El colapso del imperio estadounidense, que ya está en marcha desde hace unos años, está ganando ritmo. Factores externos e internos aceleran su caída. De esto habla el economista Michael Hudson, quien ha estudiado los mecanismos con los que la corporatocracia de dólar saquea al resto de países en el mundo, en un artículo reciente, a propósito de los acontecimientos en Ucrania y sus consecuencias globales.
AQUELLOS QUE INTENTARON ATRAPAR AL OSO HAN CAÍDO EN SU PROPIA TRAMPA
Hudson comienza describiendo lo que se ha hecho evidente a simple vista: que las «sanciones» y la confrontación militar de Estados Unidos contra el resto del mundo no occidental solo han promovido que Rusia y China unan fuerzas, y que otros países de la región euroasiática sean influenciados por esa órbita.
De ese modo, Occidente es el principal causante del peor de los escenarios para su futuro como hegemonía. Dice:
«Se esperaba que el poder económico y financiero estadounidense evitara este destino. Durante el medio siglo transcurrido desde que Estados Unidos abandonó el oro en 1971, los bancos centrales del mundo han operado con el patrón dólar, manteniendo sus reservas monetarias internacionales en forma de valores del Tesoro, depósitos bancarios y acciones y bonos de Estados Unidos.
«El estándar de letras del Tesoro resultante ha permitido a Estados Unidos financiar su gasto militar en el extranjero y la adquisición de inversiones en otros países simplemente mediante la creación de pagarés en dólares. Los déficits de la balanza de pagos estadounidense terminan en los bancos centrales de los países con superávit de pagos como sus reservas, mientras que los deudores del Sur Global necesitan dólares para pagar a sus tenedores de bonos y realizar su comercio exterior.
«Este privilegio monetario, el señoreaje del dólar, ha permitido a la diplomacia estadounidense imponer políticas neoliberales al resto del mundo, sin tener que usar mucha fuerza militar propia, excepto para apoderarse del petróleo del Cercano Oriente».
Lo que ha conseguido la diplomacia estadounidense es obligar a Rusia a ser más autosuficiente en el plano económico, y a desvincularse del sistema financiero mundial dominado por Estados Unidos, tejiendo nuevas redes financieras en el marco multipolar.
«Rusia había permanecido demasiado cautivada por la ideología neoliberal de libre mercado como para tomar medidas para proteger su propia agricultura e industria. Estados Unidos proporcionó la ayuda necesaria al imponer a Rusia la autosuficiencia interna. Cuando los Estados bálticos obedecieron las sanciones estadounidenses y perdieron el mercado ruso para sus quesos y otros productos agrícolas, Rusia creó rápidamente su propio sector quesero y lácteo, al tiempo que se convertía en el principal exportador de granos del mundo.
«Rusia está descubriendo (o está a punto de descubrir) que no necesita dólares estadounidenses como respaldo para el tipo de cambio del rublo. Su banco central puede crear los rublos necesarios para pagar los salarios nacionales y financiar la formación de capital.
Podríamos agregar que para sostener aquella emisión monetaria, es necesario soportarla en la dinámica de la economía real, cuestión que de hecho está haciendo la Federación Rusa bajo el gobierno de Vladímir Putin desde hace unos años.
Cualquier país que vaya en contra de Estados Unidos está sujeto a que se le confisquen sus activos nacionales, en la medida en que estén en bancos estadounidenses, el Reino Unido u otros países sujetos a la influencia norteamericana.
Así le ocurrió a Irán, Venezuela y Afganistán recientemente (yéndonos un poco atrás en la historia, también le ocurrió a Ucrania después del golpe de 2014, y a Libia durante la operación en contra del presidente Muamar Gadafi en 2011), y ahora le está ocurriendo a Rusia. El Reino Unido también está confiscando los ahorros y las inversiones de particulares rusos. Pero esto trae consecuencias en la psique colectiva de la clase capitalista rusa:
«Al imponer sanciones a los rusos más ricos más cercanos a Putin, los funcionarios estadounidenses esperaban inducirlos a oponerse a su ruptura con Occidente y, por lo tanto, servir efectivamente como agentes de influencia de la OTAN. Pero para los multimillonarios rusos, su propio país empieza a parecer más seguro».
