De la humillación sufrida por la derrota de la invasión mercenaria por Playa Girón surgió el espíritu revanchista en la administración estadounidense. Cuba pasó a convertirse en una verdadera obsesión para los hermanos Kennedy.
El 13 de junio de 1961, el general Maxwell Taylor, asesor especial para Asuntos Militares del presidente norteamericano, presentó la evaluación acerca de las experiencias de la operación de Bahía de Cochinos.
El Informe Taylor concluyó que para Estados Unidos era imposible coexistir con la Revolución Cubana, por lo cual se hacía imprescindible la elaboración de un programa integral capaz de revertir el proceso revolucionario. De esta recomendación nació la Operación Mangosta, el plan subversivo más grande orquestado contra Cuba desde Washington, que debía culminar con la intervención militar directa en la Isla de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, en octubre de 1962.
No debe hablarse de la Crisis de Octubre, sin referirse a esta operación y desconociendo que para Cuba no fueron solo los conocidos “13 días” los únicos vividos en una crisis por su supervivencia como nación independiente, enfrentada a una guerra de amplio espectro implementada en su contra por Washington.
Esta operación fue aprobada por el presidente Kennedy el 30 de noviembre de 1961 y dirigida por su hermano Robert.[1] El general Edward Lansdale fue designado Jefe de Operaciones.[2] En enero de 1962, en una reunión del Grupo Especial Ampliado para analizar detalles de la Operación Mangosta, las indicaciones de Robert Kennedy no pudieron ser más claras en cuanto a la agresividad que se estaba pidiendo contra la Revolución Cubana en las más altas esferas del gobierno estadounidense:
“La solución del problema cubano constituye hoy la primera prioridad del gobierno de los Estados Unidos. Todo lo demás es secundario. No deben escatimarse tiempo, dinero, esfuerzo o recursos humanos. No puede haber por parte de las agencias involucradas confusión alguna sobre su participación y su responsabilidad para ejecutar la tarea. Los jefes de las respectivas agencias saben que ustedes deben contar con todo el respaldo que necesiten. (…) El Presidente indicó al Procurador General que el capítulo final sobre Cuba aún no ha sido escrito. ‘Tiene que hacerse y se hará”.[3]
Sin embargo, poco antes del estallido de la Crisis de Octubre ya la Operación Mangosta había sido derrotada por la Revolución Cubana. Las principales acciones de inteligencia y subversión de la CIA resultaron desmanteladas por la Seguridad del Estado; las bandas y organizaciones contrarrevolucionarias se encontraban en una situación muy desfavorable a lo interno del país, y los programas de sabotajes y de atentados contra los líderes de la Revolución tampoco lograron sus objetivos, ante la contundente capacidad de respuesta del pueblo cubano y el enfrentamiento oportuno de los órganos del Ministerio del Interior.
No obstante, el peligro de una invasión militar directa contra Cuba persistía, pues en las más altas esferas del Gobierno de Estados Unidos ya se había valorado que, de fallar las distintas fases de la Operación Mangosta y de no producirse la revuelta interna en la Isla que la justificara, se fabricarían entonces los pretextos necesarios que le permitieran a Washington cumplir de todos modos su desiderátum.
Luego, en octubre de 1962, la llamada “Crisis de los Misiles”,[4] que puso al mundo al borde del holocausto nuclear, frenó momentáneamente los planes estadounidenses y concluyó con un acuerdo entre Estados Unidos y la URSS de retirar los cohetes nucleares soviéticos instalados en la Isla, sin tener en cuenta los criterios de la máxima dirección cubana. A cambio, Estados Unidos desmantelaría meses después los que tenían en Turquía y se comprometía a no invadir la Isla.
