lunes, diciembre 23, 2024
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Neoliberalismo, financiarización y el papel de la deuda pública. Por Marcelo Álvarez De Lima Depieri

Rosa Maria Marques, profesora y economista brasileña, analiza el auge del neoliberalismo y el papel de la deuda pública en el capitalismo financiarizado

Rosa Marques es profesora de grado y posgrado en economía política en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo. Fue presidenta de la Sociedad Brasileña de Economía Política y es autora de libros recientes como Capitalismo en crisis y Pandemias, crisis y capitalismo, ambos de la editorial Expressão Popular.

En diálogo con el OBSAL, abordó temas como el auge del neoliberalismo y su relación con el capital de interés, la diferencia entre el período neoliberal y el llamado compromiso keynesiano y el papel de la deuda pública en el capitalismo financiarizado.

OBSAL: El final del llamado compromiso keynesiano y el surgimiento del capitalismo financiarizado data de finales de la década de 1970 y principios de la de 1980. ¿Qué ha sido el compromiso keynesiano?

Rosa Maria Marques: Lo primero, y que poca gente recuerda, es que hubo una época diferente a la que estamos viviendo. Es importante que discutamos esto, especialmente con los jóvenes. Yo diría que el fin del llamado compromiso keynesiano se expresa a mediados de la década de 1970. En ese período se hizo evidente que el compromiso presentaba problemas porque el mantenimiento de tasas crecientes de ganancias, que era la base sobre la que se sustentaba, no se estaba realizando más. Como dice la expresión, fue un “compromiso”, hecho entre trabajadores, patrones y el Estado, en el que se acordó que los nuevos métodos de producción serían implementados en todo el mundo. Hasta 1945 estuvieron prácticamente restringidos a Estados Unidos, que aprovechó la Segunda Guerra Mundial para reestructurar su aparato productivo. En la posguerra, estos métodos llegaron a Europa a partir de un compromiso de reconstruir el continente, con aumentos crecientes de la productividad y aumentos de las tasas de ganancia al mismo tiempo que incrementos en los salarios reales y extensión a la protección social —lo que identificamos como Estado de Bienestar—.

“Los trabajadores están a la defensiva y cuando están a la defensiva no pueden oponerse a este capital [el financiero] que es más destructivo que cualquier otro”

A mediados de la década de 1970 las tasas de ganancia comienzan a mostrar problemas en las principales economías. No diría necesariamente que el auge del capitalismo financiarizado tiene lugar en este período. En este período tuvimos evidencia de que el patrón anterior de acumulación ya no podía continuar, pero fue una verdadera lucha imponer uno nuevo, que aquí se denomina “capitalismo financiarizado”. Porque primero tenían que golpear a los trabajadores, y lo hicieron. Tenemos dos huelgas emblemáticas a principios de los 80 que fueron absolutamente derrotadas. La huelga de los trabajadores de las líneas aéreas en Estados Unidos y la huelga de los mineros en Inglaterra. A partir de ahí, la correlación de fuerzas gira y al mismo tiempo hay problemas en la Unión Soviética. Primero hubo que golpear a los trabajadores y luego hubo que destruir todas las regulaciones que se habían erigido durante el período del compromiso keynesiano. Regulaciones que impidieron, por ejemplo, que este capital se desarrollara como hoy.

OBSAL: ¿Cuáles son las principales diferencias económicas, sociales y políticas entre los dos períodos?

R.M.M: La principal diferencia entre el período del capitalismo financiarizado y el compromiso keynesiano es que ya no hay ningún compromiso. Si en el compromiso keynesiano la productividad, en cierto modo, era compartida entre trabajadores y capitalistas —y solamente era compartida porque los trabajadores tenían la fuerza para imponer—, en el período actual el capital domina de forma casi soberana. No es cualquier capital. Es el capital que llamamos capital financiero o como dice Marx, capital que devenga interés. Entonces, no solo ya no se reparten las ganancias —y por eso tenemos una caída de la participación de los salarios en los ingresos a nivel mundial, revirtiendo la tendencia anterior—, no es un capital que se preocupe por crear empleos y generar ingresos. Es un capital que quiere hacer dinero, como dice Marx, sin pasar por las penurias de la producción, es decir, permaneciendo solo en la esfera de la circulación. La principal diferencia es que los trabajadores están a la defensiva y cuando están a la defensiva no pueden oponerse a este capital que es más destructivo que cualquier otro. Una cosa es el capital que genera empleo, y otra es que viva vendiendo y comprando bonos, comprando acciones, derivados, criptomonedas, comprando y vendiendo todo el tiempo.

