miércoles, octubre 16, 2024
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Las energías alternativas contra el petróleo. Por Luis Britto García

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Las resoluciones del Acuerdo de París y de la Cumbre de Glasgow exigen, según resume la ONU, que las emisiones  de CO2 “se reduzcan alrededor del 45 % para 2030 y que se alcance el cero neto hacia 2050” (https://www.un.org/es/climatechange/net-zero-coalition). Una  masiva campaña propagandística pretende que es posible prescindir como por arte de magia del consumo de energía fósil en ese limitado plazo. Para juzgarla, recordemos que el denigrado CO2, o anhídrido carbónico, es el gas que expulsa la respiración de los animales, y que sin él no existirían las plantas, que lo descomponen para producir oxígeno. Cero neto de CO2 sería asimismo cero vegetales y animales. Miremos las cosas en perspectiva.

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La Revolución Industrial, el desarrollo, la hegemonía de Europa y de Estados Unidos sobre el resto del mundo, son desde fines del siglo XVIII un producto del derroche de energía fósil, primero el carbón, luego los hidrocarburos que para 2017, según la Agencia Internacional de las Energías Renovables suplen el 81,7% del consumo energético  global  (https://goo.gl/Pc2WuA). Es ilusorio creer que para el venidero cuarto de siglo el planeta se las arreglará con el 19,3% que aportan  las energías alternativas, teniendo además en cuenta que para 2040 la  Agencia Internacional de Energía prevé una intensificación de la demanda energética del 60%. No: durante mucho tiempo la economía global dependerá de la energía fósil; la cual es además indispensable para habilitar las fuentes alternativas. Examinémoslas.

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La  hidroeléctrica en 2019 aporta 7% de la energía mundial y casi  la mitad de la fuerza producida  por fuentes renovables. Pero las represas requieren  ciertas configuraciones geológicas naturales con cursos de agua; cortan abruptamente sus sistemas ecológicos, exigen titánicos trabajos de remoción de tierras, edificación de barreras y fundición de pesadas turbinas. Iguales exigencias presenta el  aprovechamiento de la fuerza de las mareas y las olas.

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La energía eólica para 2019 generó un 2% de la electricidad del mundo. No  es una proporción remarcable. Hay que añadir que no todos los terrenos se prestan para su aprovechamiento, que la presencia y velocidad de los vientos es variable; que los gigantescos molinos y los generadores que convierten rotación en electricidad son sumamente costosos y que su fabricación a partir del aluminio y otros metales es contaminante; que  emiten ruidos molestos, resultan peligrosos para las aves,  y que la conducción de la electricidad a los sitios de consumo exige onerosos tendidos. Debido a ello, incluso sus defensores reconocen que “Aunque el costo de la energía eólica ha disminuido drásticamente en los últimos 10 años, la tecnología requiere una inversión inicial mayor que los generadores de combustibles fósiles y que la solar fotovoltaica, con unos costes de mantenimiento que a veces no resultan rentables para aerogeneradores de menor tamaño” (https://vortexbladeless.com/es/ventajas-desafios-energia-eolica/).

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La energía  fotovoltaica produce para 2019 el 1% de la electricidad mundial. Pero la irradiación solar depende de la duración del día y la nubosidad: los paneles  para aprovecharla requieren una complicada refinación del silicio, así como la paralela fabricación de baterías para acumular la corriente generada y tendidos para transmitirla.

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El aprovechamiento de la biomasa tradicional cubre el 9,1% del consumo energético en 2017, en gran parte como leña, desechos, bagazos, etanol y aceites vegetales, pero requiere maquinarias para la siembra de cosechas o  la recolección, y su explotación puede destruir  bosques y biodiversidad. La  geotérmica exige excavaciones para conducir el agua a gran profundidad o a zonas volcánicas, así como turbinas para que el vapor genere electricidad. La peligrosísima y contaminante energía nuclear provee poco más del 5% del consumo energético global, y no es renovable.

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Seamos claros. Si las llamadas energías alternativas no han sustituido a la  fósil en el mundo capitalista,  es porque la Tasa de Retorno Energético, es decir, la relación entre el costo y el rendimiento económico  de las primeras es menos rentable económicamente que la de la del carbón y los hidrocarburos.  Como señalan investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts, “muchos negocios han implementado estrategias de energías renovables, pero no han recibido muchos ingresos financieros. (…) La encuesta encontró que de 400 compañías con inversiones en energías renovables, apenas un 20% lograron un beneficio de 15%. Los investigadores del MIT señalan que lo ideal es una rata anual entre 25 y 30%” (https://onlinebusiness.northeastern.edu/blog/does-investing-in-green-energy-produce-great-returns/).

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El mayor beneficio económico en el menor tiempo posible es el único Evangelio del capitalismo. Las energías alternativas sólo serán aplicables a corto plazo gracias a incentivos fiscales que las hagan más ventajosas, o a políticas públicas que las vuelvan obligatorias. A falta de unos y otras, la explotación masiva de  energías renovables sólo se emprenderá cuando la progresiva extinción de las  fósiles  no deje alternativas, quizá demasiado tarde para  disponer de los enormes recursos energéticos que su instalación requiere.

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Pensemos de nuevo en el mundo del año 2040, para el cual la  Agencia Internacional de Energía prevé una intensificación de la demanda energética del 60%.  Preguntémonos cómo se logrará satisfacer esa incrementada demanda con fuentes renovables que en la actualidad producen apenas el 19,3 % de la globalmente requerida. Sólo revolucionarias medidas socialistas lograrían articular instalaciones que suplieran el restante 81,7% de la demanda planetaria con energías renovables. China invirtió en ellas más de 360.000 millones de dólares en 2016, y se ha convertido en el mayor recolector de energía solar del planeta.

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Pero  para aprovechar energías renovables es preciso aplicar intensivamente las cada vez más escasas fuentes de energía fósil, de la cual Venezuela posee la primera reserva global. El  mundo depende de nuestros recursos. No los entreguemos.

TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO

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