Antes de que culmine el primer semestre de 2023, las señales de un proceso de creación de una arquitectura financiera y económica alternativa al «orden internacional basado en normas» del dólar parece haber dado pasos sustanciales, acoplados a los vertiginosos movimientos geopolíticos de 2022. Nuevos mecanismos de comercio y de pago, creación de un fondo de reservas y de una canasta de divisas, la posibilidad de que lo político remolque lo financiero, mientras se comprometen muchos de los mecanismos de funcionamiento (y de presión) del petrodólar, dan señales estimulantes, hasta esperanzadoras.
Pero un repaso sobre algunos puntos tal vez ayude a situarnos mejor. Multipolaridad y desdolarización son apuestas consustanciales, y la emergencia de agrupaciones con capacidad de bloques múltiples que antagonizan la visión unipolar de lo establecido hasta ahora, con pasos agigantados, incrementa, sino la velocidad, al menos la demanda de ese nuevo esquema que goza de múltiples formulaciones, muchas de ellas consecuencias de acciones del orden unipolar, pero en lo estrictamente relativo al dinero y las finanzas, implementaciones que ahora parecieran ir superando la fase incipiente.
Como lo recuerda el estratega de Credit Suisse, Zoltan Poszar (de cuyos dos últimos trabajos del año pasado este informe se apoya considerablemente), en este momento, «las acciones de los jefes de Estado son mucho más importantes que la de los bancos centrales» y, por otro lado, «la guerra es la ‘dula’ de la innovación financiera». Y por guerra se deben entender en su sentido literal y explícito (Ucrania) e híbrido (sanciones y agresiones diplomáticas, políticas y culturales).
En trabajos como el de Poszar, Sergei Glazyev o Yaroslav Lissovolik yacen claves fundamentales, ya no para entender las grandes estructuras prácticamente monumentales como hablar de bloques, tectónicas geopolíticas, etc., sino en los aspectos que requieren una visión aumentada, la llamada «plomería» de los mecanismos financieros. En esas letras pequeñas es que se puede situar mejor los actos y movimientos, toda vez que nos aleja de la euforia maximalista y atractiva del trazo grueso de lo que pudiera verse como promisorio.
COMMODITIES, TRANSACCIONES, CONVERTIBILIDAD Y DESTINO
La emergencia de nuevos mecanismos de pago o esquemas de valoración de las reservas internacionales son en este momento el centro de la batalla por la desdolarización: el alejarse del control político del dólar y el sistema monetario y financiero que gira en torno a él, es decir, en torno a Estados Unidos, luego de que el acuerdo de Bretton Woods inicial fue alterado y en lugar del patrón oro para establecer el valor de las monedas y los commodities en el mercado fue sustituido por el petrodólar.
Varios elementos integran el meollo de este proceso y las iniciativas de invención e imaginación para solventarlos. En primer lugar, la denominación de las reservas internacionales para poder establecer mecanismos comerciales; en segundo, la instauración de un valor basado en factores económicos reales en vez de uno sustentado en una idea de fuerza/poder y su capacidad de emisión; y en tercero, los mecanismos de pago: el sistema de arterias y conductos mediante los cuales pasaría una factura equis, por ejemplo, en la adquisición bien sea de bienes o recursos estratégicos, commodities, entre dos actores estatales (expresados, por ejemplo, en sus bancos centrales).
Sobre el primer punto, todavía no se ha ni establecido ni estabilizado una moneda o un patrón de valor, no obstante darse pasos que pudieran considerarse sencillamente enormes. Existen varias iniciativas de monedas alternativas (sólidas o digitales) que emergen en distintas regiones y con las que o bien se están experimentando o bien se discuten, pero, como se sabe, la más consistente o que lleva la delantera es el yuan/renmimbi.
El momento que pudiera entenderse como punto de inflexión fue la visita de Xi Jinping a Arabia Saudita y la cumbre China-Consejo de Cooperación del Golfo a inicios de diciembre del año pasado. El establecimiento de «un nuevo paradigma de cooperación energética» que abarque todas las dimensiones, en el cual «China continuará importando de los países del CCG grandes cantidades de crudo a largo plazo y comprará más gas natural licuado», toda vez que fortalecerá la cooperación en los sectores aguas arriba (servicios de ingeniería) así como almacenamiento, transporte y refinación de ambos recursos (aguas abajo).