OBSAL: Después de todo, ¿qué es el neoliberalismo? ¿Cuál es la relación entre el neoliberalismo y el llamado capital que devenga intereses?

R.M.M: Esta es una buena pregunta porque creo que los movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones, los progresistas en general y la izquierda, realmente no entienden lo que es el neoliberalismo. Durante la pandemia, cuando los gobiernos de todo tipo aumentaron el nivel de gasto, muchos comenzaron a decir: “Este es el fin del neoliberalismo”. Cuando Biden ganó las elecciones y envió un gran paquete de inversiones —es importante decir que que las inversiones están previstas para los próximos diez años y no todas a la vez, pero mucha gente solo se apegó al valor total—, comenzaron a decir que el neoliberalismo había terminado, pero no entendieron nada de lo que es el neoliberalismo.

El neoliberalismo es una expresión ideológica del dominio del capital que genera intereses. Porque el capital que devenga intereses necesita completa libertad para mantenerse y desarrollarse. Durante el período anterior existía el llamado compromiso keynesiano; su grado de libertad estaba restringido. Por ejemplo, se fijó el tipo de cambio y eso limita la salida de capitales de un país a otro, pero además había una serie de regulaciones que impedían que el capital tuviera la libertad que tiene hoy. Hubo que poner la vuelta al mercado como punto central de la discusión.

En el neoliberalismo, el mercado es el lugar óptimo para la asignación de recursos, es más eficiente y por debajo está el Estado. La ideología neoliberal plantea que no hay salario mínimo, que no hay regulación del trabajo, convenios colectivos; todo queda al antojo de la oferta y la demanda. Como si los trabajadores fueran a enfrentarse al mercado laboral en la misma posición que los empresarios. No puedo imaginar que termine el neoliberalismo mientras predomine el capital financiero.

OBSAL: En uno de sus últimos trabajos, en el libro Pandemias, crisis y capitalismo, usted y los demás autores afirmaron que a pesar del discurso neoliberal que defiende la reducción del gasto para que no aumente la deuda, la deuda pública es uno de los principales instrumentos de la lógica del capitalismo financiarizado. ¿Por qué los voceros del neoliberalismo se manifiestan a favor de reducir el gasto y reducir la deuda pública?

R.M.M.: La deuda pública existe desde que existe el Estado. Recordemos que los Estados nacionales nacen con el capitalismo. La deuda pública y el capitalismo son gemelos siameses. La deuda pública nunca fue un problema. Y es un instrumento de política fiscal. Ahora, desde la década de 1970 ha habido un aumento de la deuda pública en relación con el PIB en todo el mundo. En la década de 1970 las principales economías del mundo enfrentaron una crisis económica. Disminuyeron las inversiones, volvió el desempleo a nivel mundial después de tres décadas, los bancos quebraron, las empresas cerraron y aún no habían golpeado a los trabajadores, por lo que se vieron obligados a aumentar el gasto.

