lunes, diciembre 23, 2024
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Entrevista exclusiva al escritor-activista Paco Ignacio Taibo II: «En el México de AMLO se está gestando un cambio político profundo». Por Geraldina Colotti

En cuanto a la revolución bolivariana, el escritor y activista Paco Ignacio Taibo II, a quien contactamos en México para esta entrevista exclusiva, tiene las ideas muy claras. “Contra Venezuela -dice- se ha practicado un terrorismo brutal y una persecución mediática sin precedentes”. Francisco Ignacio Taibo Mahojo, nacido en 1949, conocido como Paco Ignacio Taibo II, es un premiado autor de origen hispano-mexicano.

Apasionado del género policial, escribió afortunadas novelas negras protagonizadas por el detective Héctor Belascoarán Shayne, la primera de las cuales, Días de combate, se publicó en 1976. Su pasión por el género lo impulsó a fundar, en 1986, la Asociación Internacional de Escritores Policíacos (Aiep), junto al mexicano Rafael Ramíres Heredia, a los cubanos Rodolfo Pérez Valero y Alberto Molina, el uruguayo Daniel Chavarría, el ruso Yulián Semiónov y el checo Jiri Prochazka. En 1988 concibió el festival multicultural Semana Negra de Gijón, al que asistieron miles de escritores de novela policiaca, histórica, fantástica y de ciencia ficción.

Sin embargo, su obra literaria no se limitó al género policiaco. También ha escrito novelas históricas, cuentos, cómics, reportajes y ensayos, traducidos a numerosos idiomas. Libros que permanecen imperecederos en el catálogo editorial de varios países, desde Europa hasta América Latina. Entre estas, la Biografía del Che, el best-seller de todos los publicados sobre la vida del revolucionario argentino-cubano, o la trilogía Patria, sobre el pasado de México, que ilumina su presente.

Desde 2019 dirige el Fondo de Cultura Económica, una de las editoriales más importantes de México e Iberoamérica, y trabaja en el gobierno de Manuel López Obrador (Amlo).

¿Qué país es el México de Amlo hoy?

Se está produciendo un profundo cambio político, desde el plano económico hasta el social y cultural. Hoy hay un gobierno claramente de izquierda que quiere servir los intereses de la mayoría de los mexicanos, pero que tiene que lidiar con un aparato legal, burocrático y viciado, heredado del pasado. Somos parte del ala más radical de la coalición de gobierno. El Fondo de Cultura Económica me permite ser quien soy y seguir haciendo las cosas que hago. Bajo la dirección de Andrés Manuel, hemos desatado toda la fuerza inherente al nuevo estado para hacer cosas increíbles en el mundo del libro, para permitir que el mayor número posible de ciudadanos tenga acceso a la lectura, rompiendo los patrones tradicionales de distribución y acercando el libro directamente en manos del lector, sin dejarlo en los anaqueles de las instituciones. Hemos distribuido más de 5 millones de libros de forma gratuita. Por eso, hemos creado una red de librerías, bajado el precio de los volúmenes, inventado nuevas collecciones y soluciones originales como moto-librerías o librerías ambulantes. Y hemos abierto más de 10.000 salas de lectura, en las que se organizan actividades todos los días. Un esfuerzo titánico. Una de las herramientas más poderosas son los talleres de libros de historia. A pesar de la infraestructura muy corrupta heredada de la época del PRI, a nosotros en México nos resultó fácil diseñar una perspectiva latinoamericana de la lectura, que se está consolidando. Hemos abierto librerías en prácticamente todos los países de Latinoamérica, desde Chile hasta Venezuela, con la cadena Librerie del Sur. Ahora estamos abriendo una en Cuba, otras tres en Colombia, Honduras, Ecuador, Bolivia, Guatemala… Latinizando el debate, estamos rompiendo el monopolio editorial de España, que ha pretendido decidir qué se debe leer en nuestro continente.

Un esfuerzo que recuerda al iniciado por Chávez con la revolución bolivariana, y continuado hoy por Nicolás Maduro, en el marco de lo dicho por José Martí: ser cultos para ser libres. Tras la estela de Cuba, Venezuela es un laboratorio de cultura popular, liderado por la democracia participativa y protagónica. Sin embargo, siempre se pide tomar distancia del gobierno bolivariano, dentro y fuera de América Latina. ¿Cuál es tu opinión?

