Casi ocho años después del inicio de la guerra en Donbass, cuando, temeroso de la repetición del escenario que se había desarrollado en Crimea semanas antes, el Gobierno provisional ucraniano envió al Ejército para resolver por lo militar un problema político, ha comenzado una nueva y aún más peligrosa fase. En este tiempo, voluntarios rusos, posiblemente también soldados de empresas privadas y una ayuda militar que siempre se ha negado han permitido la supervivencia de la RPD y la RPL en sus formas actuales. Desde 2014, pero especialmente desde 2015, Rusia había hecho lo suficiente para garantizar que no fuera a producirse una derrota militar de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, pero garantizando siempre que no pudiera producirse ningún contraataque serio hacia posiciones ucranianas.
El objetivo, hasta el brusco y reciente cambio de actitud por parte de Moscú, había sido obligar a Kiev a negociar esa salida a una guerra que, con el paso de los años y especialmente en los últimos meses, se ha convertido en parte de un conflicto más amplio entre Rusia y la OTAN. Así lo ha querido también Estados Unidos, que ha centrado en Ucrania las pocas negociaciones sobre la seguridad en Europa que se han producido tras la presentación de las propuestas rusas.
Abandonado de forma abrupta esta semana el proceso de Minsk tras siete años de tenaz insistencia en una negociación entre Kiev, Donetsk y Lugansk que Ucrania y sus socios occidentales nunca iban a aceptar y rotas -debido al reconocimiento ruso de la RPD y la RPL, pero aún más ahora- las negociaciones con Washington, Moscú busca ahora por la fuerza militar garantizar la no expansión de la OTAN a Ucrania y que el país no pueda ser utilizado como trampolín contra Rusia.
Ahora, una pequeña guerra hasta el momento contenida en un mínimo territorio, con un número de víctimas que de ninguna manera se acerca al que han dejado conflictos muchos más sangrientos como el de Siria o el de Yemen, pasa a una nueva fase. Con un largo discurso pronunciado a altas horas de la noche, el presidente ruso Vladimir Putin ha anunciado que ha dado la orden de iniciar una operación militar en Ucrania. En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en términos similares a los empleados por el jefe de Estado, Rusia ha defendido el uso de la fuerza apelando a la autodefensa. Rusia no busca, han insistido, la ocupación de Ucrania, pero sí su desmilitarización y desnazificación. Vladimir Putin ha vuelto a insistir tanto en la defensa de la población de Donbass como en los treinta años de intentos de lograr una arquitectura de seguridad en Europa que no estuviera dirigida contra Moscú.
Unas horas antes, apenas dos días después del reconocimiento ruso de la RPD y la RPL, el Kremlin había publicado la solicitud de Donetsk y Lugansk de asistencia militar rusa presentada este martes. Desde la proclamación de su independencia tras los referendos del 11 de mayo de 2014, las Repúblicas Populares siempre habían apelado a Rusia en busca de reconocimiento y ayuda, que en estos años se ha traducido fundamentalmente en apoyo político y humanitario, con un menor componente militar. Su seguridad -y quizá extender su territorio hasta las fronteras de las antiguas regiones de Donetsk y Lugansk- es ahora uno de los argumentos para justificar la acción militar rusa, que en estas primeras horas de intervención se está centrando en la destrucción de la infraestructura militar ucraniana.
Tras casi ocho años de bombardeos, un bloqueo económico con el que Ucrania ha tratado de destruir la poca economía que pudiera quedar en la zona y el maltrato generalizado de un Gobierno que decía considerarles compatriotas, Donetsk y Lugansk no son ya las ciudades acosadas sino las que ven alejarse el peligro de los bombardeos nocturnos que aún se producían en sus afueras. Y tras ocho años de presentar la guerra en Donbass como una guerra contra Rusia, la intervención militar rusa hace realidad lo que hasta ahora era tan solo una ficción con la que conseguir más ayuda de sus socios y justificar el mantenimiento del estado de guerra en una parte del país.