A largo plazo, escribe Hudson, esto obligará no solo a Rusia y sus aliados, sino a cualquier nación que no quiera estar bajo las presiones de Estados Unidos, a construir un sistema financiero alternativo, hecho a la medida de sus necesidades e intereses.
«Lo que los países extranjeros no han hecho por sí mismos para reemplazar al FMI, el Banco Mundial y otros brazos fuertes de la diplomacia estadounidense, los políticos estadounidenses los están obligando a hacerlo. En lugar de que los países europeos, del Cercano Oriente y del Sur Global se separen mientras calculan sus propios intereses económicos a largo plazo, Estados Unidos los está alejando, como lo ha hecho con Rusia y China. Más políticos están buscando el apoyo de los votantes preguntando si sus países estarían mejor atendidos con nuevos arreglos monetarios para reemplazar el comercio dolarizado, la inversión e incluso el servicio de la deuda externa».
LA DESDOLARIZACIÓN PUEDE SER SOLO EL COMIENZO
Con la operación militar especial en Ucrania, Moscú respondió asertivamente a las provocadoras maniobras militares de Estados Unidos y la OTAN. Eso obligó a Washington a imponer sus «sanciones», que a mediano y largo plazo se transformarían en beneficios a Rusia y que actualmente sirven de aviso al resto del mundo para evitar el dólar y todo el aparato financiero que lo acompaña, de acuerdo al argumento del economista estadounidense.
Políticamente, el gobierno estadounidense no puede darse el lujo de retractarse de su retórica antirrusa extrema, por lo que las «sanciones» probablemente se mantendrán. Pero esto le traerá consecuencias a nivel interno.
«(…) la ruptura final con el aventurerismo de la OTAN debe venir desde dentro de los propios Estados Unidos. A medida que se acercan las elecciones de medio término (mid-term elections) de este año, los políticos encontrarán un terreno fértil para mostrar a los votantes estadounidenses que la inflación de precios provocada por la gasolina y la energía es un subproducto de la política del bloqueo de las exportaciones de petróleo y gas ruso por parte de la Administración Biden (¡Malas noticias para los propietarios de los grandes consumidores de gasolina de los SUV!).
«El gas es necesario no solo para calefacción y producción de energía, sino también para hacer fertilizante, del cual ya hay escasez mundial. Esta situación se ve agravada por el bloqueo de las exportaciones de cereales de Rusia y Ucrania a los Estados Unidos y Europa, lo que hace que los precios de los alimentos ya se disparen».
Hudson destaca otras alarmantes señales de inestabilidad en el sistema financiero, que sin embargo no parecen ser capaces de hacer que Estados Unidos desista en jugar la carta de la confrontación bélica en territorio ucraniano.
- Los mercados bursátiles de Europa se desplomaron en su apertura del lunes 7 de marzo, y sigue la misma tendencia esta semana (al cierre de esta nota).
- El petróleo Brent se disparó hacia los 130 dólares el barril.
- En Nueva York, el promedio industrial Dow Jones se desplomó 650 puntos.
- El oro se disparó a más de 2 mil dólares la onza.
Rusia, bajo el liderazgo del presidente Vladímir Putin, se ha preparado lo mejor posible para esta eventualidad y, a pesar de la actual ola de rusofobia, seguramente superará las dificultades, argumenta Hudson. Las alianzas geopolíticas cambiarán drásticamente durante los próximos años. El imperio estadounidense y sus satélites europeos serán las verdaderas víctimas de sus guerras militares y financieras.
El colapso del sistema dolarcéntrico tiene los días contados.
Fuente: Misión Verdad