jueves, noviembre 21, 2024
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¿A quién beneficia los cultivos transgénicos?

Los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) o transgénicos, como se suelen llamar, fueron introducidos en la agricultura comercial a finales del siglo pasado. Su implementación, que conlleva la alteración de un especie, generalmente introduciendo genes de otra especie, para mejorar su rendimiento, ha significado un evento tan importante en la producción de alimentos a escala global, que se decidió bautizar el evento como la «Segunda Revolución Verde». La primera tuvo que ver con el aumento de producción por la inserción de agroquímicos que hoy se sabe que son perjudiciales para el rendimiento de los suelos.

El uso de transgénicos se ha ido extendiendo progresivamente en el sistema agroalimentario mundial. Detrás de ellos están las grandes corporaciones y sus intereses por lucrar con un insumo tan esencial para la vida como lo son los alimentos. ¿A qué dimensiones ha llegado la normalización de esta práctica? ¿Qué regiones suelen utilizarlos más? ¿Quiénes los controlan? ¿Cuáles han sido las consecuencias? Ayudamos a responder estas preguntas con los datos proporcionados por la investigadora Clara Sánchez, en su artículo «Cultivos transgénicos«.

ESTADOS UNIDOS, BRASIL Y ARGENTINA, LOS QUE MÁS SIEMBRAN CON TRANSGÉNICOS 

Según los datos que comparte Sánchez, la siembra de cultivos transgénico era de 190 millones de hectáreas en 2019, siendo casi mil veces más territorio que en 1995, cuando se introdujo esta práctica.

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Área sembrada de cultivos transgénicos en el mundo 1995 – 2019 (Foto: Gráfico de Clara Sánchez )

Los países que han cedido más territorio a este tipo de cultivos son Estados Unidos, Brasil y Argentina, entre ellos tres se concentra 78% de todas las hectáreas transgénicas en el mundo. Pero no solo eso, cada uno de estos países tiene un nivel de adopción de OGM cercano al 100%, por lo que son muy pocos los alimentos que derivan de allí y no tienen modificaciones genéticas. Canadá e India son el siguiente bloque respecto a países con cultivos transgénicos, este dúo acumula 12% de las hectáreas.

Ya el hecho de que Brasil y Argentina estén en el primer grupo dice mucho del avance que han tenido los transgénicos en América Latina y el Caribe, sobre todo si sopesamos que son los países con mayor extensión territorial de la región. Y otros países están siguiendo su huella: Paraguay, Bolivia, Uruguay y Colombia han adoptado con mayor fuerza el modelo de agricultura transgénica, seguidos por otros con menos hectáreas, como Chile, Honduras y Costa Rica, explica Clara Sánchez.

Hay un caso particular de la región que la autora le dedica atención. En Cuba, se liberó en 2020 el uso del maíz híbrido transgénico CIGB para «garantizar la seguridad y soberanía alimentaria y reducir altos volúmenes de importación», objetivos que difieren de la razón existencial de los transgénicos. ¿Cómo se plantea la Isla lograrlos? Sánchez responde que insertando la semilla transgénica «en una producción de forma autóctona, soberana, mediante investigación agropecuaria propia en sus centros científicos». 

Brasil es el único referente en esa área, mientras que Argentina lo está intentando también. «El resto de los países periféricos que siembran transgénicos en el mundo, compran licencias», agrega la investigadora.

UNA INDUSTRIA CONTROLADA POR EL GOBIERNO DE LAS CORPORACIONES 

Las patentes son la clave del control privado de los organismos genéticamente modificados. Casi el 100% de las patentes están bajo el poder grandes corporaciones del agronegocio. Esto explica por qué, aunque se trate de la comercialización de «alimentos», los avances en su producción no se traducen en la disminución del hambre en el mundo.

En efecto, al ser un negocio, las inversiones se mueven hacia los puntos que generen mayor rendimiento económico. Por ello vemos que en el algodón los transgénicos ocupan 79% de los cultivos, en la soja ocupan 74% (una buena parte de su cultivo se destina a los biocombustibles) y en el maíz ocupan 31% (hay muchos derivados del maíz que van a parar a procesos industriales alejados de la alimentación humana).

Como lo mencionamos anteriormente, países como Brasil y Argentina han ensayado el desarrollo de transgénicos con empresas nacionales, pero eso no ha impedido que sus experiencias luego sean absorbidas por las principales empresas privadas de la agroindustria, que compran las patentes. Ese es uno de los mecanismo que utilizan para apropiarse del conocimiento y avances tecnológicos de los países periféricos. A menudo quedan en manos de empresas subsidiarias en apariencia «independientes», que revenden bajo licencia tales patentes, lo que difumina un poco el control monopolizado de las mismas.