Contra Venezuela se ha ejercido un terrorismo brutal y un veto de información sin precedentes. Queremos ignorar que es el único país en el que el chavismo gana elecciones a cada rato, elecciones transparentes y verificables. Sin embargo, por medio de la asfixia económica, de las “sanciones”, de las acusaciones de narcoterrorismo, se ha pretendido convertirlo en un espectro del que toda América Latina debe cuidarse. Incluso se ha inventado una nueva etiqueta para descalificar al socialismo bolivariano y a los gobiernos populares: populismo. Cuando en Europa me preguntan si soy populista, respondo: ve a la raíz del concepto. Si yo soy populista, ¿ustedes que son, antipopulares? Puedes criticar a cualquier gobierno, creo que los países progresistas también necesitan una crítica de izquierda, no solo de derecha, pero el hecho es que Venezuela tiene un papel fundamental para el continente y para la política latinoamericana. Más ahora que empieza a romper el cerco, después de haber soportado condiciones terribles, y que podrá beneficiarse de la importantísima victoria de Petro en Colombia, así como del papel de Amlo en México.

Amlo, sin embargo, parece tener una idea de la integración latinoamericana algo diferente a la concebida por Fidel y Chávez. Se refirió a un cuerpo más similar a la Unión Europea original, que también podría incluir a América del Norte. ¿Es eso así?

La geopolítica es complicada. Para avanzar, México necesita conseguir una relación de no agresión de Estados Unidos, para ello debe negociar y renegociar, diciéndoles constantemente a los norteamericanos: no se metan, no se metan, y que mantengan a raya a las multinacionales que son la punta de lanza. El imperio no se limita a la embajada de EE.UU., sino que está integrado por empresas mineras que quieren controlar la producción de electricidad, litio y gas. Desde una perspectiva mexicana, se trata de cómo Andrés Manuel se enfrenta a la proximidad del monstruo. Hay una tradición antiimperialista algo esquemática que ve a Estados Unidos como un bloque. En cambio, no, son un revoltijo de contradicciones que hay que aprovechar. Es así en todas partes. Por ejemplo, si me dicen: debemos luchar contra los talibanes, estoy de acuerdo. Es un proyecto de regresión histórica muy peligroso que llega hasta formas de barbaridades machistas y tribalel del fundamentalismo religioso. Pero no podemos hacerlo a la manera norteamericana, bombardeando, sino buscando una alianza con los códigos progresistas locales. En cambio, podrían ser «bombardeados» con viejas películas de cine negro como Gilda, interpretada por Rita Hayworth, para deleitar al talibanismo…

Con la victoria de Petro en Colombia, una segunda ola progresista parece haber regresado a América Latina, que sigue siendo un continente en disputa no solo a nivel electoral, sino también a nivel de poder popular. ¿Qué espacios hay para que esta segunda ola sea irreversible?

El plan electoral se ha convertido en un elemento muy importante de la lucha, ha cambiado el equilibrio de poder en América Latina. Hace diez años hubiera sido impensable que hubiera diez gobiernos de izquierda o de centro-izquierda tendiendo puentes entre ellos. Sin embargo, no debemos ignorar que estos triunfos electorales muchas veces te llevan al gobierno pero no te dan el poder, impidiéndote convertir los éxitos electorales en programas políticos. Necesitamos una organización social transestatal que acompañe a los gobiernos, sin dejarse absorber por las funciones estatales, sino combinándolas con la organización popular. Por eso, incluso el elemento simbólico y la batalla de ideas tienen una gran importancia unificadora.

¿Como la espada de Bolívar, que encendió el debate tras el gesto arrogante que hizo el rey de España cuando Petro asumió el cargo en Colombia?

Ha vuelto a salir a la luz el absoluto desconocimiento de la élite española para entender los problemas de América Latina. El concepto de una Patria Grande unida por un destino común libertador es una meta antiimperialista unificadora desde la Patagonia hasta los Grandes Lagos de Estados Unidos, donde las comunidades de habla hispana ya son mayoría. Hay que llevar el debate también a nivel ético y moral, no solo a nivel económico: la revolución parece imposible, pero es necesaria, los cambios son inaplazables, los pobres son mayoría, pero también hay pobres de derecha, conservadores, el pensamiento conservador también se ha introducido en nuestro pueblo y ha producido consecuencias sorprendentes… Llevar la reflexión al terreno simbólico es fundamental. En este sentido, bienvenido a la espada de Bolívar.

Tu último libro, publicado por Editorial Planeta Mexicana, se titula La libertad, trece historias para la historia. Entre los personajes descritos se encuentran un general soviético, un sindicalista intrépido, un periodista-símbolo y un revolucionario venezolano profesional, Carlos Aponte. Hay, sin embargo, también figuras que se han opuesto al camino de la libertad, situándose en el campo contrario. ¿De qué libertad estamos hablando en este libro?

