Las vacunas cubanas contra la Covid-19 han exhibido una alta efectividad, superior a 90 por ciento, en los estudios de fase clínica, de intervención poblacional, y en su muy exitosa aplicación en la isla.
Tanto, que lograron el abatimiento de la espiral ascendente de personas contagiadas y fallecidas ante la propagación generalizada de la variante delta cuando, a partir de julio y agosto, los candidatos vacunales Abdala, Soberana 01 y Soberana Plus recibieron la autorización para su uso de emergencia por la exigente agencia reguladora cubana Cecmed, uno de los ocho centros de referencia de la región, junto a la mexicana Cofepris.
Semanas después de que los antígenos cubanos comenzaran a aplicarse a velocidades récord, inició el descenso de los contagios, hasta llegar a mínimos de nuevos casos y muertes a principios de diciembre, cuando ya había inyectado a 90 por ciento de su población al menos una dosis.
El 20 de septiembre, al inicio de la campaña de vacunación, todavía enfermaban diariamente más de 40.000 personas y morían 69. A partir de principios de diciembre cayó a 120 infecciones y uno, o ningún deceso, al día.
Solo en las últimas jornadas se observa un repunte en los casos, debido al parecer, a la entrada de la cepa ómicron, pero con apenas muertes. No obstante, para salirle al paso, ya las autoridades cubanas decidieron aprontar la aplicación de la dosis de refuerzo, para que a fines de enero la haya recibido toda la población.
Cuba tiene un 86.5 por ciento de toda su población vacunada con esquema completo, por lo que ocupa el segundo lugar mundial en ese indicador, solo por detrás de Emiratos Árabes Unidos. Su vacuna Abdala, desarrollada por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, acaba de ser aprobada por la Cofepris para su aplicación en México.
Abdala, así llamada en evocación del célebre poema patriótico del joven José Martí, demostró una eficacia de 92.28 por ciento en la prevención de la enfermedad sintomática causada por el coronavirus durante el ensayo clínico fase III, en el cual participaron 48 000 voluntarios.
El estudio también arrojó un 100 por ciento de eficacia en la prevención de la enfermedad sintomática severa y en la prevención de la muerte, pues no hubo fallecidos en el grupo.
Por su eficacia e inocuidad, el Cecmed aprobó su uso de emergencia en niños entre 2 y 11 años de edad, primera población infantil en el mundo en vacunarse y en iniciar el curso escolar con esquema de inmunización completo.
No debe sorprender que, junto a Abdala, Cuba haya creado otros dos inmunógenos contra el nuevo coronavirus y que ya tenga dos candidatos más camino de convertirse en vacunas. Tampoco, debe subrayarse, que sea el primer país en lograrlo en América Latina y el Caribe, y en lo que conocíamos como Tercer Mundo.
Ocho de los antígenos aplicados en el programa general de vacunación de la isla, que alcanza casi el ciento por ciento de la población objetivo, son de fabricación propia. A Cuba la respaldan importantes y mundialmente reconocidos logros científicos en la biotecnología y treinta años de experiencia en la producción de inmunógenos.
Entre ellos, merece citarse la vacuna antimeningocócica BC creada por el Instituto Finlay a fines de los ochentas, la primera de su tipo a escala mundial para el control de la meningitis B, que recibió la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.
Su empleo logró reducir sustancialmente la incidencia de este padecimiento. Otra digna de citar es la vacuna contra la hepatitis B, que logró acabar con los efectos de este virus en menores de 5 años en el 2000. También fue la primera de América Latina y el Caribe certificada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Igualmente importante, fue el logro por la Universidad de La Habana, junto a investigadores de centros biotecnológicos cubanos, de la vacuna contra el haemophilus influenzae b. También obtuvo la certificación de la OMS, requisito necesario para poder proveerla a las agencias de la ONU.
Fue asimismo trascendental, el desarrollo por la isla de la vacuna pentavalente contra la difteria, el tétanos, la tosferina, la hepatitis B y el haemophilus influenzae b, segunda obtenida en el mundo y primera desarrollada y producida por un país de América Latina y el Caribe.
Las vacunas cubanas han sido conseguidas bajo una política estadounidense de seis décadas de exterminio sistemático del pueblo cubano por hambre y enfermedades. Pero ya no se trata solo del acto terriblemente cruel que llamábamos bloqueo, sino de una versión mucho más criminal, restrictiva de la menor participación de la isla en la vida económica y financiera internacional, cuya feroz aplicación inició Trump y continúa Biden.
Las vacunas cubanas son la mejor prueba de que en la isla, a diferencia de Estados Unidos, no hay nada más importante que la vida humana.
Misiles contra la mentira.
Fuente: Telesur