Sin embargo, Cuba fue la más desfavorecida con la solución de la crisis, pues la garantía de la palabra del presidente norteamericano, como ya se había puesto en evidencia en otras ocasiones, tenía muy poco valor.[5] Una verdadera y definitiva solución a la crisis hubiera estado en el cumplimiento de los “Cinco Puntos de la Dignidad” planteados por el líder de la Revolución Cubana.[6]
Constituyó un error moral, ético y político estratégico de la dirección soviética, dejar a Cuba al margen de la negociación con Estados Unidos para la retirada de los cohetes. De no haberlo hecho así, Moscú habría podido fortalecer su posición frente a Washington, además de mostrar respeto a su aliado estratégico, aunque fuera un país pequeño, tal y como correspondía a las relaciones entre Cuba y la URSS, y a la confianza que la dirección cubana había depositado en ellos.
Asimismo, habría sido posible vencer a Estados Unidos en la confrontación política y diplomática producida por la crisis;[7] dado que tanto política, como moralmente, Cuba tenía pleno derecho a contar con las armas necesarias para su defensa, aunque se tratara de cohetes nucleares, y estuviesen a noventa millas del territorio de Estados Unidos.
De haber prevalecido la concepción cubana, esgrimida desde el principio por Fidel Castro, tanto respecto a la instalación de los cohetes —de no hacerlo en secreto—, como sobre los términos y el momento en que debió negociarse su retirada, la conclusión de la Crisis de Octubre hubiese servido de base para resultados fundamentales en el desenvolvimiento ulterior de la confrontación Cuba-Estados Unidos, evitando así que Kennedy sacara el mayor provecho de esta.[8]
Sin embargo, lo que quizás pocos conozcan es que Kennedy trató de establecer una comunicación con Fidel durante los días más tensos de la crisis.[9] En el evento celebrado en La Habana en 2002, cuando el 40 aniversario de estos acontecimientos, el acucioso investigador sobre la guerra fría, James G. Hershberg, se refirió a este interesante pasaje histórico:
“…durante la Crisis de Octubre —y esta es la historia en la que estoy trabajando más profundamente, pero solo plantearé los aspectos más importantes—, Kennedy se volvió tan desesperado en cuanto a encontrar una forma de evitar la guerra nuclear y salir de la crisis, que decidió enviar un mensaje directo a Fidel; pero, como temía las consecuencias políticas no lo identificó como un mensaje estadounidense, aunque lo aprobó. El 27 de octubre fue entregado al Gobierno de Brasil para que Brasil, se lo presentara a Fidel Castro como un mensaje brasileño; sin embargo, cada palabra fue revisada por Kennedy y, de hecho, fue un mensaje estadounidense”.[10]
Desde el 16 hasta el 22 de octubre, cuando Kennedy anuncia al mundo la presencia de los cohetes nucleares soviéticos en Cuba, la idea de proponer un acuerdo a Fidel a cambio de la retirada de los misiles fue debatida secretamente en varias oportunidades por el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional.
Pero no fue hasta el 26 de octubre que Kennedy aprobó la iniciativa de enviar un mensaje a Fidel a través del Gobierno de Brasil, el cual había manifestado en varias oportunidades su interés de servir de mediador en el conflicto entre Estados Unidos y Cuba.
A pesar de la oposición del Director de la CIA, John McCone, quien insistía en continuar los esfuerzos por derrumbar el “régimen de Castro”, Kennedy defendió la idea del mensaje señalando que Estados Unidos debían concentrarse por encima de cualquier otro objetivo en lograr la salida de los cohetes.
