martes, marzo 4, 2025
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El paralaje geopolítico y la reunificación del mundo.

Por Leonid Savin.

El presente informe no es un conjunto definitivo de disposiciones en el campo de las humanidades y, sobre todo, de la ciencia política y la disciplina de las relaciones internacionales. Se trata de una serie de reflexiones, una teoría crítica que se basa en el análisis y la observación a largo plazo del sistema de relaciones internacionales con sus contradicciones, conflictos internos e imperfecciones inherentes a cualquier comunidad humana.

Se puede decir que esta teoría, como una suerte de juicio especulativo, se está proponiendo a análisis y nuestra estimada audiencia pueden sacar sus conclusiones personales sobre este tema, hacer comentarios y sugerencias constructivas. Tal vez las discusiones posteriores ayuden a trazar caminos adicionales e identificar los niveles que deben ser trabajados con más detalle para finalmente poner los puntos encima de la «i», y el modelo teórico propuesto podría ayudar en la práctica a avanzar hacia un orden mundial multipolar más justo.

En nuestra opinión, el problema clave de las relaciones internacionales contemporáneas es que se impone en todo el mundo un modelo occidental que no ha resistido la prueba del tiempo, como lo demuestran las numerosas crisis y conflictos. Sus promotores le llaman “Orden Mundial Basado en Reglas”, aunque los opositores afirman con razón que estas reglas fueron formuladas por el propio Occidente para su propio interés. Aunque se supone que este modelo se basa en el sistema de Bretton Woods, que se remonta a 1944, en realidad sus orígenes son mucho más antiguos y se parten de la era misma de la Ilustración.

Como resultado de esto, y a pesar de una serie de teorías, algunas de las cuales son reconocidas en todo el mundo y tienen un enfoque aparentemente equilibrado, Occidente carece de una comprensión profunda del pensamiento estratégico del Sur Global y el Este Global.

Esto se refiere a las principales áreas teóricas en las que los profesionales directos basan su trabajo, ya sean asesores políticos o decisores directos. Este el liberalismo y el realismo en las relaciones internacionales, pero también se podría sumar al constructivismo y el marxismo, sin mencionar el surgimiento de teorías posmodernas extravagantes.

Ahora estamos hablando de teorías de las relaciones internacionales, aunque esto es cierto en el caso de las teorías del derecho, la administración pública, la política y la economía; son en gran parte el producto de la civilización occidental, que, si bien admitía las ideas de otras civilizaciones y culturas, tendía a someterlas a una interpretación vulgar y simplificada.

También es importante señalar la inclusión actual de componentes religiosos en la política internacional, lo que indica el fracaso del sistema de Westfalia basado en la separación de los principios de religión y política, otro logro de la civilización occidental implementado en la agenda global.

En los últimos años, el crecimiento del Islam político en la región desde el Norte de África hasta el sur de Asia se ha vuelto más que evidente. Mientras que “…la visión musulmana de la realidad, que es una percepción metafísica conjunta del mundo visible e invisible, que incluye una visión de la vida como un todo, no incluye nada en común con la visión del mundo, que consiste en conjuntos de objetos, centros y objetos conjuntos explorados…”1, que se puede atribuir a la política secular.

Idealmente, la religión y la política deberían estar en un continuo y representar un todo. Como esto no sucede, en la situación actual se forman lazos claros entre la política secular y la religión, y este fenómeno es peligroso, como decía Jean-Claude Milner: “se sabe que hay lazos entre la rebelión y el pensamiento, y se sabe que hay pensamientos con efectos materiales”.2

La mención del Islam político se hizo para enfatizar los conflictos más grandes de los últimos años asociados con él: en Irak, Afganistán y Siria. Pero lo mismo puede decirse de otras tradiciones y culturas religiosas, con toda su diversidad. Al mismo tiempo, al considerar culturas (políticas, éticas, religiosas) que difieren de las propias o cercanas en una serie de características, necesariamente hay un efecto de “etnocentrum” (división en propias y ajenas), y el objeto que consideramos puede cambiar dependiendo de la posición aceptada del observador.

