Por Geraldina Colotti
Con el Fondo editorial de LAUICOM, la universidad Internacional de la Comunicación, dirigida por la rectora Tania Díaz y con la rectoría internacional del profesor Fernando Buen Abad, hemos publicado el libro Las caras del fascismo en el tercer milenio, presentado en las jornadas del lanzamiento de la Internacional Antifascista.
El libro, enriquecido con el prólogo del capitán Diosdado Cabello, esboza los temas del congreso, anunciado por el presidente Nicolás Maduro, a partir del análisis propuesto al congreso por las conferencias inaugurales de los líderes del proceso bolivariano, como la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez y el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez.
Sus nombres recuerdan el sacrificio del revolucionario Jorge Rodríguez padre, muerto bajo tortura en las prisiones de las democracias camufladas de la Cuarta República. Recuerdan el partido que se jugó en el siglo pasado -el siglo de las revoluciones- entre el capitalismo y el comunismo. Un siglo en el que, durante 70 años, a partir de la revolución bolchevique de 1917, las clases dominantes temblaron verdaderamente.
Un siglo en el que el gran capital internacional optó por confiar en el fascismo y el nazismo para promover sus intereses y luchar contra las fuerzas organizadas del proletariado. Y es este miedo de la burguesía el que se renueva con la revolución bolivariana, la que ha permitido, incluso en este siglo, un segundo tiempo en el partido entre capitalismo y socialismo. Y esto es insoportable para el imperialismo que, incluso por boca del demócrata Obama, ha definido a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad de Estados Unidos”. La amenaza, del ejemplo, precisamente.
“Bienaventurados los pueblos que no necesitan héroes”, escribió el gran poeta revolucionario alemán, Bertolt Brecht, queriendo decir que, mientras tengamos que luchar, necesitamos figuras que, con su ejemplo, encarnen ideales colectivos.
En el siglo pasado – el siglo de las revoluciones – no hacía falta explicar cuáles eran los ejemplos a seguir por los explotados. Y no se utilizaban eufemismos para señalar a los traidores, ya que la batalla de símbolos estaba definida por elecciones concretas.
Hoy, la burguesía intenta por todos los medios imponer una nueva hegemonía, y lucha ferozmente contra los pueblos que, como Venezuela, recuerdan con orgullo los símbolos de la independencia contra el imperialismo, para contrarrestar el regreso a América Latina de la nefasta Doctrina Monroe.
Cuando los militantes de la JPSUV celebran en su congreso el papel de los jóvenes en la Batalla de la Victoria, para los jovenes de Italia, que han perdido toda conexión con su propia historia, esto no dice nada. No conocen los acontecimientos de 1814, cuando jóvenes estudiantes y seminaristas sin experiencia acudieron al llamado del General José Félix Ribas, impidiendo que el ejército realista tomara la plaza de la ciudad de Victoria, en el estado Aragua. Ni saben que, posteriormente, el 12 de febrero fue declarado “Dia de la Juventud”.
Sin embargo, si vieran ese mar de jóvenes ondeando las banderas rojas del socialismo, y sosteniendo retratos de Bolívar y de los héroes de la independencia, tal vez reflexionarían sobre la importancia y fuerza que tienen las raíces y el balance histórico en la reconstrucción de una alternativa en el presente.
La burguesía lo sabe muy bien, y por eso, cuando gana, como sucedió en Italia y Europa después del gran ciclo de lucha iniciado en 1968-69, lo primero que hace es destruir la memoria histórica con las generaciones más jóvenes, para inducirlos a seguir falsas banderas. Por ello, confunde y trastorna los símbolos, difundiendo, a través de la estrategia del “caos controlado”, la balcanización de los cerebros, el descarrilamiento de las emociones y la guerra cognitiva, que pretende presentar a las víctimas como verdugos y a los represores como atacados. Lo vemos con Palestina, pero también con Venezuela.
La revolución bolivariana, además de haber revitalizado el sueño del Libertador al proponer una segunda independencia para la Patria Grande, también tuvo el mérito de haber puesto en diálogo el pensamiento de Simón Bolívar con el socialista. Un proyecto que no fue fácil de recibir en Europa, ni siquiera entre aquellos sectores de izquierda que habían decidido apoyar a Chávez, superando las reticencias debidas a su carácter militar.