En esencia, además de su tono amenazante -como una especie de ultimátum-, el mensaje comprendía un trato tan arrogante, como irreal y poco respetuoso con la soberanía de la Isla: si Cuba rompía sus vínculos con la Unión Soviética, desistía de apoyar a los movimientos de liberación en América Latina y retiraba los misiles nucleares y las tropas soviéticas acantonadas en la Isla, se podrían valorar muchos cambios en las relaciones entre Cuba y la OEA, y Estados Unidos no echarían por tierra con una invasión sus buenas relaciones con el hemisferio. Citemos algunos de los párrafos fundamentales del mensaje:
“El mundo conoce ya, sin género de duda y en detalle, la naturaleza y dimensión del incremento de la capacidad coheteril ofensiva soviética en Cuba. Nadie puede discutir legítimamente esta cuestión. Las acciones de la Unión Soviética al utilizar el territorio cubano para colocar cohetes nucleares ofensivos capaces de golpear casi todo el hemisferio occidental, han puesto en grave peligro el futuro del régimen de Castro y el bienestar del pueblo cubano. (…) No solo la Unión Soviética ha dejado de apoyar a Cuba en este asunto, sino que altos funcionarios soviéticos han sugerido a gobiernos aliados el canje de sus posiciones en Cuba a cambio de concesiones en otras partes del mundo por los países de la OTAN. Usted, pues, no solo está siendo utilizado para fines que no son de interés para ningún cubano, sino que ha sido abandonado y a punto de ser traicionado.
(…) Los países amenazados no pueden permanecer ociosos mientras crece la amenaza contra ellos. Habrá que tomar nuevas medidas contra Cuba, y habrá que tomarlas muy pronto. Castro debe recordar que el presidente Kennedy ha dicho públicamente de que solo hay dos asuntos no negociables entre Castro y los Estados Unidos: los vínculos político-militares con la URSS y la actitud agresiva hacia los asuntos internos de otros países latinoamericanos. Esta posición es compartida por otros miembros del sistema interamericano. Está claro que esto significa renunciar a la capacidad nuclear ofensiva que se está montando en Cuba y enviar de regreso al personal militar soviético, para lo cual Cuba puede recibir ayuda si la necesitase. A partir de estas acciones pueden derivarse muchos cambios en las relaciones entre Cuba y los países de la OEA.
A Cuba y a Castro le queda poco tiempo para decidir si pone sus considerables capacidades como líder al servicio de su pueblo o en función de servir como peón soviético en la lucha desesperada de la URSS por dominar el mundo por la fuerza y la amenaza de la fuerza. Si Castro trata de fundamentar la presencia de estos proyectiles sobre la base de los temores cubanos a una invasión norteamericana, el embajador Bastián Pinto debe responder que está seguro de que la OEA no aceptará una invasión a Cuba una vez que los cohetes hayan sido retirados y que los Estados Unidos no arriesgarán dañar la solidaridad hemisférica con una invasión a Cuba empeñada claramente en un curso pacífico”.[11]
El mensaje iba a ser entregado a Fidel Castro el día 28 de octubre, pero el emisario brasileño, el general Albino Silva, arribó a La Habana el 29, cuando ya Nikita Jruschov había aceptado retirar los cohetes. Por lo tanto, el mensaje no llegó a Cuba en el tiempo previsto ni fue presentado en su forma original debido al cambio de circunstancias. Su urgencia y relevancia había sido eclipsada por los acontecimientos. Cuarenta años después, el Comandante en Jefe señaló al respecto:
“Qué hacía uno con un mensaje de Brasil el 29 de octubre, cuando ya nos habíamos enterado por radio de que se había tomado la decisión de retirar los proyectiles. (…) A esa hora qué sentido tenía una gestión de ese tipo, y, además, lo que leí que dijeron allí más bien tenía un contenido amenazante inaceptable.[12] Pero si hubiera llegado el 27 —añadió el líder de la Revolución Cubana— no habría tenido ningún efecto, porque, de hecho, el 27 estábamos combatiendo, esa es la verdad, porque se dio la orden de no permitir los vuelos rasantes…”.[13]
En enero de 1963, descontinuada de manera oficial la Operación Mangosta, se creó un Comité de Coordinación de Asuntos Cubanos, dentro del Departamento de Estado de Estados Unidos en el que participaban diversas agencias, con la responsabilidad de fomentar proposiciones de acciones encubiertas contra Cuba, analizadas y aprobadas o no por un Grupo Especial presidido por el asesor para Asuntos de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy.
