jueves, diciembre 26, 2024
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¿Es este el fin del proyecto francés en el Sahel africano? Por Vijay Prashad

Desde la reincorporación de los militares franceses en la región del Sahel, se ha impulsado una agenda que parece responder más a las necesidades de Europa que a las de los propios países norafricanos.

El 15 de mayo de 2022, la junta militar de Mali anunció que dejaría de formar parte de la plataforma del G5 Sahel. El G5 Sahel se creó el 2014 en Nuakchot (Mauritania) y reunió a los Gobiernos de Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger para colaborar en la deteriorada situación de seguridad en el cinturón del Sahel (la región situada justo debajo del desierto del Sáhara en África) y para aumentar el comercio entre estos países. Tras bambalinas, estaba claro que la formación del G5 Sahel fue alentada por el Gobierno francés y que, a pesar de todas las conversaciones sobre comercio, el verdadero objetivo del grupo sería la seguridad.

A principios de 2017, bajo la presión de Francia, estos países del G5 Sahel crearon la Fuerza Conjunta G5 Sahel (FC-G5S), una alianza militar para combatir la amenaza a la seguridad que suponen las secuelas de la guerra civil argelina (1991-2002) y los “residuos” de la guerra de la OTAN en Libia en 2011. La Fuerza Conjunta G5 Sahel recibió el respaldo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para llevar a cabo operaciones militares en la región.

Este 15 de mayo, el portavoz militar de Mali, el coronel Abdoulaye Maïga, declaró que su Gobierno había enviado una carta el 22 de abril al general Mahamat Idriss Déby Itno (presidente del consejo militar de transición de Chad y presidente saliente del G5 Sahel) para informarle de la decisión. La falta de movimiento en la celebración de la conferencia de los jefes de Estado del G5 Sahel, que debía celebrarse en Mali en febrero, y la entrega de la presidencia rotatoria del FC-G5S al país, obligaron a Mali a tomar la medida de abandonar tanto el FC-G5S como la plataforma del G5 Sahel, según dijo el coronel Maïga en la televisión nacional.

La salida de Mali era inevitable. El país se ha visto desgarrado por las políticas de austeridad impulsadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por los conflictos que recorren este país de más de 20 millones de habitantes. Dos golpes de Estado (2020 y 2021) fueron seguidos de la promesa de elecciones, que no se vislumbran en el horizonte. Los organismos regionales, como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), también han impuesto duras sanciones contra Mali, lo que no ha hecho más que agravar los problemas económicos que ya sufre su pueblo. Los ministros de Defensa del G5 Sahel se reunieron por última vez en noviembre de 2021, y la reunión de jefes de Estado de los países miembros del G5 Sahel en febrero de 2022 se pospuso. Mali debía asumir la presidencia rotatoria del G5 Sahel, pero los demás Estados que forman parte de la plataforma no estaban muy interesados en este traspaso (Chad ha continuado con la presidencia).

Poder extrarregional

La declaración de los militares malienses responsabiliza de la deriva institucional del G5 Sahel a las “maniobras de un Estado extrarregional que pretende desesperadamente aislar a Mali”. Este “Estado extrarregional” es Francia, que según Mali ha intentado “instrumentalizar” el G5 Sahel para sus propios objetivos.

Los cinco miembros del G5 Sahel son todas antiguas colonias francesas, que expulsaron a los franceses mediante luchas anticoloniales e intentaron construir sus propios Estados soberanos. Estos países sufrieron asesinatos (como el del antiguo líder de Burkina Faso, Thomas Sankara, en 1987), se enfrentaron a los programas de austeridad del FMI (como las medidas adoptadas contra el Gobierno del antiguo presidente de Mali, Alpha Oumar Konaré, entre 1996 y 1999) y se enfrentaron a la reafirmación del poder francés (como cuando Francia apoyó al mariscal de Chad, Idriss Déby, contra Hissène Habré en 1990). Tras la guerra de la OTAN contra Libia – iniciada por Francia en 2011 – y la desestabilización que provocó, Francia intervino militarmente en Mali a través de la Operación Barkhane, y luego – junto con el ejército de los Estados Unidos – intervino en todo el Sahel como parte de la plataforma G5 Sahel.

Desde la reincorporación de los militares franceses en la región, se ha impulsado una agenda que parece responder más a las necesidades de Europa que a las del Sahel. El principal argumento de la intervención francesa (y estadounidense) en el Sahel es que quieren asociarse con los militares de la región para combatir el terrorismo. Es cierto que se ha producido un aumento de la acción armada, en parte debido a la expansión de las actividades de Al Qaeda y el Estado Islámico en el Sahel. Sin embargo, las conversaciones con funcionarios de los Estados del Sahel revelan que no creen que la lucha contra el terrorismo sea el principal motivo de la presión francesa sobre sus Gobiernos. Creen, aunque se resisten a declarar, que los europeos están más preocupados por la migración que por el terrorismo. En lugar de permitir que las personas migrantes (muchas procedentes de África Occidental y Asia Occidental) lleguen a la costa libia e intenten cruzar el mar Mediterráneo, quieren construir un perímetro en el Sahel para limitar el movimiento de los migrantes más allá. En otras palabras, Francia ha trasladado la frontera sur de Europa del norte del Mediterráneo al sur del Sahara.

El lugar más pobre del mundo

“Vivimos en uno de los lugares más pobres de la tierra”, me dijo el ex presidente maliense Amadou Toumani Touré, antes de su muerte en el 2020. Cerca del 80% de los habitantes del Sahel viven con menos de 1,90 dólares al día, y se prevé que el crecimiento de la población en esta región aumente de 90 millones en 2017 a 240 millones en 2050. El cinturón del Sahel tiene una enorme deuda con los ricos titulares de bonos de los Estados del Atlántico Norte, que no están dispuestos a perdonar la deuda. En la séptima cumbre del G5 Sahel, celebrada en febrero de 2021, los jefes de Estado pidieron una “profunda reestructuración de la deuda de los países del G5 Sahel”. Pero la respuesta que recibieron del FMI fue de un silencio rotundo.

Parte del problema presupuestario es la exigencia de Francia a estos Estados de aumentar su gasto militar frente a cualquier aumento en su gasto en ayuda humanitaria y desarrollo. Los países del G5 del Sahel invierten entre el 17% y el 30% de sus presupuestos en sus ejércitos. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, tres de los cinco países del Sahel han aumentado astronómicamente su gasto militar en la última década: Burkina Faso en un 238%, Mali en un 339% y Níger en un 288%. El comercio de armas está asfixiando a estos países. Con el posible ingreso de la OTAN en la región, persistirá esta forma ilusoria de tratar los problemas del Sahel como problemas de seguridad. Incluso para las Naciones Unidas, las cuestiones de desarrollo en la zona se han convertido en una idea desfasada ante la primacía de la guerra.

La falta de apoyo a los gobiernos civiles para hacer frente a los verdaderos problemas de la región ha provocado golpes militares en tres de los cinco países: Burkina Faso, Chad y Mali. La junta militar de Mali expulsó a los militares franceses del territorio maliense el 2 de mayo, una semana antes de abandonar el G5 Sahel. Los indicios de inquietud respecto a las políticas francesas pululan por la región. ¿El ejemplo de Mali será seguido por alguno de los otros países que forman parte del grupo G5 Sahel? A partir de la salida de este país del G5 Sahel ¿Se derrumbará finalmente el verdadero proyecto de Francia en el Sahel (limitar la migración de personas del Sur Global a Europa)?

Fuente: Alai

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