Agregando el mandatario que todos los pagos se realizarán en la Bolsa de Petróleo y Gas Natural de Shanghai, cuyas facturaciones serán emitidas en renmimbi. Más adelante agregando una clave esencial: la cooperación en el intercambio de divisas, la cooperación en monedas digitales y avanzar en el proyecto m-CBDC Bridge del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés). Estas, en esencia, son las claves del encuentro con el que se oficializó la emergencia del petroyuan en oposición al petrodólar en materia de intercambio comercial internacional.
Para Poszar, este evento y su contenido representa la manifestación base de lo que ha denominado el Bretton Woods III. El «nacimiento» del petroyuan, según él, radica en la combinación del volumen de petróleo del GCC ahora virando en su mayoría a Oriente, más la facturación en renminbi poniéndose completamente en movimiento, en palabras de Xi, «de tres a cinco años».
Por supuesto, nada de esto opera sobre un vacío. Está, primero, la amplitud del esquema de intercambio y cooperación, en especial con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que va desde energías renovables, pasando por 5G, 6G, la petroquímica y llegando a la exploración espacial. No son transacciones elementales. Se tratan de «inversiones transformadoras» bajo un formato ganar-ganar, en oposición a lo que fue la naturaleza de la relación saudí-estadounidense resumida por Poszar en «liquidez y seguridad» (dinero más armas) que ahora, en una región mucho más avanzada y desarrollada que al momento en el que se establecieron los acuerdos del día de San Valentín de 1945 entre Washington y Riad, y ahora se trata de un esquema de «equidad y respeto». Pero tampoco esto, de cerca, lo es todo.
A pesar de que China y Arabia Saudita ostentan cierto grado de reservas en dólares (el yuan en sí mismo no busca suplantar al dólar como moneda de reserva, salvo que privilegia el comercio exterior en otras). Para ello, no sólo ha sido la compra de oro por parte del Banco del Pueblo de China, sino que ya existe en la bolsa de Hong Kong la posibilidad de convertir el renminbi por oro. Y esta es otra de las claves esenciales: los mecanismos de convertibilidad, a los que Xi también aludió directamente en su discurso en la cumbre y que, para asombro de muchos, un jefe de Estado de esa estatura hace referencias directas a elementos de «plomería» en un encuentro diplomático de alto nivel.
Y aquí entra en juego la plataforma que se emplearía para eso, el proyecto m-Bridge, acudiendo en este caso a la Moneda Digital de Banco Central (CBDC, por sus siglas en inglés). El proyecto m-Bridge sería una plataforma de pagos y transacciones transfronterizas patrocinado, como se dijo, por el BIS.
«Una plataforma basada en nuevo blockchain -el mBridge Ledger- que fue construido por bancos centrales para apoyar pagos transfronterizos, directos, en tiempo real y transacciones de intercambio internacional usando CBDCs. También asegura el cumplimiento con las políticas específicas de las jurisdicciones y las necesidades de gobernanza, regulaciones y requerimientos. Un piloto que involucra transacciones corporativas reales centradas alrededor del comercio internacional fue conducido sobre la plataforma entre bancos centrales participantes, bancos comerciales seleccionados y sus clientes en cuatro jurisdicciones», reseña el portal del BIS.
Centrado en el centro de innovación financiera del BIS en Hong Kong, el piloto ha sido ejecutado por la Autoridad Monetaria de Hong Kong, el Banco de Tailandia, el Instituto de Monedas Digitales del Banco del Pueblo de China y el Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos. De este modo, por ejemplo, por esta vía, Rusia ha aceptado pagos por petróleo de India en dirhams emiratíes, puesto que, precisamente, a través de mBridge pueden convertirse en e-renmimbi y recibidos por Moscú en una moneda que ya opera en el sistema financiero ruso. De este modo, diversas operaciones y transacciones se realizan de forma directa sin tener que atravesar las estructuras seudo-monopólicas del sistema financiero centrado en el dólar.
Entonces, bajo «el nuevo paradigma» de cooperación, donde los intercambios no se circunscriben a transacciones básicas de compra y venta de bienes sino a acuerdos estratégicos donde se abordan todas las esferas posibles de intercambio donde existe un énfasis en ahora controlar los procesos de intermediación industrial (algo que fue casi propiedad exclusiva de Europa y Estados Unidos), el valor agregado es algo que en esencia «se queda» en los países bajo estos esquemas, y por lo tanto reduce el valor y lo atractivo de la oferta que representaron los países industrializados avanzados.
