Por Farruco Sesto.
¿En qué punto se perdió la perspectiva sobre Venezuela? Digo, por estas latitudes. Aquellos países de esta región del mundo autodenominada Occidente, que aún tejen sus relaciones internacionales con anacrónico espíritu de superioridad (tal vez una proyección contemporánea de su historia colonial) deberían tratar de comprender, de una vez por todas, que ya Venezuela, de palabra y de hecho, está absolutamente fuera de su entrometido juego.
Y cuando decimos países, nos referimos, dentro de ellos, a gobiernos, instituciones, corporaciones, e incluso a la llamada opinión pública, tan influida por los medios hegemónicos al servicio de las estructuras reales de poder.
A decir verdad, para que se les calme la ansiedad con respecto a Venezuela, esos países deberían entender y aceptar, que ya el país bolivariano está en otra partida. Una partida mejor, mucho más hermosa y prometedora y, desde luego, más interesante que la de ellos.
El ámbito al que pertenece Venezuela no está en otro planeta, sin embargo. Está aquí, en esta Tierra en la que vive la especie humana. Y no es una utopía. Tiene ya contundente existencia real. La de un espacio amplio y diverso, que se vino desarrollando con independencia de los afanes occidentales y sus manipulaciones controladoras. El de la mayoría mundial.
Un mundo nuevo que emerge con fuerza, (este sí que debería llamarse mundo libre) integrado por países de una enorme variedad política y cultural, casi extrema en algunos casos, pero cuya relación entre sí se fue estableciendo con base a dos componentes esenciales.
Uno en lo interno. Y otro, por supuesto, en lo externo, referido a la manera de establecer sus relaciones desde el respeto. Dos reglas básicas, por así decirlo.
En lo interno de los países: la voluntad de un ejercicio absoluto de la soberanía, sobre la base de un sentido de la dignidad asumido totalmente. Una soberanía más firme, cuanto más sostenida venga por las bases sociales que le dan soporte y aliento. Y en esto Venezuela no tiene vuelta atrás. Para cualquier observador imparcial, es evidente que ya ninguna fuerza imperial y neocolonial puede imponerle condiciones, ni someterla a chantajes. Se encontraría, como de hecho se encuentra, con la rebeldía profunda de un pueblo que se sabe libre.
En lo externo, la asunción de una manera de relacionarse basada, como decíamos, en el respeto al otro y la comprensión de las diferencias, el diálogo en condiciones de igualdad, la no injerencia en los asuntos internos de los otros países y la búsqueda de la paz. Todo eso dentro de la legalidad internacional, en procura de lo que los dirigentes chinos llaman prosperidad compartida, en el marco de un desarrollo global inclusivo y sostenible.
Este es el mundo en el que Venezuela encajó a plenitud, con un sentido de pertenencia a él por derecho propio, que su diplomacia bolivariana de paz como instrumento que le sirve incluso para relacionarse con sus enemigos.
¿Quiere decir esto que en Venezuela se acabaron los problemas, tanto aquellos de índole estructural como los inducidos desde fuera, que son la mayor parte? No. Lo que quiere decir es que Venezuela eligió el camino correcto para superarlos.
Tal como lo afirmaba el Presidente Maduro en estos días, Venezuela entró en una nueva etapa, de la mano de un gran pueblo, con el plan de las Siete Transformaciones para construir una patria estable, próspera y productiva.
Claro está que sigue siendo un país bloqueado, sancionado, agredido, calumniado, y sometido a todo tipo de acusaciones e intrigas. Pero el hecho real es que, a pesar de todo eso, Venezuela fue aprendiendo a desarrollar su economía en ese escenario. Cuenta además con una sólida unión de pueblo consciente, gobierno y fuerza armada (pueblo ejerciendo el poder, pueblo hecho soldado), establecida sin ninguna clase de fisuras, que garantiza la estabilidad interna. De manera que no hay fuerza exterior alguna que pueda afectar su proyecto de convertirse en un país potencia.
Como se sabe, o debiera saberse, en las últimas elecciones generales, las fuerzas bolivarianas, conquistaron 23 de las 24 gobernaciones. Y obtuvieron 253 diputados contra 29 de la oposición. ¿Qué significa esto, sino que el poder político del pueblo se consolidó en Venezuela de un modo prácticamente irreversible?
En términos económicos, Venezuela es el país latinoamericano con mayor crecimiento sostenido en los últimos años. Eso a pesar del bloqueo y las ilegales restricciones para la exportación de hidrocarburos impuestas por el gobierno de los EEUU.
Así, con su voluntad de integración en el sur global, Venezuela pertenece ya, de hecho, a ese otro mundo más humano y sabio que se consolida.