viernes, noviembre 22, 2024
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Las sanciones unilaterales son armas de destrucción masiva en expansión

En las actuales circunstancias es imposible no reconocer el hecho de que las sanciones unilaterales de Estados Unidos son, en efecto, armas de destrucción masiva, pues afectan a cientos de millones de personas en todo el mundo. No hay un rincón donde no se hagan sentir, aunque sea de manera indirecta.

Las crisis alimentarias, la estanflación económica y los aumentos de precios se agravan de manera desigual, en casi todas partes del globo, tras la avalancha sancionatoria que impuso el bloque occidental neoliberal a Rusia por su operación militar especial en Ucrania.

Anteriormente, en esta tribuna, vimos cómo han perjudicado especialmente a quienes dependen de las importaciones de trigo y fertilizantes, causando en parte una crisis global de hambruna en ciernes, sin embargo, el asunto tiene un prontuario que involucra demasiados contextos geopolíticos y sistémicos, que han probado haberse cobrado la vida de poblaciones mermadas por el hambre, la guerra y el interés corporativo.

No en balde se considera, de acuerdo a la legislación internacional, que las sanciones unilaterales, no aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU y en contravención de la Carta de las Naciones Unidas, son ilegales. Los civiles, a escala global, están en riesgo de ser privados incluso de la vida misma cuando Estados Unidos dispara el arma sancionatoria.

Las medidas coercitivas unilaterales, los embargos y los bloqueos, “vendidos” como alternativas no violentas a la guerra por medios militares, aíslan y castigan económicamente a los países seleccionados, supuestamente para obligarlos a “cambiar de actitud” o incluso para provocar cambios de régimen. Sin embargo, la mayoría de dichas acciones perjudican a las grandes mayorías, que generalmente nada tienen que ver con las rivalidades geopolíticas o las desavenencias políticas.

Y, al contrario de las bombas y la artillería pesada, las medidas sancionatorias de Washington son “asesinas sigilosas”, escurridizas y solapadas, ya que millones de personas mueren en sus hogares o en el abandono de la intemperie sin que haya mucha parafernalia mediática. El costo es demasiado alto, pero nadie se da por enterado, sobre todo en el llamado primer mundo; cuando más, son considerados “daños colaterales” como si se tratara de un bombardeo humanitario.

Víctimas de un instrumento imperial

Es evidente que Estados Unidos es el mayor emisor de sanciones en la historia moderna, pues lo ha hecho por períodos más largos y más que cualquier otro país. Sus huellas están en todas las latitudes del planeta.

De acuerdo a una investigación de los periodistas malayos Jomo Kwame Sundaram and Anis Chowdhury, Durante 1990-2005, Estados Unidos impuso un tercio de los regímenes de sanciones en todo el mundo. Estos fueron infligidos a más de 1 mil entidades o individuos anualmente entre 2016 y 2020, esto es, casi un 80% más que en el periodo 2008-2015.

Sundaram y Chowdury llaman la atención sobre un dato: fue durante la administración de Donald Trump la que elevó la participación de Estados Unidos en todas las sanciones a nivel mundial a casi la mitad.

Podríamos enumerar una cantidad absurda de casos en los cuales la manía sancionatoria estadounidense ha abusado de la suerte de millones de personas en todo el mundo.

  • Afganistán. La hambruna de decenas de millones de afganos es casi un hecho, desde que Estados Unidos secuestrara las reservas del banco central de Afganistán por valor de 9 500 000 de dólares, por el simple hecho de que el ejército estadounidense se viera humillado por su espectacular salida de ese país a manos del Talibán. Cabe acotar que durante las dos décadas de ocupación militar de Estados Unidos en Afganistán se cobró la vida de al menos a 48 308 civiles solo por ataques aéreos.
  • Cuba. El embargo norteamericano, que ha durado seis largas décadas, le ha costado a Cuba al menos 130 000 000 de dólares. La isla ha vivido penurias sin parar como escasez de alimentos, medicinas y otros artículos esenciales hasta la actualidad.
  • Gaza. El bloqueo israelí de la densamente poblada Franja de Gaza, un hecho respaldado por Estados Unidos con alta ayuda financiera y militar, ha causado al menos 17 000 000 de dólares en pérdidas. La vida en esa región ha sido miserable para millones de palestinos en Gaza, siéndoles negados el acceso a muchos suministros importados, incluidos alimentos y medicamentos, mientras los bombardeos y la represión sistemática son el pan de cada día.
  • Yemen. Estados Unidos, con las ventas de armas, apoya el bloqueo naval y la continua agresión militar de la coalición saudí-emiratí contra la población de Yemen, el país árabe más pobre. El bloqueo de bienes esenciales, incluidos alimentos, combustible y suministros médicos, ha intensificado la «peor crisis humanitaria en curso del mundo», de acuerdo a representantes de la ONU. Mientras tanto, «años de hambruna», que incluyen «matar de hambre a un niño yemení cada 75 segundos», se han visto agravados por el «mayor brote de cólera de la historia».
  • Irak. Estados Unidos reconoció la muerte de cientos de miles de niños iraquíes debido a las sanciones de Estados Unidos después de la invasión de 1991. La exsecretaria de Estado, Madeleine Albright, consideró que el precio «valió la pena».
  • Venezuela. De nuestro país ya hemos escrito suficientemente sobre el bloqueo y embargo total que desde la era Obama, pasando por la administración Trump y hasta nuestros días ha venido implementándose. Un dato sobresale: se estiman más de 40 mil muertes entre 2017 y 2018 producto directo e indirecto de las sanciones estadounidenses, de acuerdo un conocido informe del Centro para la Investigación Económica y Política.

Los niveles de pobreza en los países bajo el esquema de guerra económica, financiera y comercial de Estados Unidos son 3,8% más altos, en promedio, comparado con otros países donde no se les ha impuesto. Los estudios demuestran que tales impactos negativos aumentaron con su duración, mostrando que las acciones asesinas de Washington son las más efectivas del mundo en su renglón.

A pesar de que el año pasado, la administración de Joe Biden inició una revisión exhaustiva de las políticas sancionatorias de Estados Unidos, el cambio real ha sido deficiente hasta ahora.

Apartando el hecho de que recientemente el Departamento del Tesoro ha emitido una serie de licencias para que Irán, Siria y Venezuela puedan tramitar en el mercado occidental su abastecimiento de bienes relacionados con el covid-19, una medida humanitaria que llega con retraso de dos años al menos, millones de personas han visto sus vidas en riesgo en estos países debido a los bloqueos económicos, financieros y comerciales de la Casa Blanca.

Ni hablar del «apartheid de las vacunas» impuesto por el gran país norteamericano hacia las vacunas hechas en Rusia, como la Sputnik-V, una de las más utilizadas del mundo. El mandato a los países de Europa y otros en distintas latitudes que usen el sistema SWIFT ha sido la de restringir el acceso a las vacunas «no occidentales» y aumentar la proyección de la Big Pharma corporativa.

Todo esto lleva a concluir que las sanciones ilegales estadounidenses no logran sus objetivos políticos previstos ni evitan las guerras fácticas, sino que más bien son usadas como armas de destrucción masiva en constante expansión.

Ahora, las sanciones unilaterales, ilegales a ojos de quien quiera ver, contra Rusia y Bielorrusia derivan en implicaciones internacionales mucho más amplias, y todo el mundo está siendo víctima de ellas, en especial el Sur Global.

(Tomado de Misión Verdad)

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