La batalla de las ideas, más necesaria que nunca para todos los pueblos del planeta, es también una batalla de resistencia simbólica, que ayuda a elegir de qué lado estar. No es casualidad que, desde Venezuela hasta el Monte Sacro, en Roma, la oligarquía y los nuevos fascismos, que prosperan en ausencia de memoria histórica, destruyan las estatuas de Bolívar, como en Cuba la de José Martí, héroe de una independencia que se ha incontrado con los ideales del socialismo.
Y no es casualidad que en los países de Europa del Este, más subordinados a la OTAN, se estén destruyendo los símbolos del comunismo y del Ejército Rojo, que liberaron al mundo del nazifascismo. Para no hacer que un exemplo de los más recientes, la Alta Representante para la Política Exterior de la UE, la báltica Kaja Kallas, es conocida por la furia con la que destruye las estatuas que honran al Ejército Rojo, que liberó a Europa del nazifascismo.
Tampoco es casualidad que, por atacar a Venezuela, el imperialismo ha llamado con el nombre del Libertador una ley criminal con la cual intenta arrodillar a la revolucion bolivariana. Y, entretanto, su mediática de guerra, con su tenaz maquinaria de difamación, se burla y proscribe el Presidente Maduro.
Que un ex sindicalista del metro dirija el gobierno bolivariano, y que esto suceda dentro de un proyecto colectivo de democracia popular, parece insoportable para un capitalismo occidental que, en la “izquierda” -una izquierda que ahora ha llegado al neoliberalismo y al belicismo- sólo produce tecnócratas grises, mientras que en la derecha -una derecha astuta o sombría, dependiendo de la máscara más eficaz para el sistema dominante- aparecen magnates o payasos, o gente grosera, o señoras falsamente antisistema.
La burguesía implementa todo tipo de estratagemas para impedir que los pueblos se reconozcan entre ellos y descubran su verdaderos heroes. Hoy, en tiempo de la guerra cognitiva, los mecanismos que la classe dominante impone a los dominatos en la vieja Europa, son más sofisticados, pero responden a los mismos intereses y apuntan a los mismos objetivos, de una parte a otra del planeta: garantizar la existencia de un modelo capitalista en crisis estructural, mediante la guerra imperialista, y el robo de recursos de países del Sur Global; y conseguir que se identifiquen con su agresor, defendiendo así sus cadenas, como si fueran una garantía de bienestar social.
Por esta razón se pintan golpistas y fascistas con caras de “demócratas”, y, a pesar de sus actos feroces contra el pueblo, las más antiguas democracias de Europa le entregan el premio a la libertad del pensamiento, como hicieron con la señora Machado y con Urrutia.
Los jóvenes de hoy, privados de memoria y de futuro en los países capitalistas, no pueden imaginar el clima de los años en los que crecieron Soto Rojas, Maria Léon Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Leyendo las cartas de los partisanos condenados a muerte por el nazismo, entendemos cuál era la fuerza capaz de ganar la partida: la creencia de que el comunismo era “la juventud del mundo”, y que preparaba “mañanas cantando” a las que se debía contribuir.
La extrema derecha, que construye su “internacional” fascista en los cuatro rincones del planeta, se alimenta de la anomia, de la ausencia de memoria impuesta a las clases populares por el cuento de los vencedores. Durante el siglo XX, en la compleja y feroz batalla que animó al mundo dividido en “dos bloques”, la burguesía tuvo la oportunidad de sofocar la voz de los “mañanas” anunciados. Lo hizo también burlándose del sueño de quienes seguían cantando aquellos mañanas, o volvían a cantarlos después la caída de la Unión Soviética: con nuevas notas, nuevos ritmos, más directos y menos sofisticados, pero presentes y todavía con la barra recta contra el viento.
Para identificar Las caras del fascismo en el tercer milenio es necesario observar la hibridación entre viejos y nuevos paradigmas. Y la de la libertad femenina es siempre un paradigma útil para desenmascarar su verdadera naturaleza, considerando que la lucha contra el patriarcado es un eje fundamental de la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, ya que atraviesa todos los campos de producción y reproducción de la vida.
