Una vez más, los misiles del imperio apuntan contra los pueblos.
Como anunció la Cancillería de la República Bolivariana de Venezuela, este 12 de septiembre «el buque «Carmen Rosa», tripulado por nueve humildes pescadores atuneros, que navegaba a 48 millas náuticas al noreste de la Isla La Blanquilla, en aguas pertenecientes a la Zona Económica Exclusiva (ZEE) venezolana, fue asaltado de manera ilegal y hostil por un destructor de la Armada de los Estados Unidos».
En esta ocasión, el brazo fue el USS «Jason Dunham» (DDG-109), equipado con potentes misiles de crucero y tripulado por marines altamente entrenados.
En sus sacudidas por mantener la hegemonía mundial, en los esfuerzos por invisibilizar sus crímenes en el plano interno contra los migrantes, en su vocación por barrer bajo la alfombra los sistemáticos tiroteos, asesinatos políticos y escándalos de corrupción; el actual Gobierno de los Estados Unidos echa mano a las más hostiles tácticas y, construyendo cualquier pretexto, sería capaz de repetir incursiones como las de Hiroshima y Nagasaki. Las máscaras pacifistas de Donald Trump se deshacen, y no solo en su discurso.
Desde Cuba, donde hemos sufrido más de seis décadas de las más diversas expresiones de agresión, manifestamos nuestra solidaridad al hermano pueblo y el Gobierno venezolanos.
El despliegue militar de los Estados Unidos en el Caribe es una amenaza contra todos nuestros pueblos. Las bombas y las armas no distinguen militancias políticas ni edades; ahí están Granada, Santo Domingo, Panamá y Palestina para confirmarlo.
Capítulo cubano de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos sociales En Defensa de la Humanidad y de la Internacional Antifascista
(RedH)