Antes de examinar con más detalle estos matices en el contexto geopolítico actual, preguntémonos: ¿Cuál es uno de los motores clave de las sociedades humanas y las asociaciones políticas? Hay diferentes puntos de vista sobre este tema. Sin embargo, nadie negará que el miedo es una de las emociones primarias que juega un papel importante en la determinación de cómo los individuos, grupos, tribus y Estados influyen en las elecciones y acciones de las organizaciones humanas.3

Y el miedo está estrechamente vinculado y entrelazado con la cultura, la identidad, la política simbólica, la racionalidad y las emociones que forman el núcleo de la motivación humana. Los filósofos famosos que han reflexionado sobre la política, de una forma u otra, a menudo hablan del miedo. Y en el siglo XX, la política interna y exterior de muchos estados, incluidos los Estados Unidos y la Unión Soviética, se basó precisamente en el miedo.

Según Hobbes, en el estado natural, la vida está condicionada por el miedo a la muerte violenta, y para evitarlo, se necesita un Estado Leviatán que haga que la vida sea más segura, pero aún llena de miedo. En lugar de temer la muerte súbita en la situación de “bellum omnium contra omnes” (la guerra de todos contra todos). El hombre ahora teme a un Estado que lo castigue por desobediencia, y este miedo al poder del Estado se convierte en un medio para superar el miedo a la muerte súbita y violenta. Esencialmente, una persona cambia el miedo y la incertidumbre por miedo y confianza.

Es evidente que en los últimos siglos, que de vez en cuando han estado llenos del optimismo de la Ilustración, la tesis de Immanuel Kant sobre la paz eterna, la hipótesis fallida de Francis Fukuyama sobre el final de la historia durante el comienzo de la hegemonía unipolar de los Estados Unidos e incluso el patetismo de los movimientos antiglobalización en todo el mundo durante este período, el miedo sigue siendo el motor de la política mundial.

Además, las tecnologías con las que los representantes de varias tendencias ideológicas contaban como algunos supresores del miedo se convirtieron en una especie de multiplicadores del miedo. A las diversas fobias típicas del siglo XX, como el desempleo, los desastres provocados por el hombre y la amenaza de guerra, se sumaron el miedo al terrorismo, el poder de las corporaciones, la rebelión de las máquinas con la ayuda de la inteligencia artificial, los ataques cibernéticos, la guerra biológica y las epidemias artificiales (como lo demostró la epidemia del coronavirus en 2020), la manipulación de las redes sociales y la ingeniería social, el calentamiento global, la escasez de agua y alimentos. Algunos de ellos tienen motivos muy reales.

La visión para resolver estos problemas difiere en una serie de actitudes, desde la afiliación política hasta el hábitat geopolítico y la identidad de la civilización. La percepción del mundo como un “patrimonio común y una familia unida”, donde se pueden resolver juntos los problemas actuales y responder rápidamente a los desafíos actuales y las posibles amenazas futuras, ahora se percibe como una utopía.

Si bien, la división principal se extiende entre el Occidente colectivo, que intenta defender su propio “orden basado en reglas”, y el Sur y el Este globales, donde un grupo de países está tratando de forjar un orden mundial global más justo, basado en los principios del respeto mutuo, la soberanía y la multipolaridad, el problema se torna entonces más profundo y amplio.

Por ejemplo, tomemos el término “Trampa de Tucídides”, que es ampliamente utilizado por autores estadounidenses para describir las crecientes contradicciones entre los Estados Unidos y China.4

El punto de partida era el temor por el aumento del poder de Atenas y la propagación de su influencia y hegemonía regional que inculcaron en Esparta la idea de la inevitabilidad de la guerra, que pronto estalló y terminó con la derrota de Atenas. Graham Allison interpretó esto en el contexto moderno como la posibilidad de una futura guerra de China, como una potencia emergente en ascenso, con los Estados Unidos, que es la potencia dominante y hegemónica.

