En medio de la terrible pandemia del Coronavirus, nuevamente el gobierno de Estados Unidos calumnia y amenaza a Venezuela. Ignora que somos una nación soberana, habitada por un pueblo indómito y dirigida por un gobierno digno. Ignora que nuestras acciones tienen sus más firmes raíces en el legado del Libertador: el bolivarianismo. Doctrina que defiende la independencia, la soberanía nacional, la autodeterminación de los pueblos, la integración suramericana, los proyectos de justicia social y el respeto al otro. Ideario cuyo principal escudo contra el ataque enemigo es la construcción de la mayor suma de felicidad.
En contraste con el bolivarianismo surgió en Estados Unidos el monroísmo, doctrina preconizada por una élite plutocrática y supremacista que internamente auspicia la desigualdad social y racial; y en materia de política exterior preconiza la hegemonía imperial, el injerencismo, el uso de la fuerza. En fin, el desprecio por la dignidad humana. Sus armas principales de ataque son la mentira y la calumnia.
En tiempos del Libertador hubo cinco presidentes en EEUU: 1) Thomas Jefferson, 1801-1809; 2) James Madison, 1809-1817; 3) James Monroe, 1817-1825; 4) John Quincy Adams, 1825-1829 y 5) Andrew Jackson, 1829-1837. Jefferson fue un ferviente promotor del expansionismo Afirmaba: “Aunque nuestros actuales intereses nos restrinjan dentro de nuestros límites, es imposible dejar de prever lo que vendrá cuando nuestra rápida multiplicación se extienda más allá de dichos límites, hasta cubrir por entero el Continente del Norte, si no es que también el del Sur”. Asimismo, Madison es un racista consumado. Se opone a la lucha de Haití por su liberación, porque “la existencia de un pueblo negro en armas es un espectáculo horrible para todas las naciones blancas”. Y cuando recrudeció la guerra de independencia suramericana dictó leyes que prohibían el apoyo a las fuerzas patriotas y obligaba a los ciudadanos de su país a entregar a “los delincuentes” que violasen esa disposición. Igualmente, Monroe proclamó el proyecto expansionista que se conocerá como Doctrina Monroe: “América para los (norte) americanos” que relega a Suramérica a ser el patio trasero de USA. En el mismo tenor Adams confesó que la población norteamericana: “siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo”. Asimismo Jackson, fue un activo genocida de pueblos indígenas, a quienes despojó de extensos territorios y envió lejos de sus tierras ancestrales; fue el militar que echó a la fuerza a los patriotas venezolanos que en 1817 tomaron la Florida española e instauraron una república independiente.
Todos estos gobernantes estadounidenses se opusieron abierta o veladamente a los proyectos de emancipación política e igualdad social del Libertador. El primer embajador estadounidense en nuestro país, Juan Bautista Irvine, llega a Venezuela en 1818. Intenta imponer su criterio y se inmiscuye en nuestras decisiones soberanas. Bolívar no se lo permite. De inmediato el gringo le calumnia. Le acusa de emplear “procedimientos «monstruosos», que yo no habría imaginado jamás pudieran ser contemplados”. Escribe a su gobierno: “Un cambio de gobierno restauraría la ley en este país. La dictadura de Bolívar debe tener un fin”.
Después de que Irvine regresa a su país, el gobierno de EEUU envía otro emisario a nuestro país, un militar llamado Oliver Hazard Perry, al frente de dos naves de guerra. Estuvo en Angostura entre julio y agosto de 1819. No coincide con Bolívar, quien estaba al frente de la guerra libertadora de la Nueva Granada. Sin embargo emite injurias contra él y su Consejo de Estado. Afirma: “El Gobierno tiende a ser sanguinario y con frecuencia condena hombres a la muerte sin juicio previo, ya se trate de un militar o de un civil. Es más, me pregunto si en el país existe alguna ley, a no ser la voluntad de Bolívar quien es dictador absoluto”.
Bolívar avanza en su obra libertadora. Crea la República de Colombia, integrada por Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. A los gringos les desagrada el proyecto. En 1823 Quincy Adams expresa su inquietud por la preponderancia que está adquiriendo esta gran república creada por el Libertador. Cree que dicha nación está “llamada a ser en adelante una de las naciones más poderosas de la tierra, tanto por su acceso a los océanos Pacífico y Atlántico, y sus ríos navegables, el Amazonas, el Orinoco y el Magdalena, como por la fertilidad de su suelo y la abundancia de sus riquezas mineras”.
A partir de entonces EEUU lanza una campaña de calumnias y amenazas contra el Libertador. William Tudor, primer cónsul de Estados Unidos en Perú (1824-1827) conspira e intenta desestabilizar su gobierno. Escribe: “la esperanza de que los proyectos de Bolívar están ahora efectivamente destruidos, es una de las más consoladoras. Los Estados Unidos se ven aliviados de un enemigo peligroso futuro”. Llama a Bolívar: “el loco de Colombia” y «conspirador y usurpador atroz».
También William Harrison, embajador de EEUU en 1829 se pone al frente de un plan para asesinar a Bolívar. Se coaliga con los enemigos del Libertador que habían participado en el intento de magnicidio de septiembre de 1828. De ellos dice:“son excelentes patriotas, hombres arrojados y de espíritus capaces de oponerse a las enormidades que venían cometiéndose. Son la parte inteligente del pueblo y amantes de los Estados Unidos”.
Durante todo ese período Bolívar no hizo otra cosa que aplicar medidas que propician la “mayor suma de felicidad posible”: decretos de abolición de la esclavitud a partir de 1816, distribución de tierras entre los soldados desde 1817, reparto de tierras a los indígenas a partir de 1820, creación de la República de Colombia en 1819, campaña libertadora de Suramérica desde 1821, estatización de los bienes del subsuelo desde 1825, etc. A cada medida bolivariana en pos del bienestar sucedía una descalificación y una amenaza. A tal extremo llega la campaña antibolivariana que en 1827 el oficial inglés Bedford Wilson le escribe al Libertador que en Estados Unidos: “Los papeles públicos que circulan del uno al otro extremo sólo hacen calumniar y denigrar sus actos y su reputación. Sería inútil empeñarse en contener el torrente de mentiras que se publican cada día”.
Hoy continúa el contrapunteo entre estos dos proyectos geopolíticos: bolivarianismo versus monroísmo. El gobierno bolivariano realiza obras que benefician al pueblo y favorecen la felicidad; entonces el gobierno estadounidense recurre, como siempre, a la difamación y la amenaza. Su arma es la mentira; nuestro escudo, el bien común. Confiamos en nuestra capacidad para vencer. Bolívar el 25 de mayo de 1820, dijo: “jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con nosotros”. Hoy podemos afirmar lo mismo.