Fidel Castro Ruz: 2025 un legado para la vida en dignidad y paz, no para la muerte.

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Por Stella Calloni.

El año pasado durante la conmemoración de la fecha de nacimiento del querido comandante Fidel Castro Ruz el 13 de agosto de 1926, escribí que lo sentía renacer cada día y que con él renacía la humanidad y no tengo dudas que lo sigue haciendo y que está entre nosotros, con su legado que resume lo acumulado en años de una lucha eterna y que es el cimiento, las bases, las raíces para crecer desde allí y construir un mundo  libre para todos los pueblos oprimidos sedientos de paz.

Tanto y tan bien se ha escrito sobre Fidel, millones de páginas, libros, entrevistas, y biografías valiosas como las de Ignacio Ramonet, Katiushka  Blanco (y en ambos simbolizo otras), que la criminal campaña mediática sostenida durante más de medio siglo por el imperio para denigrarlo y “matarlo moralmente sin disparar una bala”, como figura  ahora en los “mandamientos” de la Guerra de Cuarta Generación (psicológica) no han podido  con él ni con la Revolución Cubana. Tampoco pudo hacerlo el terrorismo imperial, a tal punto  que la propia CIA estadounidense admitió que fracasaron más de 650 intentos para asesinarlo.

Creo humildemente, que conmemorando su 99 cumpleaños con los actos de homenaje que con tanto amor prepararon en Cuba y en  otros países los movimientos solidarios, rescatando culturas e identidades, nosotros estamos ante una imperiosa necesidad de  rememorar lo que a lo largo de su intensa vida nos transmitió el comandante de los sueños imposibles que él hizo  posibles, un legado imborrable en  palabras  que horadaron los silencios encerrados en las cavernas de la historia falsificada, de manipulaciones múltiples, de mentiras, de  odios  que deshumanizan y destruyen, un legado que  hicimos el compromiso de cumplir.

Palabras nítidas, transparentes,  apasionadas, palabras liberadoras que despiertan, iluminan y dejan rastros imperdibles. Fidel podía decirlas con su autoridad moral porque surgían como el agua de un manantial, con la naturalidad del agua que sale de las vertientes profundas  como  las raíces de los árboles añejos que han desafiado, sin doblarse, todas las tempestades.

Aquel muchacho que salió de la  Universidad de la Habana, con el título de abogado bajo el brazo, decidido a luchar por la justicia y defender a los pobres, sabía ya a lo que se iba a enfrentar en esa isla pequeña del Caribe bajo un brutal colonialismo encubierto.

Cuba era el modelo de una disputa histórica entre dos imperios, uno que estaba cayendo y otro que comenzaba su derrotero de expansión, saqueo y muerte, como eran la España de la “conquista” (colonización) que comenzó en 1492 produciendo un holocausto contra los  pueblos indígenas  de Nuestra América del sur durante cinco siglos de dominación, y Estados Unidos, en el norte, que desde el siglo XIX hasta ahora continúa haciendo lo mismo en nuestra región.

Fidel decidió  enfrentar  al nuevo imperio, que se sentía heredero natural de su antecesor y lo hizo como un acto de continuidad  histórica,  inspirada en  la heroica lucha de liberación del pueblo cubano encabezada por  José Martí y Máximo Gómez  en el siglo XIX, triunfante en 1898.

Desde la carta que el joven abogado Castro Ruz escribió al dictador Fulgencio Batista, instalado en el poder por el imperio en 1952,  en la que reclamaba desafiante por los crímenes cometidos contra el pueblo cubano,  continuó luego encabezando  la rebelión armada de 1953 que significó el comienzo  de la increíble guerra de liberación  que duró  seis años  hasta el triunfo el 1 de enero de 1959, legándonos  el proceso liberador y  la Revolución, lo que  nos demanda  profundizar en todas las estrategias a las que tuvieron que recurrir, imaginando y creando, dada la enorme asimetría que existía entre los habitantes de la isla y el imperio cuya  cabeza colonial estaba en la capital de Estados Unidos, un inmenso territorio, situado a 90 millas marítimas de Cuba.

