Por Farruco Sesto
Para la redacción de estas notas asumo el siguiente postulado: “toda auténtica revolución política y social se corresponde en paralelo con una revolución en lo cultural”.
Esto funciona en bloque, en una visión panorámica, y funciona también por períodos bien determinados: digamos que “a cada gran capítulo de una revolución política y social, le corresponde un gran capítulo de revolución en lo cultural cuya naturaleza viene dada por su tiempo histórico”. Veamos:
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DESDE 1999 HASTA AQUÍ: REVOLUCIÓN EN LA CONCIENCIA
En el período que hemos vivido a partir de Chávez, vale decir desde 1999 hasta hoy, esa revolución en lo cultural, sobre la cual se sostuvieron los grandes cambios políticos, tomó la forma de una revolución en la conciencia.
Creo que esto es innegable. Pues si hemos logrado llegar hasta el punto de no retorno que alcanzamos, en este caminar que ya cumplió un cuarto de siglo desde su inicio en firme, ha sido gracias a esa inmensa transformación espiritual en la mayoría de nuestro pueblo, donde nos incluimos.
Desde luego que esa honda toma de conciencia no surgió de la nada. Se fue desarrollando sobre un conocimiento sedimentado a través de los siglos, desde los orígenes hasta nosotros. Victorias y fracasos. Logros. Desencantos. Traiciones, pero también heroicidades casi impensables. Un decaer y un recomenzar constante. Siempre hacia adelante. La fuerza del protagonismo del pueblo. El peso de los liderazgos. Toda una gran experiencia acumulada que devino en conciencia, se condensó en conciencia, y luego se expandió como un gigantesco big bang del alma colectiva.
Este fue sin duda, a mi juicio, el hecho cultural más importante después de la independencia. No tengo duda alguna en ello. Una verdadera revolución en la conciencia, liderada por el comandante Chávez y luego bien conducida por Nicolás.
Pensémoslo y veremos que es así.
Al respecto, anoto algunos de los logros muy resumidos que ilustran esta afirmación.
En este período recuperamos la noción de quienes somos y de dónde venimos, comprendiendo el valor de nuestras raíces y la fe en nuestra propia capacidad. Nos convertimos en pueblo protagonista.
Entendimos el peso de la dignidad como el primer atributo del ser humano. Y con ello nos hicimos invencibles.
Desarrollamos un sentido patrio encendido en nuestros corazones. Y alimentando con esa hoguera nuestra capacidad de pensar y actuar juntos, fuimos capaces de declararnos libres para siempre.
Abrazamos el sentido de lo colectivo, sin desmedro de lo individual. Lo colectivo ligado a la historia como instrumento de liberación. ¿Quién puede con nosotros ahora?
Aprendimos también con Chávez que el amor es lo que le da sentido a la política, y a través de ese amor desarrollamos una nueva forma de mirar al mundo, plena de humanidad.
Son cinco pinceladas apenas. Casi nada. Pero con ellas y otras más, nos hicimos infinitamente mejores. Nos consolidados como pueblo consciente de si, de su dignidad, de su sentido patrio, de su ser en comunidad histórica, de su condición amorosa. Y con ello nos hicimos bolivarianos, socialistas, antiimperialistas y antifascistas. Es decir, chavistas. ¿Díganme si eso no fue una verdadera revolución en la conciencia?
¿Qué nos toca ahora?:
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PARA UNA NUEVA ETAPA: UNA REVOLUCIÓN EN EL CONOCIMIENTO
Justamente hace unos días el Presidente Maduro afirmó de forma contundente que “Venezuela ha entrado en una nueva etapa y lo hizo de la mano de un gran pueblo”.
Lúcidas palabras del Presidente con las cuales nos identificamos. De acuerdo con ellas, estaríamos entendiendo que se cierra un ciclo del viaje, por así decirlo, y que otro se abre, sin abandonar el camino, ni, por supuesto, el objetivo. Nuevas jornadas nos esperan. Digamos, las de un nuevo período en el que seguimos avanzando.
Pero esa nueva fase de la revolución va a exigir, de acuerdo con mi postulado inicial, un nuevo estadio de revolución en lo cultural. Un salto adelante que, a partir de los considerables avances políticos y sociales que hemos hecho, debe tomar la forma de una revolución en el conocimiento. Tal es la tesis que sostengo.
Tendríamos así una suerte de avance dialéctico en el proceso de afirmación colectiva. Del conocimiento a la conciencia. De la conciencia al conocimiento, enriqueciéndose mutuamente. Y siempre renaciendo en la praxis revolucionaria.
No quiero ser yo quien defina los temas del conocimiento donde nos va a tocar avanzar con firmeza, pues entiendo que eso lo va a ir dando, en todo caso, la propia marcha de la revolución.
Pero me atrevería a anotar algunas áreas donde me parece indispensable que las dominemos en colectivo. Apenas seis, como ejemplo. Pero podrían agregarse otras en una estrategia de autoformación colectiva siempre abierta y en movimiento.
Yo digo, pues, que esa revolución del conocimiento debería apoyarse al menos en los siguientes campos: Ciencia. Arte militar. Geopolítica. Economía. Planificación. Producción.
Para que seamos un pueblo con pensamiento científico y dominio de sus métodos. De tal modo que la humildad intrínseca de la ciencia nos contagie a todos, fascinados por el esfuerzo humano en el conocimiento de la realidad.
Para que todas y todos seamos pueblo soldado, con la formación militar necesaria para saber construir dignamente la paz, con técnicas contemporáneas y visión patriótica de equipo, en una época donde en los claroscuros surgen los monstruos.
Para que seamos un pueblo con pleno conocimiento político del mundo, así como de nosotros mismos en esta realidad multidimensional de grandes cambios y contradicciones globales, clarificando el papel que le toca jugar a Venezuela.
Para que seamos un pueblo economista. Con los saberes necesarios y el manejo teórico y práctico indispensable. De tal manera que podamos trazar entre todas y todos, democráticamente, los grandes lineamientos económicos de la revolución.
Para que seamos un pueblo planificador. Y podamos manejar para arriba y para abajo los distintos planes de la nación, con sus razones, sus estrategias y sus metas periódicas, convirtiéndolos en cultura colectiva.
Y para que, siendo como somos un pueblo productor, nos preparemos concienzudamente para cuantas técnicas, métodos, y nuevos sistemas de organización necesitemos en esta etapa de consolidación comunal.
Y no digo más nada ¡Independencia y Patria Socialista!