jueves, noviembre 21, 2024
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VENEZUELA: EL FIN DE LOS PUENTES POSIBLES. POR MARCO TERUGGI

Estados Unidos cumplió con los peores pronósticos: redobló el ataque contra Venezuela en momento de la mayor conmoción global conocida en los últimos tiempos. La posición estaba anunciada desde el inicio de la pandemia cuando, a través de un artículo editorial del Washington Post, realizó un chantaje criminal, el de levantar las “sanciones que estrangulan la industria petrolera” si Nicolás Maduro llamaba a elecciones presidenciales.

Estaba claro entonces que no levantaría medidas del bloqueo económico, sino que, al contrario, lo utilizaría para intentar colapsar al país y usar esa moneda como forma de hacer ceder al gobierno. Aún contra un consenso mayoritario en contra de esa medida, como expresaron, por ejemplo, Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Naciones Unidas, o Alberto Fernández, presidente argentino, y el Grupo de Puebla.

Sin embargo, la decisión de poner precio a la cabeza de Maduro, por 15 millones de dólares, a la de Diosdado Cabello, por 10 millones, terminó de evidenciar la decisión de quemar los últimos puentes posibles en estos momentos.

La acusación sobre la cual montaron la operación de enjuiciamiento, anunciada por el Fiscal General norteamericano, William Barr, careció de cualquier credibilidad. Acusar a Venezuela de “inundar con cocaína” las calles de Estados Unidos no tiene sostén en los números del tráfico de droga de América Latina hacia Estados Unidos.

La credibilidad no fue el objetivo del anuncio de pedido de captura. El objetivo de la acción fue, por un lado, dejar blanco sobre negro que Estados Unidos no contempla acuerdo posible en el cual estén figuras claves del proceso bolivariano que son objetivos judiciales y militares.

Por otro lado, se trató de oficializar el intento de operaciones directas sobre la dirigencia: asesinatos, extracciones, secuestros. Los resortes del poder norteamericano cuentan para eso con instrumentos a la medida: contratistas, mercenarios, grupos paramilitares, el entramado de poder colombiano que ofrece apoyo, territorio, logística, cobertura.

El caso concreto de esos intentos fue evidenciado con la confesión de Cliver Alcalá, un ex mayor general venezolano, prófugo en Colombia, que confesó estar al frente de una de las operaciones que buscaban constituir una “unidad militar” para realizar acciones militares en Venezuela.

Pero, con este anuncio, Estados Unidos también reforzó su propia legalidad, que le permite desplegar operaciones encubiertas con respaldo institucional.

El plan norteamericano es buscar aumentar la combinación de asfixia económica con acciones de fuerza para lograr quebrar la actual correlación de fuerzas en Venezuela. Ésta última, contra los pronósticos golpistas, se consolidó a favor del gobierno en los últimos meses, lo que también explica la decisión de poner precio público a las cabezas del presidente y de Cabello, entre otros.

En este contexto el gobierno venezolano cuenta con elementos a su favor, como es, por ejemplo, que el arco mayoritario de la oposición esté opuesto al bloqueo y sea favorable a los diálogos para encontrar soluciones comunes. Esta posición se amplía en estos momentos de pandemia y de unidad nacional.

El proceso tiene entre sus fortalezas un núcleo de dirigencia que no ha cedido, una estructura organizativa popular que ha permitido sortear graves momentos -como el del desabastecimiento en años anteriores- y un poderío militar que la combinación de promesas y amenazas norteamericanas no han logrado quebrar.

Y Venezuela cuenta también con las relaciones geopolíticas estratégicas establecidas con Rusia, China y Cuba, centrales ante el coronavirus, el bloqueo -en un marco de crisis económica global y desplome petrolero- y operaciones militares en marcha desde las sombras.

El país se encuentra ante un nuevo escenario de dificultades agudas. Estados Unidos, busca hacer de estas tormentas una oportunidad de derrocamiento. No sorprende que así sea. La ofensiva norteamericana en el continente no se detendrá. Han logrado el golpe en Bolivia en el 2019, intentan ahora -y nuevamente- un nuevo desenlace sobre el proceso bolivariano.

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