En el 50 aniversario de su caída en combate.
Diez años después del golpe de 1973, Mario Benedetti le dedicó su emotivo poema “Allende” y en unos de sus versos dice:
…para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando
Salvador Allende Gossens fue el precursor de un importante “ciclo de izquierda” que conmovió América Latina. Lo que hizo el gobierno de la Unidad Popular fue una proeza en un país rodeado de dictaduras de derecha y atacado con saña por Estados Unidos. Fue un hombre extraordinario de Nuestra América, un antiimperialista sin concesiones, un latinoamericanista ejemplar.
En aquellas circunstancias, y como lo calificó Fidel Castro, aquel proceso revolucionario era inédito y era un hecho casi insólito, y terminó también en forma insólita.
Es inaceptable que se pretenda reducir el reconocimiento y la admiración a nivel mundial que goza el Presidente Allende. Aun así, como dijera Atilio Borón, causa pena comprobar que con el paso de los años su figura no haya cosechado aun la alta valoración que se merece, incluso por parte de algunos sectores de la izquierda, dentro y fuera de Chile. Su rica y limpia trayectoria política muestra un accionar consecuente con sus principios, ideas y compromisos con las mejores causas sociales en Chile y en A. Latina.
Salvador Allende nació el 26 de junio de 1908. Cursó sus estudios primarios y secundarios en Liceos de Tacna y Valdivia. En 1926, hizo el servicio militar en el Regimiento Coraceros de Viña del Mar. Ese mismo año, ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile donde se tituló de médico cirujano, en 1932.
Ejerció como médico de la Asistencia Pública de Valparaíso y anatomo-patólogo en hospitales de Puerto Montt. Durante su época universitaria, fue presidente del Centro de Estudiantes de Medicina y de la Federación de Estudiantes de Chile.
En 1933, participó en la fundación del Partido Socialista de Chile, y luego fue ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda.
Fue elegido senador en las elecciones parlamentarias de marzo de 1945, cargo en el cual se reeligió en 1953, 1961 y 1969, completando una carrera parlamentaria de cerca de treinta años. Durante toda su vida mantuvo permanente preocupación, como dirigente social y parlamentario, por los derechos, el bienestar y los intereses de las grandes mayorías postergadas.
Luego de dos postulaciones, en su tercer intento, el médico Salvador Allende ganó la presidencia de Chile de la mano de una coalición de partidos de izquierda llamada Unidad Popular (UP). La bandera de la UP era fruto de una historia de luchas, iniciada con las heroicas huelgas de los trabajadores de las minas de salitre en las primeras décadas del siglo veinte.
Foto: memoriachilena.cl
Allende fue un gran amigo de Cuba y enfrentó muchas voces dentro y fuera de su país que se alzaron para reprocharle por su incondicional apoyo a nuestra Revolución.
La CIA detectó tempranamente el peligro que su figura representaba para los intereses de Estados Unidos. Washington se opuso desde la noche misma del 4 de Septiembre de 1970 a la posibilidad de que Allende asumiera la presidencia. Días después de las elecciones chilenas, el 15 de ese mes, el presidente Richard Nixon convocó a su despacho a Henry Kissinger, consejero de Seguridad Nacional; a Richard Helms, director de la CIA, y a otros de sus acólitos para elaborar la política a seguir para impedir que Allende fuese ratificado por el Congreso. “Mandemos los mejores hombres que tengamos”; “en lo inmediato, hagan que la economía grite. Ni una tuerca ni un tornillo para Chile”, dijo Nixon. Se llegó incluso al asesinato del jefe constitucionalista del ejército, el general Schneider.
No obstante, como sabemos, se estableció el gobierno de la Unidad Popular. Por primera vez en la historia del mundo occidental, un candidato marxista llegaba a la presidencia de la República a través de las urnas. Se inició un importante e inédito esfuerzo de transformaciones en los marcos de la denominada democracia burguesa, pero en medio de una sucesión de hechos violentos de la derecha, y el intervencionismo, las presiones diplomáticas, acoso político y económico por Estados Unidos.
Todo ello sazonado por una campaña mediática alimentada por abundantes dólares de la CIA y de corporaciones transnacionales, desabastecimiento programado de artículos de primera necesidad para fomentar desazón y molestia en la población, la organización de sectores medios para luchar contra el gobierno (caso del gremio de camioneros, entre los más importantes) y la canalización de enormes recursos para financiar a sectores de la oposición contrarrevolucionaria, reclutar grupos paramilitares, y atraer a la oficialidad militar a la causa del golpe.
Al atender a las nuevas andanzas imperiales se evidencia que, realmente, el manual de operaciones de la CIA y otras agencias de inteligencia del gobierno de Estados Unidos no ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años.
No nos detendremos en las peripecias del interesante proceso de aquellos tres años de gobierno de la Unidad Popular, y de sus éxitos en medio de la precaria unidad de la base social en que se sustentaba, con la totalidad de las fuerzas de la izquierda polarizadas antes del golpe en un empate catastrófico entre radicales y moderados.
