jueves, diciembre 26, 2024
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Georgia. El viejo cuento de las revoluciones de colores. Por Pablo Jofre Leal

La historiografía occidental, hegemonizada por la visión y práctica de aquel poder unipolar cuya sede radica en Washington y con satélites incondicionales que apoyan la política de desestabilización, golpismo, guerras suaves e híbridas que hemos vivido crónicamente, vuelve a reflotar los procesos de perturbación de los órdenes políticos establecidos, principalmente en el llamado espacio postsoviético denominados: revoluciones de colores.

Terminología occidental que trataba de mostrar las acciones golpistas usando grupos internos, organizaciones no gubernamentales – ONGs – servicios de inteligencia que alentaban supuestas movilizaciones populares contra gobiernos de las antiguas repúblicas que formaron parte  de lo que se conoció como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas – URSS –  sobre todo a principios del siglo XXI. Los objetivos planteados no difieren de la narrativa permanente de estos procesos: alentar la instauración de democracias representativas estilo occidental, acercar aquellos países a la influencia tanto de Europa como de su brazo militar. Como es la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – y generar, al mismo tiempo, una realidad geográfica y política de cerco a la federación rusa bajo la preeminencia de un discurso prooccidental y de corte neoliberal. «El fenómeno de las ‘revoluciones de colores’ se convierte en un factor importante en la desestabilización de la situación en muchas regiones del mundo. Con el pretexto de extender la democracia se imponen valores ajenos a las naciones». 

Todo ello con el trabajo de marketing de dotar a esas movilizaciones de un color distintivo y un simbolismo particular – Naranja en Ucrania el año 2004 establecida a partir del triunfo en las elecciones presidenciales del ex mandatario Víktor Yanukovich donde tuvo que sobrellevar el desconocimiento de los resultados  por parte del candidato proeuropeista Víktor Yúshcheko, quien llamó a movilizaciones sociales llevándolo finalmente al poder junto a su hija Yulia Timoshenko. La revolución de las Rosas en Georgia el año 2003 que significó el alejamiento de este país de las relaciones con Rusia y su pleno acercamiento a Europa y coqueteos con la OTAN que han tensionado su relación con Moscú hasta el día de hoy. La revolución de los Tulipanes en Kirguistán el año 2005, que significó la primera intervención directa de Washington en la región centroasiática tras la caída del campo socialista y la caída del presidente Askar Akáev. La llamada Revolución de mezclilla – jeans por su color azul – llevada a cabo a fines de marzo del año 2006, sin mayores resultados para los intereses occidentales.

Dos décadas después del inicio de estas supuestas revoluciones, que mostraron en toda su dimensión el interés de Estados Unidos y los suyos de llevar adelante la política de máxima presión contra Rusia y con ello la ampliación de la OTAN hacia las fronteras occidentales del país euroasiático, vuelven a reflotar el crónico ADN golpistas y desestabilizador de occidente. Primero Ucrania y el apoyo al régimen nazi presidido hoy por el comediante Volodimir Zelensky para servir de punta de lanza contra Rusia a partir del proceso de cambio violento llamado Euromaidan, que triunfó en febrero del año 2014 y que implicó, no sólo el derrocamiento el ex presidente Viktor Yanukóvich, sino el impulso de ataques y exterminio de la población ruso parlante de la región del Donbás.

Y, a partir de este mes de marzo se vuelve a unir Georgia, pequeño país de 4 millones de habitantes y fuertemente marcado por la breve guerra que sostuvo con Rusia el año 2008. Hoy se aprovecha la narrativa antirrusa respecto a una ley, denominada “Ley Sobre la Transparencia de la Influencia Extranjera” -conocida popularmente como ley de agentes extranjeros- con dos versiones y que pretendía ser promulgada por el gobierno de Salomé que pretendía limitar los fondos de ayuda a las ONGs georgianas y que la oposición proeuropeista y pro otanista atribuía a las influencias de Moscú. La aprobación de la primera versión de la ley – en primera lectura en el parlamento georgiano – generó masivas protestas en que se enarbolaron banderas europeas y donde estuvieron presente partidarios del expresidente georgiano Mijaíl Saakashvili – acusando a Moscú de interferir en la política de este país del Cáucaso Sur. Una acusación absolutamente infundada e interesadamente antirrusa, pues los propios autores de esta ley y las autoridades rusas  señalaron que “se inspiraron en la ley similar de Estados Unidos,  la Foreign Agents Registration Act  – FARA – vigente desde el año 1938, pero menos rígida y más flexible con las organizaciones. Por ejemplo, la ley estadounidense supone penas de hasta cinco años de cárcel por ocultar la financiación desde el extranjero mientras que la que pretendía Georgia sólo multas”. La segunda versión establecía también castigos, tanto administrativos como penales en caso de que las personas u organizaciones jurídicas, con financiación extranjera, eludan inscribirse como tales. Ambas versiones difícilmente pasaran el filtro de aprobación.

