El expresidente y candidato para las elecciones de octubre analiza la situación del mercado laboral en Brasil y el deterioro de las condiciones de vida de la población. ¿Cuál es su proyecto para remontar la crisis económica del gigante del sur?
El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva concedió una entrevista por correo electrónico a Brasil de Fato abordando la situación actual de su país y, en particular, la precarización del mercado laboral y el deterioro de las condiciones de vida de la población en general. Para él, “lo que genera empleos es que la gente pueda comprar, es el dinamismo de la economía, la economía real, no la especulación”.
“La estabilidad que le da la formalización al trabajador también se traslada a la economía. Así podemos planificar un viaje para ir a ver a la familia, podemos planificar comprar una nevera, hacer un asado para celebrar nuestro cumpleaños”, señala Lula.
La precarización del mercado laboral y la ilusión que genera el llamado “emprendedurismo” también fueron temas abordados por el exmandatario. “El sueño de todo trabajador es no tener un jefe. Pero se creó la ilusión de que no tendría un jefe y luego se creó uno peor, invisible, y una cadena desde las aplicaciones móviles, en un trabajo sin derechos”.
Lea a continuación la entrevista, que también es objeto de la edición especial impresa de Brasil de Fato nº 19, cuyo tema principal es el trabajo.
Brasil de Fato: Además del alto nivel de desempleo, Brasil vive actualmente un proceso de caída del ingreso medio de los trabajadores con el crecimiento de la informalidad. ¿Qué medidas puede tomar el gobierno para estimular la creación de empleo con una mayor formalización? ¿Y cómo puede impactar el aumento de la formalización en la economía del país?
Lula: El poder público necesita creer y construir el futuro de Brasil, y no ser destructor, como sucede con el actual gobierno. Necesitamos realizar las obras de infraestructura necesarias, estimular sectores de la economía que generen empleos e ingresos. Escuchar a todos los sectores de la sociedad y ayudar a los más pobres, para que también puedan tener una vida digna y participar en la economía.
Necesitamos apoyar la producción de alimentos y las reservas reglamentarias, para que el precio de los alimentos caiga. Necesitamos establecer los precios de los combustibles en base a los costos en reales, no al precio en dólares del mercado internacional. Ayudar a la gente a renegociar y pagar sus deudas. Y así empezar a mover la economía, porque lo que genera empleo es que la gente pueda comprar, es el dinamismo de la economía, la economía real, no la especulación. Cuando el trabajador tiene un trabajo de calidad, mueve el comercio y la industria.
A finales de 2014, Brasil tenía una tasa de desempleo del 4,3%, estaba cerca del pleno empleo, tenía el estándar de Francia, de Suecia. Creamos 22 millones de empleos formales. La estabilidad que le da la formalización al trabajador también se traslada a la economía. Así podemos planificar un viaje para ir a ver a la familia, podemos planificar comprar una nevera, hacer un asado para celebrar nuestro cumpleaños. Y eso agrega energía a la gigante rueda de la economía.
La política de suba del salario mínimo fue abandonada en el gobierno de Temer y llegó a su fin en el gobierno de Bolsonaro. ¿Qué importancia tiene la reanudación de esta política para la clase trabajadora y para la economía en su conjunto?
Todo el mundo está sintiendo a diario el problema de que los salarios no se reajusten como deberían. Se nota cuando hay que reducir la lista de la compra a la mitad o endeudarse para pagar la factura de la luz. Hoy, una de cada tres familias brasileñas tiene cuentas atrasadas. Las familias más pobres son las más afectadas, las que más sufren, viven peor que antes. Vale recordar que, cuando estábamos en la Presidencia, el salario mínimo se incrementó un 74%, y más del 80% de los reajustes de las categorías de trabajadores organizados se dieron por encima de la inflación, lo que aseguraba el poder adquisitivo. Hoy, sólo el 15,8% de los reajustes están por encima de la inflación, el resto son iguales o menores. Significa que la gente gana menos, tiene menos empleo, come menos y se endeuda más.
En los últimos tiempos, la lógica del emprendedurismo ha ganado cada vez más fuerza entre los brasileños, que pasan a admitir la pérdida de derechos como algo natural para conseguir un trabajo, aunque sea precario. Esto ocurre tanto en la narrativa de las iniciativas privadas con poco capital como en la precarización de los conductores y repartidores de aplicaciones móviles. ¿Cómo ves este momento en el mercado laboral?
El sueño de todo trabajador es no tener un jefe. Pero se creó la ilusión de que no tendría un jefe y luego se creó uno peor, invisible, y una cadena desde las aplicaciones móviles, en un trabajo sin derechos. Y el desmantelamiento de los derechos de los trabajadores no ha aumentado la empleabilidad, como dicen. Lo que aumentó fue el trabajo sin garantía para el trabajador, sin jubilación, sin seguridad social.
El chico que sale de casa a repartir comida no está emprendiendo. Está ganando algo de dinero, a veces muriéndose de hambre y llevando comida en la espalda, mientras que el dueño de la aplicación gana millones. Y si se cae de la bicicleta, no tiene seguro social, no tiene seguro médico, no tiene cobertura por enfermedad. No tiene nada. El déficit de la Seguridad Social creció después de la reforma, porque la gente ya no está aportando a la Seguridad Social.
El momento es grave y necesitamos volver a discutir estos temas. Por eso he estudiado y hablado con el gobierno de España, donde hubo una negociación con trabajadores y empresarios para revisar la reforma laboral, para recuperar la calidad, la estabilidad y la solidez del mercado laboral y de consumo en España.
El desempleo es una preocupación general, pero, especialmente durante la pandemia, afectó de forma particular a algunos segmentos, como a la juventud, las mujeres y las personas negras. ¿Cómo se debe mirar a estas categorías de trabajadores para revertir esta desigualdad en el mercado laboral?
Necesitamos actuar para reducir las desigualdades raciales y respecto a las mujeres en el mercado laboral. Necesitamos crear oportunidades de trabajo y volver a ampliar las ofertas educativas. Antes teníamos más y más personas negras en las universidades, más personas de la primera generación de su familia que se graduaban. Esto generó una generación que exige más diversidad en las empresas, porque se acabó el discurso de que no había mujeres y negros con buena preparación para los puestos más calificados del mercado laboral.
Desde el golpe de Estado contra la presidenta Dilma Rousseff, los sindicatos han sido objeto de ataques desde el gobierno federal y también desde el Congreso Nacional. ¿Cómo se puede revertir esta situación?
El golpe no fue contra Dilma. El pueblo ahora, seis años después, se da cuenta de que el golpe fue contra él mismo, contra el pueblo brasileño, contra los trabajadores, contra la soberanía del país que está siendo destruida.
Y en eso también se incluyó la persecución contra los sindicatos. Los sindicatos tienen que ser fuertes y desarrollar nuevas relaciones, no solo con la base, sino con las nuevas categorías de trabajadores que emergen y que tienen menos derechos que los trabajadores de las fábricas. Y tenemos que dialogar con la población, que se dio cuenta de que los ataques a los sindicatos, al PT [Partido de los Trabajadores], eran básicamente ataques a sus derechos. Necesitamos explicar y no conformarnos con el mundo salvaje y precario que ellos impusieron a los trabajadores.
Edición: Thales Schmidt
Traducción: Isabela Gaia
Fuente: Alai