Sin embargo, Tucídides, es probablemente el primer autor conocido que mencionó el miedo como uno de los impulsores de la vida política de las “polis” antiguas, describió las causas de las Guerras del Peloponeso, pero estos conflictos se dieron entre ciudades griegas que pertenecían a la misma cultura, donde existían valores y tradiciones comunes, incluidas actitudes filosóficas y metafísicas y creencias religiosas. Mientras que los Estados Unidos y China representan pueblos y tradiciones muy diferentes, incluida la guerra y la toma de decisiones políticas.

Tomemos por ejemplo, la cuestión de los derechos humanos, que son extremadamente importantes para el discurso occidental. En una reunión celebrada en Moscú hace unos años, un profesor chino explicó de manera sucinta por qué China tiene una perspectiva diferente sobre este tema. Dijo que el concepto de derechos humanos surgió de la tesis de la era de la Ilustración de que Dios creó a todos los seres humanos como iguales. Pero en China no existe el concepto de Dios como tal, por lo tanto, desde el punto de vista de la tradición China, las personas no pueden ser iguales entre sí. Y no reconocen la doctrina occidental de los derechos humanos.

Al propio tiempo, China nunca declaró su propia superioridad racial, sino que, por el contrario, en la historia hubo casos en que los chinos estaban bajo la fuerte opresión y humillación de la civilización occidental y, por supuesto, todavía hay una serie de diferencias serias en esta cosmovisión, que están asociadas con profundas tradiciones históricas.

Del mismo modo, podemos hablar de otros países y regiones en los que Occidente proyecta su propia visión, incluida la solución de problemas locales. De ahí el fracaso esperado del proceso de negociación sobre Palestina, que fue supervisado durante muchos años por los Estados Unidos y la ONU, y el problema de la Cachemira dividida, que no se ha resuelto durante décadas, o la inevitabilidad del fracaso de las tropas estadounidenses en Afganistán, las futuras víctimas en Siria y, por supuesto, la escalada de la crisis ucraniana, que fue provocada por la arrogancia occidental.

Además del miedo, el “resentimiento” es de gran importancia en la política occidental. Podemos recordar la rivalidad histórica de las potencias europeas (incluso en la lucha por las colonias en Asia, África y el Nuevo Mundo), las guerras Napoleónicas, la llegada de Hitler al poder en Alemania y su deseo de vengarse de los resultados del Tratado de Versalles, que condujo a la Segunda Guerra Mundial.

En los Estados Unidos, el resentimiento fue inherente desde el principio, desde el Boston Tea Party, que condujo a la declaración de independencia de la corona británica, hasta los celos de la revolución Soviética debido a las transformaciones democráticas reales que comenzaron a implementarse bajo el gobierno bolchevique. Como señaló el historiador estadounidense Gordon S. Wood, “…la Guerra Fría realmente comenzó en 1917.La URSS amenazó con nada más que expulsar a los Estados Unidos de las posiciones de vanguardia de la historia. Ahora los rusos, no los estadounidenses, pretendían señalar el camino hacia el futuro…”5.

Y, por supuesto, el resentimiento de Washington hacia Cuba es más que obvio, y en la retórica de Donald Trump hacia Groenlandia, Canadá, el canal de Panamá y el Golfo de México, vemos nada más que una manifestación de impulsos profundos de los contornos psicológicos del poder de los Estados Unidos mezclados con la Doctrina del Destino Manifiesto y la idea de su excepcionalismo interminable de alcance global. Aunque el resentimiento está directamente relacionado con la venganza retardada, como señaló el filósofo francés René Girard, en sí mismo, se debe al irreconocimiento.6

Por esta razón, el resentimiento es algo que surge en todas partes donde se encuentran diferentes culturas, especialmente las que reclaman alguna singularidad histórica. El resentimiento es un compañero del miedo que se incorpora al sistema de relaciones internacionales y sus teorías básicas.

