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Los peligros y los principios. Por Agustín Lage Dávila

Por Agustín Lage Dávila. Resumen Latinoamericano, 1 de febrero de 2022.

En su histórica carta de despedida a Fidel en 1965, Ernesto Che Guevara escribía: “…me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios”.

He pensado muchas veces sobre la profundidad de esta frase la cual nos ilustra que lo esencial del pensamiento de un revolucionario en cada momento es precisamente eso: ver y apreciar los peligros y los principios; los peligros cambiantes que amenazan la obra humana revolucionaria y los principios permanentes que hay que mantener con independencia de cualquier peligro.

Los principios hoy son los de los revolucionarios cubanos siempre, vinculados a la defensa de la soberanía nacional y el apego a la justicia social. Están magistralmente sintetizados en el concepto de Revolución enunciado por Fidel el 1ro de mayo del año 2000. Están “hechos ley” en la Constitución de la República que aprobamos con amplia mayoría en el 2019.

¿Y cuáles son los peligros de hoy?
El primero y más importante viene de afuera, y es la hostilidad de la mayor potencia imperialista que ha existido, y que se expresa en el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, y en la guerra de información e imágenes que nos hacen con sus poderosos medios de comunicación.

De ahí derivan otros. Enfrentamos el peligro de que el bloqueo logre desconectar la economía cubana de la economía global, precisamente en la época en que el desarrollo de cualquier país depende más de esas conexiones. La fracción del PIB global que se realiza en el comercio exterior se ha triplicado en las últimas cuatro décadas. El mundo económico se interconecta cada vez más, y ello no ocurre solamente mediante el flujo de productos, servicios, e inversiones, sino también mediante el flujo de conocimientos y tecnologías.

El cerco económico sostenido introduce el peligro de que más de medio siglo de escasa inversión lleve el deterioro de nuestra infraestructura productiva a un umbral de irreversibilidad. Ha sucedido en otros países y otros momentos históricos.

Globalización y cambio tecnológico rápido son factores determinantes del contexto económico mundial actual, y se refuerzan mutuamente. El cambio tecnológico acelerado del siglo XXI demanda de las empresas una permanente exploración de opciones de adaptación al entorno, lo que impone una gestión empresarial ágil y descentralizada, incluso para sus conexiones internacionales, y una dinámica de creación y extinción de empresas; difícilmente compatibles con los esquemas de dirección vertical de la economía y planificación material minuciosa a largo plazo, que en su momento (con las tecnologías de mediados del siglo XX) funcionaron bien, pero que ya no se ajustan al mundo económico y tecnológico de hoy.

Tendremos implementar una gestión descentralizada, pero sin alienar la propiedad socialista de todo el pueblo y la distribución justa del producto de la economía, de acuerdo al trabajo de cada cual (y preparar las generaciones de jóvenes empresarios del socialismo, capaces de hacerlo). El peligro está en que no logremos gestionar bien esa contradicción, para hacer que exprese su entraña creadora.

En el plano de las ideas está el peligro de que los adversarios de siempre de nuestro proyecto social logren persuadir a las nuevas generaciones de que los problemas materiales que enfrentamos no son fruto de la agresión externa sino solo de nuestra incapacidad de gestión, y que no se resolverán si no hay un “mister” (o un “aspirante a mister”) que dirija nuestras empresas; y vendernos la idea de que el desarrollo material requiere aceptar una cuota mucho mayor de desigualdades sociales. Para sembrar esas ideas y erosionar la capacidad de resistencia de nuestra cultura, ellos trabajan, con medios y dedicación dignos de mejores causas. Y muchas veces nuestros propios errores los ayudan.

Es el peligro de que logren minar la confianza y la voluntad de participación en el proyecto colectivo de Cuba, e induzcan a muchos a refugiarse exclusivamente en sus proyectos individuales de bienestar, y les contraigan así la visión del mundo y el alcance moral de sus proyectos de vida. Este peligro está en la raíz de las peligrosas tendencias migratorias de jóvenes calificados.

A todo eso se adiciona otro peligro, y es el de que sepamos y hagamos bien lo que es necesario hacer, pero que no lo hagamos a la velocidad suficiente. Es un peligro muy real. La sociedad humana es un complejo de procesos simultáneos que ocurren a velocidades diferentes, y que se condicionan mutuamente. La lentitud de algunos de nosotros en la implementación de lo que sabemos que hay que hacer, y la resistencia a salir de la “zona de confort” de lo acostumbrado nos hacen recordar un sermón de Martin Luther King de 1967 donde decía que: “El progreso humano no es automático ni inevitable. El futuro ya está aquí y debemos enfrentar la cruda urgencia del ahora”.

Esos son los peligros, y nadie piense que no los conocemos, pero ningún peligro nos va a arrebatar el optimismo y la confianza en el futuro soberano y socialista de Cuba. Defender la viabilidad de ese futuro nos exige empezar por reconocer los peligros, hablar de ellos alto y claro, analizar sus raíces y mirarles a la cara. Serán menos peligrosos si los conocemos bien.

Ese enfrentamiento audaz a los peligros del momento, pero firmemente apoyados en los principios de soberanía nacional y justicia social que nos definen desde siempre, es lo que el pueblo espera de los jóvenes cubanos de hoy.

Para las nuevas generaciones esa será su “Sierra Maestra”.

Fusil y mochila al hombro… y ¡a caminar loma arriba!

Fuente: CubaDebate.

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