Por Carlos Fazio.
Tras su derrota estratégica frente a Irán, el viaje sorpresa de Netanyahu a Washington tendría como fin pasar a otro nivel de confrontación militar
Aferrado a su obsesión por construir el Gran Israel en Medio Oriente, el primer ministro sionista habría buscado convencer a Trump de usar el arma nuclear para terminar con su enemigo regional
Tras la ilegal “guerra de los 12 días” de Estados Unidos e Israel ‑dos potencias nucleares que contaron con la complicidad de Reino Unido, Alemania y Francia‑ contra Irán, puede decirse de manera preliminar que el régimen colonialista y expansionista de Benjamin Netanyahu sufrió una humillante y costosa derrota estratégica. Los datos de la realidad parecen validar esa premisa que contradice la triunfalista versión de Washington y Tel Aviv. Mientras como parte de su estrategia de máxima presión, la administración Trump utilizaba la sexta ronda de negociaciones nucleares como señuelo para distraer y engañar a las autoridades iraníes, el 13 de junio Netanyahu lanzó una guerra híbrida relámpago, altamente asimétrica, que combinó operaciones de inteligencia, militares y mediáticas, y cuyos tres objetivos declarados eran destruir el programa nuclear iraní; desestabilizar el sistema político de la República Islámica para facilitar un cambio de régimen, y degradar el sistema de misiles balísticos de Irán, incluidos sus centros de producción, almacenamiento y lanzamiento.
La trama para justificar el ataque sorpresa israelí fue un informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA ) del 31 de mayo de 2025, que señalaba que los 409 kg de uranio enriquecido al 60% de Irán eran suficientes para “nueve bombas nucleares” si se refinaban. El informe que avivó una tormenta diplomática, se manufacturó con base en el sistema de inteligencia artificial Mosaic, un algoritmo predictivo de caja negra de Palantir, la firma del megamillonario Peter Thiel (miembro del Club de Bilderberg y mecenas y aliado de Trump), financiado por In-Q-Tel, el brazo de capital de riesgo de la CIA y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA ), y desarrollado originalmente para ganar guerras de contrainsurgencia en Irak y Afganistán, no para la supervisión nuclear, que es el mandato del OIEA.
El 6 de junio, otra resolución del OIEA liderada por EU censuró a Irán con 19 votos a favor y 3 en contra, la primera en 20 años, lo que provocó el grito de “teatro político” de Teherán. El 12 de junio Irán filtró documentos que, afirmó, mostraban que el director del OIEA, Rafael Grossi, compartió los resultados de Mosaic con Israel. A pesar del sesgo antiterrorista no verificado y propenso a falsos positivos de Mosaic, el OIEA, un organismo de la ONU que debería ser neutral, dio a Israel la fachada diplomática que necesitaba. Y un día después atacó. Si Israel explotó los datos de Mosaic, como alega la filtración iraní, el OIEA se convirtió en un vector de guerra involuntario.
Como señala un reportaje de Sarah Bils, instalada en la sede del OIEA en Viena desde 2015, la IA de Mosaic analiza más de 400 millones de puntos de datos para producir modelos predictivos del comportamiento nuclear. Eso incluye simulaciones de la capacidad de las centrifugadoras, registros de envíos marcados, personal etiquetado e imágenes de satélite con referencias cruzadas. Sus evaluaciones influyeron directamente en la resolución de censura del organismo del 6 de junio, la primera reprimenda formal a Irán desde la era del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), suscrito en julio de 2015 por la República Islámica y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos) más Alemania, que monitoreaba que el programa nuclear iraní fuera solo para fines energéticos pacíficos.
Según Bils, construido originalmente para identificar la actividad insurgente en Irak y Afganistán, Mosaic infiere la intención hostil a partir de indicadores indirectos -metadatos, patrones de comportamiento, tráfico de señales- y no de pruebas confirmadas. “Cuando se reutiliza para la supervisión nuclear, esa lógica traduce la correlación en alarma”. El hecho de que Mosaic alimente también los sistemas de objetivos de Ucrania (en su guerra proxy con Rusia) y del ejército de Israel en Gaza, hace que su presencia en el OIEA sea aún más explosiva.
