jueves, diciembre 26, 2024
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No puedo vivir del pan de mañana. Por Vijay Prashad

El 19 de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su informe anual Perspectivas de la economía mundial, en el que pronostica una grave desaceleración del crecimiento mundial junto con un aumento de los precios. “Para 2022, se prevé una inflación del 5,7% en las economías avanzadas y del 8,7% en las economías emergentes y en desarrollo, es decir, 1,8 y 2,8 puntos porcentuales más de lo previsto en enero “, señaló el informe. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ofreció una reflexión preocupante sobre los datos: “La inflación está alcanzando los niveles más altos de las últimas décadas. La fuerte subida de los precios de los alimentos y los fertilizantes presiona a los hogares de todo el mundo, especialmente a los más pobres. Y sabemos que las crisis alimentarias pueden desencadenar disturbios sociales”.

¿Cuál es la causa fundamental de esta extraordinaria ola de inflación? El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, culpó a la guerra de Rusia en Ucrania: “Lo que la gente no sabe es que el 70% del aumento de la inflación fue consecuencia de la subida de precios de [el presidente ruso Vladimir] Putin por el impacto de los precios del petróleo”. Sin embargo, incluso el consejo editorial de The Wall Street Journal señaló que “esta no es la inflación de Putin”. Georgieva, del FMI, trató de encontrar un punto intermedio, afirmando que “la invasión rusa de Ucrania ha producido una crisis sobre otra crisis”. Su punto de vista refleja el de Perspectivas Económicas Mundiales, que señala que “la crisis se desarrolló mientras la economía mundial estaba en vías de recuperación, pero aún no se había recuperado del todo de la pandemia del COVID-19”.

La plataforma No Cold War (‘No a la Guerra Fría’), con la que el Instituto Tricontinental de Investigación Social mantiene una estrecha relación de trabajo, ha elaborado una intervención muy importante en este debate. El Boletín nº 2: Estados Unidos ha desestabilizado la economía mundial, que aparece a continuación, argumenta que un factor que gobierna la actual crisis de inflación es el impacto desmesurado de Estados Unidos en la economía mundial; aquí, el gasto militar estadounidense, su peso en el consumo mundial, el papel del régimen Wall Street-Dólar-FMI, y otros factores juegan un papel clave. Esperamos que el informe no. 2 sea útil y lo difundan ampliamente.

El Fondo Monetario Internacional ha anunciado que la economía mundial está entrando en una importante desaceleración, rebajando las perspectivas de crecimiento de 143 países. Al mismo tiempo, las tasas de inflación han alcanzado niveles históricos. En todo el mundo, cientos de millones de personas están cayendo en la pobreza, especialmente en el Sur Global. Oxfam ha dado la voz de alarma de que estamos “asistiendo al colapso más profundo de la humanidad en la pobreza extrema y el sufrimiento que se recuerda”. ¿Qué está produciendo este inmenso sufrimiento humano?

Una crisis económica “hecha en Washington”

El 13 de abril, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, afirmó que este deterioro económico mundial se debía a la guerra rusa en Ucrania. Esto es objetivamente incorrecto. Aunque el conflicto ha empeorado la situación, el motor clave que ha desestabilizado la economía mundial es la enorme ola inflacionaria que ya se había acumulado en Estados Unidos y que ahora ha comenzado a desbordarse en el mundo. Antes de la guerra en Ucrania, la inflación estadounidense ya se había triplicado en los últimos años, pasando del 2,5% (enero de 2020) al 7,5% (enero de 2022), antes de acelerarse aún más hasta el 8,5% (marzo de 2022) tras el estallido de la guerra.

“Esta no es la inflación de Putin”, señaló el consejo editorial del Wall Street Journal. “Esta inflación está hecha en Washington”.

El mercado de consumo estadounidense absorbe una quinta parte de los bienes y servicios del mundo; como la demanda de estos bienes supera la oferta mundial, la tendencia a que la inflación estadounidense se extienda por todo el mundo es muy alta. El índice medio de la Commodity Research Bureau (‘Oficina de Investigación de Productos Primarios’), un indicador general de los mercados mundiales de commodities (‘productos primarios’), ha subido astronómicamente: a partir del 25 de abril, los precios interanuales se han disparado para el petróleo (60%), el aceite de palma (60%), el café (56%), el trigo (45%), el gas natural (139%) y el carbón (253%). Estas subidas de precios han provocado una onda expansiva en la economía mundial.

Esta inestabilidad está inseparablemente conectada a la política económica estadounidense. Desde 2020, Estados Unidos ha aumentado su presupuesto en 2,8 billones de dólares. Para financiar esta expansión presupuestaria, el gobierno estadounidense aumentó el endeudamiento hasta el 27% del producto interior bruto (PIB), y el Banco de la Reserva Federal incrementó la oferta monetaria (la cantidad de dinero emitido) en un 27% interanual. Ambos aumentos son los más altos de la historia del país en tiempos de paz.

Estos enormes paquetes económicos de EE.UU. se generaron para poner dinero en manos de las y los consumidores. El gobierno se centró en la demanda de la economía poniendo dinero en circulación para el consumo, pero no aumentó el gasto en la oferta de la economía poniendo dinero en la inversión. Entre 2019 y 21, el 98% del crecimiento del PIB estadounidense correspondió al consumo, mientras que solo el 2% correspondió a la inversión neta. Con un gran aumento de la demanda por parte de los consumidores y un aumento casi nulo de la oferta, se produjo una enorme ola inflacionaria en Estados Unidos.

¿Invertir en armas o en las personas?

La inflación en Estados Unidos, que tiene implicaciones mundiales, es un subproducto de sus prioridades económicas. Durante el último medio siglo, sus gobiernos no han utilizado la riqueza social del país para realizar importantes inversiones sociales en áreas como la educación, la sanidad y las infraestructuras, ni han invertido en el sector manufacturero para aumentar la oferta. En cambio, para gestionar la inflación, el gobierno ha optado por impulsar una agenda que recorta la demanda. Estos recortes de la demanda ya han reducido el nivel de vida; por ejemplo, los salarios reales en EE. UU. han caído un 2,7% en el último año.

En lugar de realizar inversiones sociales para prevenir estas crisis económicas, el gobierno estadounidense ha dado prioridad a su ejército, que recibe un aumento de presupuesto cada año. En 2022, la administración Biden propuso un presupuesto militar de 813.000 millones de dólares, lo que supone un aumento del 9,2% con respecto al presupuesto militar de 2021, mayor que la suma de los once siguientes países que más gastan. Para justificar este gasto masivo, la administración Biden, al igual que antes la administración Trump, ha invocado la necesidad de “combatir las amenazas” planteadas por China y Rusia.

Una reducción del gasto militar estadounidense liberaría fondos del gobierno para invertir en educación, sanidad, infraestructura y manufactura. Sin embargo, esto requeriría un cambio en la política exterior estadounidense, que no parece estar en el horizonte. Hasta ese momento, los pueblos de Estados Unidos y de otros países tendremos que soportar los costos de la nueva Guerra Fría de Washington.

Frente a la afirmación superficial de que la inflación mundial está causada por la guerra de Rusia contra Ucrania y las sanciones occidentales a Rusia, el segundo boletín de No Cold War señala la raíz de la crisis: las distorsiones producidas por el gasto militar de Estados Unidos y por el régimen de Wall Street, el dólar y el FMI que dominan la economía mundial.

En diciembre de 2021, Georgieva, del FMI, dijo que los gobiernos europeos no deben permitir que la recuperación económica se vea amenazada por la “fuerza asfixiante de la austeridad”. Esto forma parte de la sorprendente doble moral de Occidente: al mismo tiempo, el FMI ha impuesto duras medidas de austeridad a los países de África, Asia y América Latina. Como señala Oxfam en un nuevo análisis, durante el segundo año de la pandemia (de marzo de 2021 a marzo de 2022), el FMI aprobó 23 préstamos a 22 países del Sur Global, todos los cuales fomentaron o exigieron medidas de austeridad. Por ejemplo, el acuerdo de préstamo de 2.300 millones de dólares del FMI con Kenia exigía la congelación de los salarios del sector público durante cuatro años, junto con el aumento de los impuestos sobre el gas y los alimentos, todo ello mientras el 63% de los hogares kenianos experimentan una pobreza multidimensional, según un informe del Instituto de Investigación y Análisis de Políticas Públicas de Kenia (KIPPRA, por sus siglas en inglés).

Es necesario revertir las políticas de austeridad que afectan a la gran mayoría de la población de estos países. Necesitamos que se gaste menos dinero en guerras y más en resolver lo que Frantz Fanon llamó los hechos obstinados de la vida humana, como el hambre, el analfabetismo y la indignidad.

La poesía de Langston Hughes se centraba en el impacto de estos “hechos obstinados” en la vida de la gente de Estados Unidos, gente que luchaba contra una vida construida con salarios que equivalían a “cinco centavos menos dos”. En 1962, Estados Unidos gastó 49.000 millones de dólares en su ejército (431.000 millones de dólares de 2022); en 2022, como se indica en el boletín nº 2, el gobierno estadounidense se propone gastar 813.000 millones de dólares en sus fuerzas armadas, lo que supera el gasto militar de los once países siguientes juntos.

Disponemos de una inmensa riqueza social, pero se gasta en las partes de la vida humana que son más destructivas que productivas. En 1962, cuando el presupuesto militar de Estados Unidos empezó a dispararse, Langston Hughes escribió:

Estoy cansado de escuchar a la gente decir,
Deja que las cosas sigan su curso.
Mañana será otro día.
No necesito mi libertad cuando esté muerto.
No puedo vivir del pan de mañana.

Libertad
Es una semilla fuerte
Plantada
En una gran necesidad.
Yo también vivo aquí
Quiero mi libertad
Igual que tú.

Tenemos que avanzar hacia el objetivo de la emancipación humana ahora. Hoy y no mañana.

Fuente: Alai

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