En una crisis, como sabemos, bajan los ingresos y se mantienen los gastos, pero no solo se mantienen, sino que aumenta la demanda, por ejemplo del seguro de cesantía, que en el período anterior —aunque había— prácticamente no funcionó porque la tasa de paro era friccional. También hubo empobrecimiento de la población, pérdida de ingresos, por lo que aumentó el gasto. En el proceso de ganar corazones y mentes para la desregulación, para imponer la tónica de este nuevo capital y al mismo tiempo estar hablando en nombre de todos los capitales, una de las cosas que será objeto de ataque es la deuda pública. “El Estado es ineficiente”, “el Estado es demasiado grande, esto compromete el futuro”. Esto es retórica. Porque cuando analizamos la evolución de la deuda pública, esta no ha disminuido salvo en un país u otro, en años aislados. Mostramos una tabla en el libro Pandemias, crisis y capitalismo que muestra el aumento del endeudamiento a lo largo del tiempo. Tenemos que preguntarnos, ¿pero cómo aumenta y al mismo tiempo atacan el gasto público? La pregunta es: “¿qué parte del gasto público estás atacando?”. Es gasto social. Existe una preocupación por abrir otra frontera de acumulación para el capital. Solo hay que ver cómo han crecido la educación y la salud privadas. Antes se consideraba una buena gestión que el gobierno diera salud pública, educación pública, pero ahora no, la máxima es dejar estas áreas al mercado. No es fácil desmontar el argumento de que es necesario reducir la participación del Estado, pues los defensores utilizan la lógica del presupuesto familiar de que no se puede gastar más de lo que se gana. Pero con el Estado no es así.

A lo largo del capitalismo, el Estado mantuvo la deuda, la renovó y la aumentó. El Estado, por ejemplo, tiene la capacidad de emitir dinero, de hacer dinero. Al atacar el gasto estatal, los voceros del neoliberalismo ocultan su verdadera intención, que es sacar al Estado de los espacios de protección social. Por otro lado, es importante reparar en el nivel de gasto en armamento. Estados Unidos asigna una cantidad enorme a su producción, y tiene un discurso (neo)liberal. La salud no es pública: la gente se endeuda para pagar sus costos.

OBSAL: Los bonos del gobierno hoy en día se negocian en el mercado financiero. ¿Cuál es el papel de la deuda pública en la fase actual del capitalismo?

R.R.M: En este punto sería necesario analizar la composición de la deuda pública país por país. Pero en todo el mundo una parte muy importante de los acreedores solo quieren ganar dinero a corto plazo. Entonces, si hay algún papel, es el de financiar al prestamista. Esto no es bueno, porque el prestamista quiere comprar hoy y vender mañana con grandes ganancias.

OBSAL: Sobre la disputa entre capitales en la búsqueda de mejores rendimientos en los diferentes mercados financieros del mundo, ¿cuáles son los efectos de la fuga de capitales, especialmente de los países latinoamericanos?

R.R.M: No creo que podamos comparar todos los países. Los países más importantes son Brasil y Argentina. Argentina tiene el tema de la deuda relacionado con su moneda. No lo pueden resolver porque la clase dominante y la clase media rechazan la propia moneda argentina desde hace décadas. Cuando se produjo la crisis de 2007/2008, los capitales se reorientaron hacia los llamados países subdesarrollados o del tercer mundo. Hubo un cambio en el flujo. Se produjo primero una fuga de capitales hacia Estados Unidos. En las crisis, el capital busca un refugio seguro. Una de las cosas que se hizo en ese período fue una gran inyección de liquidez de Estados Unidos y los bancos no tenían dónde ir, porque se negaban a hacer préstamos baratos. El capital acabó yendo al tercer mundo.

Eso no quiere decir que aquí en Brasil, o en Argentina, no hayamos recibido capital en períodos anteriores. En el proceso más reciente, la mayor parte del capital que ingresa a la balanza de pagos como inversión extranjera directa no tiene inversión alguna. Incluso la parte que va dirigida a la compra de acciones. Cuando comprás más del 10% de una empresa, en términos de acciones, la contabilidad lo pone como inversión directa. Pero si hubiéramos recibido inversión en el sentido económico del término, que aumenta la capacidad productiva de un país, nuestro país estaría en auge. En este momento, estamos viendo un proceso inflacionario en todo el mundo. Gran parte del problema se debe al paro de la actividad económica durante la pandemia, que rompió algunos eslabones de las cadenas productivas. Estados Unidos ya ha subido las tasas de interés. Poco, pero la subió.