En el liberalismo y el neoliberalismo existe el miedo a la guerra y el miedo a la anarquía o al caos en las relaciones internacionales. En el realismo, el miedo a cambiar el equilibrio de poder, es decir, el hecho de que otra potencia se volverá más fuerte y tendrá que someterse a ella en un grado u otro. Pero también en el marxismo vemos un elemento de miedo, es cierto que ahora viene ya de la burguesía, que teme al proletariado. Este concepto fue descrito en Adam Smith, pero Karl Marx lo convirtió en una especie de imperativo.

Como respuesta a este desafío potencial a su bienestar y “Statu Quo”, los teóricos del capitalismo burgués en Occidente han desarrollado la teoría de una clase media que no tiene medios de producción, depende de los propietarios de los medios de producción, pero sus condiciones de vida son lo suficientemente cómodas como para que no busque la rebelión y la revolución.

Luego viene la teoría del desarrollo económico y el concepto de dependencia, que se proyecta en los países de África, Asia y América Latina. Al mismo tiempo, los Estados Unidos proclaman el concepto del primer, segundo y tercer mundo como países industrializados, países parcialmente desarrollados y países en desarrollo. ¡Lo que en realidad no es más que una discriminación abierta a escala geopolítica mundial! Y el problema es que incluso los críticos del sistema capitalista y el neoliberalismo que se refieren al Este Global y al Sur Global y continúan usando estos términos, en lugar de desarrollar modelos teóricos adecuados y ponerlos en práctica. Esto es un testimonio de la colonización intelectual y científica por parte de dicho autodenominado Primer Mundo, representado por el Occidente colectivo.

Ahora volvemos al problema del no reconocimiento, la comprensión y el rechazo característicos del pensamiento político occidental, sino a través de su difusión que tiene un efecto en todo el sistema mundial.

Para explicar esta posición de Occidente, que reclama la universalidad a través de sus instituciones y el llamado “Orden Basado en Reglas”, y con referencia a la ya mencionada antigüedad, propongo utilizar el término Griego «parallaje» (παράλλαύις – desviación), que se usa, fundamentalmente, en astronomía.

En términos simples, se trata de un cambio en la posición visible de un objeto en relación con el fondo distante en función de la posición del observador. En otras palabras, el mismo objeto puede verse de manera diferente en virtud de la posición del observador con respecto a él. Un enfoque similar se usa en la teoría política de marcos, donde el mismo objeto o fenómeno se puede representar y mostrar de diferentes maneras, dependiendo del enfoque, los datos primarios y la tarea en cuestión. En la industria de los medios un efecto similar, con la dirección adecuada, puede usarse para manipular la opinión pública.

Y este efecto en las relaciones internacionales se propone llamar «Paralaje Geopolítico». Dado que la era actual se caracteriza por la transición de un mundo unipolar a otro multipolar7, esta transformación proporciona una justificación etimológica adicional (la palabra griega παράλλαύις proviene de παραλλαγή, que significa “cambio, alternancia”.

El paralaje geopolítico, en este caso, es la observación de otro actor de las relaciones internacionales a través del prisma de su propia cultura estratégica, así como los indicadores de la economía, la política, la demografía y el poder militar. Graham Allison evaluó el despegue de China desde esta posición, basándose en la teoría del equilibrio de poder y la teoría del realismo en las relaciones internacionales. Por lo tanto, sus fobias tienden a transmitirse a otros que evalúan de manera similar el crecimiento del poder de sus vecinos o, por el contrario, reflexionan sobre su declive. Esto no es una trampa de Tucídides, es un efecto óptico de paralaje geopolítico que Allison y científicos como él ignoran.

