sábado, diciembre 21, 2024
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Venezuela en los BRICS+: su impacto regional.

Por José Ernesto Nováez Guerrero

La emergencia, fortalecimiento y expansión del bloque BRICS en los últimos años ha venido aparejada con la creciente disputa geopolítica internacional, entre las nuevas potencias emergentes en el panorama global y la arquitectura política y económica configurada por la hegemonía norteamericana luego de la segunda guerra mundial y ampliada en los años posteriores al derrumbe de la URSS. 

El BRICS+ está compuesto actualmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, con la reciente adición de Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Egipto y Etiopía. Estos países representan un PIB combinado que comprende el 28 % de la economía global; y con una población que ronda los 3.500 millones de personas, es decir, el 45 % de la población mundial. En su interior se encuentran potencias regionales, economías emergentes e importantes recursos naturales, claves para la consolidación de un nuevo orden global.

Particularmente Rusia y China son dos poderosos motores contrahegemónicos.

Rusia, enfrascada actualmente en un conflicto proxy con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ha demostrado la resiliencia de su economía al habitual recurso sancionatorio —ampliamente aplicado por Estados Unidos y sus aliados en contra de países y proyectos que los adversan—, pero también la fortaleza de su ejército y su industria militar, capaz de sostener una larga guerra de desgaste y revertirla en su beneficio desde el punto de vista militar y productivo. China, por otra parte, es la gran economía global, el país de más rápido y sostenido crecimiento en la última década, capaz de superar en un futuro cercano a los Estados Unidos como potencia económica y comercial. 

El gigante asiático ha dado grandes pasos en lograr desarrollos tecnológicos propios, lo que lo ubica en un lugar puntero en la tecnología de la comunicación, militar y otras importantes áreas. Al mismo tiempo, ha construido un sistema de relaciones internacionales basado en el comercio y el respeto a la soberanía interna de los países, lo cual la ha colocado como el principal socio comercial de África y Asia y en camino a convertirse en el principal para América Latina.

La incorporación de países como Irán y Arabia Saudita no sólo es la entrada de grandes productores de petróleo y gas, también son potencias regionales cuya presencia en el seno del bloque puede ser fundamental para dar una solución negociada y viable a la sostenida crisis en Oriente Medio, a pesar de la presencia conflictiva de Israel, estado genocida que funciona como punta de lanza de los intereses occidentales en la región.

A este bloque es al que Venezuela ha solicitado recientemente su incorporación. La nación sudamericana, acosada por el imperialismo norteamericano y sus aliados europeos y latinos, actualmente embarcados en una campaña para desconocer la legitimidad de su proceso eleccionario recién concluido el 28 de julio y sometida a fuertes sanciones que han deteriorado su economía, ha recibido, no obstante, el reconocimiento a su presidente reelecto por parte de Rusia y China. 

Rusia, en su calidad de presidente pro témpore del bloque, ha extendido incluso una invitación al país para que participe como observador en el próximo encuentro de la organización.

Cabe entonces aquí la pregunta ¿qué tiene Venezuela para ofrecer al bloque BRICS+?

La primera respuesta resulta evidente. Con más de 300 mil millones de barriles de petróleo Venezuela es el país con las mayores reservas probadas de hidrocarburos del mundo. A pesar de la apuesta sostenida en la búsqueda de energías más limpias, el petróleo sigue jugando, y previsiblemente jugará aún en las próximas décadas, un papel vital en el funcionamiento de la economía global. 

A esto se añaden importantes reservas minerales, acuíferas, tierras fértiles, una población con altos niveles educativos y una ubicación geográfica privilegiada con acceso al Caribe, el Atlántico y rutas de comunicación eficientes con Brasil, otro miembro del bloque y Colombia, importante economía regional.

Pero, además, la Venezuela bolivariana de hoy es un importante actor geopolítico regional y global, con amplias y buenas relaciones políticas con el Caribe y un historial de activo antiimperialismo y defensa de la soberanía nacional y la integración regional. 

El fortalecimiento de Venezuela mediante su entrada en el BRICS+ puede significar el fortalecimiento de la posición del país para reactivar mecanismos de integración regional como la UNASUR y la CELAC, de los cuáles Venezuela ha sido un impulsor clave en el pasado reciente.

Abriría la puerta a un fortalecimiento de la izquierda regional, tradicionalmente alineada con la idea de un mundo multipolar y dispuesta a profundizar los vínculos con Rusia y China, percibidos como socios respetuosos con los cuales es posible construir relaciones de mutuo beneficio. Esto permitiría también disputar los planes intervencionistas norteamericanos, intensificados en los últimos tiempos y evidentes en las crecientes giras y declaraciones de altos mandos de su denominado Comando Sur, así como por otros importantes voceros de la política norteamericana. 

En un contexto de disputa hegemónica, erosionar la hegemonía norteamericana en una región que muchos políticos en Washington aún perciben como su patio trasero forma parte de un escenario mucho mayor, en el cual se erosiona y disputa la lógica de dominación de un grupo de países ricos, exmetrópolis en buena medida, y su sistema de relaciones con los países pobres del atribulado sur global. Crea mecanismos también para sortear onerosas herramientas como el FMI y el Banco Mundial, que en la práctica han servido como instrumentos para disciplinar y difundir la lógica neoliberal en beneficio de corporaciones y élites.

La incorporación de Venezuela al BRICS+ forma parte entonces de un proceso en curso en el cual estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo orden, que si bien no está exento de contradicciones en su seno y trae retos significativos, constituye una alternativa necesaria a la dictadura de un Occidente preso de sus propios mitos y dispuesto, en nombre de la idea de “libertad” y “democracia” de sus élites, a invadir países y destruir sociedades para garantizar los ciclos de reproducción ampliada del gran capital.

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