Caracas. Asisto, muy emocionado, al gran acto del pueblo bolivariano en recuerdo del 30 aniversario de la rebelión encabezada por Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992. Esa que estremeció a Venezuela hasta el tuétano como nada lo había hecho desde los días de Bolívar.
El acto fue precedido de una multitudinaria marcha de caraqueños y caraqueñas, que procedentes de la Plaza Venezuela y la Avenida Nueva Granada desbordaron el monumental Paseo de los Próceres. Un grupo de intelectuales y luchadores sociales de 30 países solo pudimos llegar al acto, ya que participábamos en el Foro “Revolución y Cambio de época” convocados por el presidente Nicolás Maduro. Pero varios amigos, que sí asistieron a la marcha, me contaron que fue igual de entusiasta y alegre que el mitin.
Allí, además del conceptual y combativo discurso de Maduro, pudimos escuchar un mensaje del general en jefe Vladimir Padrino, que subrayó cómo en esta movilización se habían fundido miles de civiles y militares, personas de los más variados sectores populares junto a generales y almirantes. Desde el lugar que nos dispensaron en la tribuna podíamos apreciar la mezcla de miles de mujeres y hombres de civil con otros tantos en sus uniformes milicianos y de soldados, expresión de la unidad cívico-militar que ha sido decisiva estratégicamente para defender e impulsar la Revolución Bolivariana y Chavista en medio de la guerra multidimensional de Estados Unidos.
El chavismo se enfrenta y ha derrotado las sangrientas guarimbas, una gigantesca, venenosa y sistemática campaña comunicacional que dura años, empecinamiento enajenado de Washington en crear un gobierno paralelo presidido por un ladrón e imbécil totalmente desprestigiado, invasiones armadas y constantes provocaciones desde territorio colombiano, intentos de genocidio, el robo de importantes activos del país por Washington, Londres y Bogotá y un criminal e ilegal bloqueo económico, financiero y comercial, recrudecido cruelmente durante la pandemia. En medio de esa notable intensificación de la hostilidad estadounidense, Caracas ha conducido un diálogo nacional con los sectores opositores, incluyendo los más proyanquis, y conseguido ganar limpiamente las elecciones parlamentarias y regionales.
El 4 de febrero de 1992 está muy arraigado en la mente y el corazón del pueblo porque trae el recuerdo de Chávez y de aquella gesta insurrecta, que, no obstante, su derrota militar fue una conmoción política que hizo girar la historia venezolana y puso en la cresta de la ola popular al entonces teniente coronel de paracaidistas. Al rendir sus armas, en una alocución para la historia de solo 50 segundos, en vista de que seguir combatiendo solo habría llevado a un inútil derramamiento de sangre, Chávez lo hizo de forma tan digna e inteligente que conquistó para siempre el corazón de millones de venezolanas y venezolanos.
Desde el mismo buenos días al pueblo, su alusión a este “mensaje bolivariano”, el “por ahora” los objetivos “no fueron logrados”, pero “el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor”, su reconocimiento de la derrota propia y del cumplimiento de su misión por otros compañeros, hasta el “asumo” ante el país la responsabilidad de este “movimiento militar bolivariano”, en una nación donde ningún gobernante respondía hacía tiempo por su conducta. Cómo habrá sido el impacto de la actuación del comandante que en una visita que le hiciera el padre Torbes, capellán de la prisión militar, horas después de los hechos y de un prolongado interrogatorio al que fue sometido, el religioso lo abraza y le susurra al oído: ¡Levántate hijo, en la calle eres un héroe nacional!
El 4 de febrero fue la respuesta consciente, largamente planeada y organizada, de la juventud militar bolivariana al desempleo, el hambre, la desesperación y el saqueo del patrimonio nacional provocados por los gobiernos neoliberales. Fue la reivindicación del caracazo, gran rebelión popular ahogada en sangre, que tres años antes se alzó contra un salvaje paquetazo del Fondo Monetario Internacional. Por cierto, no se ha estudiado suficientemente la importancia de estas dos rebeliones venezolanas, su éxito en desacelerar la ofensiva neoliberal y el vuelco progresista y democrático que imprimieron a la historia de nuestra América, sobre todo a partir de la primera elección de Chávez a la presidencia. El ejemplo y la acción solidaria mancomunada de la Revolución Bolivariana, que se la jugó por rescatar la soberanía nacional y realizar profundos cambios sociales por vía política cuando se había anunciado el “fin de la historia” y de la Revolución Cubana, que, con Fidel al frente había resistido sola el cataclismo del derrumbe soviético y del recrudecimiento del bloqueo, dieron un notable impulso a las luchas antineoliberales y reafirmaron un rumbo de independencia y unidad a nuestros pueblos, que perdura hasta hoy.
Fuente: Telesur