Ni la memoria ni el dolor podrán ser arrancados en los cubanos cuando se trata de las víctimas del repugnante crimen de Barbados, como es conocida la voladura de una aeronave de Cubana de Aviación que provocó el fallecimiento de 73 personas el 6 de octubre de 1976, en las costas de esa nación caribeña. A 45 años de uno de los más crueles actos de terrorismo cometidos contra nuestro país, es imposible acallar los reclamos de justicia.
Como es tradicional en cada aniversario, este miércoles se le rindió homenaje a los desaparecidos en el sabotaje, en la habanera necrópolis de Cristóbal Colón.
En el panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, encabezaron la peregrinación ofrendas florales del General de Ejército Raúl Castro Ruz, de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del PCC y Presidente de la República, así como otras en nombre del pueblo cubano.
«Han pasado 45 años, pero ni en 100, ni nunca, olvidaremos el abominable Crimen de Barbados. Los autores intelectuales murieron tranquilamente. Los cobijaron administraciones republicanas y demócratas de Estados Unidos», condenó el mandatario antillano en su cuenta de twitter.
Marcharon autoridades, familiares de los mártires, una representación de la población capitalina y trabajadores del sector deportivo, pesquero y de la aviación civil.
En la avanzada estuvieron Rogelio Polanco Fuentes, miembro del Secretariado del Comité Central del PCC y Jefe del Departamento Ideológico, los cinco Héroes de la República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, Coordinador Nacional de los CDR, además de Ramón Labañino Salazar, René González Sehwerert, Antonio Guerrero Rodríguez y Fernando González Llort, junto a los más altos dirigentes de La Habana.
Osvaldo Vento Montiller, presidente del Inder, expresó que el atentado enlutó a un pueblo noble, como expresión de una política sostenidamente agresiva, con manifestaciones concretas en las actuales campañas de mentiras, linchamientos mediáticos e incitación al vandalismo, orquestadas desde los Estados Unidos.
Agregó que este crimen truncó los sueños de «los 24 integrantes del equipo juvenil de esgrima, que regresaban a Cuba con todos los títulos disputados en el cuarto Campeonato Centroamericano y del Caribe de ese deporte. Sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento».