Estamos presenciando el inicio de un mundo novísimo, manifestándose en diferentes planos correspondientes en lo geopolítico y geoeconómico. Mientras el momento unipolar estadounidense se desintegra debido a su propia desmesura, en Eurasia se cocina un nuevo orden que ya no solo se prueba en lo político, sino también en lo económico y lo financiero.
Ya hemos tenido la oportunidad de explicarlo; esta vez se trata de profundizar en sus factores nodales.
Para ello daremos tribuna a una entrevista del periodista y analista Pepe Escobar con Serguéi Glazyev, economista, exasesor del Kremlin de 2012 a 2019, y quien durante los últimos tres años es el Ministro a cargo de la Integración y la Macroeconomía de la Unión Económica Euroasiática (UEE).
Glazyev es uno de los autores intelectuales de un nuevo sistema financiero que apunta a forjarse como alternativa a lo existente y que tiene al dólar estadounidense como principal referencia. La idea de la nueva arquitectura consiste en brindarle al Sur Global un mayor margen de soberanía respecto a la manía sancionatoria de Occidente, que funge como un pirata en busca de activos que secuestrar, no importa si es ruso, afgano, iraní o venezolano.
«Al haber ‘congelado’ las reservas de divisas rusas en las cuentas de custodia de los bancos centrales occidentales, los reguladores financieros de Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido socavaron el estatus del dólar, el euro y la libra como monedas de reserva globales. Este paso aceleró bruscamente el desmantelamiento en curso del orden económico mundial basado en el dólar», dice el economista ruso.
Pero la previsión de este escenario había sido vislumbrada por el Foro Económico de Astaná, capital de Kazajistán, hace una década, cuando «propusimos la transición a un nuevo sistema económico mundial basado en una nueva moneda comercial sintética basada en un índice de monedas de los países participantes -cuenta Glazyev-. Más tarde, propusimos ampliar la cesta de divisas subyacente agregando alrededor de veinte materias primas negociadas en bolsa. Una unidad monetaria basada en una cesta tan expandida fue modelada matemáticamente y demostró un alto grado de resistencia y estabilidad».
Con la propuesta de formar una «coalición internacional de resistencia en la guerra híbrida por el dominio global que la élite financiera y de poder de Estados Unidos desató sobre los países que permanecían fuera de su control», Glazyev afirma que, de acuerdo a sus proyecciones económicas científicas a largo plazo, es inevitable «la derrota del viejo poder dominante» frente al nuevo en construcción.
Como le ocurrió a Gran Bretaña, Estados Unidos está destinado a fracasar en su intento desesperado por mantener su hegemonía, argumenta el funcionario, a pesar de las guerras mundiales que el primero desató y el segundo desea suscitar en Ucrania.
Los británicos fueron rebasados por los estadounidenses y soviéticos, que construyeron sistemas económicos «más eficientes», dice Glazyev, «en la gestión del capital humano en sistemas integrados verticalmente, que dividían el mundo en sus zonas de influencia. Una transición a un nuevo orden económico mundial comenzó después de la desintegración de la URSS. Esta transición está llegando ahora a su conclusión con la inminente desintegración del sistema económico mundial basado en el dólar, que sentó las bases del dominio mundial de los Estados Unidos».
El economista ruso afirma que China y la India han establecido un «nuevo sistema económico convergente», el cual sería «la siguiente etapa inevitable de desarrollo, combinando los beneficios de la planificación estratégica centralizada y la economía de mercado, y del control estatal de la infraestructura monetaria y física y el espíritu empresarial. El nuevo sistema económico unió a varios estratos de sus sociedades en torno al objetivo de aumentar el bienestar común de una manera sustancialmente más fuerte que las alternativas anglosajonas y europeas».
Por esta razón Estados Unidos no tiene la menor oportunidad de ganar la guerra híbrida global que desató contra el Sur Global y, asimismo, el reemplazo del sistema financiero dolarcéntrico por uno nuevo sería inevitable.
En adelante, explica en qué consistirá el nuevo orden económico mundial, y aquí citamos in extenso:
«En la primera fase de la transición, estos países recurren a la utilización de sus monedas nacionales y mecanismos de compensación, respaldados por canjes bilaterales de divisas. En este punto, la formación de precios sigue siendo impulsada principalmente por los precios en varias bolsas, denominados en dólares. Esta fase casi ha terminado: después de que las reservas de Rusia en dólares, euros, libras y yenes se ‘congelaran’, es poco probable que ningún país soberano continúe acumulando reservas en estas monedas. Su reemplazo inmediato son las monedas nacionales y el oro.
«La segunda etapa de la transición implicará nuevos mecanismos de fijación de precios que no hagan referencia al dólar. La formación de precios en monedas nacionales implica gastos generales sustanciales, sin embargo, seguirá siendo más atractiva que la fijación de precios en monedas ‘no ancladas’ y traicioneras como el dólar, la libra esterlina, el euro y el yen. El único candidato monetario global que queda, el yuan, no ocupará su lugar debido a su inconvertibilidad y al acceso externo restringido a los mercados de capitales chinos. El uso del oro como referencia de precio se ve limitado por la inconveniencia de su uso para pagos.
«La tercera y última etapa de la transición al nuevo orden económico implicará la creación de una nueva moneda de pago digital fundada a través de un acuerdo internacional basado en principios de transparencia, equidad, buena voluntad y eficiencia. Espero que el modelo de unidad monetaria que hemos desarrollado desempeñe su papel en esta fase. Una moneda como esta puede ser emitida por un conjunto de reservas de divisas de los países BRICS, a las que podrán unirse todos los países interesados. El peso de cada moneda en la cesta podría ser proporcional al PIB de cada país (basado en la paridad del poder adquisitivo, por ejemplo), su participación en el comercio internacional, así como el tamaño de la población y el territorio de los países participantes.
«Además, la cesta podría contener un índice de precios de los principales productos básicos que se negocian en bolsa: oro y otros metales preciosos, metales industriales clave, hidrocarburos, granos, azúcar, así como agua y otros recursos naturales. Para proporcionar respaldo y hacer que la moneda sea más resistente, se pueden crear a su debido tiempo reservas internacionales de recursos pertinentes. Esta nueva moneda se utilizaría exclusivamente para pagos transfronterizos y se emitiría a los países participantes sobre la base de una fórmula predefinida. En su lugar, los países participantes utilizarían sus monedas nacionales para la creación de crédito, a fin de financiar las inversiones y la industria nacionales, así como para reservas de riqueza soberana. Los flujos transfronterizos de la cuenta de capital seguirían rigiéndose por las reglamentaciones monetarias nacionales».
Este novel sistema permitiría, de acuerdo a Glazyev, «una negativa sistemática a cumplir las obligaciones en dólares, euros, libras y yenes. En este sentido, no será diferente del ejemplo dado por los países emisores de estas monedas que pensaron que era apropiado robar reservas de divisas de Irak, Irán, Venezuela, Afganistán y Rusia por la suma de billones de dólares. Dado que Estados Unidos, Gran Bretaña, la UE y Japón se negaron a cumplir con sus obligaciones y confiscaron la riqueza de otras naciones que se mantenía en sus monedas, ¿por qué otros países deberían estar obligados a pagarles y a pagar sus préstamos?».
Es decir, que «la participación en el nuevo sistema económico no se verá limitada por las obligaciones del antiguo. Los países del Sur Global pueden participar plenamente en el nuevo sistema, independientemente de sus deudas acumuladas en dólares, euros, libras y yenes. Incluso si incumplieran sus obligaciones en esas monedas, esto no afectaría a su calificación crediticia en el nuevo sistema financiero».
Desde esta perspectiva, los países históricamente dependientes, colonizados por Occidente debido a su gran reservorio de materias primas, tendrían la oportunidad de reservar «una parte de sus recursos naturales para el respaldo del nuevo sistema económico, su peso respectivo en la cesta de divisas de la nueva unidad monetaria aumentaría en consecuencia, proporcionando a esa nación mayores reservas de divisas y capacidad de crédito», dice Glazyev, al tiempo que aumentaría «las líneas de canje» entre los socios comerciales.
La idea es que todos los países que deseen deslastrarse de la política económica estadounidense en África, América y Asia puedan participar de este nuevo sistema económico mundial de vis a vis, no mediado por las prerrogativas de instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la égida marcada por el Foro de Davos.
Parece un escenario demasiado optimista, tomando en cuenta que los bancos centrales de algunos países importantes para el surgimiento de la arquitectura financiera en cocción, como el de Rusia, se encuentran regidos por «el callejón sin salida del paradigma intelectual de Washington», sin embargo, Glazyev describe una realidad contundente:
«Ya se han establecido líneas de intercambio de divisas entre países participantes clave. La mayoría de las transacciones entre los Estados miembros de la UEE ya están denominadas en monedas nacionales y la proporción de sus monedas en el comercio interior está creciendo a un ritmo acelerado».
China, India, Irán y Turquía (este último, miembro de la OTAN) se encuentran en el mismo proceso de comercio bilateral con otros países en monedas nacionales.
Por otro lado, las “stablecoins” (monedas estables), operadas en cadenas de bloques (blockchain), serían un importante eslabón a través de «un sistema de pago digital no bancario, que estaría vinculado al oro y a otras materias primas que se negocian en bolsa», confirma Glazyev, quien ha abogado por «una formación acelerada de un nuevo paradigma tecnológico» en el marco de nuevas instituciones integradas al orden económico emergente.
Esta nueva arquitectura financiera, devenido por un nuevo modelo económico, solo puede provenir del afianzamiento de la asociación estratégica entre China y Rusia, dice el economista ruso, arguyendo que el acoplamiento entre los proyectos de la UEE y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta es el núcleo de este proyecto para el Sur Global.
Podríamos añadir que, a pesar de los desafíos en Eurasia y con una potencia unipolar decadente en Occidente, son también importantes los papeles de otros países ricos en recursos y con disposición antihegemónica en distintas latitudes como la India, Irán y, por qué no, Venezuela, que hace pocos años había propuesto una canasta de monedas para la implementación de pagos internacionales que no tuvo éxito en su momento. Quizás en un contexto más propicio como el presente, arraigado a una dinámica de alianzas estratégicas multipolares, pueda tener cabida el planteamiento venezolano, en teoría simbiótico con el sistema financiero euroasiático.
Fuente: Misión Verdad