Al frente de este comité de coordinación se designó a Sterling J. Cottrell, quien de acuerdo con la recomendación del Departamento de Estado había realizado un sólido trabajo al frente de la Fuerza de Tarea Interagencias sobre Viet Nam.[14]
Mas la política hacia Cuba fue formulada en el año 1963 de manera más amplia por un Grupo Permanente del Consejo de Seguridad Nacional -creado en el mes de abril- bajo las órdenes del Presidente, integrado por: Robert Kennedy, Fiscal General; Robert McNamara, secretario de Defensa; John McCone, nuevo director de la CIA; Theodore Sorensen, asesor especial del Presidente; W. Averell Harriman, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos; general Maxwell D. Taylor, presidente del Estado Mayor Conjunto; Henry H. Fowler, subsecretario del Tesoro; Edward R. Murrow, director de la USIA; David E. Bell, administrador de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) y el ya mencionado McGeorge Bundy, quien fungiría como presidente del grupo.
De todos estos reajustes en lo que respecta a la toma de decisiones con Cuba, se puede deducir sin mucha dificultad, que el presidente Kennedy quería que el control de la política hacia Cuba quedara más en el ejecutivo y no tanto en el terreno de la CIA y del Pentágono. De esta manera, las decisiones de la CIA en torno a Cuba quedaron, a partir de ese momento, subordinadas oficialmente al ejecutivo estadounidense, aunque entre bastidores la agencia continuó tomando decisiones por su cuenta y desarrollando acciones que eran desconocidas por el ejecutivo.
Robert F. Kennedy actuaría como representante personal del ejecutivo en las tareas de la CIA contra la Revolución Cubana.
No obstante, también en 1963, la propia experiencia de la Crisis de Octubre y todo lo que de ella pudo haberse derivado tuvo un impacto significativo en la conducta y visión política del presidente Kennedy. En ese año Kennedy intentó buscar una relativa distensión con la Unión Soviética. Es el Kennedy que pronuncia en el mes de junio su célebre discurso en la Universidad Americana, que fue interpretado por muchos como un discurso pacifista, incrementando los odios y rechazos en los sectores de extrema derecha. Y es también el Kennedy que en septiembre 1963 autorizó de manera muy compartimentada utilizar la diplomacia secreta con Cuba para comunicarse indirectamente con Fidel. Elementos todos que muchos autores consideran pudieron haber estado dentro de los móviles que condujeron a la conspiración contra su vida.
El propio 22 de noviembre de 1963, cuando se produce el magnicidio en Dallas, el líder de la Revolución estaba reunido con el periodista francés Jean Daniel, quien traía un mensaje verbal conciliatorio del presidente Kennedy.
Fue así que durante el gobierno de Kennedy tuvieron lugar los eventos de mayor confrontación entre Cuba y Estados Unidos, y a la vez, la primera ocasión después de la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961, que de forma limitada y secreta se establecieron los primeros contactos en la búsqueda de una relación más civilizada entre ambos países.
Notas:
[1] Posteriormente, el 3 de febrero de 1962 Kennedy aprobó una de las medidas más agresivas contra Cuba y que ha sobrevivido hasta nuestros días, el “embargo” total al comercio con la Isla (excepto alimentos y medicinas) el cual, a partir del 23 de marzo, se extendió también a todas las mercancías de origen cubano, o fabricadas con componentes cubanos. El 14 de marzo de 1964, bajo la presidencia de Lyndon Johnson, el Departamento del Tesoro ampliaría el alcance del bloqueo, al prohibir las ventas de alimentos y medicinas a Cuba.
[2] El 18 de enero de 1962, Lansdale presentó al Grupo Especial Ampliado un proyecto contentivo de 32 tareas desglosadas en las áreas de inteligencia (4 tareas), políticas (9), económicas (13), psicológicas (4) y acciones militares (5).
[3] Citado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, en: “Girón 40 años después. Conferencia de académicos y actores históricos cubanos y norteamericanos”, La Habana, 22-24 de marzo de 2001. Materiales de Información, Carpeta no. 2, p. 83.
