría directamente al escenario del aterrizaje forzoso», refiere.
¿Cómo funciona la ilusión del movimiento perpetuo financiero? Literalmente parece una rueda donde la expansión del crédito atrae dinero hacia activos de riesgo (actividades que impliquen incertidumbre y que, por tanto, pueda ocasionar alguna consecuencia financiera negativa) «cuya valoración crece a medida que aumenta la demanda; el alza de estos activos garantiza más préstamos y se pone en marcha un bucle de retroalimentación en el que el crédito alimenta la valoración de los activos que a su vez es la garantía que alimenta el crédito».
Este ciclo va inflando una burbuja que corre el riesgo de estallar si los tipos de interés suben y las garantías pierden valor. Para Vighi resulta paradójico que el dinero especulativo que infla las burbujas no tiene ningún valor real, pero sus estallidos son catastróficos para el mundo.
Asimismo, recuerda que todo está permeado por la crisis sistémica y no poseemos nada que no sea deuda. Quienes administran el desastre entienden que deben actuar con rapidez si quieren conservar el poder y los privilegios. ¿Qué hacer?
EL CAOS CONTROLADO
Para seguir inyectando liquidez artificial en los mercados deben detener la caída libre de la economía real y esto solo es posible mediante medidas autoritarias legitimadas por las emergencias. Hechos de gran impacto global constituyen la justificación necesaria para aplicar cualquier medida porque «no hay más alternativas». Vighi señala que esta realidad se inauguró con la «pseudo-pandemia» del covid-19.
También dice que el actual aumento de los combustibles es parte de un intento más amplio de descomprimir la economía mundial. Lo mismo ocurre con la «lucha contra el cambio climático», le exigen un nivel de vida más bajo a las clases medias y trabajadoras y con ello estarían aportando «soluciones» al calentamiento global.
Ucrania puede considerarse el trágico símbolo actual de esa reducción económica controlada. En este caso la guerra estaría sirviendo para crear oportunidades de expansión financiera. «He aquí una razón por la que Occidente está enviando cientos de miles de millones de dólares a Ucrania, en lugar de negociadores de paz», argumenta.
Queda demostrado que en tiempos de crisis siempre se le pedirá a la población que haga sacrificios «necesarios» por el bien de todos, incluso en detrimento de su bienestar. Por ejemplo, dice que el covid-19 sirvió para golpear a las masas empobrecidas hasta la obediencia a través del miedo.
Sobre el papel de la izquierda en la etapa más oscura del «capitalismo de crisis», criticó su miopía a la hora de analizar la realidad y denunciar lo que hay realmente detrás de mamparas como la pandemia por covid-19 o la guerra de Ucrania. «¿Hasta qué punto se ha derechizado la izquierda radical si no es capaz de reconocer la prestidigitación criminal del capitalismo de emergencia? Al apoyar la discriminación y la destrucción globales bajo falsas pretensiones éticas, la mayor parte de la izquierda actual hace el trabajo de la derecha con más eficacia que la propia derecha», se pregunta y reflexiona.
Se ha visto en casos en los que la izquierda, al no comprender todo aquello que se sale de su universo, termina estableciendo juicios de valores que rozan con la de su enemigo histórico.
Si bien algunos se han dado cuenta del plan macabro, el engaño sigue siendo masivo. No lo hace en tono de reclamo, pero destaca que sigue siendo crucial recordar que el virus fue el escudo invisible utilizado para evitar una crisis bancaria y financiera más catastrófica que la de 2008.
CHIVOS EXPIATORIOS Y BURBUJAS
Fabio Vighi enmarca la utilización del coronavirus como comienzo de una estrategia de «emergencia total» y apocalíptica para la gestión coordinada del empobrecimiento masivo, no sólo en las periferias del mundo capitalista, sino también en su centro. El miedo a la muerte, el encierro y la sensación de que se está en el fin de mundo hicieron que se viera con resignación y sumisión la ruina del mundo. De aquí en adelante sería más fácil endosar todo a la pandemia, la guerra en Ucrania o el cambio climático, chivos expiatorios de este tiempo, y no a la putrefacción del modelo económico.
Hay demasiadas señales que indican que se avecina una crisis económica peor que la de 2008. Pero la solución de los banqueros será inyecciones monetarias más sostenidas sin el cuestionamiento debido porque cuentan con el escudo protector de la próxima emergencia.
