miércoles, octubre 16, 2024
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Procesos fascistizantes contra el ciclo progresista en Nuestra América.

Por Paula Klachko.

Forma parte del conocimiento acumulado de las ciencias sociales la afirmación de que el fascismo fue una forma concreta o histórica específica de estado capitalista de excepción. Este fue forjado por burguesías monopólicas que habían llegado tarde al reparto del mundo en la fase crítica de descomposición del imperialismo clásico, que, junto a la amenaza que suponía la creciente movilización política del proletariado, encontraron en esa forma autoritaria de reorganización estatal un modo de resolución de su crisis hegemónica. El fascismo en Italia y Alemania fue la contrarrevolución de las burguesías monopólicas que contaron para ello con la movilización de masas pequeño burguesas[1]. Ello se dio en un contexto de una Europa arrasada por la primera guerra, los ascensos de los movimientos populares y revolucionarios luego de la revolución rusa y los impactos de la crisis capitalista del 30.

También se sabe que ni siquiera hace falta que se desarrolle un proceso revolucionario de las clases sojuzgadas, sino cualquier tipo de cuestionamiento o intentos reformistas, para que las clases dominantes reaccionen con violentas contrarrevoluciones.

Pues, salvando las distancias con la experiencia clásica del fascismo y el nazismo, que fueron una forma concreta y específica de formaciones sociales económicas de capitalismo desarrollado, podemos encontrar algunos paralelismos para ayudarnos a comprender y a combatir los procesos fascistizantes que las clases dominantes occidentales intentan desatar en Nuestra América. De hecho, han llegado constituir personificaciones e instrumentos políticos eficaces que lograron ser gobierno en vastos territorios, como lo fue el que encabezó Bolsonaro en Brasil, o ahora Milei en Argentina, entre otros casos. Y en aquellos países donde las personificaciones neo-fascistas no gobiernan, juegan el rol de oposiciones violentas que reemplazan a los golpes de estado militares o con apoyo militar cuando estos fracasan o no hay condiciones para ir por ese camino.

Aquí nos proponemos, muy brevemente, ofrecer algunas claves de interpretación que pudieran servirnos para profundizar los debates. Consideramos que el impulso fascistoide como reacción de las oligarquías financieras trasnacionales y de los grandes grupos económicos locales responde a:

1. El declive de Estados Unidos como centro imperialista que dominó por un siglo la economía capitalista global, y la transición geopolítica como resultado de la emergencia y consolidación de diversos componentes de las cúpulas oligárquicas con base en Estados Unidos por un lado, y en la República Popular de China por el otro. Ambos estados como expresión de alianzas de clase distintas con proyectos divergentes en cuanto a los modos de desarrollo y expansión de sus intereses. La potencia en declive intenta asegurarse y resguardarse “naturalmente” en lo que considera su retaguardia: América Latina y el Caribe.

2. La crisis capitalista financiera de 2008, reforzada en pandemia, que encontró su resolución profundizando, mediante un salto tecnológico de las fuerzas productivas, las tendencias deshumanizadoras como el crecimiento de la población sobrante desde el punto de vista del capital, la pauperización y miseria de masas a escala planetaria -con sus respectivos movimientos migratorios y nuevas formas de la guerra- y, su contracara, la brutal concentración del capital y la riqueza. Dicho salto tecnológico a su vez refuerza y renueva las necesidades de rapiña de nuestros recursos, insumos y bienes estratégicos.

3. La crisis orgánica, de hegemonía y de representación -arrastrada desde hace dos décadas- que, junto al desarrollo de enfrentamientos sociales, posibilitaron la configuración de fuerzas social-políticas que plasmaron el ascenso de un ciclo histórico progresista[2] a inicios del siglo XXI en la región, en el que los bloques dominantes perdieron terreno institucional. Con variaciones en cada territorio, se encuentran aún en la búsqueda por consolidar herramientas políticas que logren reorganizar los aparatos estatales a favor de una gobernabilidad mas estable y netamente a favor de los intereses del gran capital financiero. Pretenden retomar la senda de las plusvalías extraordinarias y las rentas extraordinarias de la tierra y la extracción de recursos estratégicos a bajo costo, como ha sido clásicamente en las periferias.

