Dos cumbres muy diferentes. Por Raúl Antonio Capote

En La Habana se reunieron ayer algunos de los pueblos de Nuestra América, en la Cumbre del ALBA-TCP, un cónclave bien distante, en el espíritu que la convocó y materializó, de esa otra que se realizará en Los Ángeles, California, bajo la sombra del «águila temible», como bautizó Martí al imperio estadounidense, en su prólogo a los Versos Sencillos

En La Habana se reunieron ayer algunos de los pueblos de Nuestra América, en la Cumbre del ALBA-TCP, un cónclave bien distante, en el espíritu que la convocó y materializó, de esa otra que se realizará en Los Ángeles, California, bajo la sombra del «águila temible», como bautizó Martí al imperio estadounidense, en su prólogo a los Versos Sencillos.

Las cumbres de Las Américas son herederas de las que se realizaron en julio de 1956, en la Ciudad de Panamá, y en Punta del Este, Uruguay, en abril de 1967, con el auspicio de la Organización de Estados Americanos (OEA) y, por supuesto, del Gobierno de EE. UU.

A la reunión celebrada en Punta del Este acudieron 19 líderes del hemisferio. Su objetivo era fortalecer la Alianza para el Progreso, una iniciativa del presidente John F. Kennedy (1961-1963) para «promover el desarrollo y las relaciones pacíficas en las América».

Bien conocen los pueblos al sur del Río Bravo qué significó la famosa alianza, y en qué se emplearon los recursos que debían aliviar la pobreza de millones.

Veintisiete años después de Punta del Este, en enero de 1994, el presidente William Clinton (1993-2001) propuso organizar una Cumbre en Estados Unidos, la que se llevó a cabo en Miami, del 9 al 11 de diciembre de 1994.

Estas reuniones organizadas por EE. UU. son hijas de la Iniciativa de las Américas, del presidente George H. W. Bush, y posteriormente del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Se presentan como proyectos y esquemas de integración, con un papel hegemónico del imperio.

Una característica de estos cónclaves, organizados por Estados Unidos, es el sometimiento de las propuestas y objetivos a su política interior y exterior. Otra regularidad es que han sido excluyentes y han dejado fuera temas vitales para Latinoamérica.

Las cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) han sido, sin embargo, todo lo contrario; los encuentros inclusivos entre los miembros de un verdadero proyecto para latinoamericanos y caribeños que busca crear una alternativa de integración de largo aliento. Es la concreción de un sueño histórico de los habitantes de esta región.

El inicio del proyecto ALBA-TCP se ubica con la firma en La Habana, el 30 de abril de 2006, del Tratado Comercial de los Pueblos (TCP), aunque el alba nace en 2004, como respuesta al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que impulsó Washington.

Forman parte de una plataforma de integración que pone el acento en la solidaridad, la complementariedad, la justicia y la cooperación, el fortalecimiento del desarrollo endógeno nacional y regional para reducir la pobreza, corregir las desigualdades sociales y mejorar la calidad de vida de la población.

Su propósito histórico fundamental es unir las capacidades y fortalezas de los países que la conforman, en pro del desarrollo integral como naciones soberanas y justas.

Acaba de acontecer la primera de las dos cumbres anunciadas, por estos días, en el mismo continente, cercanas solo en el tiempo entre una y otra, pues del espíritu del concilio celebrado en el seno del ALBA-TCP, ayer, en La Habana, a esa llamada «de las Américas», prevista para Los Ángeles, hay la abismal distancia que existe de los indómitos Andes a las heladas tierras del Potomac, entre las esencias del pensamiento de Martí y de Bolívar, y las apetencias de William Walker y de Monroe.

Fuente: Granma

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