viernes, junio 13, 2025
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Ucrania: Entre Trump y el estado profundo.

Por Carlos Fazio.

La guerra proxy de las administraciones Biden y Trump contra Rusia en Ucrania, que desde 2014 ha contado con la colaboración activa de la OTAN y el suministro de inteligencia, armas y recursos millonarios a Kiev, ha entrado en una fase de signo incierto a corto plazo. Aunque analistas predicen que una ofensiva rusa en todas direcciones sobre la línea del frente podría culminar con una victoria del Kremlin para el verano o principios de otoño, el recrudecimiento de sabotajes de corte terrorista, incluida la voladura de puentes al paso de trenes de pasajeros, así como ataques asimétricos con drones contra objetivos militares en Rusia, por parte de Ucrania, podría dilatar el desenlace. 

El 1º de junio, víspera de la segunda reunión de negociadores rusos y ucranios en Estambul, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) reivindicó ataques con enjambres de drones FPV (de pilotaje con visión remota) contra cinco aeródromos militares rusos, superando el umbral de una respuesta nuclear del Kremlin, lo que provocó la urgente conversación telefónica, el miércoles 4, entre Trump y Vladimir Putin. Trump confirmó que Rusia respondería a esos ataques con “firmeza”. 

La Operación Telaraña (Spiderweb) del SBU implicó el ataque con drones contra infraestructura y capacidades militares críticas relacionadas con la disuasión estratégica de Rusia. En particular, habrían sido alcanzados una decena de bombarderos Tu-95, Tu-22 y Tu-160, y un avión de alerta temprana A-50, un golpe táctico simbólico de Kiev, amplificado como “espectacular” a nivel propagandístico por los medios hegemónicos occidentales. (Junto con los submarinos atómicos y las lanzaderas y silos en tierra, los bombarderos estratégicos forman la tríada nuclear rusa.) 

Según Scott Ritter, ex agente de inteligencia del cuerpo de marines de EU, la envergadura de la operación sería el equivalente a que un actor hostil lanzara ataques con drones contra los bombarderos B-52H de la Fuerza Aérea de EU estacionados en la Base Minot en Dakota del Norte y en la Base Barks dale en Luisiana, y los bombarderos B-2 estacionados en la Base Whiteman en Missouri. 

Para Ritter, el SBU no podría haber atacado sin la aprobación y la asistencia operativa de los servicios de inteligencia estadunidenses y británicos (CIA y MI6), que han entrenado a las fuerzas especiales ucranianas en guerrilla y guerra no convencional, y habrían participado en las fases de planificación y ejecución de ataques anteriores contra el puente de Crimea y la base aérea Engels, que fueron los detonantes para la emisión de las modificaciones de la doctrina nuclear rusa en 2024. 

El experto brasileño Pepe Escobar coincidió con Ritter en que se trató de una operación de EU y Reino Unido, en especial del MI6. Lo que no está claro, dijo, es si Trump estuvo al mando. Si Trump lo sabía, constituiría una declaración de guerra a Rusia. La otra variable conduce a grupos del Estado profundo (deep state), el gobierno clandestino integrado por por una burocracia transpresidencial, jerarcas del Pentágono, la CIA, Wall Street y corporaciones, que siguen operando aun desde el entorno cercano a Trump, como el secretario de Estado, Marco Rubio; el recientemente destituido ex asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, ahora embajador en la ONU, y el enviado especial para Ucrania, general retirado Keith Kelogg, y uno de cuyos representantes más belicistas es Lindsey Graham, senador republicano por Carolina del Sur. 

Jeffrey Sachs, economista y analista geopolítico, aseveró que EU seguramente sabía con antelación de los ataques porque se trató de una operación “obviamente apoyada por la CIA y el MI6”. Escobar y Sachs parten de que el Tratado START vigente estipula que los bombarderos estratégicos deben ser visibles para los medios técnicos nacionales de verificación, como los satélites (de allí que estaban estacionados sobre las pistas), para permitir la supervisión de las dos partes (EU y Rusia). Ergo, Washington sabía la ubicación de la flota aérea estratégica rusa y sus bases. 

El momento elegido para la Operación Telaraña y los sabotajes terroristas contra infraestructuras críticas fue claramente diseñado para reforzar posiciones de Kiev en la reunión ruso-ucrania en Estambul; forzar una respuesta rusa dura, eventualmente nuclear, junto con la retirada de Moscú de la mesa de negociación; agotar los sistemas de defensa antiaérea que cubren las regiones de retaguardia de Rusia, y sabotear deliberadamente el proceso de acercamiento entre Trump y Putin. 

Hasta ahora, Rusia ha respondido de manera metódica al terrorismo, sabotajes y provocaciones de Ucrania y la OTAN con una paciencia y determinación. Muchos han interpretado esa postura como debilidad, algo que puede haber influido en la decisión de Ucrania y sus facilitadores occidentales de llevar a cabo esa operación, que vulnera la Doctrina de Disuasión Nuclear rusa que, entre otros lineamientos, prevé el uso del arsenal nuclear en caso de “acciones de un adversario que afecten infraestructura estatal o militar críticamente importante de la Federación Rusa, cuya desactivación perturbaría las acciones de respuesta de las fuerzas nucleares”. 

Si bien el espectro de la tercera guerra mundial puede parecer exagerado, Trump, quien a golpes de realidad ha descubierto el arte de la negociación políticodiplomática –y quien por su pragmatismo da por perdida la guerra en Ucrania, pero no quiere asumir sus costos–, expresó el 6 de junio su esperanza de que el conflicto no se convierta en nuclear, y reconoció que Zelensky dio la razón a Putin para “bombardear (a Ucrania) hasta el infierno”. Siguieron dos días de ataques masivos combinados rusos sobre objetivos militares en el territorio ucranio, incluida Kiev, su capital, aunque no con la contundencia que Trump y Escobar esperaban. 

El Kremlin, que activó los sistemas de comunicaciones reservados para la guerra nuclear, sigue reservándose sus mejores armas, mientras evalúa cómo derrotar la nihilista (Emmanuel Todd dixit) guerra sin fin del Estado imperial (acicateada por el deep state con apoyo de la OTAN y la Comisión Europea en Bruselas: los halcones con esteroides Mark Rutte y Ursula von der Leyen), sin desencadenar una tercera conflagración contra el Occidente colectivo. A su vez, Zelensky se quejó de que EU transfirió a Medio Oriente 20 mil misiles destinados a Ucrania, pero por alguna razón no acepta 6 mil bolsas (con cadáveres de sus soldados) enviadas por Rusia, que aguardan en camiones refrigerados en un punto de la frontera común.

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