Cuando Fidel hablaba de la lucha por la liberación de los pueblos, no lo decía sentado en un pedestal, sino  lo hacía desde su autoridad moral y la de su pueblo que habían logrado triunfar en circunstancias semejantes. Nos legó  la historia de una voluntad de amor por la libertad,  dignidad,  justicia,  independencia y soberanía, partiendo de  las raíces profundas de la realidad  que significaba estar bajo dominio colonial o neocolonial, y  triunfar desafiando esquemas y dogmas, que paralizan y debilitan la marcha.

La Revolución Cubana fue es y será la memoria viva de  una lucha día por día, hora por hora. Es también una leyenda, un  sueño vivido en la neblina  y los ardientes soles de las montañas de la Sierra Maestra, una rebelión triunfante a sólo 14 años del final de Segunda Guerra Mundial en una pequeña isla del caribe, sorprendió al mundo.

Si en esas condiciones un país tan pequeño en la inmensidad del mapa mundial lo hizo, por qué no podríamos hacerlo los pueblos oprimidos del mundo buscando los caminos posibles o los imposibles, las estrategias imaginables o las inimaginables que desafían nuestros sentidos y que amalgaman nuestros saberes.

Esta pregunta  surgía inevitablemente ante lo que nos decía Fidel en sus discursos, cuando hablaba de los fuertes cimientos donde había que construir el camino de liberación definitiva. También de las falencias y errores, que pueden cometerse, más allá de todo lo que amenaza cualquier proceso que desafíe al poder imperial. De la necesidad de las formas de resistencia creativa.

Nos dijo siempre que es necesaria la creación cotidiana y más aún cuando se crea a partir de la nada. Es imposible no errar en esta situación, como imprescindible es recomenzar cuando se está, como sucede  en Cuba, bajo el ataque terrorista imperial constante. Aprender a sobrevivir ante semejante poder de fuego, sometido el país  a un bloqueo criminal, que de hecho y por su acción prolongada resulta ser un genocidio, necesita de un heroísmo  que sólo un pueblo decidido a defender con amor y coraje revolucionario sus conquistas, la patria, su territorio, puede sostener para superar los sacrificios que impone la resistencia tan prolongada en el tiempo.

Conocer a fondo todo lo que significa esa resistencia es llegar al punto de entender qué es lo que hace posible que un pueblo tenga esa fuerza arrolladora manteniendo viva la memoria. La cultura en revolución permanente convirtiendo a Cuba en un centro de irradiación de la imaginación creadora y de formas resistentes, múltiples, que nunca pueden entender e impedir los poderosos.

Aprendimos de Cuba a lo largo del tiempo como lo decía, aún sin hacerlo Fidel y nos entregó un bagaje indispensable para adaptarse a los cambios abruptos y permanentes en el mundo, no mansamente, sino revolucionariamente, fortaleciéndonos  hasta extremos inimaginables.

Las raíces están firmes, ningún incendio ha terminado con todos los árboles de del mundo. Hay que descubrirlas y actuar. En estos tiempos, como nunca antes, el mundo cambia en minutos con las nuevas tecnologías que son usadas como armas temibles en manos del poder mundial, que cree que estarán siempre a salvo pero no lo están, no sólo porque hay otros gigantes desafiantes que intentan caminos no imperiales para relacionarse con el mundo, sino que  ahora enfrentan,  y vale decirlo, en Nuestra América,  en África y en otros lugares considerados como periferias o arrabales, la terquedad de la dignidad de los pueblos y una dignidad humana que no tiene límites.

La inteligencia artificial puede hacerlo todo, pero es imposible vencer la imaginación creadora que puede cortar el camino a la  manada de lobos hambrientos, no de alimentos sino de ambiciones sin límites. Esto está escrito en el aire, en los eternos vientos, como se podía sentir en las palabras de Fidel, palabras precisas, fuertes modeladas por la arcilla en manos del guerrillero del tiempo.

El comandante Fidel Castro nos lo dijo. Por eso debemos asumir nuestro compromiso  que es nada más y nada menos que el compromiso con la humanidad. No podemos sólo  intercambiar palabras, reunirnos,  hacer propuestas, debemos colocar muy alta la vara de ese compromiso. No mostrarnos debilitados, desorganizados o ciegos ante una realidad que grita ante nosotros. No podemos andar por la vida sin vivir, sordos ante los reclamos de los millones de oprimidos y hambrientos.

