Por Farruco Sesto.
Un militante bolivariano, hombre o mujer, chavista, antifascista, antiimperialista, siempre está en batalla por la revolución. En una batalla que es poliédrica, por así decirlo, y valga la imagen, porque se da en muchos planos a la vez.
Es una batalla de clase, para expresarlo en términos correctos, por la causa de los trabajadores.
Es una batalla política para defender y acrecentar el poder popular. (¿Puede haber algo de carácter más democrático?)
Es una batalla patriótica por la soberanía plena y la independencia absoluta. Y con mayor razón en un país bloqueado y agredido,
Es una batalla histórica, para construir el socialismo y derrotar cualquier forma de opresión, de las de siempre o de las que puedan aparecer.
Es una batalla cultural muy profunda, para entretejer nuevas relaciones humanas basadas en la dignidad de todos y de cada uno, en una sociedad de iguales. Siempre aferrado a los poderes creadores del pueblo.
Y es una batalla geopolítica, por un mundo de cooperación y paz, a partir de la conciencia activa de que nuestra lucha concreta, así sea en una escala local, está conectada con la de todos los pueblos. Lo cual, en definitiva, la identifica como una batalla por la humanidad.
Pero esa batalla poliédrica de muchos planos tiene también, a su vez, diversos escenarios de actuación, ninguno de los cuales puede ser descuidado.
El que prevalece en los días que corren es el que corresponde a la dimensión electoral de nuestro proceso revolucionario. Un militante chavista, se vuelca a ella, es decir, a la batalla electoral, como si de la victoria dependiera la vida.
Y en verdad es así. Porque son unas elecciones en guerra en un país de paz. Y de ganarlas o perderlas puede depender la vida misma de la patria, de las comunidades, de las familias y de todas y todos nosotros. Una vida cargada de sentido, que valga la pena vivirla a plenitud.
El domingo, 25 de mayo, dos grandes elecciones generales nos convocan. Las elecciones integrales de los diputados y diputadas a la Asamblea Nacional. Y, al mismo tiempo, las de los gobernadores o gobernadoras de los estados, junto a los legisladores y legisladoras de los Consejos Legislativos Regionales.
No es poca cosa. El planteamiento es claro: Hay que ganar todas las gobernaciones. Y hay que conquistar la mayoría absoluta tanto en la Asamblea Nacional como en los Consejos Legislativos de los estados.
Ello es sumamente importante para consolidar la revolución.
¿Qué hace en este caso el militante chavista?
Lo resumo en tres o cuatro líneas: lo primero que hace es convertirse en Chávez. Lo cuál quiere decir que pasa a echarse todos los problemas de la campaña electoral sobre la espalda. Y todas las responsabilidades. Se hace alma y cuerpo colectivos. Igual que Chávez. Analiza, decide, y ocupa su lugar en la batalla.
Así, el militante, hombre o mujer, entra en campaña por la victoria de sus candidatas o candidatos, con la fuerza moral de saber que son condición y garantía del ejercicio del poder popular.
No se descuida un solo segundo. El militante sabe que, de su trabajo, unido a los de sus compañeros, depende la victoria.