Sin embargo, si abordamos la situación internacional de manera objetiva y responsable, y además, tratamos de comprender adecuadamente las motivaciones y las acciones de otros actores, debemos tener en cuenta el “paralaje geopolítico” para poder hacer los ajustes necesarios y evaluar correctamente las posiciones y el potencial existente, tanto el nuestro como el de otras personas.

La etimología del término paralaje nos obliga a hacer otra observación y es que este se aviene al contexto temporal o a lo que comúnmente se asume como crono política.

Dado que la política de cualquier Estado está en constante transformación, el factor de percepción correcta de las acciones de parte de otro actor también es importante aquí, sobre todo si asumimos que la posición de un objeto varía en relación con el fondo general y el lugar del observador. Los distintos ritmos en la velocidad en los Estados y las asociaciones políticas, también indican que la escala de evaluación y las normas deben ajustarse sistemáticamente.

Las bases de datos de los modelos y las metodologías de análisis existentes se vuelven obsoletos rápidamente, mientras que queda como elemento confiable únicamente la predicción de las tendencias en lugar de detenernos a analizar la acción de los numerosos sujetos de las relaciones internacionales. Los distintos tratados internacionales existentes y hasta la presencia de una institución como la ONU, no ofrecen ya ninguna garantía de que la crisis en Palestina se haya abordado objetivamente y gestionado como se recoge en los textos jurisferantes.

Otro aspecto relacionado con el tiempo es su percepción misma. Según Aristóteles, hay un cierto establecimiento de metas, una teleología, que nos lleva por un camino determinado. ¿Percibimos bien los objetivos y este camino? ¿Cuál es el criterio adecuado a este respecto? ¿Dónde está el lugar para el pasado, el futuro y el presente? ¿Y cómo percibirlo todo en su integridad? A veces hay un optimismo excesivo sobre el futuro, a menudo se pueden encontrar motivos retrógrados sobre la “Edad de Oro”.

Sólo un enfoque holístico que incluya el pasado, el presente y el futuro puede dar una mejor comprensión del objetivo. En otras palabras, la estrategia política, aunque puede tener planes a corto, mediano y largo plazo, debe partir de su propio posicionamiento con respecto a la eternidad. Y no en un sentido abstracto, sino a través de la coordinación de la preocupación por las generaciones futuras.

Si tenemos una comprensión del efecto del paralaje geopolítico, entonces el siguiente paso es cómo superar el miedo y el resentimiento en las relaciones internacionales. Obviamente, esto es necesario, ya que cualquier mundo sostenido por estas dos emociones será frágil y de corta duración.

Para lograr la unidad de visión del mundo y la empatía política, debemos pensar en cómo nos miramos unos a otros, cómo vemos y evaluamos el comportamiento de otros, pero como nosotros mismos. El antropólogo estadounidense William Sumner acuñó el término “etnocentrismo”, lo que implica que todas las sociedades se dividen en “nosotros somos un grupo” y “ellos son un grupo”, y esta tesis se usa a menudo en el análisis de conflictos contemporáneos. Probablemente, el hecho de que tal idea pudiera haber nacido en los Estados Unidos no fue un accidente, y José Martí a menudo sacó conclusiones similares de sus observaciones mientras vivía en este país.

El punto de vista radicalmente opuesto es la posición del etnógrafo y viajero ruso Nikolai Miklujo-Maklai quien, en una controversia con los científicos europeos, demostró que no existen pueblos peores y mejores. Miklujo-Maklai fue el descubridor de Nueva Guinea e introdujo el método de “observación incluida”, es decir, la necesidad de vivir entre los pueblos que son objeto de estudio. De esta manera, el investigador se convierte en parte de la sociedad, el sujeto, por así decirlo, entra en el objeto.

Al mismo tiempo, debe recordar la ley de la oscuridad, que dice que es imposible comprender al 100% del objeto que se está estudiando.

