Hace exactamente 23 años, los países de la OTAN, sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, ordenaron a sus tropas bombardear la República Federativa de Yugoslavia como parte de una operación ofensiva nombrada Fuerza Aliada, bajo el pretexto de una supuesta intervención humanitaria para «prevenir el genocidio» de los albano-kosovares.
Los ataques aéreos se extendieron por 78 días, comenzando el 24 de marzo y finalizando el 10 de junio de 1999. Durante ese tiempo, se utilizaron más de mil aviones para arrojar más de 3 mil misiles de crucero y alrededor de 80 mil toneladas de bombas sobre el territorio del país balcánico (que en ese entonces consistía en Serbia y Montenegro). El número de fallecidos, la mayoría de ellos civiles, oscila entre 2 mil 500 y 3 mil 500 personas. 89 eran niños, lo que significa que, en promedio, la OTAN asesinó a un niño cada día mientras duraron los bombardeos. Unas 10 mil personas resultaron gravemente heridas. La mayoría de las víctimas fueron serbios.
Los bombardeos afectaron instalaciones tanto militares como civiles. Hospitales, puentes, refinerías de petróleo, centrales eléctricas, sedes de partidos políticos, vías férreas, escuelas y hasta la embajada de China en Belgrado fueron objetivos de las bombas.
En total, la intervención militar de la OTAN ocasionó la destrucción de 25 mil edificios residenciales, 450 kilómetros de carretera, casi 600 kilómetros de vías de ferrocarril, cerca de 40 puentes, 100 escuelas y guarderías, 30 hospitales y 14 aeródromos. Los daños materiales se cuantifican en unos 100 mil millones de dólares.
El cinismo de la OTAN es tal, que decidió celebrar una cumbre de emergencia en el aniversario del inicio de los bombardeos. En la reunión, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, discutirán la prestación de asistencia a Ucrania y la respuesta a las acciones de Rusia.
Hay que recordar que, siendo senador, Biden fue uno de los más activos partidarios del bombardeo en 1999.
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Ucrania es la secuela de la intervención OTAN contra Yugoslavia
Occidente simula haber olvidado el caso de Serbia para poder volverse contra el presidente Putin y acusarlo de provocar el primer conflicto militar en los límites de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Además de estar omitiendo el bombardeo de 1999, intenta borrar los vínculos que éste tiene con los acontecimientos actuales en Ucrania.
En declaraciones para RT, el célebre cineasta serbio Emir Kusturica subrayó la continuidad entre ambos eventos, argumentando que el segundo es una secuela del primero en tanto que son conflictos impulsados por el bando atlantista con el interés imperial estadounidense como prerrogativa.
«Esta guerra no surgió de la nada. Esta es una continuación de algo sembrado mucho antes», dijo el Director. «Se puede ver la continuidad de la rusofobia en Occidente, que rechazó la oferta de asociación de Rusia después de la Guerra Fría«, agregó.
Kusturica explicó que, como excusa de la guerra, el derecho internacional se transformó en «derecho humanitario» y más tarde se volvió una doctrina llamada Responsabilidad De Proteger (R2P).
Por otro lado, señaló que al triunfo de la intervención militar de la OTAN le siguió la puesta en práctica de los primeros modelos de revolución de color que causaron el derrocamiento del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic. La estrategia de golpe blando luego fue utilizada en Ucrania en 2004 y en 2014, refirió Kusturica.
Además, cabe acotar que el objetivo OTAN consistió en la desintegración del Estado yugoslavo, teniendo éxito al final. Lo mismo sucede ahora contra Rusia, en un planteamiento de cambio de régimen del cual el Kremlin tomó nota y llevó a cabo acciones para socavarlo.
«En un mundo unipolar, nadie está pagando un precio por [sus] movimientos (…) Ahora nos enfrentamos a la deconstrucción del poder [occidental] en todo el mundo, y creo que lo que importa al final es qué tipo de armas tienes», dijo el Director.
No hay punto de comparación con la operación especial de Rusia en Ucrania
La operación especial militar de Rusia en Ucrania fue el último recurso utilizado después de agotar todos los canales diplomáticos para exigirle a Occidente que detuviera una mayor expansión hacia el este de la OTAN.
Estados Unidos, Reino Unido y otros miembros de la OTAN ya habían construido más de 30 instalaciones militares en Ucrania, incluidos laboratorios del Pentágono para el desarrollo de armas biológicas. Kiev declaró públicamente la intención de utilizar sus instalaciones nucleares y su potencial científico-militar para desarrollar armas nucleares. Se conoció que 150 mil militares y batallones nazis ucranianos se habían concentrado en la región del Dombás. El gobierno de Zelenski, con respaldo de Washington, se estaba preparando para una ofensiva total contra el Dombás a través de la guerra en marzo.
En enero de 2022, Rusia advirtió que se vería obligada a tomar medidas adicionales para proteger su seguridad. El 22 de febrero, el presidente Putin anunció el reconocimiento de la independencia de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. El 25 de febrero comenzó la operación de las Fuerzas Armadas Rusas.
Moscú está trabajando con armas modernas de alta precisión, atacando solo las instalaciones de infraestructura e interés militar. El objetivo no es ocupar Ucrania, sino desmilitarizar y desnazificar al país y llevar ante la justicia a todos los actores de responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad contra civiles en la guerra de ocho años contra el Dombás. Al mismo tiempo, la operación rusa busca lograr la neutralidad de Kiev (negativa de unirse a la OTAN).
Los esfuerzos por minimizar las bajas entre la población civil se ven saboteados por los neonazis ucranianos. Ellos instalan artillería y tanques en zonas residenciales e infraestructuras civiles, prohíben a los ciudadanos salir de las zonas de guerra, los secuestran en instalaciones de asistencia y trabajo civil (escuelas, hospitales, fábricas, edificios residenciales) y los convierten en escudos humanos. Estados Unidos y otros países europeos los asisten con suministros de armas y encubren sus crímenes a través de la guerra informativa en medios de comunicación masivos y redes sociales.
Fueron los países de Occidente quienes comenzaron a sacudir la situación que condujo al conflicto en Ucrania, así como sucedió 23 años atrás en la extinta Yugoslavia, en específico en la región serbia actual, y son los atlantistas angloeuropeos los que tienen el mayor interés en la guerra para intentar, a través del caos, mantener el mundo unipolar como lo conocíamos hasta hace poco.