El gobierno de Allende intentó instaurar el socialismo por la vía electoral pacífica o Vía Chilena al Socialismo. Importantes logros en el breve lapso de tres años en vivienda, educación, salud, cultura, salarios que llegaron a representar por sobre el 50% del PIB, la devolución de 150 mil hectáreas a comunidades mapuches durante el Gobierno de la Unidad Popular. En julio de 1971, el Congreso aprobó la Ley para la Nacionalización de la Gran Minería del cobre. En el aspecto económico, se instauró una política de acentuada redistribución del ingreso y de reactivación de la economía. La Ley de Reforma Agraria, aprobada durante la presidencia de Eduardo Frei Montalva, le permitió avanzar rápido en la expropiación de grandes latifundios. Dio los primeros pasos para construir el área de propiedad social de la economía, usando habilidosamente procedimientos legales que no cuestionaban la juridicidad del sistema vigente.
Salvador Allende. Foto: Archivo.
Se puede hacer un análisis objetivo de la política de Allende y la Unidad Popular, y de los errores cometidos pero es completamente improcedente trasladar la responsabilidad principal del golpe al propio Allende y la coalición gobernante. Asimismo es discutible si el gobierno de la Unidad Popular fracasó o si pudo haberse consolidado, pero es un hecho que fue derrotado…: derrotado por la traición, el golpe militar, por la inmensidad de la manipulación y la acumulación de fuerzas que logró la derecha y el imperialismo.
Se cumplen por estos días cincuenta años de la muerte de Allende durante aquel brutal ataque militar aéreo y terrestre al Palacio de la Moneda. No se puede perder de vista el sentido y significado verdadero de los hechos. Es importante enfatizar que no fue una víctima pasiva sino un combatiente que se enfrentó durante cuatro horas en condiciones muy desventajosas al ataque de las Fuerzas Armadas de Chile, que respondían y eran apoyadas por la derecha política, las multinacionales, en un contexto de activo intervencionismo estadounidense.
Allende fue ejemplo no solo de valentía y dignidad, sino de un revolucionario con gran sentido de la trascendencia y significado del momento que vivía en aquellas horas, consciente del paradigma que establecía para el futuro de su patria y hacia la comunidad internacional, del escarnio que su sacrificio volcaba para la dictadura que le sucedería, y sobre traidores y golpistas quienes pretendían producir su captura y humillación.
Su conducta, su serenidad y su audacia, en aquel dramático momento no hizo sino confirmar sus creencias, palabras y promesas; Allende había declarado muchas veces en discursos y comunicaciones privadas, que sólo muerto podrían impedirle terminar su mandato, pero ser coherente con aquellas expresiones verbales demandaba no sólo fuertes convicciones, sino una valentía a toda prueba.
Recordemos sus palabras en el Acto de despedida a Fidel y a la delegación cubana/ 4 de diciembre de 1971:
“Se los digo con calma, con absoluta tranquilidad: yo no tengo pasta de apóstol ni tengo pasta de Mesías. No tengo condiciones de mártir. Soy un luchador social que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer a la voluntad mayoritaria de Chile: sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan: dejaré la Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera”
Aquel 11 de septiembre rechazó airada y valientemente cada una de las presiones y ultimátums golpistas; se encargó de organizar la mejor resistencia armada al asedio militar que le permitieron los limitados recursos bélicos.
Para tener una adecuada evaluación del alcance y del significado humano y político del sacrificio final del Presidente, no basta saber cómo murió, sino que se requiere conocer su personalidad, sus ideas políticas, sus principios morales y valores, la consistencia de sus convicciones, sobre las cuales se asentó la determinación y visión que mostró en aquel momento, cuando su figura se agiganta y donde aún derrotado y en circunstancias límite actuó con dominio de la situación y de su destino. Pocos actos los hay de mayor dignidad y valor.
Llevaron a cabo el golpe de estado, seguido de la dictadura más sangrienta en la historia de Chile, que duraría 17 años, y más… debido a que perdura el empoderamiento de una elite oligárquica reaccionaria que marca y ejerce considerable dominio hasta el presente, luego de treinta años de una decepcionante transición y un crecimiento económico que acentuó las inequidades de la sociedad chilena y su dependencia externa.
Son 50 años de aquello. La experiencia de aquel intento de una “via chilena” pacifica al socialismo y su posterior liquidación con el golpe militar constituyó un catalizador y una experiencia triste pero enriquecedora para el pensamiento crítico y el accionar revolucionario.
Todavía las Alamedas no se abren completamente, pero hay muestras crecientes de que el pueblo chileno se encamina a lograr, como el dijera, que “más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
Sin dudas Salvador Allende renació en el momento mismo de morir; él sintetiza lo mejor del espíritu combativo del pueblo chileno y su figura alcanza una estatura inmensa, al nivel de los más genuinos héroes de Nuestra América. Por eso, en Cuba, es motivo de orgullo que escuelas, hospitales y la más ancha avenida del país lleven su nombre.
En video, Salvador Allende – Ultimo Discurso (Radio Magallanes 11/9/1973)
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Fuente: Cubadebate