Y aquí, en este punto, es donde pudiera vislumbrarse cómo lo geopolítico se entrecruza con lo financiero, monetario y comercial. Previo a los acuerdos con Arabia Saudita y el GCC, China bilateralmente ya tenía acuerdos estratégicos con Rusia, Irán y Venezuela (tres países sancionados) donde, además de lo integral en lo estratégico de los acuerdos y la democratización comercial, ya adquiría petróleo con descuentos importantes facturados en renminbis, con tres países que representan más o menos 40% de las reservas probadas de crudo del mundo.
Ahora se le agregan, recuerda Poszar, los países del GCC con otro 40% de reservas probadas y, a través de OPEP+, 20% que comprende al norte y occidente de África e Indonesia.
Pero, además, aquí también se está expresando de forma integrada el plano estrictamente geopolítico. No sólo en la alineación evidente de Venezuela, Rusia e Irán, sino que bajo el marco de los BRICS+ con una nueva y en aumento lista de aspirantes a incorporarse y por lo tanto insertarse dentro del «nuevo paradigma». Ya en lo energético, en el que China es el principal importador de petróleo y gas, bajo este esquema emergente se resaltan otros de los elementos «emancipatorios» a través del manejo de los commodities en esquemas alternativos al sistema financiero del petrodólar, puesto que principalmente China, pero también los países del Sur Global sumados a esta apuesta, están en capacidad de gravar los commodities en desmedro de aquellos mercados donde en esencia son escasos, y por lo tanto, la reducción de control político directo y acceso, más sujetos a la inflación y otras vulnerabilidades sistémicas.
«Mi sensación es que el mercado está comenzando a darse cuenta de que el mundo está moviéndose políticamente de lo unipolar a lo multipolar, pero el mercado todavía tiene que dar el salto en el que el orden multipolar emergente, las bases inter-monetarias serán más pequeñas, las de los commodities mayores y las tasas de inflación en Occidente serán más altas», apunta Poszar.
Entonces. La expansión de los BRICS a BRICS+ supone una intensificación del proceso de desdolarización, pero también de alejamiento del euro, en el cual los países que ostentan las mayores reservas de commodities (no sólo petróleo y gas, sino litio, hierro, minerales raros, etc.) encuentran una oferta de acuerdos comerciales integrales y transformadores donde el gravamen de esos commodities dentro de ese esquema supone la posibilidad de usar otros métodos de pagos y convertibilidad en patrones de valor referenciados principalmente en yuanes, pero también en oro o en transacciones comerciales entre gobiernos de alguna forma afines (friendshoring) no necesariamente desplazando la supremacía del dólar sino alejándose del mismo.
Así, los países africanos y latinoamericanos, por ejemplo, construyen un nuevo lugar en donde en algunos focos ya comienzan a ejercerse intercambios. India y Malasia ya acordaron comerciar en rupias; los países del sureste asiático, bajo la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), ya han creado una plataforma de pago digital común; Kenia pagará en moneda local el petróleo saudí y emiratí; Ghana en oro; Brasil realizará su actividad comercial con China en yuanes y reales, lo mismo Rusia, etc.
Pero, además, los esquemas de préstamos y apoyos financieros también se hacen fuera de las instituciones del Bretton Woods. Egipto, por ejemplo, tiene más apoyo de Arabia Saudita que del FMI, toda vez que a través de las CBDCs «se están entrecruzando los bancos centrales del BRICS para replicar el sistema de correspondencias bancarias sobre la que se mueve el sistema del dólar estadounidense, con consecuencias potencialmente letales para la supremacía del dólar», por ahora, de forma realista, al decir de Sergei Glazyev, a través del comercio bilateral y los experimentos de convertibilidad dentro de ellos.
RESERVAS, ZONAS Y BLOQUES
Todos estos experimentos no resuelven ni despejan la incógnita de un tipo de reserva duradera y acentúan, al menos para este momento, como se dijo, la circunscripción bilateral de los pasos hacia el alejamiento del dólar, la internacionalización del yuan y/o el reforzamiento de acuerdos comerciales transfronterizos con monedas locales o basados en el patrón oro.
Las reservas internacionales bajo el dólar son, bajo la actual militarización de la divisa, el principal instrumento de control a través de la transferencia de inflación y de coacción mediante la deuda o «sanciones».