[4] La comúnmente llamada Crisis de los Misiles en Estados Unidos no fue, como algunos autores han pretendido hacer ver, un momento en que, a partir solamente de la presencia de los cohetes nucleares en Cuba, se puso el mundo al borde de la tercera guerra mundial, sino más que eso, fue el momento en que Estados Unidos tuvieron que enfrentarse con las consecuencias acumuladas de todos sus actos de agresión contra Cuba. La Crisis de Octubre o llamada Crisis de los Misiles, tampoco duró trece días. Esta se prolongó desde el 14-16 de octubre, en que oficialmente y de manera verificada Kennedy tiene conocimiento de la existencia de los cohetes nucleares en Cuba, hasta aproximadamente el 30 de noviembre, en que habiéndose producido la entrevista entre Mikoyan y Kennedy, las posiciones respecto a los acuerdos finales de la crisis quedaron fijadas. En definitiva, concentrar la crisis en los trece días, es otro modo de decir que fue la presencia de los misiles en Cuba lo que determinó la crisis. La crisis también tuvo varios comienzos. Para Cuba comenzó desde que Eisenhower inició su campaña de hostilidad contra la Isla. Para la Administración de Estados Unidos desde que esta tuvo conocimiento verificado de la existencia de los cohetes en Cuba. Mientras que, para el mundo y el pueblo de Estados Unidos, y de la URSS, esta crisis comenzó cuando el 22 de octubre el presidente Kennedy hizo su alocución a la nación, planteando las primeras medidas de respuesta. Este acontecimiento es conocido también como Crisis del Caribe, nombre que le dieron los soviéticos. Fragmentos tomados del trabajo de Esteban Morales Domínguez, “¿Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre?”, Contracorriente, no. 6, La Habana, 2004.
[5] A pesar de la promesa de no invasión a Cuba, Estados Unidos continuarían invadiendo a la Isla a pequeña escala. Toda la estructura de guerra subversiva contra Cuba se mantendría. De hecho, el año 1963 fue uno de los más connotados en cuanto a agresiones violentas contra la Isla y de mayor accionar de la contrarrevolución interna. Al respecto, el investigador cubano José Luis Méndez, ha escrito que en 1963 fueron contabilizadas 137 acciones contrarrevolucionarias contra las costas y embarcaciones cubanas, la cifra más elevada de todo el período revolucionario. Véase: José Luis Méndez, Terrorismo de origen cubano 1959-1996, Tesis doctoral en Ciencias Jurídicas, La Habana, 1997.
[6] Los cinco puntos planteados por Fidel fueron: cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presiones comerciales y económicas que ejercen Estados Unidos en todas las partes del mundo contra Cuba, cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de Estados Unidos y de algunos países cómplices, cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en Estados Unidos y en Puerto Rico, cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos y retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.
[7] Para ampliar ver: Esteban Morales: “¿Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre?”, en: Contracorriente, no.20, La Habana, 2004, pp.20-24.
[8] Ibídem.
[9] Para ampliar sobre este interesante pasaje histórico véase James G. Hershberg, “The United States, Brazil, and the Cuban Missile Crisis, 1962” (Part 1, Part 2), Journal of Cold War Studies, 2004.
[10] Video de la Conferencia Internacional sobre la Crisis de Octubre, celebrada en La Habana en 2002, en el 40 aniversario, Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).
[11] Department of State Draft Cable 13136 to White House, 26 October 1962, Top Secret. Nacional Security Archive:http://www.gwu.edu/~nsarchiv/ NSAEBB/NSAEBB395/ (Traducido por los autores).
[12] Video de la Conferencia Internacional sobre la Crisis de Octubre, celebrada en La Habana en 2002, en el 40 aniversario, Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).
[13] Ibídem.
[14] Tomás Diez Acosta, Los últimos 12 meses de J. F. Kennedy y la Revolución Cubana, Editora Política, La Habana, 2011, p. 18.
Fuente: Cubadebate