4. La reacción contrarrevolucionaria contra ese ciclo político progresista, que a pesar de haber transitado un importante retroceso entre 2015 y 2018 (con la permanencia del núcleo bolivariano), desde entonces ha comenzado a resurgir[3], y, en el contexto de disputa geopolítica, torna imperioso para los bloques dominantes con sus terminales en Washington, desplegar toda la violencia posible para extinguirlo antes de que logre consolidarse.

Sobre todo deben atacar al núcleo duro que se mantuvo firme a pesar de sistemáticos y brutales ataques (bloqueo, medidas coercitivas unilaterales, expropiaciones de activos en el exterior, intentos de invasiones, golpes de estado y magnicidio, etc etc etc) para hacer retroceder a las fuerzas populares en la región, y por eso se desata toda la artillería contrarrevolucionaria de las nuevas formas de la guerra contrainsurgente, especialmente sobre Venezuela. Desde luego también sobre Cuba, que fue y es el gran ejemplo a seguir por los y las revolucionarias del mundo. Pero es con la revolución bolivariana, principal reserva de petroleo del mundo, entre otros recursos indispensables para el imperialismo, que había sido colonia petrolera de los yankis por un siglo, que se ensañan especialmente intentando derrotarla por todos los medios.

Así, el ciclo progresista con sus avances y retrocesos y la reacción contrarrevolucionaria van configurando un escenario de polarización política de la lucha de clases que, como ha ocurrido en otros momentos históricos, muestra a las oligarquías financieras apelando a instrumentos fascistas para acomodar estructuralmente a los estados nacionales a las nuevas condiciones generales de la acumulación que necesitan en la disputa geopolítica, y disciplinar -y si es posible desarticular- a los movimientos populares que fueron o son sujeto histórico social de proyectos soberanistas y de integración regional.

Por último, no queremos dejar de mencionar dos modos predominantes de lubricar ideológicamente a las masas para operacionalizar estos procesos fascistizantes en nuestras conciencias: 

1. A través de las milicias/mercenarios digitales fascistas que promueven violencia y odio contra lo popular, lo revolucionario, lo colectivo, y fortalecen la “leche materna ideológica”[4] del capitalismo que es el “sálvense quien pueda”, el individualismo y la competencia.  Y al mismo tiempo despliegan el ataque contra la otra leche materna ideológica popular adquirida por tantas luchas y sacrificios de varias generaciones, que es la de la justicia social.

Y 2. Por una intelectualidad socialdemócrata que teme y se horroriza con los procesos revolucionarios reales, de carne y hueso que ensayan formas de responder y defenderse de los ataques cada vez mas violentos y contra-institucionales de las burguesías.

El desarme moral de las masas populares y sus organizaciones se torna indispensable para retomar el dominio político de los estados de manera completa para los intereses de los grandes grupos económicos locales y la oligarquía financiera trasnacional (ahora llamado anarcocapitalismo y con una experiencia piloto de esa distopía que cede por completo la soberanía al capital en las Zede de Honduras[5]). Y tal desarme es más eficaz cuando se hace bombardeando los procesos revolucionarios o progresistas aparentemente desde adentro[6]. Por eso, intelectuales como Jose Natanson, por mencionar un destacado ejemplo entre muchos otros[7], juegan un rol preponderante. Mencionamos a este autor porque acaba de publicar un libro contra la revolución bolivariana de Venezuela, en uno de los momentos más álgidos provocados por la violencia golpista de la oposición financiada y comandada desde Washington[8]. Allí describe minuciosamente -y en un lenguaje coloquial bastante cursi- supuestas penurias de habitantes -que podrían ser los de un día cualquiera de cualquier habitante que forme parte de las capas pobres mayoritarias de América latina- sin comenzar por hacer referencia al bloqueo y asfixia atroces que le han impuesto a Venezuela, lo que supone una amplia contribución a fortalecer el velo sobre la guerra económica librada contra ese país que dejó las consecuencias de una guerra convencional, de la cual se encuentran en plena recuperación. Como es de esperarse, tampoco menciona las múltiples protecciones estatales que no abandonan a su suerte a las masas populares desamparadas como sucede en los países comandados por cuadros del capital. Y, para coronar el trabajo de difamación superficial, hace énfasis en una supuesta deriva autoritaria del gobierno y su presidente obrero, Nicolás Maduro, que es el caballito de batalla de las socialdemocracias para sumarse con alguna excusa a la contrarrevolución. Se deforma así el derecho a la legítima defensa y hasta de la supervivencia que inventan creativamente el pueblo y gobierno venezolanos para sortear los permanentes ataques, y que encuentran a las masas movilizadas y conscientes en las calles defendiendo su democracia protagónica, lo cual, desde ya, es invisibilizado por el autor[9]. Francamente hace una importante contribución a la gigantesca operación de desprestigio y satanización del chavismo, sobre todo confundiendo a las juventudes progresistas de nuestra América que, en la época de las posverdades, pueden dudar al escuchar voces supuestamente “progres” o de izquierda defenestrar a los procesos mas transformadores y revolucionarios de las últimas décadas de la humanidad. Este y otrxs autores que encuentran grandes espacios -¡qué casualidad!- en los medios para expresar su preocupación por el “problema venezolano” y encontrarle “una salida” deben ser contrarrestados por quienes nos alineamos en la defensa de la humanidad y por eso defendemos con la verdad a los procesos revolucionarios y todas las causas justas. Les incomoda la revolución. Pero no hay “ una salida” de la revolución bolivariana, ha llegado para quedarse, porque así lo quiere un pueblo, su gobierno y sus fuerzas armadas que aprendieron a forjar soberanamente su propio camino y no van a formar parte del reparto del mundo de un imperialismo herido de muerte.


