El sangriento golpe de Estado de febrero de 2014 en Ucrania, organizado por Estados Unidos (EU), permitió convertir a ese país, de facto, en una plaza de armas de la OTAN, enfilada a empujar a Rusia a una guerra prolongada y desgastante como lo fue Afganistán para la antigua URSS.
No conforme con las 5 oleadas de expansión de la alianza hacia las fronteras rusas, ni con el emplazamiento de dispositivos coheteriles en República Checa y Polonia, Washington entronizó en Kiev una pandilla de ultranacionalistas, rusofóbos y neonazis, el equipo idóneo para cumplir con su plan bélico antirruso a costa de vidas ucranianas.
No es casual que el golpe fuera respondido con grandes protestas en Crimea y las ciudades del este de Ucrania, asiento de gran cantidad de rusos étnicos o ucranianos rusófonos, que desembocaron en referendos en que una mayoría expresó su deseo de unirse a Rusia. Esto llevó a la brutal represión de los rusófilos por parte de los ultranacionalistas y neonazis, al levantamiento armado en las repúblicas populares autoproclamadas de Donetsk y Lugansk y finalmente a una guerra salvaje de ocho años del ejército ucraniano y los batallones neonazis contra esas republicas, que ha costado la vida de cerca de 15 mil personas.
Prólogo del neofascismo mediático ahora implantado a escala universal, fue casi nada y sesgado lo que informaron los medios occidentales sobre el origen de ese conflicto y los crímenes de las fuerzas ucranianas. Los mismos que, jugando con sus emociones, ahora afligen y manipulan a sus incautas audiencias contra los supuestos crímenes de guerra rusos en Ucrania. A la vez, en otra muestra del sesgo neofascista que ha adoptado, “occidente” saca del aire, de YouTube y censura en otras redes a las exitosas RT, Sputnik y otras fuentes de información rusas. Prohibido otro relato que el otaniano.
Sospechosamente, el gobierno de Ucrania tardó cuatro días después de la retirada de las tropas rusas de Bucha, en dar a conocer la aparición de cadáveres regados por calles principales de esa localidad contigua a Kiev, supuestamente de personas ultimadas por los rusos. Curiosamente, después de la retirada, el acalde de Bucha había expresado su inmensa alegría por la marcha de los rusos sin referirse nunca a los cadáveres ni a crímenes de guerra. A todas luces, se trata de un montaje.
Los “crímenes de guerra” de Bucha fueron convenientemente utilizados por EU para, en un clima sicológico deliberadamente creado, promover una resolución de la Asamblea General de la ONU que permitiera la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos(CDH) del organismo –temporal, dijeron, hasta que se presentara una investigación. Es el “primero disparo y después pregunto”. Ya para entonces, basándose en informes y videos cuestionados por expertos como el prestigioso exmarine y exinspector de armas de la ONU, Scott Ritter, había millones de incautos, transidos de dolor e indignación por los civiles ucranianos víctimas de la supuesta barbarie rusa.
Prueba irrefutable del neofascismo comunicacional que pretende imponer EU en el mundo, basándose en esa misma versión mediática y sin que existiera informe oficial alguno de una instancia de la ONU, la potencia norteña impuso la exclusión de Rusia de la CDH. Una descarada agresión a los principios del derecho internacional por la potencia que, de lejos, más intervenciones militares, genocidios y millones de muertos carga en su haber producto de las innumerables guerras de agresión que ha lanzado desde sus albores. Por ejemplo, procedió al genocidio de la población originaria del actual territorio estadunidense y, poco después, a la anexión de más de la mitad del territorio de México.
Washington esperaba un gran respaldo a su propuesta y aunque obtuvo 93 sufragios a favor, es muy significativo que 24 países hayan votado en contra y 58 se hayan abstenido sobre su casi ininteligible proyecto. Votó, claro, a favor, la bochornosa comparsa europea, cuyos integrantes compiten en servilismo y un grupo de gobiernos sumisos o muy débiles. Pero tal vez nada evidencie tan claramente el neofascismo mediático de EU y sus socios como el insensato propósito de aplastar a Rusia y todo lo ruso, comenzando por sus extraordinarias contribuciones y exponentes del arte, la literatura, el pensamiento, la ciencia y el deporte.
Todo esto revela el pánico que produce a Washington y sus compinches la ya indetenible transición hacia un mundo multipolar, multicéntrico y mucho más democrático en el que Rusia y China ocuparán un papel muy relevante. A Putin se le culpa de todo lo malo que pasa en el mundo. Así, la inefable vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, lo hizo responsable de la desbocada inflación que el imperio arrastra desde meses antes de la guerra en Ucrania y que sus insensatas e ilegales “sanciones” a Rusia dispararán más, imponiendo graves penurias y hambre a todos los pueblos.
Fuente: Telesur