miércoles, octubre 16, 2024
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Ayuda a salvar el Amazonas: dite a ti mismo una mentira. Por Marqués Casara

Entre las muchas mentiras que me digo está la certeza inquebrantable de que es posible “salvar la Amazonía”. Cierro los ojos y me veo en un mundo ambientalmente equilibrado, socialmente justo y económicamente igualitario. Un lugar donde puedo marcar la diferencia.

Para salvar la Amazonía, mi pequeño gesto se sumará a millones de otros pequeños gestos en todo el mundo. Una gran unión de esfuerzos entre personas, empresas, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil.

En este camino juntos “enfrentaremos” el cambio climático, “combatiremos” la deforestación, “protegeremos” nuestros ríos, “garantizaremos” una vida digna a los pueblos indígenas y comunidades tradicionales.

Para eso, tenemos que hacer nuestra parte. Todos hacen su parte.

Y estamos perdiendo la cuenta de cuántos campos de fútbol se deforestan por hora. Nos metemos en el camino al contar cuántas veces Portugal cabe en áreas deforestadas. ¿O sería Italia?

Los gobiernos de los países ricos están escandalizados por las tasas de deforestación. Se olvidan de mencionar que las casas matrices de las empresas que financian la estructura de desmonte están en estos mismos países. Se olvidan de nombrar a los dueños del dinero. Los que pagan por la deforestación son también los que pagan por las campañas políticas.

Por mi parte, yo también estoy escandalizado. Entre mis actividades profesionales está el seguimiento de los dueños de los dineros que financian delitos ambientales y violaciones de derechos humanos. Entonces, me escandaliza ver que el dueño del dinero que financia la deforestación es el mismo que financia al político que hace las políticas públicas.

El dueño del dinero es el mismo que financia las organizaciones que deben denunciar los delitos ambientales cometidos por este mismo dueño del dinero.

Entonces todo se vuelve borroso. Deliberadamente brumoso. La naturaleza se convierte en una mercancía. La ecología se convierte en espectáculo. Todo se convierte en autoengaño.

El consumo, sin importar las consecuencias, es nuestro verdadero deber cívico. Nos dedicamos a ello a tiempo completo. Los cambios en la dirección de la tragedia del Amazonas son meramente cosméticos.

Pero… el autoengaño es una delicia.

Yo mismo me propongo reciclar mi basura y firmar todas las peticiones que llegan a mi buzón de correo electrónico, para sumarme a la gran cadena global para salvar la Amazonía y hacer del mundo un lugar mejor y más justo.

Simplemente no renuncio a integrarme, como tú, a esta gran sociedad de consumo en la que nos hemos convertido.

Mi ética es minimalista. Sin dolor. Quiero salvar la Amazonía y, de preferencia, el planeta entero, pero rechazo todo lo que prescribe resignación o amenaza con cambiar mis creencias.

El consumo es mi sentido de la vida. Consumo información, bienes, imágenes, signos, símbolos, cuerpos, discursos.

El centro comercial –físico y social media– es mi templo. La mercancía es el milagro que alivia mi vacío. Soy la mercancía.

Soy dueño del dinero que financia la deforestación. Sigo comprando, comprando, comprando… a las empresas que financian la deforestación.

Mi consejo es este: mantén tu optimismo, haz tu parte.

Tu pequeño gesto se integrará con otros pequeños gestos y salvaremos el mundo.

Simplemente no mires hacia arriba.

Marques Casara es periodista especializado en investigación de cadenas productivas. Magíster en Comunicación y Semiótica de la PUC/SP.

Traducción: Resumen Latinoamericano

Foto: AFP

Fuente: Brasil de Fato

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