Mis libros son el resultado de una rigurosa investigación histórica de amplio espectro, un trabajo de años que realizo en solitario, para evitar filtros, censuras o interferencias. Sobre Carlos Aponte, más conocido en Cuba que en Venezuela, no había casi nada, tuve que investigar muchísimo para restituir esta espléndida figura de revolucionario profesional: el mejor, capaz de meterse en un atolladero y organizar una revolución, gastando si mismo hasta el último aliento. A medida que avanzo, más y más personajes entran en escena pidiendo salir a la luz, porque están listos para ser contados, mientras que otros quedan inacabados. Este es también el caso de este libro. En los primeros meses de la pandemia descubrí que el tiempo se había expandido para mí, viajaba menos dentro y fuera del país, tenía toda la noche disponible. Me concentré, vi que el libro estaba maduro. Al momento de reacomodar el material, me encontré con 15 personajes de distintas corrientes de izquierda que, en distintos contextos y en diversas circunstancias, han arriesgado su vida por la libertad. Algunas las he dejado de lado, considerándolas aún incompletas, y he seleccionado 13. Sin embargo, me he dado cuenta de que junto a figuras que aparecían en su lado luminoso, había otras que mostraban un lado oscuro, fogoso o delirante, también en abierto contraste con los que se jugaron la vida por la libertad: un libro de dos caras, en definitiva. Me pregunté: ¿enfoco el libro en la libertad o incorporo las historias que me gustan? Elegí cruzar dos libros, uno según el eje de la libertad, el otro basado en la batalla para contar bien la historia. Nuestro desafío hoy es convencer a los adolescentes de que la historia puede ser emocionante. En este punto de la vida, la libertad tiene que ver con mi relación con el lector, cómo le doy cuenta del lector.

¿Y qué piden los jóvenes lectores en la era digital?

El del libro impreso y el formato digital es un falso debate. Nosotros, en México, necesitamos lo digital para entrar a las bibliotecas con una oferta gratuita, básicamente con ensayos educativos, para esa pequeña porción de lectores que leen en tabletas o computadoras. En el móvil, un adolescente apenas lee una novela, un poema o una nota, tenemos que llegar hasta él con un libro impreso. Por lo demás, no hay dos jóvenes iguales. Cuando firmo un libro, ya sea en una librería o durante una campamento de huelga, me encuentro con muchos lectores jóvenes y también mayores, que me siguen desde hace años. El desafío es cómo ayudarlos a romper el círculo de la facilidad, de la comunicación digital rápida que ciertamente tiene grandes virtudes, incluidas las herramientas para contrarrestar las noticias falsas difundidas por la derecha conservadora que invaden nuestras vidas, pero que pueden llegar a costa de profundidad. No debemos renunciar a la velocidad, sino entablar un debate diario con jóvenes y adultos para profundizar.

¿Cómo hacer que los lectores se apasionen por la historia?

 Si quieres sacar lecciones de la historia, que siempre existen, tienes que despojarte del pasado inmediato para evitar el riesgo de literatura pedagógica, lecturas simplistas o mensajes políticos directos, clichés y esquemas. Es necesario tener rigor y profundidad en la historia contada, pero también permitir que el lector recupere la parte de la historia que más le gusta, que aporte sus propias interpretaciones aunque no coincidan con las intenciones del narrador. En este libro, el elemento clave es el de la curiosidad, que permite compaginar a los personajes con la historia en general, evitando caer en la trampa de las puertas laterales, que llevarían a tener que enfrentarse a gigantescos problemas históricos, que de repente aparecen en el transcurso de la historia, que tratan de atraerte.

La libertad también cuenta la historia del Sindicato de Inquilinos, ocurrido en la década de 1920 en el Estado de Veracruz, que ahora es considerado una fosa común: donde la realidad supera a la ficción, en un perverso entrelazamiento entre intereses políticos y asuntos criminales. Como activista y escritor de novelas negras, ¿cómo lees esta realidad hoy?

Cuando entré en la línea final de esta obra, la editorial y los lectores me presionaban para que escribiera otra historia mexicana, después del éxito de Patria, el libro dedicado al liberalismo mexicano, que sigue vendiéndose mucho, pero he elegido la libertad de contar sin reglas personajes que surgen de diferentes contextos, incluido el mexicano, pero no solo. A veces, hay que renunciar a los grandes temas para narrarlos en detalle. La violencia en México es un problema complejo que debe investigarse a fondo en los pliegues del pasado. Como periodista y narrador, en los últimos años me he ocupado mucho, incluso con dos documentales, de la historia de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos en 2014. Hoy, Andrés Manuel ha logrado derribar el muro de desinformación que había sido construido alrededor del caso, confirmando los supuestos que habíamos adelantado, e indicando que el tiempo de la impunidad para los asesinatos de Estado ha terminado. No es seguro que la realidad supere a la ficción, muchas veces la ficción revela el lado oculto del iceberg.

Fuente: Resumen Latinoamericano

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