[1]Atilio Boron “El fascismo como categoría histórica: en torno al problema de las dictaduras en América Latina”, Revista Mexicana de Sociología, Vol. 39, No. 2 (Apr. – Jun., 1977), Universidad Nacional Autónoma de México.

[2]No fue ni es un ciclo político revolucionario, sino progresista, en el sentido de Gramsci en «Notas breves sobre la política de Maquiavelo», en Cuadernos de la cárcel, t. 5, Ediciones Era/BUAP, Puebla, 1999

[3]Véase Atilio Boron y Paula Klachko Segundo Turno. El resurgimiento del ciclo progresista en América Latina y el Caribe, El perro y la Rana, Caracas, 2023

[4]En el sentido de George Rude, Revuelta Popular y Conciencia de Clase, Barcelona: Crítica, 1981.

[5]Ver al respecto trabajos de Fernando García.

[6]Para el caso de la revolución cubana véase los trabajos al respecto de Abel Prieto y los intelectuales progres colocados contra la revolución en los primeros años, y, en general, de cómo la CIA reclutaba artistas e intelectuales para desgastar a la URSS y los movimientos revolucionarios en general la ya clásica obra de Frances Stonor Saunders La CIA y la guerra fría cultural, 1999.

[7]Tuvieron un rol activo en la difamación de los gobiernos populares del primer turno del ciclo progresista Maristela Svampa, Alberto Acosta, Raúl Zibechi, Massimo Modonessi, entre otros.

[8]José Natanson Venezuela. Ensayo sobre la descomposición, Penguin Libros, 2024. También utiliza el mismo autor tribunas como las del Le monde diplomatique Cono Sur que dirige, o la Revista Nueva Sociedad financiada por la Fundación Friedrich Ebert (FES), con el mismo fin.

[9]Todas las fuentes citadas en el libro de Natanson corresponden a la oposición violenta y golpista, en general financiadas por Washington. Solo por poner dos ejemplos de las primeras páginas del libro, para deformar los hechos que le siguieron a las elecciones presidenciales del 28 de julio, en el que los llamados “comanditos” organizados por Maria Corina Machado provocaron numerosos y violentos destrozos y hasta lincharon a militantes y lideresas chavistas de base, utiliza la fuente: https://observatoriodeviolencia.org.ve/, que culpabiliza al gobierno, utiliza fuentes netamente opositoras como La patilla, Maduradas, etc. Otra página utilizada por el autor es  transparenciave.org, en la que a pesar de no publicar su fuente de financiamiento, y ser absolutamente sesgada hacia la oposición, es el capitulo Venezuela de “transparencia internacional”, que esta financiada por las agencias estatales europeas, ONG’s tales como o  Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, liberal, la Open Socity de George Soros, el Instituto Republicano Internacional (IRI), Atlantic council, el Departamento de Estado!!!, Freedom House, y otras, todas claramente instrumento imperialistas.

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