Si con la unipolaridad neoliberal, en general, hay una comprensión bastante clara de las razones de la crítica de tal modelo, incluidas las teorías occidentales, echemos un vistazo más de cerca al par de acuerdo y desacuerdo sobre el modelo multipolar. Aquí, el acuerdo es algo diferente del pacto histórico mencionado por Gramsci, así como del método neoliberal, y radica en la importancia de defender la propia soberanía y reconocer los derechos de otros países a su propio camino único de desarrollo y gobierno político, que se basan en las tradiciones culturales de ese pueblo o pueblos.

El desacuerdo, en tanto, es el otro lado de este acuerdo, cuando no reconocemos el modelo neoliberal como la estrella guía, y cuando persiste el consenso sobre el respeto mutuo de los intereses y valores, sin tener que compartirlos por completo. Por ejemplo, como persona rusa que profesa el cristianismo Oriental ortodoxo, no puedo seguir los dogmas del Vaticano, que se adhieren a las personas de fe católica que viven en Cuba y en los países de América Latina.

Sin embargo, podemos interactuar en los ámbitos político, cultural, científico y técnico para el bien común. Es posible que no estemos de acuerdo con las prácticas tradicionales de toma de decisiones basadas en la comunidad, como el “Palaver” en África o la “Jirga” en los Pastunes de Afganistán y Pakistán, cuando estos métodos nos sugieren practicar. Pero estamos de acuerdo en que tienen derecho a existir en su entorno histórico y que su transformación o adaptación debe llevarse a cabo orgánicamente, de acuerdo con las necesidades de las sociedades y los desafíos de la época.

El desacuerdo multipolar es una especie de libertad positiva que brinda, por un lado, el potencial de expresión creativa, pero también una gran responsabilidad por el otro, incluido el marco de acción. Y la responsabilidad debe estar respaldada por el conocimiento. Por lo tanto, la solución de los malentendidos y conflictos actuales se ve en un cambio radical en el sistema educativo y la adopción de un nuevo modelo legal internacional, especialmente la teoria nueva de relaciones internacionales, junto con el papel activo de organizaciones y asociaciones internacionales no occidentales como los BRICS.

Como solución práctica, me gustaría dar un ejemplo concreto que se está implementando en Rusia. Sobre la base de la Universidad Estatal de Humanidades de Rusia, funciona la escuela de Política Superior, que se ocupa de la reorganización del complejo de las humanidades. Este centro de estudios y ciencias fue creado por iniciativa del Ministerio de Ciencia y Educación Superior y está funcionando por segundo año a nivel federal.

Las actividades de la escuela Política Superior están dirigidas a la implementación completa y extendida en el sistema de educación superior y ciencia de los fundamentos de la política estatal para preservar y fortalecer los valores espirituales y morales rusos, sus tradiciones y la justificación conceptual de la identidad civilizacional de Rusia. Las principales actividades de este centro son:

– El desarrollo e implementación de un nuevo enfoque (nuevo paradigma socio-humanitario) en la enseñanza nacional de disciplinas humanitarias y sociales basadas en la identidad de civilización rusa y los valores espirituales y morales rusos tradicionales;

– El readiestramiento profesional del personal de las organizaciones educativas de educación superior responsables de la labor educativa y la política juvenil. En otras palabras, las lecciones aprendidas se transfieren a colegas de todo el país, donde los representantes de otras universidades y academias a nivel de rectores y vicerrectores se vuelven a capacitar y mejorar.

– El apoyo científico y metodológico de las actividades para la formación de una personalidad armoniosamente desarrollada, patriótica y socialmente responsable sobre la base de los valores espirituales, morales y culturales e históricos rusos tradicionales.

Al propio tiempo, al preparar propuestas para la introducción de nuevos programas y metodologías académicas y científicas, se llenan las lagunas que existían debido al predominio del punto de vista occidental en las ciencias.