Los que nos decimos militantes, debemos militar en la trinchera en que seamos más útiles. ¿O acaso no nos decía esto Fidel?. Nada de competencias, nada de envanecimientos, nada que nos desuna, que nos desorganice que nos insensibilice. Establecer prioridades, estar atento a los cambios abiertos o encubiertos a los que nos quiere “acostumbrar” el enemigo de los pueblos. Debemos reaccionar rápidamente  y  adelantar el contracambio, que es como anticiparse a los acontecimientos, cada vez más difícil en estos días  con semejante velocidad de cambios.

Pero siempre nos hacía ver Fidel que nunca todo es oscuridad y que siempre hay signos luminosos en la boca del lobo, y debemos tener esa mirada lúcida, estratégica. Si no lo vemos es porque la soberbia o la vanidad o el egoísmo o la indiferencia nos impiden ver cuando el enemigo nos está invadiendo por dentro. Eso lo decía Fidel anticipándose a los tiempos.

No  asombra que Cuba, Venezuela, Nicaragua sean faros de irradiación, como lo son los gobiernos que en Nuestra América enfrentan con dignidad asombrosa al salvajismo imperial. La solidaridad es hoy como el aire o el agua porque esos faros nuestros están en peligro y además hay que establecer prioridades insistencia eterna de Fidel.

Nuestros países todos están bajo una guerra que no advertimos aún como tal. Los golpes blandos no son blandos, porque están diseñados para obtener los mismos resultados que un golpe duro. La judicialización de la política es una Guerra Psicológica que es, a su vez, una de las  de las tácticas de la guerra contrainsurgente siempre renovada que se nos está aplicando, pero sobre la misma base desde los años 60.

La Guerra de baja Intensidad es tan guerra como si se operara una acción militar contundente y feroz. Es la guerra por otros medios.

No podemos seguir intoxicando a nuestras poblaciones con excesos comunicacionales, ni confundiendo con una cantidad de nombres sobre estas guerras que en nuestro caso siempre son asimétricas. Hay que decirlo clara y sencillamente para que todos aquellos atrapados por la desinformación y manipulación más grande de la historia, puedan entendernos y despertar antes de que se demasiado tarde.

Entre las prioridades hay varias bajo nuestras miradas, pero hay una imposible de ignorar o disimular. En estos momentos a los 99 años Fidel Castro está señalando con su dedo de  luz roja a lo que sucede Gaza, en Cisjordania en Jerusalén, lo que queda de un territorio de lo que fue Palestina, usurpado  por los ocupantes, con un costo de millones de muertos en una guerra de ocupación y exterminio que perdura desde 1948 hasta hoy con múltiples complicidades.

Todos los días  miramos los crímenes atroces cometidos  con absoluta impunidad, las crueldades del nazismo revividas y amplificadas por las nuevas armas de destrucción masiva, contra un pueblo heroico que siempre ha resistido, porque es un derecho universal hacerlo.

Esto pone en evidencia que todo lo que se había logrado al finalizar la segunda guerra mundial, los organismos creados para defender a la humanidad como Naciones Unidas y otros, están reducidos a la impotencia ante un genocidio y exterminio que se registra  televisivamente, cuyos autores y sus cómplices lo anuncian abiertamente.

Estamos viendo que por primera vez en el mundo son los niños son el blanco preferido y declarado  públicamente por las mal llamadas Fuerzas de Defensa de Israel. Fidel nos diría “ni un día más” a la impunidad que le aseguran los cómplices  de estos inadmisibles crímenes de guerra, que los amparan abiertamente.

Ni un día más a las imágenes que creíamos no íbamos a ver más, en los momentos del perverso “esplendor” del nazismo. La impunidad con que lo hacen hoy es la mayor amenaza del siglo XXI en estos momentos. Es la hora de responder a los compromisos asumidos ante ese líder universal, surgido en una isla pequeña del Caribe que es Fidel Castro Ruz. El está esperando las miles de respuestas nuestras posibles o imposibles al horror de esos tiempos, como lo está siendo Cuba, Venezuela Nicaragua y otros gobiernos y pueblos de Nuestra América en resistencia ofensiva.

Alguna vez me dijo en un murmullo durante un acto en la Habana estando sentada a su lado: “las palabras deben ser sencillas para que todos puedan entenderlas contando la historia como un cuento, como los que yo escuchaba embelesado cuando era niño”. Siento que me hablaba de la palabra viva., ardiente, apasionada, y profundamente sabia, que nos libera.

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