“Debemos empezar a construir alternativas de comercio e intercambio con otros países; poner algunas barreras a la salida de capitales”

Cuando comienza este tipo de movimiento, ya se puede ver que la afluencia no es tan grande para los llamados países subdesarrollados. Por ahora, no estamos experimentando este tipo de cosas. Brasil tiene una política de subir las tasas de interés y está recibiendo mucho capital extranjero. Ahora bien, a medida que entra capital, sale capital. Porque no hay barreras. Países como Brasil no solo están sujetos a salidas de capital cuando sucede algo importante en el escenario internacional, sino que también son muy sensibles a lo que sucede internamente como una crisis política y/o una crisis económica. El efecto, por tanto, es desestabilizador. De hecho, cuando no ponés ningún obstáculo en la salida —porque podrías aceptar la entrada con algunas restricciones, con algunas prerrogativas de que si entras, solo puedes salir de aquí después de cierto tiempo—, pierdes la capacidad de hacer política monetaria. Todo está completamente vinculado: el cambio, el interés, etcétera.

OBSAL: Finalmente, ¿hay posibilidad de romper con el neoliberalismo? ¿Cuáles son las posibilidades de los gobiernos progresistas latinoamericanos para los avances y retrocesos sociales del neoliberalismo en la coyuntura actual?

R.M.M: Me voy a olvidar que estos son gobiernos progresistas. Así que supongamos que tomamos el poder. Porque si hablo de gobiernos progresistas tendría que decir hasta qué punto los gobiernos progresistas realmente quieren hacer un cambio radical. Y luego tendría que preguntar no solo si están dispuestos, sino si son capaces. Si tienen apoyo, si hay una base social para ello. Te responderé asumiendo que tomamos el poder, que tenemos apoyo, en las instituciones y apoyo popular. No hay posibilidad de una ruptura total con el neoliberalismo. Porque se mezclan el neoliberalismo, la globalización del capital y el dominio del capital. La gente solo puede romper completamente con el neoliberalismo si nos aislamos y, por ejemplo, empezamos a hacer política entre algunos países aquí en América Latina. Si acabo con el capitalismo, también voy a tener que estar aislado. Pero, este tipo de enfoque es una mala respuesta, porque parece que no podemos hacer nada. Y podemos hacer algunas cosas. Primero desmontar lo hecho en el período anterior. Porque hubo una destrucción de las políticas sociales, por ejemplo en Brasil. Entonces lo desmantelas, lo reconstruyes desde el punto de vista social, para trabajar con políticas sociales.

También es posible hacer políticas encaminadas a generar empleo e ingresos. Ahora la pregunta es: ¿qué pasa con el tipo de cambio? ¿Qué hacemos en relación con estos flujos financieros? Romper por completo es difícil, pero debemos empezar a construir alternativas de comercio e intercambio con otros países; poner algunas barreras a la salida de capitales, pero no necesariamente una ruptura completa. Chile, por ejemplo, ¿será capaz de acabar con el sistema de pensiones privado, que vive de inversiones en todo el mundo? El sistema de pensiones chileno está absolutamente integrado con el capital financiero mundial. La palabra ruptura es demasiado fuerte. Tenemos que crear salvaguardias. Recuperar la dignidad de nuestros pueblos generando empleo e ingresos, construyendo un sistema de protección social más digno y al mismo tiempo poniendo algunas barreras para que este neoliberalismo, en la figura del capital-dinero, que tiene libre movilidad, no tenga este grado de libertad que obtuvo. No sé si es posible, si habrá una reacción, más desestabilización de los gobiernos y hasta la creación de una pequeña guerra en América Latina.


Esta entrevista forma parte del cuaderno “La gran estafa: deuda, FMI y neoliberalismo”, en el marco de la colección Debates estratégicos de Nuestra América. El cuaderno fue realizado por el Observatorio de la Coyuntura de América Latina y el Caribe (OBSAL), dependiente del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Puede leerse de manera íntegra aquí

Fuente: Alai

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