En otras palabras, el vacío resultante que surge al revisar y abandonar el paradigma neoliberal se llena de manera más cualitativa y completa, se estudia el pensamiento filosófico y la experiencia distintiva de los países de África, Asia y América Latina. Por lo tanto, centrarse no solo en los valores tradicionales rusos, sino también en un conocimiento más profundo del mundo. Y estoy convencido de que esto ayudará a superar las distorsiones causadas por el paralaje geopolítico.

La experiencia de la Escuela Política Superior puede ser útil en otros países y escalar internacionalmente.

Por supuesto, para una imagen más completa, es necesario analizar ejemplos similares en otros países BRICS y socios de esta asociación. Y luego, una síntesis de los mejores experimentos que podrían aplicarse a escala global. La cooperación humanitaria e intelectual debe ser más profunda que los tratados formales y el intercambio de opiniones.

Las sanciones de Occidente contra los países del Club multipolar – Cuba, Venezuela, Rusia, Irán, la República Popular Democrática de Corea, en parte China, muestran que la hegemonía unipolar está interesada no solo en la represión económica, sino también en la exclusión de opiniones y teorías alternativas, para que todos los procesos humanitarios se canalicen a través de los instrumentos del Occidente colectivo, pasen allí a través de ciertos marcos y sean domesticados por el sistema neoliberal capitalista.

En particular, por esta razón, es necesario intensificar nuestros esfuerzos conjuntos. Y esta plataforma en la Habana, como otras en todo el mundo, es extremadamente importante para promover esta agenda. Como dijo Fidel Castro: “…seguiremos reuniéndonos, seguiremos luchando, seguiremos proclamando al mundo nuestras verdades…”.8

Para concluir, comprendemos la preocupación del gobierno y el pueblo de Cuba por las acciones de los Estados Unidos, tanto a lo largo de la historia de la lucha por la independencia y después del triunfo de la Revolución Cubana, como a la luz de los acontecimientos recientes.

En el prisma del paralaje geopolítico, este país es un enorme gigante estadounidense que se cierne sobre Cuba y trata de oscurecer a otros actores de las relaciones internacionales. Sin embargo, no olvide que en otra parte del mundo hay un país igualmente gigantesco: su amigo y socio, y juntos podemos hacer mucho para restaurar la paz. Como dijo Fidel Castro en el mismo edificio en la clausura de la conferencia internacional sobre la civilización el 20 de marzo de 2005 con respecto a Rusia, “…todos debemos unirnos, el diálogo de los defensores…”.9

1 Seyd Muhammad NAquib al-Attas. Prolegomena to the Metaphysics of Islam. Kuala Lumour: ISTAC, 1995.

2 Jean-Claude Milner. Constats. Paris: Verdier, 1999.

3 Muqtedar Khan and Isa Haskologlu. Fear as Driver of International Relations, E-IR, Sep 2 2020. https://www.e-ir.info/2020/09/02/fear-as-driver-of-international-relations/

4 Graham Allison. Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap? Houghton Mifflin Harcourt, 2017.

5 Gordon S. Wood. The Idea of Anerica. Reflections on the Birth of the United States. NY: The Penguin Press, 2011. Р. 406.

6 Rene Girard. Achever Clausewitz. Entretiens avec Benoit Chantre. Carnets Nord, 2007. P. 125.

7 Leonid Savin. Ordo Pluriversalis: The End Of Pax Americana And The Rise Of Multipolarity. London: Black House Publishing, 2020.

8 Fidel ante los Problemas del Mundo Contemporaneo. Discursos de Fidel Castro Ruz: 1959-2016. Centro Fidel Castro Ruz/Manu Pineda. La Habana: Atrapasuenos, 2023. P. 429.

9 Fidel ante los Problemas del Mundo Contemporaneo. Discursos de Fidel Castro Ruz: 1959-2016. Centro Fidel Castro Ruz/Manu Pineda. La Habana: Atrapasuenos, 2023. p. 699.

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