Liviandad. Mónica Lucía Suárez Beltrán
Me despojo
mi canto nace desnudo cada vez que una de nosotras dice nuevas palabras
hechas de arcilla, de hilo, de piedra y un cardado de lana virgen.
Mi voz sabe a esa yerba que florece en la tierra y crece lo que puede,
con aquello que me da la poesía cuando quiero gritar lo que ellas callan.
Me desprendo
decido ser el cuerpo de ella, la cicatriz de ella, la lengua mutilada de ella.
Decido ser el rostro que no puedes mostrar, el golpe que no quieres sentir,
la vida que te arrebataron.
La liviandad huele a dulce y cítrico, como el silencio
y sabe amargo, como el polvo de mi boca que calla.
Me desato
sueño un poema con nombres de madres sin hijos y de hijos sin madres
no lo escribo, lo lanzo a las calles que los vieron.
Y me doy cuenta que huelo a dulce y cítrico, como el silencio.
Me aliviano.
Me despojo
mi canto nace desnudo cada vez que una de nosotras dice nuevas palabras
hechas de arcilla, de hilo, de piedra y un cardado de lana virgen.
Mi voz sabe a esa yerba que florece en la tierra y crece lo que puede,
con aquello que me da la poesía cuando quiero gritar lo que ellas callan.
Me desprendo
decido ser el cuerpo de ella, la cicatriz de ella, la lengua mutilada de ella.
Decido ser el rostro que no puedes mostrar, el golpe que no quieres sentir,
la vida que te arrebataron.
La liviandad huele a dulce y cítrico, como el silencio
y sabe amargo, como el polvo de mi boca que calla.
Me desato
sueño un poema con nombres de madres sin hijos y de hijos sin madres
no lo escribo, lo lanzo a las calles que los vieron.
Y me doy cuenta que huelo a dulce y cítrico, como el silencio.
Me aliviano.