¿Éxitos tácticos, derrota estratégica?
La guerra relámpago israelí del 13 de junio se basó, también, en datos de inteligencia satelital del mando de las fuerzas militares de EU en la base al-Udeid, en Qatar, y de inteligencia humana proporcionada por espías infiltrados en el OIEA, que facilitaron los nombres de los científicos nucleares iraníes asesinados y la ubicación de las centrifugadoras subterráneas de las centrales nucleares iraníes de Fordo, Natanz e Isfahán bombardeadas. Como observó Sarah Bils, los algoritmos privatizados no están sujetos a la Carta de la ONU ni al Tratado de No Proliferación. Producen conclusiones sin transparencia, y sus errores acarrean consecuencias.
Como complemento de la agenda militar, la inteligencia israelí desarrolló una campaña de propaganda gris a través del canal satelital Iran International, que mediante reportajes y segmentos noticiosos repetitivos, con portavoces militares israelíes de habla persa, funcionó como un engranaje esencial de las operaciones psicológicas encubiertas dirigidas a fomentar caos, terror, confusión y desaliento dentro de la sociedad iraní, con la intención de minar significativamente la moral y la resistencia nacional. El canal buscó construir una imagen de invencibilidad y poder del ejército agresor, intensificando, a la vez, divisiones étnicas con el objetivo de convertirlas en focos de conflicto interno. A la vez, durante la ofensiva, terroristas, saboteadores y espías electrónicos ligados al Mossad utilizaron la red satelital Starlink, de Elon Musk.
Asimismo, según apunta el filósofo y geopolítico ruso Alexander Dugin, las fuerzas israelíes utilizaron nuevos métodos de guerra y tecnologías militares para infligir pérdidas importantes al enemigo. En particular, como antes en Siria y Líbano, el uso de software espía, lo que le permitió instalar programas de rastreo en los dispositivos electrónicos (medios de comunicación, ordenadores, teléfonos móviles y buscapersonas) de sus principales objetivos: mandos militares y científicos nucleares iraníes, táctica que se combinó con ataques con misiles y drones de combate. El uso activo del “método de los deepfakes” (la creación de imágenes, videos y audios que no son reales pero que lo parecen gracias a una manipulación extrema mediante sistemas de inteligencia artificial multimodales), le permitió obtener ganancias iniciales, con una consecuencia lógica: si los teléfonos y los buscapersonas matan, entonces la IA, en determinadas condiciones, se convierte en un arma.
Tres figuras clave en la planificación del ataque israelí a Irán, fueron el director del Mossad, David Barnea; el comandante de la Fuerza Aérea, Tomer Bar, y el asesor de Seguridad Nacional, Tzachi Hanegbi, quien desempeñó un papel destacado en la obtención del consentimiento del comandante de las Fuerzas Armadas, Eyal Zamir. Se estima que Barnea transformó radicalmente el Mossad, introduciendo innovaciones tecnológicas en materia de seguimiento, rastreo y vigilancia, y en el uso de la inteligencia artificial, que hicieron posibles las operaciones de “decapitación” de los líderes de Hezbolá en el Líbano y de los altos mandos militares en Irán, así como los asesinatos selectivos de líderes de Hamás desde Beirut hasta Teherán. Además, Barnea mantiene una estrecha coordinación con la CIA, que a su vez ha desempeñado un papel fundamental en la preparación de la guerra de doce días. Además del director de la CIA, John Ratcliffe, el general Michael “Erik” Kurilla, comandante del Mando Central de Estados Unidos responsable de la región de Oriente Medio, fue un aliado esencial de Israel dentro de la Administración Trump.
No obstante, si bien las tácticas de conmoción y pavor (Shock and awe) y de decapitaciones, resultado de operaciones de infiltración, sabotaje y acciones terroristas con drones FPV, coches bomba y misiles guiados antitanques de células dormidas al servicio del Mossad, le generaron a Israel algunos éxitos iniciales, los principales objetivos estratégicos trazados, fracasaron. Irán absorbió los golpes, y a partir de una estrategia psicológica-militar calculada, caracterizada por un timing preciso y su contención dentro de un umbral que no empujara al colapso a todo Medio Oriente, fue horadando paulatinamente con enjambres de drones y misiles, los cacareados sistemas de defensa aérea multicapa israelí/estadunidense (Arrow 2, Arrow 3, David’s Sling, Iron Dome y THAAD) y su superioridad tecnológica-militar, obligando al arrogante dúo Trump/Netanyahu a pedir una tregua temporal, rompiendo, a la vez, la imagen de Irán como un Estado vulnerable al castigo sin reacción.