Y si bien el yuan/renmimbi actualmente tiene la mayor fuerza para prevalecer y establecer una base comercial, la convertibilidad no se ve resuelta del todo en los distintos espacios geográficos, a pesar de que también existen discusiones activas sobre la institucionalización de un esquema de reservas común, todavía no existe una fórmula suficientemente establecida.
Por un lado, Yaroslav Lissovolik desde 2018 ante el Club Valdai ha postulado la figura del R5, una canasta de divisas promediada entre las cinco monedas de las principales naciones BRICS (real, rublo, renminbi, rupia y rand) por ser las monedas con mayor liquidez dentro de los mercados emergentes. No con la idea de suplantar las monedas nacionales, dice Lissovolik, sino de «complementarlas» y de incorporar a otras que promediadas puedan incorporarse al «estatus de reserva» como el dirham emiratí y el dólar de Singapur.
La fundación del Banco de Desarrollo de los BRICS está compuesta por acciones en partes iguales, precisamente, de estas cinco monedas. El mecanismo de la canasta aspira a afrontar la volatilidad de las monedas dado que unos como exportadores de commodities están sujetos a sus ciclos (Brasil, Rusia, Suráfrica) mientras que, por oposición, importadores como India y China pudieran paliar esa clase de riesgos del mercado.
Por otro lado, para Sergei Glazyev parte de la clave está en el oro y refijándolo el petróleo a su valor, en tal sentido, el oro «puede ser una herramienta única para combatir contra las sanciones occidentales, si se cuenta en el los precios de los principales commodities internacionales (petróleo y gas, comida y fertilizantes, metales y minerales sólidos) fijando el oro al precio de un gramo por dos barriles lo que aumentaría el precio del oro por dos. Esto pudiera ser una respuesta adecuada a los ‘topes de precios’ (cap price) introducidos por Occidente, una suerte de ‘piso’, una base sólida».
«Si el mundo está yendo de unipolar a multipolar», sostiene Poszar, «si el mundo está gradualmente alejándose de ‘un mundo, un sistema’ (globalización) hacia ‘un mundo, dos sistemas’ (friendshoring y la Franja y la Ruta); y si el G20 al parecer se está separando en ‘G7+Australia’, ‘BRICS+’, y los ‘no-alineados’, es imposible que esta división no afecte el sistema monetario internacional».
Visto así, al menos en este punto, esta división, más que un mundo «desdolarizado», pareciera ir describiendo, por los momentos, a Estados Unidos siendo un factor de impredictiblidad, una suerte de coeficiente delta que trae además a Europa de remolque. En este punto de movilidad mas no de estabilización de algún sistema, el cuadro resultante es uno dividido en dos bloques: uno alejándose del dólar y el otro permaneciendo (¿hundiéndose?) en él.
Para los efectos de este intento de fotografía quedaría por despejar el vector Estados Unidos.
«SANCIONES», MILITARIZACIÓN FINANCIERA E INVIABILIDAD
En octubre de 2021, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos publicó una evaluación de las «sanciones» a propósito de 20 años de cumplirse la implementación esquemática y sistemática de este mecanismo de coacción y guerra en cámara lenta. Existe aquí en esta revisión un guiño a propósito del vigésimo aniversario, puesto que medidas coercitivas de presión político-económica han sido un recurso que, como lo demuestran los casos de Vietnam, Irán y Cuba, datan de mayor tiempo siendo implementadas.
En un sentido doctrinario, el Tesoro las concibe como una pieza privilegiada del arsenal dentro de la lógica del «nuevo orden mundial» del actual siglo. «Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, las sanciones económicas y financieras se convirtieron en una herramienta de primera línea para abordar una gama de amenazas a la seguridad nacional, política exterior y la economía de los Estados Unidos», reza en su introducción.
«En su núcleo», dice más adelante, «las sanciones le permiten a los políticos estadounidenses imponer a sus adversarios el costo material para disuadir o afectar el comportamiento que socava a la seguridad nacional de Estados Unidos y señaliza una posición política clara».
En los 20 años de sanciones emitidas por la Oficina de Control de Activos del Departamento del Tesoro (OFAC, por sus siglas en inglés) han aumentado de 921 a 9 mil 421 designaciones contra actores estatales y no-estatales, lo que representa, hasta 2021, un incremento de 933%, cifra que se verá impactada al año siguiente en el contexto de la Operación Militar Especial (OME) rusa en Ucrania con la designación de 1 mil 716 individuos y entidades adicionales, haciendo que la cifra trepe a 11 mil 137, rondando el mil por ciento.