Algo que destaca Clara Sánchez de los transgénicos en nuestra región es que Argentina ha sido el territorio que la agroindustria eligió para ensayar el desarrollo de este método, y desde allí se ha producido su internacionalización.

«Argentina un exportador neto de la matriz agroproductiva soportada en la Revolución Verde, perteneciente a las corporaciones radicadas en ese país que controlan el agronegocio mundial. De hecho, fue en Argentina donde se aprobó el primer evento soja RR (Roundup Ready variedad 40-3-2) en 1996 y desde 2012, el 100% de la superficie de soja es transgénica y más del 85% de los cultivos industriales como el maíz, también lo son».

También desde Argentina se liberó el primer trigo transgénico del mundo, en 2020. Fue nombrado HB4 y lo promocionó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Bioceres, empresa argentina que tuvo vínculos con la extinta Monsanto.

Ha sido el sector empresarial de Argentina, afirma Sánchez, el encargado de expandir el área de influencia de las grandes corporaciones del agro en nuestra región. 

«(…) fueron estos agroproductores y técnicos argentinos quienes indujeron la introducción de este tipo de cultivos [transgénicos] en Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y se afirma que hasta en Venezuela, por medio de arriendos propios o en representación de grandes compañías del sector agroalimentario».

¿Comandar la «segunda revolución verde» en la región le ha supuesto beneficios económicos a Argentina? Al contrario, aunque las circunstancias actuales de conflicto global han disparado los precios de los alimentos, el país sudamericano ha tenido más costos que ganancias. El 46% de sus exportaciones se basan en el sector alimentario, por lo que la subida de precios internacionales de estos bienes deberían reflejarse en mayores ingresos, pero también lo han hecho los costos de producción, en especial los relacionados a fertilizantes y combustibles.

En consecuencia, los argentinos han tenido que asumir la inflación de los alimentos en el mercado interno, tal y como lo ha tenido que hacer la mayoría de la población global para que las corporaciones puedan seguir obteniendo sus ganancias.

QUIÉNES PAGAN LOS PLATOS ROTOS

Los llamados «países en desarrollo», es decir, los que son utilizados desde la época de la colonia para abastecer a las élites instaladas en países europeos o Estados Unidos, son los que ahora mismo están cargando con la producción de cultivos transgénicos. Clara Sánchez lo explica así: solo Estados Unidos, Canadá, Australia y España están entre los países desarrollados que han adoptado el modelo de siembra con transgénicos, los dos últimos con muy pocas hectáreas.

De hecho, los países miembros de la Unión Europea, si bien no aceptan o tienen regulaciones muy estrictas para la implementación de transgénicos en su territorio, no tienen ninguna objeción con que sus empresas lo hagan en otras partes del mundo.

Deforestacion

La siembra de transgénicos representa 12% de la tierra utilizada para cultivos en el mundo. No parece una cifra alta, pero sus graves consecuencias en los suelos hace a este modelo muy cuestionable (Foto: Archivo)

Agrega la autora:

«Al final, porque esta tecnología y su introducción desde el principio, ha estado destinada como otras tantas, para los países menos desarrollados e industrializados. Otra relación asimétrica de tipo Norte – Sur, desatando la competencia por la biodiversidad, la concentración de la propiedad de la tierra, expulsando a los productores que no adoptan el modelo, instaurando el monocultivo hasta agotar los recursos (tierra, agua y biodiversidad)».

¿Qué consecuencias ya se perciben en los territorios expuestos a la producción de alimentos transgénicos? Aquí algunos datos:

  • Los bosques naturales han disminuido en 270 millones de hectáreas desde 1992.
  • América Latina, África Subsahariana, Sureste de Asia y Oceanía perdieron en conjunto 43 millones de hectáreas durante el periodo de 2004 – 2017.
  • Las principales causas de la deforestación del Amazonas son la agricultura comercial a gran escala, especialmente para la siembra de soja, y la ganadería intensiva.
  • El 72% del agua está destinado a alimentar el agronegocio.
  • Estos y otros elementos del modelo agrícola que impera a nivel global está afectando negativamente a las tierras aptas para el cultivo.

Lo que fue vendido como el «futuro de la agricultura» y que ahora forma parte de los paquetes biotecnológicos que cotidianamente se venden, ha profundizado aún más la subordinación de los países con bastos territorios agrícolas a las necesidades de la agroindustria, en menoscabo de su propia soberanía. Bien sean semillas transgénicas, fertilizantes o pesticidas químicos, al adquirir insumos de la industria también se adquiere una obligación con su modelo de producción de alimentos, uno que ni alimenta ni produce beneficios económicos a la gente común.

Más bien, pone en peligro las condiciones para su existencia. Así que no hay nada de extraño en querer reconsiderar la forma de producir alimentos.

Fuente: Misión Verdad

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