La semana pasada, el secretario de Estado Blinken, en un discurso en la Universidad Johns Hopkins, dijo sin rodeos:
“Lo que [enfrentamos] no es una prueba del orden posterior a la Guerra Fría. Es el final…, un momento decisivo en la historia. Los países y los ciudadanos están perdiendo la fe en el orden económico internacional; su confianza se ve sacudida por fallas sistémicas. Cuanto más persisten estas disparidades, más desconfianza y desilusión surgen en las personas, que sienten que el sistema no les está dando un trato justo”.
Hasta ahí, todo bien, pero continuó:
“Estados Unidos está liderando este período crucial desde una posición de fuerza. Una era está terminando, una nueva está comenzando. Debemos actuar y hacerlo con decisión. Debemos vivir la historia hacia adelante. Hay que poner la mano en el timón de la historia, porque ninguna nación en la Tierra tiene mayor capacidad para movilizar a otras en una causa común.
“Porque nuestro esfuerzo continuo (…) nos permite corregir nuestros defectos y renovar nuestra democracia desde dentro. Y porque nuestra visión del futuro –un mundo abierto, libre, próspero y seguro– no es solo la de Estados Unidos, sino la aspiración duradera de los pueblos de cada nación de cada continente”.
La “nueva era”, entonces, se parece a la conocida “vieja”: nuestra “visión liberal” occidental y su doctrina económica es la de todos, en todas partes del mundo, afirma Blinken.
Pero el desafío de la “nueva era” es que “nuestros competidores [Rusia y China] tienen una visión fundamentalmente diferente. El contraste entre estas dos visiones no podría ser más claro. Y lo que está en juego en la competencia que enfrentamos no podría ser mayor: para el mundo y para el pueblo estadounidense”.
Por eso nosotros, el Equipo América, “estamos trabajando para alinear a nuestros amigos de nuevas maneras para que podamos enfrentar las tres pruebas definitorias de esta era emergente: una competencia estratégica feroz y duradera; amenazas existenciales a las vidas y los medios de subsistencia en todas partes y la urgente necesidad de reequilibrar nuestro futuro tecnológico y nuestro futuro económico, de modo que la interdependencia sea una fuente de fortaleza, no de vulnerabilidad”.
(¿Interdependencia?… Mmmm).
“Estamos haciendo esto a través de lo que me gusta llamar geometría variable diplomática. Hemos alineado a decenas de países para imponer un conjunto sin precedentes de sanciones, controles de exportación y otros costos económicos a Rusia”.
Ah… ¿entonces la vieja Guerra Fría ha terminado? ¿Y qué la sustituirá? Bueno, una nueva Guerra Fría de “geometría variable”. Evidentemente, el mensaje que emana de las cumbres del Brics y del G20 no lo ha “asumido”.
El mensaje que resonó como un claro repique de campanas en estas cumbres fue que el colectivo no occidental se ha unido en torno a la demanda urgente de una reforma radical del sistema global. Quiere un cambio en la arquitectura económica global; cuestiona sus estructuras (es decir, los sistemas de votación que se encuentran detrás de esas estructuras institucionales como la OMC, el Banco Mundial y el FMI) y, sobre todo, se opone a la hegemonía del dólar como arma.
La demanda, dicho claramente, es un puesto en la mesa superior.
A esa demanda, la respuesta de Blinken es la de un desafío absoluto, geometría variable: “Estamos formando una coalición adecuada a su propósito. Estamos transformando el G7 en el comité directivo de las democracias más avanzadas del mundo; combinando nuestro músculo político y económico. Estamos llevando las relaciones bilaterales críticas [especialmente] con la Unión Europea, a un nuevo nivel. Estamos utilizando ese poder para dar forma a nuestro futuro tecnológico y económico…”.
Dicho claramente, la geometría variable de la nueva Guerra Fría contra China y Rusia equivale a una continua guerra financiera armada: “Hemos alineado a decenas de países para imponer un conjunto sin precedentes de sanciones, controles de exportaciones y otros costos económicos a Rusia. Coordinamos al G7, la Unión Europea y docenas de países más para apoyar la economía de Ucrania y reconstruir su red energética. Así es como se ve la geometría variable”.
Las nuevas herramientas de la Guerra Fría –como se definen en el discurso de Blinken– son, en primer lugar, la “narrativa” (nuestra visión es la visión del mundo); una economía armada; nueva capacidad de préstamo para el FMI controlado por Estados Unidos y un “cinturón” protector que impida que los niveles dominantes de la tecnología occidental le den una salida a China.
Lo que está claro es que los grupos gobernantes en Washington están decididos a tener como principal objetivo contener a China. La pelea ha empezado.
Sin embargo, este plan contiene dos paradojas principales: la primera es que la guerra financiera contra Rusia ha resultado en una Rusia económicamente más fuerte y en un aliado de Estados Unidos más débil y más pobre: Europa. De manera similar, como señaló un funcionario chino que destacó el avance representado por el Huawei Mate 60 Pro: Las sanciones no son algo tan malo. Lo único que hacen es fortalecer el “movimiento de desoccidentalización”, como se le denomina informalmente en China. En otras palabras, en última instancia fortalecen a China y debilitan a Estados Unidos.
La segunda paradoja es que al enmarcar la nueva Guerra Fría en términos tan explícitamente maniqueos de “con o contra nosotros”, que excluyen cualquier “término medio”, los indecisos del Brics, como la India, tendrán poco espacio para jugar “en ambos extremos”. Finalmente, la geografía por sí sola impulsará a la India a integrarse sin reservas en la esfera Heartland.
(Tomado de El viejo topo)