No obstante, la evaluación no goza únicamente de un tono celebratorio y manifiesta una serie de preocupaciones y recomendaciones de cómo adaptar, ajustar y enmarcar frente a desafíos emergentes las mejores prácticas y efectos de las medidas coercitivas unilaterales.
Para preservar el contexto, estas serían:
- «Adoptar un marco político estructurado que vincule a las sanciones a un objetivo político claro»,
- «Incorporar coordinación multilateral, donde sea posible»,
- «Calibrar las sanciones para mitigar el impacto inesperado en lo económico, lo político y lo humanitario»,
- «Asegurar que las sanciones sean comprensibles, reforzables y adaptables» e
- «Invertir en la modernización de la tecnología, fuerza de trabajo e infraestructura de las sanciones del Tesoro».
Pero existe una frase clave para comprender «el espíritu de la letra» de la revisión y el trasfondo político-filosófico de este elemento puntal del arsenal económico del cambio de régimen: «Esta herramienta reposa sobre la fuerza formidable de, y la confianza en, el sistema financiero y la moneda de Estados Unidos».
Pero, por otro lado, las «sanciones» «ahora enfrentan desafíos emergentes… como una herramienta de la seguridad nacional: cibercriminales; competidores económicos estratégicos; y una infraestructura técnica y una fuerza de trabajo bajo presión de una complejidad financiera creciente y exigencias competitivas de políticos, participantes del mercado y otros», instando al gobierno a adaptarse y modernizarse, actualizando la «arquitectura operativa subyacente mediante la cual las sanciones son modernizadas».
Para 2021, el Departamento del Tesoro ya comenzaba a reconocer el quedarse atrás dentro de la propia arquitectura financiera global, «lo que tiene un impacto profundo en el impacto de la eficacia de las sanciones financieras». Y aquí reside una de las claves esenciales (la otra, más adelante): señala la evaluación que los adversarios de Estados Unidos, «y algunos aliados», acentúa, «ya están reduciendo el uso del dólar y su exposición al sistema financiero estadounidense de forma más amplia con transacciones transfronterizas».
Dicen que una entidad siente con mayor fuerza su esencia cuando se percibe más amenazada, y por más que, en clave hermenéutica, el «autor implícito» del documento se enfoca en el éxito y la fuerza, el reconocimiento de esta clase de «amenazas» al orden que refuerzan las medidas coercitivas unilaterales pudiera ser más descriptivo que los intentos de acierto.
En 2016, Jacob Lew, para entonces Secretario del Tesoro de la última etapa de la administración de Barack Obama, dio una conferencia en el Fondo Carnegie para la Paz Internacional sobre «la evolución y lecciones» de las «sanciones» en el tiempo.
«Es importante asegurarse de que estas herramientas permanezcan disponibles y efectivas. Y existe un riesgo de que el exceso de uso pudiera en última instancia reducir nuestra capacidad de usarlas de forma eficiente. Así como las sanciones son una alternativa valiosa frente a medidas más severas, incluyendo el uso legal de la fuerza, es un error el creer que tienen un costo bajo. Y si convierten el entorno de los negocios muy complicados, o impredecibles, o si interfieren de forma excesiva en el flujo de fondos a nivel mundial, las transacciones comerciales pudieran comenzar a moverse por completo fuera de Estados Unidos, lo que amenazaría el papel central del sistema financiero de Estados Unidos a nivel global, no sin mencionar la eficacia de nuestras sanciones en el futuro», advertía.
Lew insistía en que ese era a todas luces el principal peligro, mientras que desestimaba de todos modos la dificultad de darle forma nueva a las «normas globales» capaces de ocupar el papel de los mercados y el dólar estadounidenses, rematando de que permanecía siendo «el sistema financiero más atractivo del mundo». Aún así, mientras acentuaba que el rol de su país no se podía tomar de gratis, alertando sobre los riesgos, según él, de que la implementación de «sanciones» requería, siempre, de una justificación o que fueran empleadas «por razones inapropiadas», en particular las secundarias, toda vez que alertaba que el riesgo más pernicioso era la migración a otras monedas y a otros sistemas financieros.
