La Cárcel Sionista. Por Omar Rfael García Lazo

Durante más de 70 años, los palestinos luchan por la concreción de un estado soberano. En medio de sus limitaciones económicas, traiciones fratricidas, silencios cómplices y cinismos occidentales, el pueblo mantiene la resistencia a la ocupación sionista.

El 6 de septiembre de 2021 seis palestinos recluidos en la cárcel de máxima seguridad de Gilboa, «Israel», protagonizaron una espectacular fuga. Tras meses cavando un túnel, los seis combatientes lograron traspasar los muros que los confinaban de por vida. 

Días después, tras una enfermiza cacería, fueron apresados. A pesar de ello, el hecho constituye un símbolo de las ansias libertarias y el espíritu de lucha del pueblo palestino, un pueblo que sigue buscando la luz al final del túnel.

Durante más de 70 años, los palestinos luchan por la concreción de un estado soberano. Ni las guerras libradas, ni las resoluciones de la ONU, ni los acuerdos firmados han logrado materializar este anhelo. Sin embargo, en medio de sus limitaciones económicas, traiciones fratricidas, silencios cómplices y cinismos occidentales, el pueblo mantiene la resistencia a la ocupación sionista.

El sufrimiento que lleva sobre sí la población palestina debido a la ocupación y apartheid sionistas, solo es comparable con el dolor causado por los crímenes de lesa humanidad del nazismo alemán, el bombardeo nuclear estadounidense contra Japón o la bestialidad imperialista desatada por Washington contra Vietnam.

En 1947, después de la resolución 181 de la ONU, los sionistas declararon el establecimiento de un Estado y comenzaron la guerra de despojo que concluyó con el control de más de 20 mil kilómetros cuadrados, unos 5 mil más que lo que estableció el plan de partición de la ONU. Con total impunidad, la entidad sionista logró ocupar, cerca del 78 por ciento de lo que fue el mandato británico de Palestina.

Por la parte palestina, las divisiones internas, la propia guerra, las posturas pusilánimes de países árabes de la región, la impotencia de Europa, la inacción de la Unión Soviética y la doblez de Estados Unidos impidieron el establecimiento de un Estado, tal y como estableció la resolución mencionada.

Lo que se conoce como la Palestina histórica alcanza una extensión de más de 27 mil kilómetros  cuadrados, de ellos hoy solo quedan reconocidos como territorio palestino, aun cuando están ocupados por las tropas de Israel, poco más de seis mil kilómetros cuadrados.

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«Israel», con una política de colonización a sangre y fuego, ha trabajado todo este tiempo por rendir al pueblo palestino en su lucha. La estrategia es eliminar progresivamente la identidad cultural palestina y lograr el sometimiento jurídico, militar y político mediante la combinación de acciones represivas constantes, asesinatos selectivos y extrajudiciales, el desplazamiento, la desarticulación social, el éxodo, la violación de los derechos humanos fundamentales, la humillación y el desprecio permanentes. Estamos ante una entidad que aplica una evidente política de apartheid y terrorismo de Estado frente a los impávidos ojos del mundo “civilizado”.

Los muros

El régimen sionista ha encerrado a los palestinos en la Franja de Gaza y en Cisjordania. El bloqueo económico, el control de los espacios aéreo, marítimo y terrestre, junto al sistema de seguridad y espionaje, con centenares de puntos de vigilancia, muros y alambradas constituyen una cárcel a cielo abierto que reduce casi a cero la movilidad de los palestinos en su propia tierra.

Al mismo tiempo, y como parte de ese esfuerzo por intimidar, aterrorizar, desmovilizar y separar familias para debilitar cualquier tipo de resistencia, incluso la ideológica y cultural, el régimen desarrolla un programa punitivo contra el pueblo palestino al margen de las normas internacionales.

En las hacinadas cárceles sionistas se encuentran más de 15 mil personas, y más del 40 por ciento no tienen sentencias definidas. De ese total, más de cuatro mil 500 son palestinos, en su inmensa mayoría víctimas del odio y la represión. Entre ellos se encuentran 31 mujeres y 175 niños.

Las denuncias de los detenidos y las organizaciones de derechos humanos reflejan la existencia de una sistemática violación de los derechos humanos en las cárceles israelíes.

La libertad

Las causas justas siempre tendrán la muerte, la prisión y el exilio al acecho. En cuanto a los muros, no existe ninguno capaz de frenar los anhelos de libertad de los seres humanos justos“A todo cegarán los tristes presos, menos a la ancha puerta que se abre para acelerar su libertad”, expresó José Martí, Héroe Nacional de Cuba, quien fuera prisionero de la tiranía colonial española en el siglo XIX.

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La prisión tampoco frenó al joven Fidel Castro, quien tras la aparente derrota militar y la prisión como castigo en 1953, supo a qué se expondría tras las rejas: “en cuanto a mí, sé que la cárcel será dura, como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de ruin y cobarde ensañamiento. Pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a 70 hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá”.

El pueblo liberó a Fidel tras demandar su amnistía y Fidel continuó la lucha por la libertad del pueblo. Esa unidad entre el liderazgo y pueblo es la mejor lección que deja Cuba a los pueblos del mundo que luchan por su liberación.

Desde las prisiones sionistas se escucha el grito de resistencia de los que no se rinden, y los sucesos de Gilboa confirman que persiste el deseo de libertad y de lucha por una Palestina independiente y libre. Mientras esté vivo el ideal, la victoria es posible.

Fuente: Al Mayadeen Español

Tomado: Resumen Latinoameriano

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