Irán demostró que no responde bajo presión sino que elige su momento y golpea donde duele. Como parte de una guerra de desgaste, sus acciones de retaliación apegadas al derecho a la legítima defensa consagrado en el artículo 51 de la Carta de la ONU, impactaron puntos neurálgicos del complejo militar-industrial israelí ‑con epicentro en bases militares y estructuras vitales de su aparato de defensa e inteligencia‑, sin abrir la puerta a una escalada regional descontrolada. Desde una perspectiva política-técnico-militar, es evidente que el genocida Netanyahu y sus aliados sufrieron un revés vergonzoso. Y ese retroceso, a pesar de todos los intentos por maquillarlo mediáticamente, podría marcar el inicio de una nueva fase basada en la disuasión mutua.
Debido a las estrictas leyes de censura militar, en Israel y el Occidente colectivo se desconoce, en general, que Irán causó daños significativos al complejo de inteligencia militar Kirya en el centro de Tel Aviv, uno de los más fortificados del país; que en Haifa ocupada fue impactado el edificio del Ministerio del Interior responsable de la coordinación militar interna; que los misiles iraníes también golpearon el cuartel general de la inteligencia militar de Aman, cerca de Herzliya, que alberga la sede operativa del Mossad y supervisa unidades de espionaje de élite como la Unidad 8200 (inteligencia de señales), la Unidad 504 (inteligencia humana) y la Unidad 9900 (inteligencia geoespacial). Otros objetivos estratégicos alcanzados fueron la base aérea de Nevatim, en el desierto del Neguev, que alberga la mayoría de los F-15 y F-35 israelíes, además de las bases Tel Nof y Ben Gurion, cerca de Tel Aviv; Ramat David, cerca de Haifa; Palmachim, en la costa mediterránea; y Ovda, cerca de Eilat.
Además, Irán atacó el complejo Rafael Advanced Defense Systems, al norte de Haifa, que fabrica los interceptores de misiles de la Cúpula de Hierro y misiles de crucero y guiados Popeye, Rocks, Spike y Matador. También fueron blancos la zona industrial de Kiryat Gat, importante centro de producción militar de microprocesadores y alta tecnología; el Parque Tecnológico Avanzado Gav-Yam Negev, cerca de Beersheba, sede de empresas especializadas en ciberguerra, inteligencia artificial y tecnologías militares, y el Instituto de Ciencias Weizmann, conocido por su colaboración con el Ejército, el Mossad y el programa nuclear clandestino de Israel en Dimona. Asimismo, fue bombardeada la refinería de petróleo Bazan, ubicada en la bahía de Haifa, que suministra aproximadamente dos tercios del combustible consumido en Israel, y que según reveló la revista especializada Israel Defense, está siendo reconstruida de emergencia, ya que sufrió daños considerables en parte de sus infraestructuras importantes, entre ellas la planta de energía central, las tuberías y los sistemas operativos principales.
Por su parte, medios israelíes como Hadshot Bezman revelaron que la oficina de Netanyahu, en Kirya, ubicado en el corazón de Tel Aviv, también fue alcanzada por un misil iraní, lo que corroboró el diario hebreo Walla, que informó que el despacho del primer ministro y la sede del complejo Kirya, que alberga el estado mayor del ejército israelí, el ministerio de asuntos militares e instalaciones clave de comando militar e inteligencia -a menudo descrito como el “Pentágono” de Israel-, “estarán fuera de servicio durante unos cuatro meses debido a obras de renovación”.
Según el diario The Times of Israel, como resultado de los impactos de misiles iraníes sobre casi 200 inmuebles, se acumularon 800 mil toneladas de escombros en ciudades israelíes. A su vez, el periódico Maariv consignó que, como consecuencia directa del conflicto de 12 días con Irán, la economía de Israel sufrió pérdidas superiores a los 14 mil millones de dólares, lo que afectará gravemente el Producto Interno Bruto.