A pesar que la polémica ley fue sacada de debate en el país euroasiático,  las protestas continúan dejando en evidencia el verdadero objetivo de la oposición georgiana: impulsar que el país se una a la Unión Europea y la OTAN. Recordemos, que en julio del año 2016 la Unión Europea, incorporó a Georgia como estado asociado y en marzo del año 2022 Georgia presentó formalmente su solicitud de adhesión. El Consejo Europeo dijo estar dispuesto a conceder el estatus de candidato siempre y cuando complete una serie de reformas recomendadas por la Comisión Europea, que hará difícil un trámite expedito por la enorme corrupción y dificultades económicas y políticas de este país del Cáucaso Sur. Exigencias de reformas que significaron enormes sacrificios para su población. La desconfianza expresada por los manifestantes, respecto a la veracidad de renunciar a los planes establecidos por esta ley de agentes extranjeros, es también una evidencia que los objetivos van mucho más allá de no estar de acuerdo con determinado cuerpo legal.

En el contexto de ataques en amplias áreas: políticas, militares, económicas, diplomáticas contra Rusia, como también contra la República Popular China y la República Islámica de Irán, con la guerra en Ucrania en pleno desarrollo. Una guerra híbrida que está utilizando todos los mecanismos posibles para derrocar al gobierno de Irán y el impulso de una política de Sinofobia, la situación en Georgia complementa el ropaje de perturbación contra aquellos que se han planteado la necesidad de un mundo multilateral. Washington, la OTAN en general y en forma particular una Alemania interesada en ampliar su mercado al Cáucaso están generando una situación de replicar las revoluciones de colores ya vividas por ese país. La Unión Europea, como parte del guión, frente a la mencionada ley que generó las protestas de los sectores proeuropeistas señaló, a través del jefe del Consejo Europeo, Charles Michel, que la adopción de la ley no se ajustaba al camino hacia la UE que desea una gran parte del pueblo georgiano. Las palabras de Michel fueron apoyadas por el jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell, que afirmó a su vez que esta normativa era incompatible con los valores de la UE. Valores bastante discutidos a la hora del análisis global con el apoyo que este grupo de países ha concretado en las agresiones contra Siria, Irán, Palestina, Yemen, entre otros.

Abjazia y Osetia del Sur tienen presencia militar de la federación rusa.

Rusia ha dado claras señales, que no va a permitir un proceso como el vivido en Ucrania, las provocaciones Otanistas no se dejarán pasar así como así y desde Moscú se alzan las voces que hablan de dar respuestas contundentes a las crónicas provocaciones que vienen desde Occidente. El ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, declaró que “esto de Georgia se parece mucho a Maidán en Kiev…la ley georgiana sobre los agentes del extranjero ha sido sólo un pretexto para lanzar un intento de cambio de régimen por la fuerza». El portavoz del gobierno ruso, Dmitri Peskov criticó la declaración realizada el jueves 9 de marzo desde Nueva York por la presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, considerada prooccidental que tomó distancia del gobierno presidido por Irakli Garibashvili,  expresando su apoyo a los manifestantes proeuropeos “el hecho que la presidenta de Georgia hablará desde Estados Unidos es una señal de que la mano visible de alguien está tratando de provocar un sentimiento antirruso en Georgia”. Por su parte, el mandatario ucraniano Zelensky, en aplicación de su formación como actor no dudó en hacerse presente en esta puesta en escena antirrusa, apoyando las protestas en la capital georgiana Tiflis, provocadas por la iniciativa legal llamada “Ley Sobre la Transparencia de la Influencia Extranjera”.

El primer ministro georgiano, Irakli Garibashvili, ha advertido que la situación en Georgia puede conducir a situaciones muy complejas en el área del Cáucaso Sur. Esto, porque Garibashvili el pasado viernes 10 de febrero, aseveró, ante periodistas internacionales que “los ucranianos tratan de llevar la guerra a Georgia y crear un segundo frente contra Rusia…Los intentos de hacer que este conflicto  – en Ucrania – se extienda de alguna manera a nuestro país, desafortunadamente, no se detienen. Escuchamos directamente las declaraciones de representantes de las autoridades ucranianas sobre este tema. Su objetivo era abrir un segundo frente”. 

El análisis geopolítico indica que Rusia no aceptará que se escenifique otro Euromaidán, sobre todo con la guerra mediática, que ha comenzado a mostrar esa imagen de manifestantes georgianos enarbolando la bandera de la Unión Europea, como objetivo de las movilizaciones, con la verbalización respecto a sostener que “Georgia teme a Rusia” y para contrarrestar aquello, la elite política georgiana azuza la decisión y la verbalización  respecto a la necesidad de entrar en esta unión de países europeos y sobre todo, incorporarse a la OTAN. El peligro radica que las acciones bélicas podrían tener un escenario ampliado desde Ucrania al Cáucaso Sur teniendo presente las fuertes tensiones vividas en esta zona rica en gas, petróleo, gasoductos y oleoductos, que son arterias vitales para la economía europea y permanente campo de conflicto.

Fuente: TeleSUR.

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