sábado, julio 26, 2025
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Nuestra América, geopolítica e identidades (y II).

Por Luis Britto García.

La dialéctica entre unidad y división se plantea en Nuestra América desde el arranque de las independencias. Ya en 1790 proponía Francisco de Miranda un Incanato que abarcaría desde América del Norte hasta la Patagonia. Y en 1816, en la Carta de Jamaica, se refiere Bolívar a «los canales» que se trazarán por el Istmo. Comprende plenamente el Libertador la relevancia de este paso entre océanos, al extremo de afirmar que en Panamá bien podría situarse «la capital del mundo». Al controlar militarmente Angostura, dispone en el Correo del Orinoco que se nombre una comisión para estudiar técnicamente la excavación del Canal.

Para custodiar un enclave geopolítico tan decisivo sería indispensable un gran cuerpo político; por ello no es casual que el Libertador se proponga y logre la integración de la Capitanía de Venezuela, el Virreinato de la Nueva Granada y Quito en lo que denominó «Colombia», y nosotros conocemos como «Gran Colombia». La liberación del Perú y Bolivia añadían poderosos y ricos aliados a esta Unión. El Congreso de Panamá intentó extenderla al ámbito de Nuestra América; la trágica desintegración de Colombia postergó indefinidamente el proyecto.

Las necesidades geopolíticas suscitan proyectos paralelos pero antagónicos. Así como para Bolívar «los canales» del Istmo requerían la Unión de nuestras Patrias, dichas vías eran el requisito de la consolidación de Estados Unidos. En una época en que los caminos terrestres eran difíciles o inexistentes, la distancia entre la Costa Atlántica y la del Pacífico amenazaba la unidad de la potencia norteña, pues el viaje naval requería un extenso desvió hacia el Sur de casi un mes por el Cabo de Hornos. Para acortarla, apoyó en 1855 la invasión de Nicaragua por el filibustero William Walker, quien con financiamiento del «Comodoro» Vanderbilt instaló una vía férrea a manera de «canal seco» entre ambos océanos. Con idéntico objetivo, propició Theodore Roosevelt en 1903 la secesión de Panamá de Colombia, para abrir con trabajadores en gran parte chinos la vía que actualmente Trump intenta retomar.

Así como el Este y el Oeste de Estados Unidos terminaron unidos por el canal de Panamá, el Norte y el Sur de dicho país están comunicados por la vía natural del Missisipi. Es técnicamente posible la construcción de canales que unan el Orinoco, el Río Negro, el Amazonas, el Paraná y el Río de la Plata en una vía fluvial continua que serviría de articulación económica, política y estratégica en América Latina. A favor y en contra de este proyecto se han articulado conspiraciones y destruido gobiernos; el último en favorecerlo fue Hugo Chávez Frías en los últimos años de su vida.

Los hechos señalados dificultan un dominio total de Estados Unidos sobre el hemisferio. Casi imposible le sería a un país con 9.857 millones de km2 dominar totalmente un área latinoamericana y caribeña de 20.139.378 km², más del doble de su extensión, habitada por una población culturalmente distinta que también duplica la suya. Los costos humanos, militares y financieros, añadidos a los gastos que suponen 6.000 bases militares en el territorio estadounidense, y 899 en el resto del planeta, serían insostenibles.

Para imponer su hegemonía Estados Unidos se ha visto por tanto obligado a medios indirectos. En lo militar, la suscripción en 1947 del inoperante Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca; la constitución del amenazante Comando Sur, la instalación en Nuestra América de unas 76 bases militares, más de medio centenar de intervenciones armadas, medidas coercitivas unilaterales, complots para el derrocamiento de gobiernos no afectos. Recursos que testimonian más la debilidad que la fortaleza de la dominación. En efecto, toda la persistente conjunción de amenazas, invasiones paramilitares y medidas coercitivas unilaterales no ha impedido el surgimiento de gobiernos progresistas de duración variable, y otros de notable persistencia, tales como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

En lo económico, el intento de imponer un área de libre comercio hemisférica se vio frustrado con la derrota del ALCA en 1904. La progresiva debilidad estadounidense en tal aspecto lo ha conducido más bien a partir de la administración Trump a adoptar medidas proteccionistas de la producción interna y a retirarse del tratado Trans Pacífico. Toda su presión diplomática, política y militar no le ha bastado para dominar el Mercosur, alianza que por momentos se aproxima a la Unión Europea, y que con el ingreso de Brasil a los BRICS+ muestra una fuerte orientación hacia éstos.

A mediados del siglo XX, una generalizada creencia postulaba que las diferencias nacionales serían prontamente anuladas por el crecimiento de dos proyectos universalistas, el capitalista y el socialista. La perduración de los nacioaalismos condujo, sin embargo, a un triunfante movimiento de descolonización que liberó a 80 países de sus dependencias imperiales. Movimientos de resistencia armada como los de Vietnam y Argelia derrotaron a los más sofisticados y mortíferos aparatos militares. Por su parte, el bloque soviético se disolvió gracias a la infiltración de neoliberales en las estructuras de poder. algunas de las Repúblicas socialistas devinieron países independientes; otras, afiliados a la Federación Rusa.

La superestructura cultural no depende en forma automática y total de la infraestructura económica. Desde fines del siglo XVIII el modo de producción de la mayoría de los países europeos es el capitalismo industrial, pero las diferencias nacionales entre ellos persistieron al extremo de provocar dos Guerras Mundiales y amenazar la estabilidad de la propia Unión Europea. En muchos países los nacionalismos extremos lamentablemente son utilizados para legitimar excluyentes racismos y fascismos.

La total culminación de nuestras Independencias no será rápida ni fácil. Decía Atilio Borón que así como Estados Unidos había dado aus primeras batallas por la hegemonía en América Latina, también daría allí las últimas. En esta contienda contamos los países emergentes con infinidad de herramientas geopolíticas, estratégicas, económicas y diplomáticas en un mundo en curso hacia la multipolaridad. Quizá nuestras culturas e identidades sean unas de las más eficaces.

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