Y ahora, ¿la opción nuclear?
Todo indica, pues, que en la etapa Israel sufrió una derrota estratégica. Que asistimos a una desesperada y humillante capitulación de Netanyahu, ante un enemigo que estableció un nuevo equilibrio basado en la disuasión mutua. Como agresor, Israel necesitaba alcanzar sus objetivos estratégicos para proclamar la victoria, pero no hubo rendición o cambio de régimen en Irán; el programa nuclear de Teherán continuará, y la capacidad misilística iraní no fue destruida; al contrario, Irán pudo probar en combate el valor estratégico de su arsenal de misiles balísticos, entre ellos los hipersónico. Y lo más importante, es que la República Islámica ha dependido de sí misma para dar una advertencia a sus enemigos. Además, en lugar de debilitar a Irán, el ataque israelí consiguió reavivar la identidad nacional chií e iraní, y encendió un fervor y una pasión nacionales en gran parte adormecidos.
Pero sería absurdo pensar que la guerra ha terminado. Solo hay una pausa. Una tensa pausa militar y geopolítica. Si Israel no puede ganar una guerra convencional contra Irán, entonces deberá pasar a otro nivel de confrontación militar, lo cual podría ser la razón que hubo detrás del inesperado viaje de Netanyahu a Washington, para discutir dos días, cara a cara con Trump, en la Casa Blanca. Según afirmó el exinspector de armas Scott Ritter en el programa del exjuez Andrew Napolitano, la única explicación racional para la visita sorpresa de Netanyahu es “que quiere persuadir a Trump de que lidere la próxima ronda de combates con una bomba nuclear”. De acuerdo con Ritter, la solución podría ser la sustitución de la “bomba antibúnker” convencional por alguna variante de la bomba nuclear B61-11 de bajo rendimiento y penetración terrestre, diseñada para horadar objetivos subterráneos blindados antes de detonar. Se trata de la mejora lógica de las GBU-57 Massive Ordnance Penetrators (MOP) que utilizó el Pentágono el 23 de junio.
Para ello, abundó Ritter, ya existe un plan de guerra diseñado. Aseveró que “(en su primer mandato) se le dijo a Trump que nuestras municiones convencionales no podían hacerlo, que se necesitarían armas nucleares. Así que se desarrolló un nuevo plan de despliegue nuclear para disponer de armas atómicas con las que atacar esas instalaciones. Por lo tanto, creo que Trump probablemente se embarcará ahora en un largo proceso de cambio de régimen (en Irán), pero si fracasa, es posible que no le quede más remedio que dar marcha atrás… o utilizar un arma nuclear”.
En ese contexto, no deja de resultar significativo el regalo que Netanyahu le hizo a Trump en la Oficina Oval: una mezuzá en forma de bombardero B-2 (los aviones utilizados para atacar instalaciones nucleares de Irán el 23 de junio). La mezuzá es un pequeño pergamino con pasajes de la Torá, que se suele introducir dentro de un estuche decorativo para señalar un hogar como judío. Luego de ser bendecido, se coloca en el marco de la puerta como un recordatorio constante de la presencia de Dios y las leyes judías. Con anterioridad, Netanyahu le había obsequiado al presidente de EU un buscapersonas dorado y otro normal, en referencia a los beepers utilizados por Israel para provocar una ola de explosiones en el Líbano a mediados de septiembre de 2024, que dejaron varias personas asesinadas y heridos. No hay duda que el Señor los cría y ellos se juntan.
Como colofón, no está de más recordar que el martes 8 de julio Netanyahu entregó a Trump una carta formal de nominación al Nobel de la Paz. El insólito gesto provocó reacciones de burla y sarcasmo entre los internautas. Vamos, hasta el jardinero mayor de la Unión Europea, Josep Borrell, no pudo evitar reaccionar, y escribió en la red social X: “Un presunto criminal de guerra reclamado por la justicia internacional propone para el premio Nobel de la Paz a su mayor suministrador de armas, con el que está llevando a cabo la mayor limpieza étnica en la región desde el final de la Segunda Guerra Mundial”.