Las mismas excusas que han utilizado para intervenir en asuntos internos de numerosas democracias en el mundo.
La página oficial del Departamento de Estado del Gobierno de los Estados Unidos anunció “La Cumbre por la Democracia’’ a celebrarse el 9 y 10 de diciembre del presente año.
Donde describen esta, como un espacio de cooperación política, que se centrará en los desafíos y oportunidades que enfrentan las democracias y proporcionará una plataforma donde los líderes anuncien compromisos, reformas e iniciativas tanto individuales como colectivas para defender la democracia y los derechos humanos en el país y en el extranjero.
Sin embargo, al evaluar los puntos focales de dicha conferencia, nos llama la atención con preocupación la aseveración sobre una primera cumbre, donde se están “consultando” con expertos del Gobierno, organizaciones multilaterales, organizaciones filantrópicas, la sociedad civil y sectores privados “ideas audaces y viables en torno a tres temas clave: defensas ante el autoritarismo, abordar y combatir la corrupción y promover el respeto por los derechos humanos”.
Las mismas excusas que han utilizado para intervenir en asuntos internos de numerosas democracias en el mundo, casos como el de Irán, Siria, Libia, Afganistán, Rusia, Bielorrusia, China, Cuba, Bolivia y Venezuela.
Para ser más precisos, Washington también se ha enfrentado a Beijing por el tema derechos humanos, en los últimos años. Lo que sirve como una herramienta política para difamar las políticas de China sobre los asuntos relacionados con Xinjiang y Hong Kong.
O como en las más recientes elecciones regionales en Venezuela, donde el secretario de Estado Blinken acusó al Gobierno del presidente Nicolás Maduro de usar “tácticas autoritarias” en los días y meses previos a las elecciones, mencionando el acoso a líderes políticos. Declaración que se contradice a la postura participativa de la oposición venezolana al inscribir candidatos para 23 Gobernaciones, 335 alcaldes, cargos a concejales y diputados locales.
No obstante a esto, el jefe de la diplomacia estadounidense para Latinoamérica, Brian A. Nichols, expresó que Juan Guaidó (el autoproclamado) será uno de los locutores del evento.
Habría que preguntarse ¿qué criterios hay para esta inoportuna invitación? Debido a que dicho personaje de la oposición venezolana, vinculado con líderes del paramilitarismo colombiano, y que actualmente la Fiscalía venezolana ejecuta una investigación penal por usurpación de funciones, traición a la patria, conspiración, hurto calificado de activos y asociación para delinquir, respectivo al caso Monómeros.
Podemos asegurar, que los halcones del Pentágono no desperdiciarán este encuentro para hacerse eco de su agenda política injerencista y encrudecer las medidas coercitivas y unilaterales en contra de la República Bolivariana de Venezuela.
La Administración del presidente estadounidense, Joe Biden, ha revelado el día martes 23 de noviembre una lista de 110 invitados a la ‘Cumbre por la Democracia’. El simple hecho de invitar a una franja tan minúscula de países, diluye el enfoque y la claridad de la cumbre, lo que le cuesta a la reunión, la autoridad moral y su legitimidad.
En síntesis, podemos asegurar que la realización de las llamadas cumbres democráticas buscan dividir a grupos de poder, según los estándares de la ideología norteamericana, táctica que ha sido implementada desde la era de la Guerra Fría.
La administración Biden lo ha revivido desde las cenizas, intentando promover el patrón estadounidense de democracia a nivel mundial. Sin lugar a dudas, esta acción política reafirma el hecho de que el Gobierno estadounidense niega el derecho de otras naciones a tener sus propios conceptos de democracia.
Pareciera que, quienes determinan la legitimidad de las democracias en el mundo, son los gobiernos obsecuentes al servicio de los intereses del Pentágono.
Ahora bien, lo que realmente preocupa más allá de la lectura política que entre líneas Biden quiere proyectar, es la instigación a la divergencia. Y las consecuencias que desencadenará este boicot a gran escala en un contexto de pandemia son realmente peligrosas para la estabilidad política y económica de las naciones.
Los nauseabundos deseos del imperialismo, en querer utilizar el concepto de la democracia e impulsar pequeñas cúpulas para instigar la confrontación es otra manifestación de una política exterior mezquina de guerra, que debe ser rechazada por la comunidad internacional, y deberá convocar a todas las fuerzas creyentes del multilateralismo para la defensa del principio fundamental del derecho internacional, tal como lo explica Mota (2020) cuando expone lo establecido en La Resolución ONU 36/103 del 09 de diciembre de 1981, literal “K” donde su anexo, establece; “…el deber de todo Estado, en la conducción de sus relaciones internacionales en las esferas económica, social, técnica y comercial, de abstenerse de adoptar medidas que constituyan una injerencia o intervención en los asuntos internos o externos de otros Estado, impidiéndole así determinar libremente su desarrollo político, económico y social; esto incluye, entre otras cosas, el deber de un Estado de no utilizar sus programas de asistencia económica externa, adoptar medidas de represalia o de bloqueo económico multilaterales o unilaterales y de impedir el uso de empresas transnacionales y multinacionales bajo su jurisdicción y control como instrumentos de presión y coerción política contra otro Estado, en violación de la Carta de las Naciones Unidas,” (pág. 3).
Estados Unidos ha olvidado durante mucho tiempo que el núcleo de la democracia es la inclusión y la apertura, conceptos muy alejados de esta cumbre y de los intereses de sus convocantes.