El crecimiento seguirá siendo artificial y la inflación golpeará con más fuerza a los pobres. La burbuja ha seguido creciendo y cada vez es más susceptible a un pinchazo. En el pasado se han aplicado parches para contener la inflación, pero el montón de capital ficticio ha crecido tanto que ya no hay mecanismos de contención que valga.
Desde el comienzo del milenio, el mundo ha vivido de burbuja en burbuja y su lógica frenética de creación de liquidez y de supresión de los tipos de los bonos, cortesía de los Bancos Centrales. Se han vuelto tan frecuentes que actualmente constituyen los motores sistémicos que mueven el mundo y mantienen en marcha la producción capitalista real. En el pasado hubo burbujas que estallaron y dieron paso a nuevos ciclos de acumulación real. Ahora el estallido crea otra burbuja y la producción real ya forma parte del proceso especulativo.
Vighi recrea el ciclo de la siguiente manera: el aire que infla la burbuja es la liquidez prestada. La capacidad pulmonar del sistema es su mercado de bonos, el lugar donde se negocian los títulos de deuda. Si se necesita reunir capital para invertir en activos se emiten bonos, que obligan al emisor a reembolsar su coste en una fecha de vencimiento y a un tipo de interés negociables. El sistema depende ahora existencialmente de montones de bonos, a través de los cuales los inversores se aseguran el crédito que necesitan para especular en los mercados financieros.
La mecha de la próxima explosión de la bomba es el mercado de deuda, y ya se ha encendido, según el autor. «Las fuertes turbulencias actuales en los mercados de bonos de todo el mundo sugieren que los Bancos Centrales se están quedando sin pegamento para tapar las grietas del sistema dopado de crédito», dice, al tiempo que argumenta que las élites se están preparando para una guerra social total.
EL CAPITALISMO DE AYER Y HOY
¿Qué viene después? La única opción que le queda a un régimen de burbujas empapado de deuda parece ser la devaluación, por lo que quien carga con el peso de la expansión astronómica de la liquidez especulativa es el ciudadano común.
Las actuales circunstancias sobrepasan la narrativa con la que se fundó el capitalismo hace siglos: la fuerza de trabajo como una mercancía intercambiada en el mercado. La brecha entre la cadena crediticia masivamente extendida y la masa total de valor procedente del trabajo cada vez es mayor.
Para Vighi es absurdo seguir creyendo que la masa de capital ficticio y especulativo permanece atrapada en el sector financiero. Más bien, ha colonizado el mundo real, erosionando tanto el poder adquisitivo como el modelo de capitalismo en el que aún creemos vivir. Si cabe la imagen inversa, el capitalismo especulativo sería Saturno devorando a su hijo.
«Un sistema de burbujas de la magnitud actual no puede coexistir con un crecimiento real, es decir, con un consumo y una producción de masas florecientes», señala. Sucede que desde que se abandonó el patrón oro el dinero perdió sustancia.
Ahora, ¿cómo hace el capitalismo senil para resistir y alargar la implosión? Esto no fuera posible si no contara con un conglomerado de medios y redes de información que ocultan el estado actual de la economía. Sin embargo, ante lo evidente del desastre, «han aprendido a culpar de ella a acontecimientos exógenos». La proyección es que el problema siempre será de la pandemia, la guerra y la nueva excusa por venir.
Las condiciones no están dadas para que la sociedad salga del letargo que le impide pensar e identificar la naturaleza de la enfermedad que la envuelve, mucho menos vivir en otra lógica que no sea el capitalismo. Por su parte, la inocencia de la izquierda no da para entender que el mundo no se debate entre dos sistemas sino en un mismo capitalismo, que se devora a sí mismo como en círculos concéntricos, arrasando al mundo entero en su proceso autodestructivo.
El autor refiere que la tensión geopolítica entre el modelo occidental globalizado liderado por Estados Unidos y el mundo multipolar en ciernes (BRICS+) es, estrictamente hablando, un efecto del colapso económico en curso.
Quienes conducen la economía seguirán tratando de mantener con vida a un cadáver insepulto. ¿Cómo? Pues promoviendo conflictos y divisiones de todo tipo para ocultar el colapso sistémico. No hay guerra ni conflicto que no estén atravesados por el «capitalismo de crisis». Entre la expansión infinita de la deuda y lo finito de los recursos se encuentra el ser humano, cargado de deudas, empobrecido, quien soporta los tirones de un lado y otro hasta su disolución definitiva como vector principal de la sociedad.
Fuente: Misión Verdad