Vale decir que el primer dato sintomático es que a inicios del siglo XXI el dólar representaba dos tercios (el 70% aproximadamente) de las reservas globales, para 2021 cayó a un 55% y en 2022 bajó a 47%. Para algunos analistas, el nuevo acuerdo sino-saudí, en materia de intercambios bilaterales, pudiera terminar disminuyendo de 87 mil millones de dólares a 27 mil millones, una caída de 70%.
Las advertencias de Lew, entonces, junto a los apuntes de la revisión del Departamento del Tesoro a los 20 años de la política de medidas coercitivas por razones de mecánica simple, comienzan a manifestarse.
Hoy, Brasil, el país más grande del hemisferio al sur del nuestro, realizó un acuerdo comercial con China para ahora en adelante comerciar en sus propias monedas, flanqueando al dólar. «Están creando una economía secundaria en el mundo, totalmente independiente de Estados Unidos. Ya no tendremos que hablar de «sanciones» dentro de cinco años, porque habrá tantos países realizando transacciones en otras monedas que no sea el dólar, porque ya no tendremos la capacidad de sancionarlos», dijo, con despecho, el senador Marco Rubio a Fox News a inicios de abril.
Palabras que luego serían respaldadas por nada menos que la actual secretaria del Tesoro, Janet Yellen: le dijo a Fareed Zakaria en su programa en admitiendo que las sanciones estaban socavando al dólar.
Edward Luce, columnista del Financial Times y un verdadero ejemplar británico del sistema profundo de los mecanismos del capital anglo lo certifica, corroborando, quizás, una divergencia preocupada desde el establishment respecto a la deriva.
En un artículo titulado «El nuevo consenso de Washington«, donde establece varias diferencias con el de la década de 1990, por supuesto representándolo como una suerte de era dorada inconfesada de la unipolaridad, diciendo que el nuevo consenso «es tan pesimista como el viejo era optimista. El espíritu del poder hacer ha cedido a una serie de ‘no poder hacer’. El Estados Unidos de hoy en día no puede realizar acuerdos comerciales, no puede negociar reglas digitales globales, no puede ceñirse a las reglas de la OMC y no puede apoyar reformas al Bretton Woods. Washington ha perdido la fe en el multilateralismo económico».
Un último apunte sobre las «sanciones» y la propia deriva que su uso extremo y ultramilitarizado.
«Las sanciones son más efectivas cuando se coordinan como una administración con aliados y socios que pueden magnificar el impacto político y económico. La coordinación también aumenta la credibilidad del liderazgo internacional de Estados Unidos y la política compartida o los objetivos de seguridad de Estados Unidos y sus aliados. Acciones coordinadas también pueden ayudar a mitigar el impacto económico sobre las firmas y los trabajadores estadounidenses. Pueden ser alentados los socios y aliados para coordinar la política de sanciones a través de: (1) la colaboración y el compartir de marcos políticos e información; (2) esfuerzos en curso para armonizar los regímenes de sanciones; y (3) los esfuerzos para construir coordinación de sanciones en foros multilaterales existentes. Estos esfuerzos multilaterales incluyen la promoción de sanciones de la ONU cuando sea posible y apropiado, para asegurar la aplicabilidad global de medidas restrictivas y la amplificación de los mensajes, así como el trabajar a través de otras organizaciones multilaterales. El Departamento de Estado, en particular, como el liderazgo inter-agencias del gobierno estadounidense para la formulación de política exterior es un socio y líder esencial en este trabajo», reza el punto 2 de las recomendaciones de la evaluación de 20 años de política de «sanciones» («Incorporar coordinación multilateral, donde sea posible»). Los subrayados son nuestros.
Este era, para Lew en su conferencia de 2016, precisamente, uno de los presuntos grandes logros y un emblema del smart power de los tiempos de Obama: unilateralizar lo multilateral.
Frente a estos movimientos, donde cada partícula incluso de «plomería» es primeramente político, deberían contrastarse además los distintos procesos de paz, entre ellos el más notable y desde una perspectiva occidental técnicamente imposible entre Arabia Saudita e Irán.
Pudiera quedar también consustanciado, al igual que multipolaridad y desdolarización, que la paz es sin lugar a dudas otro componente esencial; el principio básico y más antiguo de los intercambios entre grupos humanos de territorios distintos es el comercio por esa misma razón. Lo demás es vulgar gangsterismo.
Y mejor una etapa de experimentación incierta que una serie de certidumbres carentes de movilidad.
Fuente: Misión Verdad