Mientras tanto, si consideramos los datos sociológicos, las mujeres han alcanzado posiciones de poder en gobiernos o grandes instituciones internacionales, y son predominantemente mujeres de derecha, que se identifican plenamente con programas reaccionarios y antipopulares. En Italia, más de 100 años después de la marcha de Mussolini sobre Roma, un partido de extrema derecha heredero del fascismo, Fratelli d’Italia, llegó al gobierno, pero está encabezado por una mujer, Giorgia Meloni.
La primera ministra, a la que le gusta llamarse Primer ministro, nunca pierde la oportunidad de presentarse como defensora de los valores tradicionales frente a los inmigrantes, pero dice que quiere apoyar a las mujeres italianas que quieren prosperar pero son incapaces de reconciliar hogar y trabajo, y patrocina supuestos incentivos a la maternidad que no afectan la división sexual del trabajo productivo y reproductivo.
Sobre todo, afirma ser una “underdog”, “desvalida”, lo que implica que ha sido marginada por la hegemonía cultural de izquierda que reinó en Italia hasta las últimas décadas en los sectores populares.
“Soy Giorgia, soy madre, soy cristiana, soy italiana”, gritó a todo pulmón en el congreso internacional de Vox, en España, donde, en 2020, se ha reunido la internacional de partidos de extrema derecha, financiada por Donald Trump, modulada en base a la gran Convención del Partido Republicano que Steve Bannon adaptó por Trump. De allí nació la Carta de Madrid, que también cuenta entre sus fundadores con la golpista venezolana, María Corina Machado, presentada como la antagonista del “dictador Maduro”.
El grito de Meloni, ridiculizado en las redes sociales también por la evidente contradicción que entrañaba – la “cristiana” Meloni tiene una hija pero no está casada, y posteriormente tuvo que separarse de su pareja, tras la difusión de unos vídeos medio pornografico del que él se hizo protagonista con otras mujeres – , se volvió viral, pero terminó influyendo positivamente en la campaña electoral de Meloni.
La inversión de los símbolos y el uso de la comunicación para enmascarar la verdadera naturaleza del “postfascismo”, su hipocresía y la inconsistencia real de los beneficios que promete, y que quiere hacer regresar a las mujeres a la condición de Antonieta en la película Un día muy particular, es fundamental para confundir los cerebros ya balcanizados de los italianos, y de algunas mujeres en particular.
La feminización de la política, resultado del desarrollo de las sociedades occidentales y de las luchas por la emancipación llevadas a cabo por el socialismo y la izquierda, está ahora asolada por la derecha y la extrema derecha en Europa. Hay un aumento del voto femenino por la nueva derecha.
Asi que, transformando, con el capitalismo de las plataformas, viejos “mitos” en nuevas modas, la extrema derecha ha podido ofrecer jugosas albóndigas envenenadas a las clases populares, induciéndolas a seguir banderas falsas. Hasta ha sabido cabalgar y distorsionar la lucha por la emancipación de las mujeres, históricamente caracterizada por la izquierda, porque ésta ha dejado desprotegido el radicalismo antisistema que propició las revoluciones del siglo pasado en las que participaron mujeres de los sectores populares.
El desafío que enfrentamos es profundo. La tarea que tenemos por delante es compleja pero apremiante. Se trata de multiplicar fuerzas y contenidos. Multiplicar la guerrilla semiótica, identificando, rastreando y desenmascarando al enemigo. Convocamos a comunicadores, artistas, poetas, grupos musicales. Construyamos una caravana antifascista permanente. Hacemos conciertos físicos o virtuales. Lecturas de poesía antifascista. Pedimos a todos que exhiban el símbolo de la Internacional Antifascista, en cada lugar de lucha, en cada manifestación. Construyamos un nuevo relato de las clases populares, que ponga en el centro los intereses colectivos.
Tenemos que convertimos en multiplicadores de conciencia y lucha, formados y decididos. LAUICOM está disponible para esto. La revolución bolivariana abrió el camino. Defenderla hoy, defender y acompañar a Nicolás, significa preparar nuevos mañanas que cantan por el socialismo.