Geo-semiótica con los pies en la tierra.
Tenemos los continentes tapizados con iglesias; todo tipo de misticismos y supercherías nos inundan el paisaje y avanza el creacionismo en no pocos territorios académicos y científicos. Mancias, cartomancias, adivinaciones y esoterismos; brujos, hechiceros y curanderos.
Proliferan las idolatrías, las consejas y las adivinaciones astrológicas; lecturas del café, de la palma de la mano y de los sueños. Por si fuese poco la burguesía pontifica supremacismos a destajo, explica la miseria y el hambre con argumentos “genéticos”; afirma la existencia de la suerte y de los “méritos” como su ontología de clase mientras reitera sus valores y gustos basados en la belleza mágica de la propiedad privada.
Emboscadas fetichistas que cosifican a las personas, como mercancías, para transustanciar a las mercancías cierta personalidad y magia seductora. La realidad acosada.
Espiritismos, individualismos, chauvinismos, futbolísmo, beisbolismo… patrioterismos. Oráculos, oraciones, pensamiento y pesimismo metafísico. Todo ello combinado con series de Disney, Netflix y mafias mediáticas de cabotaje… películas, literatura, radio, prensa… y hombres araña, súper héroes y heroínas, golpes de suerte, revelaciones místicas, películas de terror, marcianos invasores y misiones siderales o cronológicas.
Monoteísmos o politeísmos de ida y vuelta el de un imaginario colectivo infestado de irrealidad. Todo, o casi todo, disfrazado de entretenimiento. Fanatismos multifuncionales.
Necesitamos un “mapa de las subjetividades” capaz de rastrear desde sus bases económicas hasta sus ramificaciones más sutiles, todo el arsenal ideológico burgués que se despliega continentalmente. Quién paga a las iglesias y qué hacen con los diezmos de los fieles; de dónde sacan sus finanzas las fundaciones, organizaciones, centros o movimientos para el escapismo de las realidades.
Quiénes son y dónde operan, de sur a norte de norte a sur. Qué volúmenes financieros se desplazan anualmente y cuáles son los resultados.
Predominan las escuelas básicas, de grado y posgrado, saturadas de conservadurismo y mercantilismo. Las mentalidades científicas están intoxicadas de adoración al imperio a sus sueldos y a sus becas. No pocos se forman en escuelas públicas para arrojarse a los brazos de las iniciativas privadas y de los empresarios y las marcas que tienen éxito monopolio y glamour colonial.
Suelen ser personeros respetuosos de las tradiciones de la patria, la familia, la religión y del estado burgués. Repiten irracionalmente el arsenal completo de los estereotipos ideológicos y económicos del capitalismo. Creen que los pobres lo son por flojos.
Necesitamos graficar, explicar, analizar y transformar el paisaje de la dominación imperial sobre las subjetividades de nuestros pueblos. Es extremadamente peligroso ignorar las artimañas y las emboscadas del enemigo, transitadas semióticamente para derrotarnos sin disparar una sola bala. El sueño uterino del pacifismo burgués.
Destaca la sistemática, y diversificada, tozudez de convencernos con las magnificencias de la economía de mercado, la libre empresa y el individualismo exitoso.
El consumismo y la acumulación como militancias del ser. Nada está al margen de ser usado para convencernos y vencernos, enseñarnos a ser felices con eso, demostrarnos que ellos siempre han tenido la razón, que debemos aplaudirles y reconocer su mundo (qué nos excluye) como nuestra mejor herencia y que eso debemos trasladarlo a nuestros hijos como el más preciado legado para la posteridad.
No queremos un “mapa” desarrollado con la lógica del turismo mercantilizado que muestra las zonas de interés morboso para el placer de los amos. Nuestro mapa debería ser una expedición dialéctica al epicentro de todas las contradicciones del capitalismo colonial y a las entrañas de las luchas con nombres y apellidos.
Se trata de un mapa distinto que, mientras expone la realidad descarnada de la dominación ideológica y la subordinación de subjetividades, explica quiénes y cómo están dando las batallas. Eso es especialmente necesario para combatir todo mesianismo y todo oportunismo que se atreve a decirle a otros cómo deben luchar, qué deben pensar y luego exhibirse como gurús autoproclamados.
Nuestro mapa ha de ser un instrumento para la transformación o será más de lo mismo: nada. No será un mapa plañidero, erudito en el show de la dominación transnacional burguesa. No serán una “guía Michelin” del dolor y la perversidad imperial. Debe ser instrumento educador y base material para precisar el escenario concreto de la batalla semiótica, de la disputa por el sentido.
Y deberá contener fases de consenso producto del escrutinio sistemático hombro a hombro con los protagonistas de la geo-semiótica actual. No una enciclopedia de la subjetividad enajenada, no un “guines record” de la esclavitud simbólica, no un víacrusis para la mea culpa pequeño burguesa. Necesitamos un instrumento de combate contra la enajenación y el colonialismo mental que nos ahoga.
Eso necesita más que buenas voluntades o intuiciones ingeniosas. Eso necesita ser y hacerse política de Estado; necesita ciencia y conciencia, derechos, leyes y reglamentos. Acción semiótica directa y debate productivo abierto permanentemente. Necesitamos un mapa con la verdad de nuestros pensamientos y sentimientos.
De los saberes y las ignorancias más duras y costosas para nuestros pueblos. Un sinceramiento del atraso intelectual y del abuso oligarca que comercia con eso. No es suficiente denunciar las intenciones hegemónicas para amaestrar conciencias, hay que verificar hasta donde se han infiltrado en los espacios rurales, los urbanos y sus combinaciones. Detectar hasta dónde llega la mano que mece la cuna de la enajenación.
Casi todos los frentes de lucha que tienen que batallar contra la dictadura económica del capitalismo, enfrentan también la rémora infernal del aparato ideológico burgués que intoxica, de mil maneras, las cabezas y las energías de los pueblos.
Todo ese aparato ideológico hegemónico tiene como premisas eliminar la capacidad organizativa de los pueblos y su dirección política para transformar al mundo.
Todo apunta contra la consciencia de la clase trabajadora y todo un arsenal de guerra simbólica esté dispuesto para mantenernos entretenidos mientras nos saquean las riquezas naturales, la riqueza del trabajo y la fuerza de nuestra conciencia crítica.
Eso se verifica palmo a palmo, hora tras hora. Ellos dominan los medios y los modos; dominan la velocidad y la ubicuidad. Nosotros no contemplaremos quietos la barbarie simbólica.