En estas primeras horas, Rusia insiste en no estar realizando ningún ataque contra las ciudades ucranianas. Como muestran también los testimonios de la prensa, que está reportando en tiempo real el lugar de las explosiones, los ataques con misiles se han limitado, al menos hasta ahora, a instalaciones militares, bases del Ejército Ucraniano, aeródromos militares y la defensa antiaérea. Han podido escucharse explosiones primero en ciudades del este como Járkov o Dnipropetrovsk, aunque también en Borispol y más adelante en ciudades del oeste de Ucrania como Lutsk o Vinnitsa. También han sido atacados objetivos en Mariupol, principal ciudad de la zona de Donbass controlada por Ucrania. Al amanecer podrá comprobarse cuál es la situación en el aeropuerto de Kiev o si se confirman rumores de que tropas rusas han desembarcado en Odessa, cruzado la frontera en la región de Járkov o capturado incluso la ciudad portuaria de Mariupol, donde en mayo de 2014 se produjeron las primeras masacres. Por el momento, el Ministerio de Defensa de Ucrania afirma que todo está bajo control, niega que se haya producido desembarco ruso alguno en Odessa y afirma estar “repeliendo un ataque aéreo del invasor”. El Ministerio del Interior afirma, según cita CNN, que ya se han producido «cientos de bajas». Rusia, por su parte, niega las afirmaciones ucranianas de pérdidas de varias aeronaves y helicópteros y afirma haber neutralizado la aviación ucraniana.
En su discurso de anuncio del inicio de la operación militar, Vladimir Putin ha exigido a los militares ucranianos deponer las armas y ha insistido en que Rusia no busca imponer su voluntad ni pretende una ocupación del país, pero ha culpado, como ya hiciera en su discurso del lunes, al régimen ucraniano de cualquier derramamiento de sangre. “Vuestra lealtad es al pueblo ucraniano, no a las élites nazis y a los grupos de poder. Deponed las armas, seréis libres para volver con vuestras familias. La responsabilidad de cualquier derramamiento de sangre recaerá sobre el régimen ucraniano”, afirmó el presidente ruso.
Ucrania, por su parte, ha apelado a la unidad y la defensa del país. Se ha cerrado el espacio aéreo -todo indica que Rusia va a imponer en estas primeras horas una zona de exclusión aérea- y se ha impuesto la ley marcial. En su intervención en el Consejo de Seguridad, el representante ucraniano se ha dirigido directamente a su homólogo ruso afirmando que “no hay purgatorio para los criminales de guerra. Van directamente al infierno, embajador”. “Ganaremos a todos porque somos Ucrania”, ha afirmado en estas últimas horas Zelensky, que ha podido conversar con el presidente Biden, que prometió imponer más sanciones contra Moscú ahora que sí ha cruzado la frontera de Ucrania y ha utilizado la fuerza militar en el país vecino. Como Kiev lleva exigiendo ocho años, el Gobierno ucraniano exige que Rusia sea inmediatamente expulsada del sistema de pago internacional SWIFT.
Es demasiado pronto para saber realmente cuáles son los planes rusos para Ucrania tras este ataque generalizado a la infraestructura militar ucraniana, pero puede decirse ya que transcurre siguiendo el guion de la intervención rusa del año 2008 en Georgia. En aquel momento, la intervención rusa neutralizó la infraestructura militar georgiana, capturó con gran facilidad las bases de la aviación georgiana y aseguró el territorio de Abjasia y Osetia. La guerra no resultó en la ocupación de Georgia ni la toma de ciudades y tuvo como principal consecuencia el reconocimiento ruso de los territorios de facto independientes. Se puede decir también que la guerra en Donbass tal y como se había producido hasta ahora ha terminado. Ha comenzado un proceso completamente diferente y cargado de nuevas incertidumbres y consecuencias que comenzarán a esbozarse en las próximas horas. Los próximos días dirán también si el Gobierno ucraniano tenía una estrategia para responder a este ataque y si es capaz de mantener el poder, la unidad de las fuerzas armadas y el control sobre el país.
Fuente: Slavyangrad
Tomado: Resumen Latinoamericano